viernes, 31 de agosto de 2018

Lista de chequeo para iniciar una relación



­­La experiencia que adquirimos a través del transcurso del tiempo, nos permite acumular información acerca de todos aquellos aspectos, tanto positivos como negativos, que nuestras diferentes relaciones afectivas nos hayan podido aportar.

Aunque, es posible que no seamos conscientes de ello, procesamos los datos que obtenemos de nuestras experiencias, en nuestro interior. Lo hacemos de una forma constante y, aun sin quererlo,  extraemos conclusiones de muchas de las cosas que nos tocó vivir, indistintamente que sean, o no, acertadas.

Sin ningún tipo de duda, nuestra subjetividad siempre estará presente e influirá en la idea que tengamos sobre lo que nos hayan aportado las diferentes relaciones que hayamos mantenido, en el pasado. Lo que echamos en falta, los aspectos negativos que no quisiéramos volver a encontrarnos, y aquello que nos parece imprescindible que ocurra en nuestras futuras relaciones.  

Pocas veces, nos limitamos a observar y a analizar los hechos de forma objetiva. Mezclamos lo que sucedió, con lo que experimentamos en aquel momento, nuestras creencias personales, con lo que la sociedad dice que debemos hacer, la fría realidad de lo que pasó, con nuestros fervientes anhelos de crear un futuro diferente.

Siendo, lo anteriormente expuesto, válido para cualquier tipo de relación,  ya sea familiar, de amistad, o de pareja, desearía centrarme en esta última, a partir de ahora.

A veces, no sabemos con claridad qué es lo que deseamos en una pareja. No podemos decir, con precisión, cómo quisiéramos que fuera esa otra persona y los “requisitos” que nosotros consideramos necesarios para encontrarnos a gusto con ella. En cambio, sí acostumbramos a hacer una lista imaginaria de lo que no queremos en una relación. Tomamos en cuenta lo que nos ha molestado, lo que nos ha hecho daño, lo que nos ha impedido que seamos nosotros mismos o aquello que nos ha imposibilitado luchar por la consecución de nuestros propios sueños. De alguna forma, queremos evitar que nos vuelva a suceder la experiencia que ya superamos y deseamos “vacunarnos” ante eventuales futuros fracasos sentimentales.

Porque, afortunadamente, estamos en condiciones de saber cuáles son los elementos que no son negociables, lo que no estamos dispuestos a sufrir de nuevo, lo que no queremos volver a vivir con otra persona: los celos, el excesivo control del dinero, las faltas de respeto, el maltrato psicológico o físico, la infidelidad, la ausencia de detalles, la abstinencia sexual, que la pareja sea aburrida…

De igual manera, tenemos pleno conocimiento de las cosas que sí apreciamos y de casi todo lo que para nosotros es importante.

Si nuestra lista de exigencias es demasiado grande, será bien difícil encontrar a alguien con quien poder compartir nuestra vida. Es imposible hallar una persona perfecta, que cumpla con la lista completa de todos nuestros requisitos.

Teniendo en cuenta que las relaciones se van desarrollando poco a poco, nuestra capacidad de observación y de análisis, nos habrá de permitir apreciar los defectos o las carencias de la persona; y, por consiguiente, ir poniendo una cruz en cada uno de los puntos de nuestra lista.

La relación entre dos seres no es estática, sino que va evolucionando. Yo pienso que aparecerán suficientes oportunidades para hacer un chequeo final a la lista y llegar a la conclusión que podemos aceptar la relación, aun cuando tengamos que renunciar a algún punto que no sea categóricamente relevante.





Imagen encontrada en internet: Serenade (Nicole Roggeman)




viernes, 24 de agosto de 2018

Tapar el cielo con las manos



Lo deseable en una relación es que sea agradable, que haya puntos en común, que podamos disfrutar de la compañía de nuestra pareja.

Algunas cualidades ayudan a que una relación de pareja sea positiva: el compromiso, la sensibilidad, la generosidad, el ser considerados, la cooperación, la flexibilidad, la solidaridad, la responsabilidad, la confianza. La capacidad de reconocer los errores, trabajar por corregirlos, saber perdonar y adaptarse a los cambios que convenga introducir. Probablemente, ya poseeremos algunas de estas cualidades. Mientras que, otras, las iremos adquiriendo a través de los años de convivencia. En ambos casos, es necesario averiguar si hay indicios que nos lleven a pensar que, alguno de los dos, carece de la capacidad o de la voluntad de desarrollarlas.

Si suponemos que la vida es más llevadera entre dos, el otro no puede ser una carga. Un buen amor de pareja es liviano, no es una cadena pesada o una cruz que se deba arrastrar de por vida. No tiene que ser una relación llena de sufrimiento y lágrimas, como todavía piensan algunas personas. No hagamos estupideces en nombre del amor: dejarnos engañar, aferrarnos a relaciones donde el otro no nos ama, soportar el maltrato, renunciar a nuestros sueños, a nuestros intereses, a nuestra vocación…

Es peligroso e irracional adaptarse a una situación dañina y agotadora, sin perspectivas de mejoría. En palabras de Walter Riso: “No hay que padecer a la persona amada, sino disfrutarla”.

Sabemos que cuando nos relacionamos con otro ser, lo hacemos con lo bueno y con lo malo que hay en cada uno de nosotros. Por eso, haríamos bien en tener los ojos bien abiertos para ver lo positivo que una relación aporta a nuestras vidas y para ir evaluando si las carencias o defectos que encontramos podrán hacer que la convivencia sea especialmente difícil, dolorosa o, incluso, peligrosa.

Cuando hay más desencuentros que coincidencias y nos vemos obligados a defender nuestros puntos de vista, nuestras preferencias y nuestros deseos, porque no se tienen en cuenta ni se respetan, estamos con la persona equivocada.

Soy una gran defensora de las relaciones de pareja y de hacer lo posible por solucionar las dificultades que surjan, tratar de limar asperezas, respetar los espacios individuales y compartidos... No obstante, debo reconocer que hay ocasiones en las que la convivencia se hace demasiado difícil. Tanto, que llega a ser insoportable, incluso. En tal caso, resulta poco recomendable alimentar esperanzas de que la situación pueda mejorar de forma efectiva con el transcurso del tiempo. Sucede en aquellas relaciones que se han deteriorado tanto, que ya no se puede hacer nada por salvarlas, porque, se ha llegado a un punto de no retorno.

Esto puede deberse a incompatibilidades difíciles de sobrellevar, que hayan tenido un impacto negativo en la relación. Por ejemplo, posiciones muy diferentes en cuanto a las creencias, la religión, los proyectos personales, las posiciones éticas, el manejo del dinero, las relaciones con familiares y amigos, la actitud frente a la vida y otras cuestiones trascendentales.

Algunas parejas no logran construir un proyecto de vida en común, no consiguen tener una convivencia agradable y se van destruyendo mutuamente. Otras relaciones terminan deteriorándose, debido a graves problemas externos que desestabilizan la convivencia. La vida les somete a duras pruebas y no encuentran la forma de afrontarlas adecuadamente.

Por mucho que nos duela, llega la hora de aceptar que algunas relaciones no son recuperables. En cuyo caso, es necesario ayudar a las personas involucradas para que la ruptura sea lo menos traumática posible para ellos. Y para que extraigan las lecciones prácticas de lo que esa relación aportó a sus vidas. Lo cual, servirá de orientación y de estímulo para afrontar un nuevo futuro.





Bibliografía:

RISO, Walter: “Manual para no morir de amor”.







miércoles, 22 de agosto de 2018

Algunas consideraciones sobre el amor de pareja



 


Todavía, hay demasiada gente que considera imprescindible disfrutar del amor en pareja. Hasta el punto de que aquellos, a los cuales, se les ha negado tal posibilidad, se sienten fracasados y arrastran una gran frustración. Así mismo, experimentan una gran desazón quienes tienen problemas con su pareja; o los que han roto su relación con ella y, todavía, no se han recuperado emocionalmente.

Para todos ellos, el amor o el desamor son temas que ocupan una buena parte de sus pensamientos y de su tiempo. El simple hecho de amar, es una experiencia muy reconfortante.

Algunos, consideran que no es fácil encontrar una pareja idónea y lograr que la relación sea enriquecedora y estable. Creen que es una cuestión de suerte. Admitamos que el azar intervenga, a la hora de conocer a nuestra eventual pareja. Pero, a partir de este mismo momento, será necesario que concurran muchos factores para que el encuentro pueda cristalizar en amor verdadero.

El aspecto físico o la facilidad para comunicarse que tenga la persona con la que nos hemos encontrado, pueden llamar nuestra atención. No obstante, la relación no progresará, a menos que haya “algo” en común entre nosotros. Y, este algo es un compendio de aquellas características que son importantes: su forma de dirigirse a nosotros y de tratar a los demás, su sentido del humor, su grado de madurez, la calidad y la profundidad de sus sentimientos. En suma, todo aquello que nos gustaría compartir de una persona, cultura, gustos y aficiones incluidas. Aunque, debemos tener en cuenta que filtraremos, igualmente, aquellos aspectos que nos desagradan: el tono de su voz, su forma de hablar, la agresividad, la superficialidad… Su aseo personal, su forma de vestir y su forma de andar, incluidos.

Muchas de las equivocaciones que se cometen en el amor, se dan en aquellos casos, en los cuales, la elección de la pareja sólo se hace con el corazón. Sin considerar, de manera racional, otros factores que podrían ser fundamentales para la convivencia diaria. Además del sentimiento amoroso, deberemos ir poniéndole algo de cabeza a la relación. Ver cómo es la otra persona, cómo somos nosotros cuando estamos con ella, cómo es nuestra forma de relacionarnos… Si los defectos de los dos son llevaderos y, a pesar de los mismos, somos compatibles. Conviene conocer cuáles son los asuntos que nos apasionan y tener la confianza de que podremos continuar desarrollándolos conjuntamente.

No podemos prever ciertos aspectos que emergerán durante la convivencia. Pero, nos engañamos a nosotros mismos, si quitamos importancia a detalles o formas de actuar que no nos gustan, pensando que con nuestro gran amor todo se irá arreglando.

El amor no es suficiente para establecer una relación que pueda ser duradera y enriquecedora para ambos. Antes de tomar la decisión de vivir juntos, sería aconsejable tener el mayor conocimiento posible de nuestra pareja. Para lo cual, es exigible la mutua sinceridad, aun a expensas de que queden al descubierto aspectos de nuestra personalidad que no sería honesto ocultar.

El éxito de una relación y la calidad de la convivencia dependen, en gran medida, de cada uno de nosotros; de cómo somos, cómo actuamos, cómo vamos aprendiendo de la experiencia, y de cómo resolvemos los problemas o las diferencias que van surgiendo.




Bibliografía:

RISO, Walter: “Manual para no morir de amor”.


Imagen encontrada en Internet, en http://www.instahu.com/tag/marlinavera