martes, 11 de agosto de 2015

El conocimiento del otro: Hay cientos de preguntas



¡Siempre te llevas sorpresas! ¡Nunca conoces del todo a otra persona!

Cuando me puse a escribir sobre el conocimiento del otro, me surgieron miles de preguntas. Les invito a que, buceando en su propia historia personal, y en las experiencias vividas, reflexionen sobre este tema, y encuentren sus propias respuestas.
No es fácil llegar a conocer en profundidad a otra persona. Es un proceso parecido al del conocimiento de uno mismo, pero, más complejo, todavía. En ese conocimiento intervienen muchos aspectos de las dos personas involucradas, y el grado de comunicación y de relación que pueda haber entre ellas. 
Conocernos a nosotros mismos es una tarea difícil. Vamos encontrando nuevos aspectos, que nos eran desconocidos, o que han ido surgiendo, a lo largo del tiempo. ¡Nunca acabamos de conocernos a nosotros mismos! ¡Es una tarea vitalicia! 
Estimo que, cuanto mayor sea el conocimiento que tengamos de nosotros mismos, más fácil será descubrir cómo es la otra persona. Tendremos la capacidad para diferenciar aquello que pensamos y sentimos, de lo que realmente vemos en el otro. 
En este escrito, quiero referirme al conocimiento de personas que son relevantes para uno, como familiares, amistades, parejas, etcétera. 
Con el tiempo, si la otra persona se comporta de acuerdo a ciertos principios o valores, y es coherente con ellos, uno puede llegar a imaginarse cómo actuaría ante algunas situaciones, qué tipo de respuestas daría, qué se puede esperar de sus reacciones y de sus sentimientos. 
De las personas que tienen un carácter cambiante, en su andadura por el mundo, es muy difícil saber cómo reaccionarán, o actuarán. Nunca sabes lo que podrás esperar de ellas. 
Aquí empiezan a surgir las preguntas: 
¿Son los principios, de la otra persona, realmente firmes? ¿Pueden tener apariencia de solidez, y en realidad ser como un barniz que desaparece con el tiempo? A propósito de esto, recuerdo un comentario de mi padre, refiriéndose a una persona que parecía tener características muy positivas: “Ha pelado el cobre; su comportamiento la ha puesto en evidencia” –dijo. 
Es cuando uno descubre que “No es oro todo lo que reluce”. 
¿Cuánta congruencia hay entre lo que piensa, siente, habla y hace? ¿Existe coherencia, en su forma de actuar, a lo largo del tiempo? ¿Su forma de proceder permite que uno entienda, con suficiente claridad, cómo es esa persona y lo que se puede esperar de ella? 
Y aquí interviene también nuestra percepción de lo que nos transmite el otro. 
¿Cuánto hay de realidad en el concepto que nosotros tenemos del otro? ¿Cuánto  hay de imaginario? ¿Qué parte de nosotros mismos proyectamos en esa persona? 
Mientras mayor sea el conocimiento que tengamos de nosotros, más objetivos seremos a la hora de conocer al otro, y no nos dejaremos confundir por nuestros pensamientos, deseos y necesidades. 
¿Puedes llegar a conocer a la otra persona por lo que hablas con ella? ¿Cuánto hay de realidad en lo que decimos a otras personas? Lo que expresamos, en ciertos momentos emotivos, ¿es lo mismo que diríamos más adelante, cuando el pensamiento y los sentimientos son más reposados? 
Algunas veces, deseamos creer que lo que decimos, o dice el otro,  refleja fielmente lo que hay en nuestras mentes y en nuestros corazones. 
¿Le conoces mejor por su forma de actuar, que por sus palabras? Se dice: “Obras son amores y no buenas razones” ¿Con cuáles obras te quedas? ¿Con las que te gustan, o con las que no te gustan? 
En ocasiones, encontramos que la comunicación con ciertas personas es muy fluida, fácil, y que se llega a un nivel de cercanía y comprensión muy especiales.  
Los cambios que pueden producirse en la forma de relacionarse contigo, ¿se deben a una mutación de sus pensamientos, o sentimientos? ¿Ha sido por algo que tú has hecho o dicho, o dejado de hacer o decir? 
¿Permanece en el tiempo tu influencia en su vida? ¿Se acuerda de ti? ¿Sigues acordándote tú del otro? 
Cuando te sientes muy cerca de alguien, ¿le sucede lo mismo a la otra persona? ¿Es algo mutuo? 
¡Podemos plantearnos un millón de preguntas!












5 comentarios:

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  2. Me gusta esa frase de "pelo el cobre" y esto se da mayormente cuando una persona esta molesta, o se siente presionada, es ahi precisamente donde podriamos sacar algunas conclusiones de como realmente es; que podemos esperar de ella en determinadas situaciones.

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    1. Cierto, Inés. Las personas que "pelan el cobre" suelen hacerlo en situaciones difíciles, o cuando están molestas o enfadadas. En esos momentos ya no pueden seguir manteniendo la máscara de persona buena, servicial, comprensiva... Surgen reacciones inesperadas que nos llevan a conocer otras facetas de su carácter que desconocíamos hasta entonces. Perdona que no te haya respondido antes; a veces me llegan las notificaciones de mensajes a otra carpeta, y no los veo en días, semanas o meses. Ahora, soy consciente de ello, y lo reviso más a menudo.

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  3. A veces crees conocer a ese familiar... y en circunstancias normales posiblemente nunca hubiera reaccionado así...pero hay que tener en cuenta que si esa persona está pasando por un momento difícil, su reacción puede ser completamente imprevisible... No obstante también es necesario hacerle ver ( si la quieres de verdad) que su actitud puede ser destructiva, tanto para ella, como cara a los demás. Una vez hecho esto si no lo acepta, es mejor retirarse y darle tiempo ... A veces ese tiempo puede ser corto, largo o para la eternidad... de ella depende y de lo que le importe la otra persona.

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    1. Paloma, es diferente lo que conocemos de las personas en los buenos momentos, y aquello que conocemos cuando se enfrentan a situaciones difíciles. A veces, ni siquiera está en nosotros decírselo, seguramente no es el momento adecuado para que lo entienda... Siempre deberemos tomar nuestras propias decisiones de lo que aceptamos, o no, en nuestras relaciones personales, y si queremos una mayor o menos profundidad en esa relación.

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