jueves, 6 de agosto de 2015

Conocerse a sí mismo... sin obsesionarse



“Hay tres cosas extremadamente duras: el acero, los diamantes y el conocerse a uno mismo.” 
– Benjamin Franklin

¿Conocerse a sí mismo? ¡Es una tarea difícil! ¡Casi un arte!
Mi idea inicial era hablar acerca de lo que yo entiendo por el conocimiento de uno mismo, a continuación de lo que se expuso en “El abuelo era sabio”. Para no alargar esa historia, decidí hablar de ello en otro artículo, que es lo que me propongo hacer con este escrito. Me interesa recordar dos párrafos de aquella narración sobre el conocimiento de sí mismo, y la relación entre un abuelo, que era bastante sabio, y su nieto de muy corta edad:
  • “No pretendo objetar la respuesta de Tales de Mileto. Sin embargo, he procurado no obsesionarme con esta práctica, a diferencia de muchas otras personas que se pasan la vida buceando en el interior de su alma. Opino que es un ejercicio muy peligroso, y procuro excluirlo de mis hábitos”. 
  • “Por eso digo que es preferible perseguir la sabiduría observando a los demás y profundizando en el conocimiento de todas las cosas; en lugar de pasarse uno la vida, hurgando en los recovecos de su propia mente”
Yo sí buceo en el interior de mi alma, de vez en cuando, y no considero que sea una obsesión. Es parte de mi forma de ser; es algo casi instintivo en mí. Hay momentos en los que me sorprendo a mí misma, haciendo como un doble juego. A medida que voy conociendo a una persona, me pregunto si yo soy así, si tengo algunos de sus rasgos de carácter, y qué despierta en mí aquello que percibo.
No me siento a pensar y a reflexionar acerca de  cómo soy. Simplemente, voy tomando pequeños apuntes mentales, mientras leo, hablo, escucho, escribo, decido o actúo… Es como ir encontrando las piezas de un rompecabezas o “puzzle” muy grande y complejo. Con una particularidad: es un conocimiento infinito y cambiante. Algunas veces, incluso me sorprendo de lo que encuentro, y de lo que soy capaz de hacer, de entender o de soportar.
El conocimiento de sí mismo no suele darse en el vacío, dedicándonos a pensar sobre ello, sino que lo alcanzamos al constatar cómo actuamos en nuestra vida.
El conocimiento de uno mismo se produce poco a poco. Vamos conociendo nuevos aspectos de nosotros mismos. Descubrimos cómo pensamos, actuamos y respondemos ante los sucesos y los problemas a los que nos enfrentamos, y cómo nos relacionamos con las personas con las que interactuamos. Vamos conociéndonos y decidiendo, consciente o inconscientemente, cómo queremos ser, y cómo no; qué modelos admirar y seguir, cómo queremos relacionarnos con otros. Hasta cierto punto, todos tenemos algún conocimiento de nosotros mismos. Diferimos en el grado en que somos conscientes de ello, y cómo actuamos al respecto.
  
“El hombre que tiene la misma visión sobre el mundo a los cincuenta años que a los veinte, ha desperdiciado treinta años de su vida.”  – Muhammad Ali

A veces, creemos conocernos y saber cómo actuaríamos ante determinadas situaciones. Entonces, la vida se encarga de presentarnos nuevas experiencias que pueden poner en tela de juicio mucho de lo que hasta ese momento creíamos. A partir de ahí, revisamos si los valores que han guiado nuestra vida siguen siendo vigentes en el momento actual y para nuestro futuro, y si debemos adquirir nuevos criterios que puedan servirnos de guía. Estas directrices nos pueden llevar a tomar otros caminos, rodeándonos de personas, afrontando retos y posibilidades, con los que poder llevar a cabo aquello que deseamos.
Ese conocimiento de nosotros mismos no se produce de manera lineal, y tampoco es igual en todas las personas. Ese conocerse tiene momentos claves en los que, por diferentes circunstancias, la vida nos obliga a mirar dentro de nosotros. Nos enfrentamos a nuevos conocimientos, sucesos, o a personas, que, de alguna forma, nos sacuden, que no nos dejan impasibles, que no nos permiten seguir con el curso habitual de nuestra existencia.
Hay momentos de mayor introspección, ese mirar hacia dentro, y otros, la mayoría, en los que vamos viviendo nuestra vida sin cuestionarla mucho, o realizar grandes cambios. 









2 comentarios:

  1. !Me rncanta tu expodición¡ Reconozco que yo en ocasiones he convertido mi busqueda interior en una obsesión, porque tal vez me faltó algo muy importante... compaginar la busqueda con las situaciones de cada día y las personas que he ido conocienfo o que formaban parte de mi entorno. Me faltó comprobar mis reacciones en tiempo real... Con el tiempo, me he ido dando cuenta, que nunca dejas de crecer y si me conformara con mi forma de ser y actuar ... moriría en vida. Sé, que en lo que me queda de vida, seguiré cambiando porque nunca se ha de dejar de crecer... Gracias por este esta estupenda reflexión Magdalena. Eres un apoyo y una fuente de riqueza emocional. Me alegra haberte conocido. Eres un ejemplo para mi.

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    1. Paloma, gracias por tus mensajes. Demuestran que lees cuidadosamente lo que escribo. Mis escritos intentan ser reflexiones que retroalimenten el pensamiento de quien lo lee.
      Aunque, en ocasiones, necesitemos algo de soledad y de mirar en nuestro interior, no nos olvidemos de recurrir a aquellas personas con las que nos sentimos a gusto, y su cercanía nos ayuda a conocer lo mejor de nosotros y a relacionarnos abiertamente.

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