sábado, 29 de octubre de 2016

Como si, cada uno, viviera en su propio castillo



Desearía comenzar este escrito, haciendo referencia a una frase de Oliveros F. Otero, que reflejé en uno de los primeros artículos de este blog, titulado: ¿Qué es comunicar?

“Comunicar es poner lo propio en común”

Me sorprende constatar cómo podemos llegar a tener un conocimiento tan escaso de algunas personas a las que consideramos “cercanas” y, sin embargo, resultan estar a “años luz” del planeta en el que vivimos. Aunque gozan de una gran proximidad, prescinden de la facilidad de comunicación que tienen al alcance de la mano, la cual les llevaría a lograr una relación más estrecha con nosotros.

Oliveros F. Otero, nos decía que lo propio es todo aquello que sentimos, que pensamos, que queremos, que deseamos, todo lo que nos motiva, lo que nos duele, lo que nos hace reír y llorar; aquellas cosas que nos llegan a lo más íntimo, los recuerdos, las vivencias, nuestros planes…

Podríamos decir que no utilizan las técnicas sociales asertivas: información gratuita y revelación de nosotros mismos, que revisábamos en nuestra anterior publicación.

Tristemente, existen miles de seres que crecen y viven  “en solitario”, rodeados de otros tantos, que también viven su vida, como si estuvieran aislados, en las mazmorras de un castillo.

Llegan a creer que lo mejor que pueden hacer es permanecer apartados de los demás, como si vivieran recluidos en una fortaleza inexpugnable. Consideran que guardar para sí mismos la mayoría de sus pensamientos, de sus sentimientos, de sus inquietudes, de sus sueños y de sus deseos, es algo virtuoso.

¿Por qué sucede esto? ¿Lo aprendieron desde pequeños, de quienes recibieron ese tipo de consignas? ¿Les hicieron daño, cuando quisieron expresarse desde lo más íntimo de su ser? ¿Se protegen, aislándose de los demás?

No es de extrañar que, transcurridos los años, puedan llegar a sentir una gran soledad. Ese terrible sentimiento que les hace sentirse aislados, a pesar de que puedan tener gente cerca de ellos. Ese tremendo dolor que produce la soledad, cuando se apodera de nosotros.

Me cuesta pensar que estas personas puedan vivir así, a medias, siempre de cara a la galería. Que se conformen con tener unas relaciones “formales”, educadas, sin compartir la más mínima inquietud, o alegría, con los demás.

No se abren a otros, ni permiten que otros lo hagan con ellos. Siguiendo el ejemplo que han tenido, no invitan a compartir absolutamente nada de lo que les es propio. Guardan en su interior, aquello que consideran que es negativo y que no es bueno expresar: lo que les duele, lo que les preocupa, lo que ellos consideran que son errores. Lo que temen, lo que les molesta, lo que querrían cambiar de sí mismos pero no se han atrevido a hacerlo, porque no saben cómo llevarlo a la práctica.

Tampoco, mostrarán lo positivo suyo ni elogiarán a los demás, pensando que es importante ser modestos, humildes, sencillos. Que, a los demás, no les importa lo que tú quieras compartir con ellos: tus proyectos, tus sueños, tus logros, lo que te gusta, lo que te agrada, lo que deseas conseguir, lo que te gustaría recibir en tu trato con los demás, lo que te emociona y te hace vibrar.

Cabe mencionar que, jamás, permitirán compartir algunos contenidos específicos; al considerar que, si los dieran a conocer, los demás podrían pensar que son personas débiles. Les enseñaron que formaban parte de su más estricta privacidad y que  deberían evitar aludir a los mismos.

Cuando no se expresa lo propio y no se está abierto a escuchar al otro -con la finalidad de conocerse y tener una relación en igualdad que sea gratificante para ambas partes-, es como si cada uno viviera en su propio castillo, con el puente levadizo levantado o destruido.

Lo deseable sería salir del castillo y permitir que otros puedan acercarse a ellos. Será preciso quitarse las armaduras y las máscaras que han llevado durante tanto tiempo, creyendo que formaban parte de sí mismos ¡Convendrá mostrarse a cara descubierta!





Nota: Aunque no es un texto que se refiere expresamente a la asertividad, toda mejora en la comunicación entre dos personas tiene mucho que ver con la capacidad de expresarnos de forma asertiva. También con la escucha activa, el respeto, el saber preguntar y responder a lo que nuestro interlocutor quiere saber de nosotros, todo ello incluido en las técnicas asertivas sociales. 
El hecho de no comunicarnos o de hacerlo mal, de forma torpe o con agresividad, también pueden significar que existe una carencia de asertividad en cuanto a las relaciones sociales.




Bibliografía:
F. OTERO, Oliveros, “Relaciones Humanas en la Familia”.


¿Qué es comunicar?
Las técnicas sociales asertivas: información gratuita y revelación de nosotros mismos
Escritos sobre asertividad






martes, 25 de octubre de 2016

Las técnicas sociales asertivas: información gratuita y revelación de nosotros mismos




Las técnicas sociales asertivas sirven para que dos personas puedan establecer un diálogo, hablar de cosas personales que incumban a ambos, tener en cuenta lo que el otro le dice, preguntar sobre aquello que desean saber, profundizando en lo que sea de su mayor interés…

Para llegar a ser un comunicador asertivo en un ambiente social, el individuo debe dominar la técnica de captar las claves que los demás le dan acerca de sí mismos: INFORMACIÓN LIBRE O GRATUITA. Así mismo, tendrá que aprender a proporcionar información sobre su propia persona: AUTORREVELACIÓN o REVELACIÓN DE NOSOTROS MISMOS. Sin duda alguna, se trata de las dos técnicas sociales más relevantes.

En ocasiones, hablamos de nosotros mismos, de forma espontánea; o bien, como consecuencia de una pregunta, o un comentario, de nuestro interlocutor. Debemos estar atentos a las señales que van surgiendo en la conversación, las cuales habrán de indicarnos si podemos seguir comentando acerca de nosotros y si es pertinente continuar insistiendo para que la otra persona nos cuente cosas sobre su vida. Es un tema delicado, ya que hay quienes se pueden sentir incómodos con el rumbo que toma la conversación y, sin embargo, no se atreven a decírnoslo.

También, podemos encontrarnos con que, uno de los dos, es más hábil en conseguir que la otra persona hable y comparta aspectos de su vida, mientras que ofrece muy poca información a cambio. Lo deseable, es que exista cierto equilibrio entre lo que ambos comparten. Si no es así, el que comparte más, se sentirá utilizado o manipulado por el otro, como forzado a hablar, por no sentirse adecuadamente correspondido con el mismo nivel de apertura que él ha brindado, desde el primer momento.

La manera cómo se va desarrollando una conversación, nos ha de señalar si  puede ser conveniente la aportación de información personal. Porque, es muy posible que nuestro interlocutor quiera que, su relación con nosotros, no suponga la adquisición de compromiso alguno. Con mayor razón, que no tenga el más mínimo deseo de aumentar su nivel de intimidad con quienes nos hemos erigido en sus interlocutores. En general, será más fácilmente aceptado lo que digamos, cuanto más tiempo haga que conozcamos a esa persona y, también, si la conversación se produce en un lugar y momento apropiados.

Si dos personas no se conocen bien, rara vez darán a conocer detalles de sus sentimientos más profundos. Por tanto, hablar de las emociones de una persona al inicio de una relación puede ser incómodo. A medida que vayan progresando en su mutuo conocimiento, se sentirán más relajadas y es posible que estén dispuestas a proporcionar información de carácter íntimo.  Paradójicamente, si dos personas se dan cuenta de que la posibilidad de volver a verse es remota, como cuando se conocen en un avión, o en la sala de espera de un aeropuerto, es muy posible que, sin apenas darse cuenta, se revelen  pensamientos y sentimientos personales, sin ningún tipo de reserva.

En un ambiente social, todos tendemos a facilitar INFORMACIÓN GRATUITA acerca de nosotros mismos que no se nos ha solicitado específicamente. Gran parte de esa información guarda relación con nuestros intereses, nuestros deseos, nuestros prejuicios, nuestras ocupaciones, lo que nos hace felices y lo que nos preocupa.

Si hablamos a la otra persona empleando algo más que afirmaciones, negaciones o gruñidos, sin duda le facilitaremos gran número de claves e indicaciones acerca de lo que es importante para nosotros, en ese momento determinado de nuestra vida.

La INFORMACIÓN LIBRE O GRATUITA que los demás nos ofrecen acerca de sí mismos, sin habérsela solicitado, nos ayuda a continuar la conversación, sin que haya esos silencios incómodos en los que no sabemos de qué hablar. Además, cuando prestamos atención a lo que nuestro interlocutor nos comunica libremente, le incitamos asertivamente a que continúe hablando de sí mismo; le facilitaremos la tarea al manifestar nuestro sincero interés por aquello que es relevante para él.

Igualmente, es importante que estemos muy pendientes de la información que nosotros aportamos, a lo largo de una conversación. La calidad de la misma, ayudará a que nos conozcan mejor e influirá en el grado de comunicación que podamos tener con nuestro interlocutor.

La otra técnica que debemos dominar para llegar a una comunicación eficaz, es la que denominamos como AUTORREVELACIÓN o REVELACIÓN DE NOSOTROS MISMOS.

Cuando le revelamos al otro lo que pensamos y sentimos acerca de lo que nos ha comentado sobre sí mismo, permitimos que la comunicación fluya en ambas direcciones. Sin las revelaciones acerca de nosotros mismos, nuestra atención e interés por la libre información de nuestro interlocutor, produciría la impresión de que estamos interrogándole o escudriñando en su vida, sin compartir con él  ninguna de nuestras experiencias.

La información que revelamos sobre nosotros mismos constituye una invitación para continuar la conversación. El re­ceptor puede aceptarla, colaborando con la aportación de información personal y animando a su interlocutor a contar más cosas; por el contrario, puede rechazar nuestra invitación y llevar a cabo estrategias para cambiar de tema o para dar por concluida la conversación. Eso dependerá del resultado de las evaluaciones que haga de su interlocutor, de cómo se sienta en el transcurso de la conversación y de su motivación por crear  una relación de mayor compromiso, sin excluir el necesario nivel de intimidad.

Revelar información sobre nosotros mismos y ser cuidadosos con lo que la otra persona nos comenta, puede ayudar a crear una mayor cercanía, fomentar la empatía y generar una mayor confianza. Aunque, en ocasiones, puede acarrear consecuencias desagradables:

Demasiada información puede que sea percibida, por nuestro interlocutor, como una sobrecarga, que le haga sentirse abrumado con la información recibida. Especialmente, cuando se refiere a emociones que no sabe cómo procesar o que, en aquel momento, no está preparado para asimilar.

Aunque la persona que revela elementos de su vida no lo sienta de igual manera, el receptor puede interpretarlo como signo de debilidad. Si nos damos cuenta de que eso sucede, será conveniente reducir el nivel de apertura hasta que se den unas circunstancias más adecuadas. Siempre, teniendo en cuenta que habrá personas con las que será casi imposible relacionarnos a un nivel más profundo.

Hay quienes interpretan la AUTORREVELACIÓN, de otras personas, como un intento de sobresalir, de llamar la atención, de mostrar que sus problemas son más importantes que los suyos. Parece ser una contradicción que la REVELACIÓN DE SÍ MISMO pueda hacernos parecer como si fuéramos débiles y dominantes.

Revelar, a otras personas, información privada acerca de nosotros mismos, es una técnica asertiva muy eficaz, no sólo por lo que a la conversación social se refiere, sino también cuando surge un conflicto entre nosotros y otra persona. Cuando hemos hablado sobre temas personales, quedaría bastante mal que intentaran manipularnos, utilizando, para ello, nuestros sentimientos, nuestras preocupaciones, nuestra falta de conocimiento sobre algo o nuestra indecisión. Intentando negar, desvalorizar o ignorar nuestros sentimientos…

Nadie puede conseguir que hagamos a gusto algo que no es de nuestro agrado. Como, por ejemplo, prestarle el coche, aun sabiendo que nos disgusta prestarlo. Sería conveniente expresárselo, tal cual, a quien nos lo pide: “Lo paso muy mal cuando pienso que otra persona va a conducir mi coche”. Esa ya es la “razón” suficiente para no hacer algo que no deseamos hacer. Incluso, siendo conscientes de que lo pasamos mal porque nos preocupamos, a sabiendas de que no hay razón alguna para preocuparnos, ya que lo más seguro es que no le vaya a pasar nada al coche. Aunque nuestro miedo sea algo ajeno a la lógica, esto no hace que nos deje de dar miedo. A veces, en vez de decirle claramente, a nuestro amigo, que no queremos prestarle el coche, empezamos a inventar toda una serie de excusas o razones por las que no podemos prestarle el coche en esta ocasión.

Aunque lo que sentimos pueda parecer ilógico, sigue siendo importante para nosotros y merece todo el respeto. A veces, ni siquiera nosotros respetamos nuestros sentimientos de preocupación e incertidumbre, porque se nos ha querido enseñar que debemos tener una verdadera “razón” para hacer o decir algo.

Parte de la AUTORREVELACIÓN tendrá que ver con aquello que damos por supuesto que debemos ocultar: lo que no es de nuestro agrado, las preocupaciones, la ignorancia, el miedo, etcétera.

La revelación involuntaria de factores negativos acerca de nosotros mismos y nuestra propia aceptación de los mismos es probablemente la técnica asertiva más potente y eficaz para evitar la manipulación y alcanzar la paz de nuestro espíritu.

Si los demás reaccionan ante nuestra revelación asertiva de lo que sentimos y nos preocupa, tratando de convencernos de que no “debemos” o no tenemos derecho a pensar o a sentir así, nuestra respuesta será simple y directa: “Es posible, pero esto es lo que siento”. Frente a una respuesta sincera y honrada como ésta es imposible emplear la manipulación o, aunque lo intenten, que seguramente será lo que harán, no les servirá de nada, ya que nosotros insistiremos en que eso es lo que sentimos. Si nos mantenemos firmes, terminarán desistiendo.

El uso adecuado de la AUTORREVELACIÓN voluntaria es eficaz en el trato con personas de carácter manipulativo, sean vendedores de coches, dependientes, hombres de negocios, mecánicos, compañeros de trabajo, jefes, amigos, vecinos, parientes, padres o hijos nuestros; así mismo, como medio para mejorar nuestras técnicas de conversación y de comunicación social.




Bibliografía:


SMITH, Manuel J.: “CUANDO DIGO NO ME SIENTO CULPABLE”, Editado por Grijalbo, Barcelona.


Apartado 6.2.6 La autorrevelación, de un curso de la Universidad de Cantabria:



Imagen encontrada en Internet. Desconozco el autor.




lunes, 24 de octubre de 2016

La asertividad nos ayuda a ser más sociables y a comunicarnos mejor

      

Manuel J. Smith afirma que existe cierta relación entre el grado de sociabilidad y el de asertividad, señalando que “las personas son sociables en la medida en que son asertivas”. Así, encontramos que las personas asertivas tienen mayor facilidad para relacionarse, en comparación con quienes son agresivas o no asertivas.

La persona asertiva expresa sus pensamientos, sus sentimientos, sus deseos y sus opiniones con seguridad y confianza en sí misma, encontrando el momento oportuno para ello. Posee una buena capacidad para relacionarse. Tiene en cuenta las necesidades de los demás, aunque no las antepone a las suyas, salvo cuando sea realmente preciso. Actúa de manera que se respeten sus propios derechos asertivos, así como los ajenos. Toma sus propias decisiones; pero, cuando entiende que es necesario, se pone de acuerdo con los demás, para intentar resolver las dificultades, al tiempo que minimiza la probabilidad de tener que hacer frente a futuros problemas o complicaciones.

La persona agresiva dice todo lo que quiere, caiga quien caiga, de malas maneras. Se cree la dueña de la verdad y no le importa lo que piensen los demás. Suele tener un carácter fuerte y dominante. No le importa intimidar a los demás, llegando a hacer uso de una crítica humillante. Tan solo le preocupa conseguir lo que ella desea, y cuando ella quiere. Rara vez tiene en cuenta los sentimientos ajenos. Con frecuencia, se mete en discusiones y en peleas. Tiende a aprovecharse injustamente de aquellos que considera más débiles y, por lo general, tiene muy pocos amigos de verdad.

En la medida en que aprenda a respetar las opiniones y los derechos de quienes entren en contacto con ella, obtendrá beneficios de la asertividad, en particular, cuando escuche atentamente a los que le hablan y aprenda otras formas de decir las cosas, permitiendo el diálogo y el intercambio de ideas. Tengo que reconocer que es difícil que las personas agresivas se den cuenta de que la asertividad puede ayudarles y que es bueno que las otras personas sean asertivas; ya que esto les produciría malestar porque ya no podrían imponer sus verdades y sus puntos de vista. Así mismo, tendrían que reconocer que cada uno tiene el derecho a decidir sobre todo lo que tiene que ver con ellos mismos y con su bienestar.

La persona no asertiva, llamada también pasiva, guarda en su interior las cosas que querría decir, le cuesta comunicarse. Suele sentirse agobiada por tener que hablar con otros y no encuentra las palabras adecuadas. No es capaz de expresar lo que le gusta, lo que desea, lo que le molesta. Puede suceder que ni ella misma lo sepa, debido a su afán de complacer a ciertas personas y por su miedo a tener que afrontar la diferencia de opiniones. Piensa más en los demás que en sí misma. Prefiere no molestar o incomodar a otros, siendo como “muy sufrida”; aunque, de vez en cuando, saltará repentinamente, y de forma brusca, ante algo que le digan o ante cierto suceso. Deja que le manden, que le digan lo que tiene que hacer y, generalmente, no es capaz de defender, con convicción, sus propios derechos, permitiendo que otros se aprovechen de ella.

La asertividad le ayudará a sentir más confianza en sí misma, a darse cuenta que ella tiene los mismos derechos que el resto de las personas; a caer en la cuenta de que no le sirve de nada sacrificarse constantemente en beneficio de otros, que cada vez seguirán exigiendo más de ella, dando muy poco, o nada, a cambio. Aprenderá a decir lo que conviene que diga, buscando el momento y el lugar oportuno…

La comunicación entre dos personas es como el pegamento que las va juntando, mientras la relación se desarrolla y se fortalece; permaneciendo estrechamente unidas, durante todo el tiempo que dure su relación. De hecho, cuando la comunicación empieza a mermar, la relación se resiente. Por eso, es tan importante que aprendamos a mantener un diálogo asertivo.

Para que una relación social se desarrolle, las dos partes deben tener, por lo menos, un grado mínimo de asertividad en su trato mutuo. Si, desde sus primeros encuentros, no se tratan mutuamente de manera asertiva, su relación puede tardar meses en desarrollarse, en el muy hipotético caso de que llegue a producirse. Cuando una relación vacila o fracasa, lo más probable es que alguna de las dos partes, o ninguna de las dos, haya comunicado asertivamente cómo cree ser; cuáles son sus deseos, sus gustos, sus aversiones, sus intereses, lo que hace, lo que le gustaría hacer, etc. Esa comunicación asertiva será necesaria durante todo el desarrollo de la relación, incluso para terminarla, si llegara el caso, y para continuar relacionándose, posteriormente.

El comportamiento asertivo, es mucho más que exigir el respeto de nuestros derechos e impedir que los demás nos manipulen. Comprende un sentido social,  consistente en comunicar a otros quiénes somos, qué hacemos, qué deseamos, qué esperamos de la vida; confiando en la asertividad de nuestro interlocutor y que, por lo tanto, nos corresponda brindándonos información sobre su persona, en justa reciprocidad.

La asertividad social, también nos permitirá descubrir la inexistencia de afinidades y si hay grandes diferencias que nos separan; evitando así, unas relaciones sin salida ni posibilidades para ninguna de las dos partes.

A lo largo de nuestra vida, aprendemos a relacionarnos y a comunicarnos con los demás, con mayor o peor fortuna. Algunas veces, las dificultades aparecerán como consecuencia de una falta de asertividad y de habilidades sociales; generalmente debidas a la escasez de oportunidades que hayamos tenido para relacionarnos, también, por poseer un historial de frustración y fracasos, en nuestros intentos por comunicarnos con otros. Ese historial negativo puede provocar que nos sintamos inseguros ante cualquier situación social nueva; inhibiendo nuestra espontaneidad, impidiendo que podamos hablar de nosotros mismos y que podamos escuchar atentamente lo que nuestro interlocutor nos revela sobre su persona.

En un próximo escrito me referiré a las técnicas sociales asertivas, que pueden ayudarnos a mejorar nuestra asertividad en el ámbito de las relaciones sociales. Encontrarán que, en mayor o menor medida, todos las hemos utilizado, en alguna ocasión. Al profundizar en el conocimiento de las mencionadas técnicas, se nos brindará la posibilidad de hacer un mayor uso de ellas, lo cual redundará en beneficio propio y en el de las personas con las que nos relacionemos.





Bibliografía:

SMITH, Manuel J.: “CUANDO DIGO NO ME SIENTO CULPABLE”, Editado por Grijalbo, Barcelona.








A continuación encontrarán los enlaces a los diferentes escritos sobre asertividad que pueden encontrar en el blog.











martes, 18 de octubre de 2016

Dos técnicas verbales asertivas: el disco rayado y el compromiso viable



En escritos anteriores, nos hemos referido a la asertividad y a los derechos asertivos. Lo visto hasta ahora, nos ayudará a descubrir el camino por el que poder transitar; pero, no es suficiente para mostrarnos asertivos. Para ello, las técnicas verbales asertivas nos serán de gran utilidad.

Para ser asertivos, la primera virtud que debemos adquirir es la persistencia. Repetiremos, cuantas veces sea necesario, lo que queremos; sin enojarnos, sin irritarnos y sin tener que levantar la voz.

Cuando nos encontremos con una situación conflictiva, cabe la posibilidad de que debamos insistir, manteniendo nuestra opinión o posición ante un tema, si queremos comunicarnos de una manera eficaz.

El DISCO RAYADO es una técnica verbal que nos ayudará a mostrarnos persistentes, sin necesidad de dar razones o explicaciones. Haciendo caso omiso de cuanto puedan decirnos quienes tengan como objetivo lograr que desistamos de nuestra idea o de nuestro propósito.

Cuando hacemos uso de la mencionada técnica, es conveniente que tengamos claro qué es lo que queremos conseguir. Mostrándonos firmes, insistiendo en nuestros planteamientos y concentrándonos en la cuestión que se está debatiendo. Nada de lo que diga nuestro interlocutor podrá hacer que cambiemos nuestra decisión. Seguiremos diciendo, con voz tranquila y de forma repetitiva, lo que queremos, hasta que consigamos que  nuestra postura sea respetada.

A pesar del título otorgado a esta técnica, no será necesario que utilicemos, repetitivamente, las mismas palabras; podemos tener muchas formas alternativas de exponer nuestra idea, siempre y cuando seamos fieles a lo que deseamos expresar.

Utilizaremos este recurso, cuando nos insistan en que aceptemos algo con lo que nosotros no estamos de acuerdo. Es una forma de defendernos contra sus intentos de manipulación, al pretender forzarnos a aceptar lo que ellos quieren imponernos. Estos comportamientos son frecuentes en algunas transacciones comerciales en las que desean llevarnos a su terreno, haciéndonos sentir mal, cuando no aceptamos lo que nos ofrecen. Tengamos en cuenta que ellos están acostumbrados a buscar todos los argumentos posibles para salirse con la suya y para hacernos creer que, nosotros, no llevamos la razón en nuestras peticiones. Suelen conseguir su objetivo, en caso de no mantenernos firmes en nuestra postura.

Conviene tener especial cuidado cuando utilizamos esta técnica con personas cercanas, familiares o amigos, ya que pueden pensar que estamos siendo agresivos con ellos y su tendencia será la de atacarnos a nosotros. Si necesitamos insistir en algo, no deberemos utilizar esta técnica de forma aislada, sino en combinación con otras, como son COMPROMISO VIABLE y  BANCO DE NIEBLA.

Quiero precisar algo: el hecho de que ellos quieran hacernos creer que estamos siendo agresivos, cuando solamente estamos intentando exponer lo que nosotros queremos, es una forma de manipulación y un intento de hacernos sentir culpables. Debemos estar con las antenas puestas y no entrar al trapo, si esto ocurriera.

El DISCO RAYADO es una técnica de asertividad que puede ser muy efectiva cuando tratas de hacer valer tus derechos ante una persona que está haciendo oídos sordos a lo que tú le dices.

Por ejemplo: Una amiga nos pide que le acompañemos al aeropuerto, a recoger a un amigo común; pero, nosotros no podemos ni queremos ir, porque tenemos otros planes. La primera vez que respondes puedes dar alguna explicación, si así lo deseas; pero, si te sigue insistiendo, dispuesta a convencerte de cualquier modo, puedes limitarte a repetir la misma contestación, una y otra vez: “Esta tarde no puedo ir”. Utilizando todas cuantas variantes gramaticales se te ocurran.

De este modo, no entras en debates ni discusiones y estás dejando bien claro a tu amiga que no vas a ceder, que dan igual los argumentos que pueda utilizar para convencerte, no hay nada que hacer. Cuando lo único que obtenga de ti sea un tranquilo, pero firme: "No; lamento muchísimo tener que repetirte que, esta tarde, me es imposible acompañarte al aeropuerto", se acabará aburriendo y no tendrá más remedio que desistir.

Aplicando el procedimiento del DISCO RAYADO, iremos modificando el hábito compulsivo de responder a cuantas preguntas u observaciones se nos hagan. Este hábito se basa en nuestra creencia de que, cuando alguien nos habla, “debemos” responder específicamente a lo que nuestro interlocutor nos dice. Nos daremos cuenta de cuán arraigada está en nosotros esta práctica y de cuán incómodos nos sentimos, cuando tratamos de no responder automáticamente a las interpelaciones que se nos hacen.

Algunos, piensan que pueden utilizar los derechos y las técnicas asertivas como un medio para “vengarse” o “desquitarse” de sus manipuladores, consiguiendo lo que ellos quieren que otro haga. Es conveniente precisar que eso no sería ser asertivos, sino manipuladores.

No debemos olvidarnos que nuestro interlocutor tiene derecho a decir NO y a no estar de acuerdo con nuestros planteamientos. En tal caso, es conveniente intentar llegar a una solución de compromiso en la que los dos cedan, sin que ninguno llegue a perjudicarse. Lo cual, equivale a decir que deberemos llegar a un acuerdo que sea beneficioso para ambos: un COMPROMISO VIABLE.

Cuando nuestro interlocutor se muestra asertivo con nosotros, el conflicto se establece en torno a los datos reales del problema en cuestión y no en torno a la fuerza relativa de las personalidades en juego. La solución deja de depender de quién es el mejor o el peor manipulador. Nos sentiremos igualmente bien, aunque nuestro objetivo no se haya alcanzado, en su totalidad. Bajo ningún aspecto, disminuirá la confianza en nosotros mismos; al contrario, nos daremos cuenta de que nuestra capacidad de negociación va en aumento.

En ocasiones, mediante el COMPROMISO VIABLE, nos comprometemos a hacer algo en el futuro, como una llamada para solucionar un problema: "Mañana telefonearé al distribuidor y aclararemos su reclamación". Se trata de comprometernos a algo que podamos cumplir.  Por supuesto, para mantener nuestra credibilidad y la confianza depositada en nosotros,  es importante que lo llevemos a término.

En la práctica, siempre que comprendamos que no está en juego el respeto que sentimos por nosotros mismos, da excelentes resultados ofrecer a nuestro interlocutor un COMPROMISO VIABLE.

Ejemplos:  
Podemos estar dispuestos a esperar un período de tiempo concreto para que nos cambien o nos reparen la mercancía.
Podemos acatar los deseos de nuestra amiga para ir al cine; otro día, haremos lo que nosotros hace tiempo que estábamos deseando: ir a la playa.
No es necesario que impere la voluntad de uno u otro, ¿por qué no tomar la decisión “a cara o cruz”?

Si la consecución del objetivo final pudiera poner en peligro cualquiera que fuera el valor propio que estuviera en juego, no cabría COMPROMISO VIABLE alguno.



Bibliografía:

SMITH, Manuel J.: “CUANDO DIGO NO, ME SIENTO CULPABLE”, Editorial Grijalbo, Barcelona.









Imagen encontrada en Internet. He modificado el color del fondo, para el blog.




viernes, 14 de octubre de 2016

Vivir, mirando hacia el futuro



Mediante el presente escrito, me gustaría profundizar en el importante papel que, la familia y personas allegadas, juegan en la formación y posterior desarrollo del ser humano.

Aunque quisiera referirme a los padres y restantes miembros de la familia, principalmente, no podemos olvidarnos de aquellas personas que no han crecido en el ámbito de una familia, para las cuales, la intervención de personas adultas ajenas al ámbito familiar, habrá tenido relevante importancia. De estas últimas, también desearía hacer especial mención.

Es un hecho irrefutable que los bebés dependen, totalmente, de los adultos. Tanto para su propia supervivencia, como para aprender a VIVIR SU VIDA; para adquirir unos conocimientos, para aprender a pensar y para ir en busca de aquellas cosas que necesitan para su desarrollo.

Para todo, para lo bueno como para lo no tan bueno, los bebés y los niños están en manos ajenas. Deben aprender a dejar de ser unos seres totalmente dependientes, para llegar a convertirse en personas autónomas que sepan valerse por sí mismas, que aprendan a conocerse, que descubran qué es lo que les gusta y lo que no, cuáles son sus principales motivaciones y cuáles son sus propios valores personales. Pero ese camino no termina al alcanzar su independencia, ya que es aconsejable que procuren conocer y comprender a aquellos con quienes se relacionan. Aprendiendo, a su vez, de esos intercambios con quienes tienen historias y vivencias diferentes a las suyas, las cuales,  enriquecerán sus vidas.

Creo que nos equivocamos cuando pensamos que debemos vivir de cara al pasado, en busca de las enseñanzas y de los patrones de actuación de nuestros padres, de nuestros abuelos y demás ascendientes; pretendiendo imitar sus vidas, o la de aquellas personas que, sin haber tenido una relación de familia con nosotros, hubiesen incidido, de forma muy notable, en nuestro desarrollo. Pienso que nosotros debemos erigirnos como una persona nueva, diferente, que debe buscar su propio camino en esta vida, por lo que procede mirar al futuro.

Hay familias, en las que pesa demasiado el ayer; razón por la cual, tratan de preservar ciertas costumbres, formas de ser y de actuar que, con toda seguridad, jamás cuestionaron ni tuvieron la oportunidad de aceptar libremente. Puede que, ese respeto reverencial por el pasado, les dé seguridad y un marco de referencia al que adherirse para desarrollar su propia vida. Es posible que, algunos hijos, asuman como suyos esos valores familiares, mientras que, otros, decidan cuestionarlos y prefieran seguir un camino más personal, actuando de acuerdo con lo que les parezca más valioso; aunque, distinto a lo que han querido transmitirles.

Me sigo planteando cuál debe ser la actuación de quienes ostentan la autoridad familiar con respecto a los niños o adolescentes, de los cuales son máximos responsables. ¿Pretenden que sean conformistas? ¿Les piden que reproduzcan las enseñanzas de sus mayores y se adapten a la visión de las cosas que ellos les transmiten? ¿Les orientan en la búsqueda de su camino y de su propia identidad? ¿Les preparan para disfrutar de la vida? ¿Les enseñan a ser felices?

Los adultos parecen estar bastante ocupados en lograr tener los medios para conseguir satisfacer sus necesidades y las de su familia. También procuran transmitir a sus hijos lo que, para ellos, es valioso. Todo eso que ellos consideran importante, vino dado por lo que les fue transmitido por sus propios padres, por otros adultos y por la sociedad, así como por lo que ellos mismos hicieron con sus propias vidas. Para mí, eso es una secuencia interminable de miradas hacia el pasado. No sé qué tan conscientes son de que están transmitiendo lo que siempre han escuchado, lo que han vivido y lo que han padecido, convencidos de que todo debe seguir siendo igual.

¡El papel de la tradición! ¡Debemos honrar a los padres y a los antepasados! ¡No es bueno cuestionar lo que hemos recibido! ¡Eso es una deslealtad! ¡Traicionar a las personas que nos antecedieron! Aunque, muchos de ellos, no estuvieran de acuerdo con algunas de las enseñanzas recibidas.

Me cuesta pensar que ese pasado, que esa interpretación que algunos hicieron de los hechos, con sus luces y sus sombras, con la idealización de algunas personas y de su forma de proceder, con sus autoengaños convertidos en verdades que debían ser defendidas y transmitidas a las siguientes generaciones, pueda seguir influyendo en sus hijos, en sus nietos y en sus bisnietos. Muchas personas continúan, por inercia, con ciertas enseñanzas, sin haberlas cuestionado y sin haber decidido si las querían hacer suyas. Mientras que, otras, se atreven a romper con algunos de los legados familiares, los cuales parecen un corsé, en lugar de una ayuda.

Nosotros, como padres, deberíamos hacer lo posible para que nuestros hijos encuentren su propio camino. Aceptar su decisión en la elección de sus personales opciones, aunque puedan ser diferentes a ese legado familiar. A pesar, incluso, de que rompan manifiestamente con algunas de las enseñanzas transmitidas.

Desearía que ese respeto que algunos padres “imponen” a sus hijos, sea un respeto mutuo, desde que los niños son pequeños, con sus individualidades y su forma de ver el mundo y las relaciones personales. Creo que cuando esto sucede, cuando cada uno puede ser como es, como quiere ser, todos podrán aprender de los demás y se facilitará el camino que cada uno escoja. Seremos más flexibles, tolerantes y amorosos; será más fácil la comunicación, ya que no habrá que justificar nuestros gustos o esconderlos por miedo a no ser aceptados por los demás. El pasado quedará donde debe estar, en el pasado. Podremos vivir en el presente, teniendo en cuenta los aprendizajes y las conclusiones que saquemos de lo que hemos recibido como “herencia” familiar, mirando hacia nuestro propio futuro, viviendo la vida que cada uno va construyendo de acuerdo a sus conocimientos, sus experiencias, sus sueños y sus proyectos.

El pasado debe tenerse en cuenta como un punto de partida, pero no debemos quedar anclados en lo que sucedió, en lo que nos contaron, en lo que otros vivieron. La vida debe vivirse en el presente, mirando hacia el futuro.

Algunos, habrán sido educados en un ambiente que potencie la personalidad y la toma de decisiones de cada uno, teniendo así una mayor facilidad para su propio desarrollo.

Otros, habrán de nadar contra corriente, en búsqueda de recursos para sobrevivir y para hallar su propio camino; quizás, tardando tiempo en descubrir que algunas cosas de ese pasado que han recibido ya no son aceptables para ellos y que, por lo tanto, deben dejarlas atrás. Probablemente, se quedarán con unas cuantas enseñanzas de lo que para ellos es valioso. En consonancia con sus propios valores, de acuerdo a su concepción del mundo, de la familia, de las personas…





viernes, 7 de octubre de 2016

Los sistemas de pensamiento no deben ser una barrera infranqueable



En otra oportunidad, les explicaré un poco más de este libro “Tú sí puedes ser feliz, pase lo que pase”, de Richard Carlson, que me alegro de haber descubierto. Lo vi, por casualidad, en una pequeña sección de libros de una papelería del pueblo donde viví por muchos años. Lo estuve hojeando, pensando que era uno de esos libros con “recetas simplistas” para poder superar los problemas, o para intentar ser más felices. Lo poco que leí me inclinó a comprarlo, sin pensar que pudiera convertirse en uno de mis libros de cabecera. El que más he recomendado a mis pacientes, así como a amigos y familiares.

Hoy, quisiera centrarme en los sistemas de pensamiento, que es una parte del primero de los cinco principios que propone el autor: El principio del pensamiento.

El tema de los sistemas de pensamiento es muy importante, ya que está influyendo constantemente en nuestra vida y, la mayoría de las veces, no nos damos cuenta de su gran incidencia. Estamos convencidos de ser objetivos en nuestros razonamientos, de estar analizando lo que sucede y no llegamos a comprender la razón por la cual otras personas no entienden aquello que les decimos y que, desde nuestro punto de vista, parece tan obvio.

Muchos de los desencuentros, malentendidos, disgustos y riñas que se dan entre las personas, suceden porque no somos conscientes de la existencia de los sistemas de pensamiento, porque no sabemos cómo se crean ni cómo están condicionando nuestra forma de pensar y nuestro comportamiento. Nos cuesta darnos cuenta de que los puntos de vista de los otros son tan correctos como los nuestros, por lo que se refiere a nuestra forma particular de ver el mundo. No tenemos más razón que ellos, ni ellos tienen más razón que nosotros. Todos los sistemas de pensamiento son igualmente válidos, aunque la aceptación de tal idea no sea de nuestro agrado.

El sistema de pensamiento es un resumen y condensación de nuestros pensamientos pasados y de toda la información que hemos ido acumulando a lo largo de nuestra vida, de nuestros aprendizajes, de nuestras experiencias. Al propio tiempo, de la forma como hemos respondido a lo que nos sucedía y de cómo nos hemos relacionado con otras personas. Todo esto nos lleva a poseer una forma estrictamente personal de ver y de interpretar el mundo.

Todas nuestras decisiones, nuestras reacciones ante lo que sucede y nuestras valoraciones de los acontecimientos, están condicionadas por nuestro sistema de pensamiento personalizado, el cual, es como un filtro por el que pasa la información antes de llegar a nuestra atención consciente. Es una pauta de pensamiento compleja y perfectamente tejida, que cristaliza en conceptos, creencias, expectativas y opiniones.

Nuestro sistema de pensamiento nos sirve para comparar, automáticamente, los datos o las situaciones nuevas a la luz de aquello que ya conocemos. Nuestro sistema de pensamiento utiliza toda esa información para interpretar la importancia relativa de lo que sucede en nuestra vida. Cuando actuamos exclusivamente de acuerdo a nuestro sistema de pensamiento, estamos pensando del mismo modo en el que estamos acostumbrados a pensar: es nuestro modo habitual de ver las cosas. De aquí, que reaccionemos de igual manera, ante los avatares que se nos presenten, a lo largo de nuestra vida.

Los sistemas de pensamiento contienen nuestra visón de “cómo es la vida”. Son los mecanismos psicológicos que nos convencen que tenemos razón, de que nuestros juicios son atinados o justos. Los sistemas de pensamiento son tercos por naturaleza y se oponen a los cambios. Son irremediablemente autócratas.

Nosotros buscamos muchas veces, sin darnos cuenta, cualquier información que sirva para confirmar nuestras opiniones y creencias, pasando por alto cualquier otra que podría llevarnos a conclusiones distintas. Debido a la manera en la que se estructura nuestra mente, siempre nos parecerá que existe una conexión lógica con las cosas que consideramos verdaderas. Nuestras creencias siempre nos parecerán perfectamente lógicas, dentro de nuestro propio sistema de pensamiento.

Nuestros sistemas de pensamiento nos llevan a creer que somos realistas y que vemos la vida tal como es. El hecho de que una persona pueda interpretar una situación como una oportunidad, mientras que otra vea esa situación como un problema importante, por una distinta forma de entender el mundo, no preocupa al sistema de pensamiento. Éste, descarta el punto de vista del otro, calificándolo de bien intencionado, pero equivocado. En todo caso, no del todo correcto.

Dado que nuestros sistemas de pensamiento están llenos de recuerdos del pasado -de la información que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida-, nos incitan a que sigamos viendo las cosas de igual modo. Reaccionamos negativamente, o positivamente, una y otra vez, ante unas mismas situaciones o circunstancias, interpretando siempre nuestras vivencias presentes, tal como las hemos interpretado en el pasado. Sería aconsejable comprender que no estamos viendo la realidad, ni tampoco la verdad, sino sólo una interpretación de la realidad a través de nuestra forma particular de pensar, desde nuestras creencias y nuestros valores.

Dado que nuestros sistemas de pensamiento nos resultan tan familiares, nos parece que la información que nos proporcionan es verdadera y precisa. Aceptamos las ideas que nos resultan conocidas y que están de acuerdo con lo que pensamos, pasando por alto las demás.

Por eso es raro que la gente cambie sus puntos de vista políticos o religiosos, prefiriendo no hablar de ello con familiares o amigos. Cada uno está convencido de “saber la verdad” y de poder presentar ejemplos y razonamientos para apoyar sus afirmaciones. “Saben” que las otras personas “no entienden la verdad” que ellos ven tan clara y que nunca la entenderán porque “son tercos” y no quieren escuchar lo que ellos les dicen. Para evitar esos enfrentamientos, que suelen ser dolorosos, las personas tienden a relacionarse con quienes participan de sus creencias y les cuesta trabajo soportar a quienes no las comparten.

Lo normal, es que estemos conformes con nuestra forma de ver el mundo, con nuestra manera de pensar y que, por lo tanto, no tengamos la intención de cambiar nuestro sistema de pensamiento. También puede suceder que algunas personas vayan cambiando sus sistemas de pensamiento, a la luz de nueva información y de nuevas experiencias. Si empezáramos a tener dudas sobre nuestras creencias y nuestros valores, poco a poco iríamos cambiándolos hasta encontrar un equilibrio que nos permita interpretar las nuevas informaciones que nos lleguen.

Podemos mantener nuestros sistemas de pensamiento y nuestras ideas sobre la vida, pero sería conveniente reconocer su carácter arbitrario. Saber que nuestra forma de pensar puede chocar con personas que piensen de forma diferente, convencidas, al igual que nosotros, de ser poseedoras de la verdad.

Si comprendemos que cada uno actúa desde su propio sistema de pensamiento, podríamos empezar a ver más allá de este límite y percibir el valor de otros puntos de vista. No rechazaríamos rápidamente la información que nos desagrada, que va en contra de nuestros principios y de nuestras creencias. Nos daríamos permiso para escucharla, para tenerla en cuenta, para ver qué puede aportarnos, para intentar ponernos en el lugar de la otra persona. Entender cuáles son las ideas que para ella son importantes, escuchar sus argumentos y comprender por qué tenemos la tendencia a rechazar la información, sin siquiera revisarla.




Bibliografía:

CARLSON, Richard: “Tú sí puedes ser feliz, pase lo que pase”, Arkano Books.



Imagen encontrada en Internet. Desconozco su autor.