martes, 29 de agosto de 2017

Pensamientos que nos llevan a comportamientos extremos





Anteriormente, me referí a los llamados pensamientos irracionales o distorsiones cognitivas, que tanto nos pueden afectar si les prestamos nuestra atención y si consideramos que se ajustan a la realidad. También agregué un listado de los diferentes tipos de pensamientos irracionales para que se fueran familiarizando con cada uno de ellos y pudieran recurrir al mismo, cuando lo necesitaran.

Ahora, pretendo profundizar en algunas de las mencionadas distorsiones cognitivas, con la pretensión de que puedan servirles de ayuda para su identificación y la posterior modificación que quieran, ustedes, realizar.


Pensamiento todo o nada

Este tipo de distorsión es muy común. También se llama pensamiento polarizado, pues se tiende a pensar aplicando categorías extremas. Se utiliza para calificar  situaciones: “ha sido un éxito”, “la representación fue todo un desastre”. También, para evaluarse a ellos mismos y a otros; aunque, tiene la particularidad de que conlleva un juicio de valor o moral.

Algo que parecía estar bien, pasa a estar repentinamente mal, por cualquier motivo. Caso del individuo que se dedica a calificar a las personas de sobrias o borrachas. Para estar en el grupo de los sobrios, no se puede beber ni una copa. Si alguien ha bebido algo, a sus ojos, se convierte en un borracho. Incluso, si se trata de él mismo.

Pensemos en la consideración que unos padres demasiado exigentes pueden otorgar a sus hijos, en lo referente al orden que deben mantener. Ellos entenderán que, absolutamente todas las cosas, deberán estar en su sitio para que sus hijos merezcan la calificación de “niños ordenados”. Pero, si encuentran que han dejado algún objeto, libro o juguete en un lugar que no corresponde, entonces lanzarán expresiones de rechazo y sus hijos pasarán a ser catalogados como “unos niños sumamente desordenados”.

El pensamiento todo o nada, no es realista. Creer que todo debe ser irremisiblemente bueno, para que sea válido, es irreal. Una persona no es categóricamente brillante ni plenamente tonta. De igual modo, nadie es del todo atractivo ni irremediablemente feo. Ni algo está inmaculadamente limpio o deplorablemente sucio.

Esta forma de pensamiento constituye la base del perfeccionismo. Todo debe ser perfecto, de lo contrario es un fracaso. Los individuos con tendencia a razonar, a partir de esta modalidad de pensamiento distorsionado, no pueden soportar la idea de cometer alguna equivocación, por insignificante que sea. Si esto ocurre, se desmoralizan pensando que ha sido inútil todo lo bueno que han hecho hasta el momento. Temen cometer cualquier error o imperfección porque, entonces, se considerarán unos absolutos perdedores, sintiéndose que no sirven para nada. Parten de unas expectativas exageradas, lo que les lleva a sentirse constantemente desilusionados y a convencerse de que todo lo que hacen es un fracaso, ya que la realidad rara vez coincide con lo que ellos imaginan o esperan.

Los absolutos no existen en este universo. Si se pretende encajar a la fuerza las experiencias o las características personales de acuerdo a categorías absolutas, se  estará constantemente deprimido o disgustado. Lo único que se conseguirá será desacreditarse continuamente porque, se haga lo que se haga, nunca se satisfarán las exageradas expectativas.

En referencia a otras personas o a las situaciones, ante cualquier cosa que salga mal o que no le guste, ya sea algo grande o pequeño, considera que todo es un desastre o "borra" a la otra persona de su lista, viéndola sólo con características negativas a raíz del más mínimo fallo.

Para mejorar con respecto a este error de nuestro pensamiento, conviene ver que en la vida hay matices. Pocas veces las cosas son totalmente de una manera o de otra. Hay muchos puntos intermedios. Si hemos cometido uno o dos errores en un examen, no significa que seamos un fracaso; podemos centrarnos en lo que hemos hecho bien.

Si te reprochas:

“Todo me sale mal”, puedes decirte a ti mismo: “No es verdad. Normalmente hago muchas cosas bien, aunque me cuesta aprender nuevas tareas.”

“No sirves para nada”. Sustituirlo por: “A diario hago multitud de cosas. La mayoría las sé hacer correctamente.”

“Si no gano la beca de estudios, arruinaré por completo mi futuro”. Pensemos: “Ganar la beca, no sólo depende de mí. Si no me dan la beca, tendré que ver qué haré a continuación. Si sigo con los estudios, si me pongo a trabajar o si hay otras alternativas.”

“Si no puedes estar divertido y animado eres un aburrimiento total.” Puedes decirte: “Todos tenemos días en los que estamos más alegres y momentos en los que estamos tranquilos, pero, no damos saltos de alegría; incluso, podemos estar tristes o preocupados. Eso no te convierte en alguien aburrido.”

“Si no puedo estar tranquila, soy una histérica.” Cambiémoslo: “Hay momentos en los que no podemos estar tranquilos, pero ya pasarán, y volveré a encontrarme en paz y relajada”.

A veces, se formula sólo la mitad de la dicotomía y se considera implícita la otra mitad:

“Sólo hay una forma correcta de vivir (y todas las demás son malas)”.

“Ésta es mi gran oportunidad para una buena relación (y si la pierdo, me quedaré solo)”.

Para no hacer excesivamente pesado el presente escrito, desarrollaré, en breve, algunas de las más habituales distorsiones cognitivas.





Bibliografía:

BURNS,  David, Sentirse bien, Ed. Paidós, Barcelona.

GAJA JAUMEANDREU, Raimon., Bienestar, autoestima y felicidad. Ed: Plaza & Janés, Barcelona.

McKAY, Matthew y FANNING,  Patrick: Autoestima, evaluación y mejora. Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona.





Imagen, encontrada en internet, bolas.jpg, en:




Escritos anteriores sobre pensamientos irracionales, en este blog:


Diferentes tipos de pensamientos irracionales (Guardado en “Diferentes temas tratados en el blog”)
  




domingo, 27 de agosto de 2017

A cuestas con nuestros pensamientos irracionales





Con el pensamiento, ocurre algo curioso. Sin darnos cuenta, otorgamos el mismo nivel de credibilidad, tanto a nuestras reflexiones serenas y razonadas, como a cualquier otro tipo de divagación. Nos creemos al pie de la letra todo lo que pasa por nuestra cabeza, al considerar que esos pensamientos espontáneos son “reales”, indiscutibles y veraces.

Desearía centrarme en esa parte más autónoma e involuntaria del funcionamiento de nuestro cerebro, que está produciendo constantemente un gran número de contenidos, a lo largo del día. Muy a menudo, nos encontramos en modo de piloto automático, generando muchos pensamientos, aunque, apenas nos damos cuenta de unos pocos. Suelen condensar el mensaje en tan pocas palabras,  que son  más cortos que un tuit. Muy parecidos a una descarga eléctrica en nuestra corteza cerebral. Pueden ser positivos (“soy el mejor”, “María es genial”),  negativos (“soy torpe”, “Juan es un imbécil”, “nadie me quiere”)  o neutros (“ni frío ni calor”, “no importa”),  útiles o inútiles, benignos o dañinos e influirán en nuestras emociones y en nuestros estados de ánimo, según la importancia y la atención que les otorguemos.

La tendencia a centrarse en lo que molesta, en lo que duele o en lo que irrita, puede contribuir a que algunas personas tengan síntomas de ansiedad, depresión o dificultades en las relaciones interpersonales. Otras veces, como en el enamoramiento, o en la euforia por algo que nos agrada mucho, seremos poco objetivos; porque, nos centraremos únicamente en una parte de la realidad.

Se les conoce como pensamientos irracionales o distorsiones cognitivas. El problema no es que existan, ya que no podemos evitar que la mente los produzca. Lo que nos hará daño es que no seamos conscientes de su existencia, que no veamos que están distorsionando nuestra vida, que afectan a nuestras relaciones y que nos impiden razonar de forma adecuada. Que creamos lo que nos decimos a nosotros mismos con esos pensamientos y que permitamos que influyan en nuestra forma de ver la realidad. Estas distorsiones cognitivas sólo tienen poder sobre nuestro comportamiento y nuestro humor cuando les prestamos atención y asumimos que son verdaderas y fiables. Si dejáramos pasar esos pensamientos sin darles importancia, no llegarían a afectarnos, o lo harían levemente y por poco tiempo.

Las distorsiones pueden referirse a nosotros mismos o a los demás. Influyen directamente en nuestras emociones y en nuestros estados de ánimo, en cómo vemos a las demás personas y al mundo en general. Las utilizamos en nuestra vida ordinaria, cuando hablamos sobre un tema, cuando defendemos nuestras opiniones sobre algo y cuando escribimos. También, podemos detectarlas en el lenguaje que utilizan los demás y nos sorprenderíamos al constatar las veces que encontramos estas distorsiones en los periódicos, la televisión o en algunas conversaciones.

Son errores muy sutiles y están muy arraigados en nosotros, llegando a parecernos que son algo natural. No solemos darnos cuenta de que los estamos utilizando, ni los detectamos en los demás. Ese uso inconsciente termina haciéndonos daño o produciendo roces e incomprensiones en nuestra relación con otras personas.

Estos pensamientos irracionales son utilizados por nosotros en diferentes momentos de nuestra vida. Tendemos a utilizar algunos o a “especializarnos” en ellos, mientras que pocas veces usaremos otros.

Lo primero que conviene hacer, con las distorsiones cognitivas, es darnos cuenta de que las estamos utilizando y aprender a detectarlas o a “cazarlas”. Cuando hayamos identificado varios pensamientos irracionales, nos detendremos a revisarlos, uno por uno, determinando a qué tipo de pensamiento irracional pertenecen.

A continuación, les adjunto un pequeño extracto de los pensamientos irracionales más habituales, los cuales tienen una gran influencia sobre nuestra autoestima y sobre nuestra forma de ver a las demás personas o al mundo en general. El presente resumen puede ser un buen punto de partida para proceder a una identificación inicial de los mismos:

Generalización excesiva: a partir de un hecho aislado, positivo o negativo, se hace una regla general y universal. Si se fracasó una vez, se entiende que siempre se fracasará. Si algo salió bien, se cree que siempre será igual. Utiliza términos como nunca, siempre, todo, cada, ninguno, nadie, ni uno, todos, todo el mundo.

Designación global o etiquetación errónea: se utilizan automáticamente denominaciones peyorativas, en forma de etiquetas, para referirse a uno mismo o a los demás, en vez de describir con exactitud las cualidades de cada cual. Supone la aplicación de etiquetas estereotipadas a clases enteras de personas, cosas, conductas y experiencias. Se utilizan frases como “soy un fracasado”, “es un farsante”, “mis esfuerzos son inútiles”.

Filtro mental: se atiende selectivamente a lo negativo, o a lo positivo, y se ignora  el resto de la información. Es como si la información se viera con unas lentes de color oscuro o rosa.

Pensamiento polarizado: también conocido como todo o nada, se caracteriza por llevar las cosas a sus extremos. Se ven las situaciones y las características personales  en términos absolutos y radicalmente opuestos, sin un término medio. Blanco o negro, bien o mal, héroe o villano, borracho o sobrio. Tiene que ser perfecto o, de lo contrario, no vale nada.

Autoacusación: se inculpa de todos los fallos, de ser tosco, perezoso, descentrado, incompetente o cualquier otra cosa, aunque no sea responsable de ello. Se culpa de cosas que sólo marginalmente están bajo su control, como su mala salud o la forma de reaccionar de los demás. Si la autoinculpación es un hábito profundamente arraigado, puede hallarse incluso responsable de cosas que obviamente no están bajo su control, como el tiempo, los horarios de vuelo, etc.

Personalización: se supone que todo tiene algo que ver con uno mismo y se compara negativamente con los otros. Se considera el causante de algún hecho negativo externo, del cual, en realidad, no ha sido básicamente responsable.

Conclusiones apresuradas: comportan una interpretación positiva o negativa, aunque no existan hechos definidos que fundamenten dicha conclusión. Pueden tomar la forma de:

-Lectura del pensamiento: decide arbitrariamente que alguien está reaccionando de modo negativo con respecto a uno y no se toma la molestia de averiguar si es así. Puede suponer que no gusta a los demás, que no se interesan por él; sin que existan evidencias reales de que sus suposiciones sean correctas.

-El error del adivino: considera que las cosas resultarán mal y está convencido de que su predicción es un hecho inamovible.

Descalificación de lo positivo: se rechazan las experiencias positivas, insistiendo en que “no cuentan”, por una u otra razón. De este modo, puede mantener una creencia negativa que se contradice con sus experiencias cotidianas.

Enunciación “debería”: trata de motivarse con “deberías” y “no deberías”, como si tuvieran que azotarle y castigarle antes de esperar que haga algo. La consecuencia emocional es la culpa. Al dirigir este tipo de declaraciones hacia los demás, puede sentir irritación, frustración y resentimiento, cuando no hacen lo que él considera que sería preciso que hicieran.

Magnificación o minimización: exagera o reduce la importancia de alguna situación, de un hecho o de ciertas características. Es el llamado “truco de los binoculares”, que amplifica sus propios méritos y reduce sus defectos, haciendo lo opuesto con los de los demás. Pero, en otras ocasiones, lleva a término esta operación justamente a la inversa.

Falacias de control: pueden darse en forma de control excesivo, cuando cree que tiene una gran responsabilidad acerca de todo o de todos; o bien, puede pensar que tiene poco o ningún control sobre lo que sucede, que es una víctima desamparada.

Razonamiento emocional: supone que las emociones que siente, sean positivas o negativas, reflejan necesariamente lo que son las cosas en la realidad.

Después de identificar cuáles son los errores más frecuentes en nuestra forma de pensar, procederemos a corregir cada uno de nuestros planteamientos irracionales, contraponiendo un pensamiento más realista, para reemplazar el primero. Refutaremos las ideaciones automáticas, buscando un razonamiento más acertado, más real y más veraz.

Con el transcurso del tiempo y con la práctica, dejaremos de darle importancia a pensamientos que nos hacen daño. En lugar de aceptar cualquier planteamiento que nos surja de forma casi espontánea, será conveniente que hagamos uso de nuestra mente racional para determinar el grado de veracidad de esos planteamientos irreflexivos y proponer otros que sean más realistas. Llegará un momento en el que fácilmente podremos identificar aquellos pensamientos irracionales que estén afectando y distorsionando la forma de ver la realidad interna y externa.

Como veremos en otro momento, si nos damos cuenta de que nuestro estado de ánimo ha cambiado de repente y no sabemos por qué, será conveniente examinar y poner por escrito lo que habíamos estado pensando antes. Seguramente encontraremos que nos creímos, a pies juntillas, lo que nuestra mente nos decía.



Nota: Si quieres ver el listado de los Diferentes tipos de pensamientos irracionales, accede mediante el siguiente enlace:





Bibliografía:

BURNS,  David, Sentirse bien, Ed. Paidós, Barcelona.

GAJA JAUMEANDREU, Raimon., Bienestar, autoestima y felicidad. Ed: Plaza & Janés, Barcelona.

McKAY, Matthew y FANNING,  Patrick: Autoestima, evaluación y mejora. Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona.



Imagen encontrada por Internet: seasonal-affective-disorder-depression



viernes, 11 de agosto de 2017

Sentirse un ser invisible



Una cosa es que alguien actúe como queriendo ser el centro de atención y que todos estén pendientes de él. Otra, muy diferente, que pase desapercibido, a causa de su recatado y respetuoso comportamiento con los demás. Llegando a convertirse en un ser invisible e ignorado por parte de los miembros de su familia, al no tenerle en cuenta para nada y viendo su participación excluida, a la hora de la toma de decisiones suficientemente importantes.

Era lo que le había venido sucediendo a Lucía, desde su más tierna infancia. Ella sentía que era como si deambulara por el mundo sin que nadie se diese cuenta de su existencia. Tenía las necesidades básicas y de educación formal cubiertas, pero aquello que se refería a lo afectivo y a lo emocional pasaba desapercibido para todos cuantos la rodeaban. Por ello, se vio obligada a formarse a sí misma, escogiendo los valores que irían a ser fundamentales en su vida; los cuales, por cierto, muy poco tenían que ver con los que eran puestos en práctica, por parte de sus familiares.

Lucía no llegaba a comprender por qué sus allegados la ignoraban. Se preguntaba por qué no le aceptaban tal como ella era. Por qué exigían que pensara igual que ellos y que practicara las mismas creencias, para ser considerada un miembro más de la familia. En todas cuantas ocasiones había intentado manifestar lo que sentía y lo que pensaba, había sufrido frustración y una gran impotencia. Era como si hablara en otro idioma, ya que no comprendían lo que ella intentaba comunicar. Por lo tanto, se encontraba con que ni la expresión emocional, ni la utilización de las palabras, le servían para algo positivo. Desde su más tierna infancia, había sido una constante que se fue agrandando, a medida que pasaban los años,  hasta convertirse en el abismo que, en aquellos momentos, la separaba de las personas con las que debía sentirse vinculada.

Las figuras de referencia solían estar ausentes y, el poco tiempo que recalaban en casa, no estaban dispuestas a utilizarlo para atender problemas de niños. Porque, al final, la reunión terminaba en llantos y expresiones emocionales que parecían estar completamente vedadas, en ese hogar. Lucía tenía prohibido expresar lo que sintiera, lo que necesitase y aquello que pudiera desear.

Tanto los padres de Lucía, como sus hermanos mayores, tenían la particularidad de intervenir en decisiones que no les correspondía a ellos tomar; en cambio, dejaban que cada uno se valiera por sí mismo y se sacara las castañas del fuego. No había un acompañamiento, mientras iban haciéndose mayores. Creían que sabían mucho de la vida, que estaban en posesión de la verdad, por lo que tenían la razón en aquello que decían y no había que escuchar a los demás.

La comunicación abierta entre los hermanos, que hubiera debido fluir con normalidad, había sido algo imposible o demasiado difícil de conseguir. Por eso, Lucía seguía sintiéndose como si no existiera, o como si fuera un ser invisible, al que no se le habla, ni se le consulta acerca de lo que sucede en la familia; a pesar de que, a ella, también le afectase. Muchas veces se encontró con decisiones tomadas por otros, las cuales sintió que no tenía más remedio que aceptar.

Cuando, años después, Lucía empezó a dar su propia opinión ante nuevas propuestas, pareciera como si fuera una batalla tras otra, para conseguir que le escucharan, que le aceptaran y respetaran su punto de vista. Y que las decisiones que ella tomara fueran tan válidas como las de los demás.

En la actualidad, Lucía se encuentra ante algo que le parece paradójico. Por una parte, desearía dejar de ser invisible, cuando fuera preciso que le tuviesen en cuenta. Por otra, quisiera no enterarse de aquello que no fuera necesario que supiera. Exige mucho, teniendo en cuenta toda la historia previa de su vida.

No obstante, Lucía ha llegado felizmente a la conclusión de que tendrá que evitar que le afecte lo que no está en sus manos resolver. Y que deberá asumir que cada uno es como es y que no cabe esperar milagros en el comportamiento de los demás miembros de su estirpe.





Imagen encontrada en Internet: rostros-del-amor. Desconozco más datos.



sábado, 5 de agosto de 2017

Cuando se cede, a otros, el control de la propia existencia







Muchas personas no son dueñas de sí mismas. Les cuesta asumir que ellas son quienes deben dirigir su propia existencia, lo cual implica que deben tomar decisiones, afrontar los problemas que se les presenten, proponerse metas y trabajar duramente para alcanzarlas. El hecho de considerar que la realidad es como es y que, según dicen, no se puede hacer nada, o muy poco, para cambiarla, hace que pase a depender de las circunstancias o de lo que otros individuos decidan por ellos.

Algunos, viven gran parte de su existencia siguiendo las ideas que se les inculcaron, desde que eran pequeños, convencidos de que es imprescindible seguir las normas, las creencias, las costumbres y las formas de actuar de otros. Sin cuestionarlas y sin posibilidad de eludirlas. Los mensajes les llegaron desde diferentes ámbitos, como el de la familia, el colegio, las amistades y la sociedad. Luego, cuando ya fueron adultos, encontraron otras indicaciones provenientes de otros círculos, de personas de su entorno laboral y de su propia pareja. Para complicar aún más las cosas, de la futura familia política o de la que les correspondió, por haber contraído matrimonio.

También, nos podemos encontrar con personas que poseen autonomía en diversos ámbitos de actuación, que suelen tomar sus propias decisiones e, incluso, consiguen arrastrar a otros para que actúen según sus deseos y para que acaten sus normas. Pero, sorprendentemente, en su relación con ciertos sujetos, de pronto, renuncian a una gran parte de su libertad personal, haciendo lo que esos individuos les impongan.

El denominador común es que se cede, a otros, el control de la propia existencia y no se es consciente de ello, pues parece algo “normal”. Hasta que, un día, abren los ojos y se percatan de que, a pesar de ser una práctica habitual, ya no están dispuestos a permitir que semejante orden de cosas siga sucediendo.

Los efectos negativos de que alguien no sea autónomo en sus decisiones, dependerán del grado de intromisión o de control, en sus asuntos, por parte de otros  individuos. De cuánto y cómo le afecten sus actuaciones. Asimismo, de la manera en la que gestione el malestar que estos le produzcan.

Nosotros no podemos evitar que otras personas obren como lo hacen; únicamente podemos actuar sobre nuestros pensamientos, sobre nuestros sentimientos y sobre nuestra propia forma de proceder.

¿Cómo actúa una persona que cede, a otros, el control de su vida, o de alguna parcela de su existencia? Simplemente, renunciando a intervenir y limitándose a cumplir con lo que otros deciden en su nombre. No expresa sus opiniones, no establece unos límites razonables, no se opone a ninguna de las decisiones. ¿Por qué obra así? Es posible que desee que haya un ambiente más relajado, que no quiera entrar en confrontaciones “inútiles”, que piense que, con el tiempo, las cosas cambiarán y considere que lo que él diga poco cambiará la situación.

¿Qué consecuencias pueden derivarse de esa forma de proceder? Son inciertas, por supuesto, aunque irán dejando un poso de malestar en quien permite que otros le dirijan, que se manifiesta de múltiples maneras. Puede haber tristeza, inseguridad, un enojo que no es expresado y que, por lo tanto, en lugar de manifestarse externamente, la frustración es soportada por uno mismo. Si estas situaciones son frecuentes y el sujeto tiene poco margen de actuación, pueden terminar en ansiedad, depresión, en otras patologías o en un trastorno de personalidad. También, influirá en lo biológico, afectando su salud física y, es muy probable que las relaciones personales se vean francamente deterioradas.

Será necesario recorrer un camino que pueda llevarles a proceder con firmeza, cuando se encuentren ante personas dominantes, manipuladoras, acostumbradas a imponer su criterio; las cuales, piensan que la forma correcta de actuar es la suya.

Un error en el que pueden caer es pensar que será necesario “entrar en guerra”, oponiéndose a todo lo que otros ordenen o cuando den por supuesto que los problemas deban ser resueltos a su manera. Eso sería como un “suicidio”, ya que, por el momento, poseen poca asertividad para poder negociar, para hacer valer sus opiniones, para tomar sus propias decisiones o participar en aquello que pueda lesionarles. Por lo tanto, será un aprendizaje que se adquirirá con la práctica, dando pequeños pasos que refuercen su autoestima y la seguridad en sí mismos. Los que ya poseen estas habilidades, deberán aprender a aplicarlas en aquellas personas con las que tengan parecidos problemas.

Quisiera referirme a un par de personas que han vivido una gran cantidad de situaciones que les han afectado durante mucho tiempo. Una de ellas, se encuentra al principio del camino, apenas dándose cuenta de que deberá cambiar su forma de actuar, aunque, no sabe cómo proceder, todavía. Mientras que, la segunda, lleva más de dos años afrontando situaciones familiares bastante conflictivas. Durante este tiempo, ha ido alcanzando notables avances para que un día pueda llegar a ser responsable de su propia existencia.

A lo largo de las conversaciones mantenidas con Juan, hemos hablado de cuestiones que le afectan por haber estado presentes en situaciones que se le han presentado, de forma repetitiva. Tiene épocas de encontrarse mal, aburrido y medio deprimido. Piensa que su familia política tiene demasiada influencia sobre su mujer, la cual, termina aceptando muchos de los planteamientos que le hacen,  aunque afecten a su marido, a ella misma y a los planes que puedan tener como pareja. Juan está convencido de que gran parte de los problemas que Lucía y él tienen en su día a día se deben al trabajo de su mujer en el negocio familiar. Considera que sus parientes políticos están imponiendo sus criterios, de forma continuada. Con el tiempo, se ha convencido de que, por mucho que él lo desee, muy poco le resta por hacer, ya que su mujer ni siquiera parece querer escuchar lo que él le dice.

No puedo evitar pensar que, con las particularidades de cada caso, Juan se estaba refiriendo a las cuestiones que mencionábamos al inicio de este escrito, las cuales, afectan a demasiadas personas, no sólo a él y a su mujer.

Quisiera terminar estos apuntes, refiriéndome a una amiga mía que ha hecho un interesante recorrido para manejar las riendas. Ha tomado sus propias decisiones, a pesar de la intromisión de una buena parte de su familia. Francamente, creo que está haciendo un buen trabajo en cuanto al conocimiento de sí misma y al establecimiento de unos límites para frenar los frecuentes intentos de manipulación por parte de quienes pretenden controlar todos sus movimientos. Le queda mucho por hacer, pues la presión que recibe es tan fuerte como persistente. Aunque hay épocas en las que parecen darle un respiro, sus familiares reavivan sus deseos de imponer su voluntad, reaparecen los conflictos y la situación se hace muy difícil de soportar.

A continuación, me tomo la libertad de reproducir la conclusión a la que ha llegado mi amiga, que ilustra perfectamente lo que aquí se ha dicho:

“Sin duda, el camino no es fácil. Pero, merece la pena dejar de ser una marioneta como “Pinocho”, dirigida por las cuerdas. Ha llegado la hora de cortarlas y vivir nuestra propia vida; de manera más auténtica, asumiendo con ello nuestras responsabilidades. Seremos finalmente más felices porque seremos fieles a nuestro propio yo”.





Imagen encontrada en Internet, utilizada para el blog.