lunes, 27 de febrero de 2017

La fábula de la ostra y el pez



Érase una vez una ostra y un pez. La ostra habitaba las aguas tranquilas de un fondo marino y, era tal la belleza, el colorido, así como la armonía del movimiento de sus valvas, que llamaba la atención de cuantos animales por allí deambulaban. Un día, acertó a pasar por el lugar un pez que quedó prendado al instante. Se sintió sumamente atraído por la ostra y deseó conocerla al instante. Sintió un fuerte impulso de entrar en los más recónditos lugares de aquél animal misterioso. Y así, partió veloz y bruscamente hacia el corazón de la ostra, pero ésta cerró, también bruscamente, sus valvas. Cuantos más intentos hacía el pez por abrirlas con sus aletas y con su boca, más fuertemente, aquellas, se cerraban.

Pensó entonces en alejarse, esperar el momento en el que la ostra estuviera abierta y, en un descuido de ésta, entrar en su interior, con la velocidad del rayo,  sin darle tiempo a que se encerrara en su concha. Así lo hizo. Pero, de nuevo, la ostra se cerró con brusquedad. La ostra era un animal extremadamente sensible y percibía cuantos mínimos cambios en el agua ocurrían. Así, cuando el pez iniciaba el movimiento de aproximación, esta se percataba de ello y al instante cerraba sus valvas. El pez, triste, se preguntaba la razón por la cual la ostra le temía. ¿Cómo decirle que lo que deseaba era conocerla y no causarle daño alguno? ¿Cómo explicarle que lo único que deseaba era contemplar aquella belleza y compartir las sensaciones que le causaba?

El pez se quedó pensativo y estuvo durante mucho rato preguntándose qué podría hacer. De pronto, se le ocurrió una gran idea. “Pediré ayuda”, -se dijo-. Sabía que existían por aquellas profundidades otros peces muy conocidos por su habilidad para abrir ostras, y hacia ellos pensó en dirigirse. Pero sabía que eran peces muy ocupados y no deseaba importunarles. Deseaba que le escucharan y que le prestaran su ayuda. Comenzó a dudar si aquella era una buena idea. “Seguro que estarán tan ocupados que no podrán ayudarme” -pensó-.” ¿Qué puedo hacer? -se preguntó-. Tras meditar algún rato, llegó a la conclusión que lo mejor era informarse por otros peces sobre cuál sería el mejor momento para abordarles y cómo tendría que presentarse. Después de recibir las adecuadas indicaciones, eligió el momento más oportuno y hacia ellos se dirigió.

‑ ¡Hola! -dijo el pez. ¡Necesito vuestra ayuda! Siento grandes deseos de conocer una ostra gigante pero no puedo hacerlo porque cuando me acerco cierra sus valvas. Sé que vosotros sois muy hábiles en abrir ostras y por eso vengo a pediros ayuda.

El pez continuó explicándoles las dificultades que tenía y los intentos que había hecho por resolverlas. Llegó a confesarles la sensación de impotencia que le entraba y los deseos de abandonar, tras tantos intentos fallidos.

Los peces le escucharon con suma atención, le hicieron notar que entendían su desánimo pues ellos se habían encontrado en circunstancias similares. Le felicitaron por el interés que ponía de manifiesto en aprender y por la inteligencia que demostraba tener al pedir ayuda y querer aprender de otros.

El pez se sintió mucho más tranquilo y esperanzado, les contó los temores que tenía al pedirles ayuda y fue "abriéndose" cada vez más a toda la información que aquellos avezados peces le trasladaban. Escuchó con atención cómo ellos le decían que habían aprendido de otros peces y cómo, incluso, hacían cursos de entrenamiento en abrir ostras. Se enteró de que, a pesar de sus habilidades, había algunas ostras que resultaban difíciles de abrir; pero, más que ser un motivo de desánimo, esa dificultad les estimulaba a seguir investigando y reunirse para intercambiar conocimientos y mejorar en sus prácticas de abrir ostras.

Los peces continuaron en animada conversación.

‑ Mira, algo muy importante que has de lograr -le dijeron- , es suscitar en la ostra el deseo y las ganas de comunicarse contigo.

‑ ¿Y cómo podré lograrlo?

‑ De la misma manera que tú has logrado comunicarte con nosotros, haciendo que nos abramos a ti.

‑ ¿Cómo?

- Tú deseabas que nosotros te escucháramos y te prestáramos ayuda. Nos has dicho que dudabas de si podrías lograrlo, ¿no es verdad?

- Sí; así es.

- Podrías haberte quedado con la duda, pero en lugar de eso, diseñaste un plan de acción. Buscaste información acerca de nosotros, te informaste de cuál era el mejor momento para abordarnos y qué decirnos. Tú sabías que nosotros éramos muy sensibles a la expresión honesta y sincera de "necesito vuestra ayuda". También sabías que nos agrada, como a todo hijo de pez, el reconocimiento de nuestra competencia y veteranía en abrir ostras. Te confesamos que todo ello nos agradó mucho. También nos gustó, tu mirada franca y serena, al igual que tus firmes y honestas palabras.

- Sí, en efecto; eso es lo que hice. Ahora que lo decís, mi pequeño corazón de pez se abrió a vosotros, al constatar que me escuchabais con atención. Me agradó mucho que os hicierais cargo de mi impotencia y ¡por qué no decirlo!, me complació también  que me felicitarais por haber pedido ayuda...

- ¡Claro! Todo esto suele ser recíproco -contestaron los peces.

- Muy bien, pero ¿cómo podré hacerlo con la ostra? No conozco su lenguaje, sus costumbres, sus miedos, no conozco tampoco qué es lo que le agrada...

- Has diseñado un plan de acción para "abrir la ostra". El primer paso ha sido el de visitarnos para que te informemos de sus costumbres, de sus miedos, de todo aquello que le agrada... ¡Pues bien! Te vamos a decir todo aquello que suele suscitar temor en las ostras. Les asusta el movimiento brusco de las aguas. De hecho, habrás observado que, cuando hay tempestades y mucho oleaje, las ostras están fuertemente cerradas. Es por eso que si te acercas a ellas cuando hay muchas turbulencias tendrás grandes dificultades para lograr que se abran. Les asusta el que algún animal se acerque de modo imprevisto. Les agradan, en cambio, los movimientos suaves, los besos y las caricias y que no se entre en sus interioridades sin antes conocerse durante algún tiempo. También les agrada mucho el que se les hable en su lenguaje. Habrás observado que lanzan, a través de sus valvas, pequeñas pompas de aire. Si las observas con suma atención podrás aprender los códigos que utilizan.

De este modo, los peces continuaron asesorándole. Le invitaron a pasar largos ratos observando el comportamiento de la ostra. Le invitaron también a asistir a alguno de los cursillos que organizaban y le regalaron un manual: "El Manual del abridor de ostras".

Tras varias semanas de observación, aprendizaje y entrenamiento, el pez pudo, finalmente, disfrutar con aquella bellísima ostra. Logró entrar en las interioridades de ella y compartir todas cuantas sensaciones le causaba. Tuvo la posibilidad de lograr que otras muchas ostras se abrieran a él, incluso ostras extremadamente sensibles, que se cerraban con suma facilidad.


Nota: El texto es una pequeña variante de “La fábula de la ostra y el pez”, encontrada en el Manual para el educador social 1, de COSTA, M. y LÓPEZ, E.


Comentario: Aunque, como en toda fábula, el lector sacará sus propias conclusiones, la que escribe, se ha permitido hacer algunas consideraciones al hilo de la misma.

En mi opinión, no es recomendable ceñirse a lo que los autores nos refieren, ya que es conveniente que pensemos si en nuestras relaciones personales contribuimos a facilitar la comunicación con los otros o si, por el contrario, la dificultamos.

Es un escrito pensado, posiblemente, para adolescentes, aunque creo que todos podemos sacar nuestras propias lecciones y aplicarlas a nuestras relaciones personales.

La lectura de este relato me hace pensar en lo difícil que puede ser la comunicación con algunas personas, ya sean familiares, compañeros, amigos o con nuestra pareja. Al igual que sucede con otras cuestiones en esta vida, no le damos a la comunicación toda la importancia que merece.

Algunas veces, la comunicación fluye de una manera fácil y espontánea, sin ningún tipo de impedimento. Por experiencia, sabemos que no es lo habitual y que pueden aparecer obstáculos al iniciar una relación o en cualquier momento posterior. Al igual que la ostra, nos encerramos en nosotros mismos y hacemos que sea muy difícil la comunicación y la apertura hacia el otro.

Es importante que exista la intencionalidad y el deseo de tener una buena comunicación con la otra persona. De ser así, haremos lo necesario por conocerla y potenciar los elementos que nos facilitarán esa comunicación, esforzándonos por identificar y corregir los errores que podamos estar cometiendo.

Al igual que sucede en la fábula, analicemos cuáles son las causas que originan el hermético cierre de las valvas de la ostra: qué es lo que estamos haciendo mal para que la otra persona se coloque a la defensiva. Tengamos en cuenta que no podemos hacer nada para que otra persona cambie, a menos que ella desee hacerlo y sea quien inicie sus propios cambios. Podemos, eso sí, modificar nuestra forma de proceder, lo cual podrá hacer que la ostra se abra o que siga resistiéndose a relacionarse con nosotros.

Las relaciones humanas son más complejas que lo apuntado por los hábiles peces, especialistas en abrir ostras,  que aparecen en esta fábula. La “ostra”, la otra persona, verá nuestros intentos de acercamiento, nuestro deseo de relacionarnos y responderá a los mismos facilitando nuestra labor o haciendo que nuestra relación sea imposible.

Me gustaría concluir diciendo que estoy firmemente convencida de la capital importancia que tiene la voluntad de apertura hacia el otro. El deseo, por ambas partes, de conocerse y de profundizar en la comunicación. “¡Mira! Algo muy importante que has de lograr es suscitar en la ostra el deseo y las ganas de comunicarse contigo”.  Si el deseo de comunicación sólo existe en uno, no hay nada que hacer. Habrá que aceptar lo que sucede y aprender de la experiencia.




Imagen encontrada en Internet, de vectores 123RF: 61632756-caballito-de-mar-y-mariscos-en-el-fondo-del-mar




15 comentarios:

  1. Fenomenal fábula, la cual está muy relacionada con una de mis situaciones vividas, con un final satisfactorio.

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    1. Es importante aprender cómo acercarnos a alguien para poder evitar que se cierren a nosotros. Ese es un problema que tienen algunas personas que dicen las cosas de forma demasiado directa, sin importarles cómo pueden reaccionar los demás. Me alegra saber que esa situación tuvo un final satisfactorio.

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    2. Un final satisfactorio XD

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  2. ¿porque la ostea no le permitia al pez penetrar en su interior?

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  3. Quien fue el autor de la fábula fabula la ostra y el pez

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  4. Me gusto la fabula, es interesante todo lo que pudo alcanzar el pez

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