domingo, 30 de septiembre de 2018

En la ostra, la perla es una herida cicatrizada




Las perlas son hermosas. Dicen que son producto del dolor. Se forman cuando una sustancia extraña e indeseable, como un parásito o un grano de arena, logra penetrar dentro de la ostra. Inmediatamente, un mecanismo de autoprotección se pone en marcha  y recubre el objeto extraño con capas y más capas de nácar, para que el interior de sus valvas quede a salvo y protegido de lo que le hizo daño. Con el transcurso del tiempo, se irá transformando en una hermosa y brillante perla.

Aquellas  ostras  que, a lo largo de su vida,  se hayan librado de la invasión de un cuerpo extraño, serán incapaces de producir perla alguna, porque, no habrán tenido la necesidad de cicatrizar ninguna herida. No resulta difícil deducir, por consiguiente, que una perla es una herida cicatrizada.

Algo parecido sucede con los seres humanos. A lo largo de nuestra vida, no escapamos de sufrir heridas externas, que han sido producidas por nuestro propio descuido, o por el de otras personas; en ocasiones, de forma intencionada. En la mayoría de las veces, son heridas menores, de las que nos reponemos rápidamente.

Sin embargo, la situación es mucho más grave, cuando somos víctimas de heridas interiores. Porque, suelen ser más profundas, nos causan grave daño  y requieren de mucho más tiempo para lograr que cicatricen.

Veamos cómo podemos actuar frente a lo que nos lastima y nos causa un dolor profundo.

Desechemos albergar resentimientos y rencores. Impidamos dejar nuestras heridas abiertas y procuremos que estas puedan cicatrizar. En modo alguno, se nos ocurra cerrar en falso las mismas, actuando como si nada hubiese pasado, como si no sintiéramos dolor, intentando huir de los recuerdos negativos.  

Lo que debemos hacer es afrontar las adversidades. Descubrir lo que ellas nos enseñan, encontrar alternativas de actuación, aprender de la experiencia. Averiguar cuál ha sido nuestra parte de responsabilidad en referencia a lo que nos haya podido suceder. Actuando así, seremos conscientes de nuestras creencias, de nuestros pensamientos y de nuestras emociones.

Es conveniente comprender lo que nos ha ocurrido. Aceptar que ha formado parte de nuestras vivencias y que ya no lo podemos cambiar; aunque, nos sea difícil tener todas las claves de lo que ha sucedido, ya que algunos elementos se habrán escapado de nuestro análisis.

Hagamos lo que nos sugieren las ostras, al cubrir sus heridas con “capas y más capas de amor”. De tal forma que, el dolor que una vez sentimos, se transforme en una bellísima perla.




lunes, 10 de septiembre de 2018

Luchar contra los molinos de viento



 

En estos días, he estado pensando en un amigo que, hace dos años, tuvo que afrontar una de esas situaciones que son muy dolorosas, que afectan profundamente y que llegan a remover nuestra existencia, de manera insospechada.

He sido testigo de sus sufrimientos y, en ocasiones, me ha dado la impresión de que era tan grande su tristeza, que deseaba despedirse de este mundo. Llegó a estar tan afectado por la muerte de su compañera de tantos años, que temí que pudiera seguir sus mismos pasos, en algún momento.

Por suerte, ha tenido el cariño de sus hijos y el de sus amigos, lo que ha hecho que se sintiera apoyado y arropado por aquellas personas que pusieron de manifiesto el amor que sentían hacia él.

Como suele suceder en este tipo de procesos, a veces, me parecía que estaba más animado. Sin embargo, en otras ocasiones, constataba que el transcurrir del tiempo no ejercía ningún efecto beneficioso para él y que seguía inmerso en la tristeza, lo cual, era motivo de gran desaliento para mí.

Hasta que, por algunos comentarios que comenzó a reflejar en sus escritos, empecé a sospechar que hubiese encontrado a alguna persona que le estuviese  aportando ilusión y esperanza.

Efectivamente, mi amigo me confirmó, más tarde, que estaba experimentando la cercanía de una persona que le había prestado colaboración profesional, en el pasado. A la cual, él no había prestado suficiente reconocimiento. Y, no obstante, ella había reaparecido en la más crítica de las situaciones que él estuviese atravesando. Me alegré al saber que la conexión establecida con tan especial persona hiciera que mi amigo se sintiera renacer y que fuese capaz de volver a hacer entrega de su amor.  Aunque, estaba segura de que siempre llevaría en su corazón los imborrables recuerdos de la esposa y madre de sus hijos; con la cual, compartió su vida, desde que, ambos, eran muy jóvenes.

Las cosas no transcurrieron como hubiesen querido. Las expectativas de una bonita relación, no llegaron a concretarse.

Es sorprendente que, al andar por la vida, nos encontremos con personas que no estén destinadas a permanecer por mucho tiempo a nuestro lado. Sucede, incluso, con aquellas relaciones fugaces, las cuales, sirven para despertarnos, para que descubramos partes de nosotros que estaban ocultas, para que comprendamos algo que no entendíamos.

Nos hacemos muchas preguntas que quedan sin respuesta. Nos las formulamos con el ánimo de saber qué debiéramos haber hecho para conseguir que estas personas no se hubieran ido de nuestro lado. Y, peor aún, con el inalcanzable objetivo de lograr que regresen a nosotros, porque, sabemos que eso no está en nuestras manos.

Las relaciones afectivas deben darse con toda naturalidad, de la misma manera que fluyen las aguas de un arroyo, aceptando que deben superarse los saltos y pequeños obstáculos que aparecen a lo largo de su cauce. Es un error empecinarse en querer permanecer en una relación tormentosa, en la que los sinsabores y amarguras son constantes. Conviene comprender que el amor es algo mucho más sencillo, más tierno y más gratificante. De sobras sabemos adónde conduce pretender luchar contra los molinos de viento.




Imagen encontrada en internet: Holland, Michigan - Pointillism Art by Judy, a picturesque view of the De Zwaan windmill in Holland, Michigan. Very detailed tulips flood the bottom half of the picture.