Cuando estaba
escribiendo sobre el conocimiento que podemos tener de otra persona, surgió el
tema de cómo poder compaginar la
intimidad con la apertura, en nuestras relaciones con otras personas. Decidí
abordarlo en otro escrito, y ante este reto me encuentro ahora.
Tema interesante, el
de la intimidad… y bastante complejo. Haremos, aquí, una primera aproximación,
que seguro habrá que ir complementando, más adelante.
“La intimidad es la zona
espiritual íntima y reservada de una persona, la más interna, la más profunda
de todas. Hablar de intimidad es
hacer referencia a la parte más esencial y genuina del ser humano, la que mejor
le define, lo nuclear de su personalidad.
Es la intimidad, además, su
región más recóndita e inaccesible para los otros. Allí se guarda y oculta
todo aquello que…
-
no se desea compartir o
-
se desea compartir sólo con determinadas personas;
- y no siempre; sino sólo en ciertos momentos especiales, en
que sus puertas se abren poniendo al descubierto riquezas y miserias.
La intimidad guarda la llave secreta que permite comprender realmente
y en profundidad al ser humano. Allí se encuentra la explicación de muchos
comportamientos aparentemente absurdos, de ciertos sentimientos e inquietudes
que resultan ininteligibles cuando sólo se cuenta con lo exterior como
referencia”.
Para algunos, la
necesidad de intimidad es tan grande, que son muchos los contenidos que entran dentro de lo no comunicable. Para otros, son muy pocos los elementos que consideran
que no deben comunicar, o que sólo creen conveniente hacerlo con ciertas
personas… Este es un punto difícil de
compaginar, y de gestionar.
En cada relación, conviene
compaginar la salvaguarda de la intimidad con la apertura hacia la otra
persona. Iremos encontrando contenidos a compartir, junto con otros que preferimos
seguir guardando; o qué, con el tiempo, van surgiendo, a medida que
profundizamos en el conocimiento mutuo.
Es difícil establecer
el límite entre lo que consideramos íntimamente nuestro, y aquello que podemos,
y queremos, compartir con algunas personas.
Creo que sin cierto grado de comunicación de lo que
nos es propio, de lo que guardamos en nuestro interior, es imposible profundizar en una relación, ya
sea familiar, de amistad o de pareja.
Cuando, en una
relación, aumentamos el nivel de apertura, y de conocimiento mutuo, se crean unos vínculos nuevos, y únicos, o
se refuerzan los que ya existían. El proceso por el que dos personas se
comunican aspectos de su intimidad, es algo fascinante.
Igual que hay
características y actitudes que facilitan la comunicación, quizás encontremos elementos que la dificulten; algunos, de ellos, en la otra persona, y
otros, en nosotros mismos.
Si ponemos límites a la comunicación, elevando barreras infranqueables,
por considerar que algunos temas son tabú, impedimos que ésta fluya libremente.
Con lo cual, asumimos el riesgo de distanciarnos de las personas con las que
nos relacionamos, por no confiar en ellas.
Me parece que el deseo
o la necesidad de intimidad, de parte
de uno de los dos, necesariamente va a primar sobre el deseo o la necesidad de comunicación o apertura del otro.
Puedes intentar vislumbrar
cómo es el otro, por lo que hace, y lo que no hace, por lo que dice, y lo que
no dice, por lo que comparte, o no comparte. Si la otra persona no se comunica contigo, desde su intimidad, desde lo
que le es propio, únicamente serás capaz de apreciar pequeños indicios de cómo es, de lo que le gusta, de lo que le
motiva, de lo que le preocupa, de lo que desea, y lo que le emociona.
Sólo se puede conocer a
una persona, cuando comparte contigo contenidos de su intimidad.
Todo ello entra en el campo de los temores y estos se profundizan cuando vivimos en el escenario de la vida exterior.
ResponderEliminarHola, primo. Disculpa, no había visto tu mensaje hasta el día de hoy, que Facebook me trae los recuerdos de hace un año.
EliminarCreo que lo relacionado con la intimidad o con no desvelarla, va bastante más allá del miedo. Tiene que ver con la educación recibida, con nuestra forma de ser y cómo es nuestro interlocutor, del grado de cercanía con esa persona. Incluso, con personas con las que puede haber una magnífica comunicación, en un momento dado, puede ser difícil comunicarse más adelante.
Cierto, los temores pueden profundizarse cuando vivimos en el escenario de la vida exterior. Debemos ser cautos, en cuanto a nuestra apertura a otros. Saber con quienes puedes hablar y con quienes no. Buscar el momento adecuado... Eso sí, si nuestro deseo es profundizar en una relación con alguien, estaremos expuestos a sentirnos algo vulnerables, cuando nos comuniquemos desde nuestra intimidad. Personalmente, prefiero pocas relaciones afectivas, pero de confianza.