sábado, 11 de mayo de 2019

Comunicarse con los demás, desde la libertad y el respeto



 

Uno de esos días en los que hablábamos de diferentes temas, Lucía quiso hacerme partícipe de sus reflexiones en torno a un problema que se le había presentado repetidas veces. Me confesó que, para ella, era difícil relacionarse con quienes son muy vehementes, tratan de imponer a otros su punto de vista y suelen manipular la información, impidiendo que pueda establecerse con ellos una conversación dentro de un plano de igualdad.

Mi amiga se había ido encontrando con personas que actuaban de la manera descrita. A pesar de lo cual, seguía sorprendiéndose al constatar la habilidad que los individuos poseían para darle la vuelta a la realidad. Se le mostraban como unos seres indefensos, perseguidos, acosados e incomprendidos.

Casi siempre, se veía obligada a callar o a hacer tímidos intentos para expresar lo que ella quería decir, al encontrarse ante la tergiversación de sus palabras o con impedimentos para conseguir un acuerdo válido que pudiera ser satisfactorio para ambos. Era como si se topara con un muro de piedra, imposible de traspasar. Esto la inquietaba, ya que sólo le sucedía con algunas personas, mientras que, con las demás, no tenía problemas para comunicarse de manera eficaz.

Me decía que le resultaba más fácil comunicarse con gente asertiva, que escuchaba con atención; con la cual, se podían mantener y defender posturas diferentes, al hacer gala de una gran delicadeza y de un profundo respeto.

Me comentaba, igualmente, que se sentía con mayor libertad de expresión al comunicarse con personas que no formaban parte de su núcleo más cercano. Probablemente, porque no existían unos vínculos que ella consideraba que debían preservarse. Lo cual  sucedía, cuando se trataba de familiares, amistades o gente de su entorno laboral, por el peligro de que pudieran romperse estos vínculos, ante la imposibilidad de llegar a acuerdos.

Les ruego que me permitan poner un énfasis especial en lo diferente que es comunicarnos con algunas personas, cuando todo se puede decir, desde el respeto. Sabiendo que seremos escuchados y que la otra persona no se tomará lo que digamos como una ofensa personal.

¡Qué importante es que escuchemos atentamente a quien nos habla! ¡Y, a su vez,  sentir que la otra persona está pendiente de lo que le decimos!

No tengamos miedo de preguntar aquello que necesitemos saber. Tampoco, de pedir más información, ni que nos aclaren algunos puntos sobre los que tengamos dudas. Finalmente, no estará por demás hacer un resumen de lo que hemos entendido y someterlo a la consideración de nuestro interlocutor. De tal manera, tendremos la seguridad de haber captado perfectamente el mensaje y estaremos en condiciones de  tender los puentes que habrán de acercarnos.