sábado, 26 de enero de 2019

¿Existe la suerte?


 



A veces, acontecimientos totalmente ajenos a nuestra voluntad, se cruzan en nuestro camino y nos afectan de manera muy especial. Algunos de ellos, resultan ser agradables y son bien recibidos. Otros, son tan graves, que nos hacen estremecer y nos resistimos a aceptarlos.

En ocasiones, decimos que hemos sido afortunados, que hemos tenido suerte. Otras veces, que hemos sufrido un revés del destino y, en nuestro desánimo, creemos que estamos gafados.

Es difícil negar que, a lo largo de nuestra vida, puedan ocurrir algunos hechos fortuitos, difícilmente explicables por los acontecimientos que les precedieron.

Sin embargo, no todo lo que nos sucede es tan aleatorio como pareciera a primera vista. Lo que ocurre es que no lo vemos venir, por estar ocupados, distraídos o desprevenidos. Luego, pensando sobre el tema, identificamos diferentes señales que se nos habían presentado con anterioridad, las cuales, nos alertaban sobre la existencia de algún problema, advirtiéndonos, al propio tiempo, que era preciso tomar una decisión importante. Ocurre, cuando no somos capaces de darnos cuenta de que nuestros negocios van por mal camino, o ante las incipientes dificultades de relación que, al no ser detectadas a tiempo, conducirán a la ruptura en la pareja.

Otros acontecimientos sí parecen tener mucho de fortuito. Aparecen ante nosotros, de repente y sorprendentemente. Intentando hallar una explicación, analizamos cada uno de ellos con detenimiento y aventuramos la posibilidad de que, guiados por el destino, hubiésemos dado una serie de pasos que nos condujeran a su encuentro.

En cambio, hay quienes mantienen la teoría de que las personas y las oportunidades aparecen en nuestra vida, tan solo, cuando estamos preparados para apreciarlas y aceptarlas.

A veces, concurren las más rocambolescas circunstancias para que dos personas lleguen a conocerse. Lo que ocurra a partir de ese momento, dependerá de ellos dos. Influirá la forma de ser de cada uno, cómo se relacionan, el tipo de comunicación que hay entre ellos y el respeto al otro, a sus gustos, a sus planes de vida… El presente y el futuro de una relación, dependerá de lo anteriormente expuesto. Igualmente, de la capacidad de diálogo que tengan, de las decisiones que tomen, por la facilidad de adaptación entre ellos y de solucionar los problemas que puedan ir surgiendo. También, por su habilidad para afrontar los inconvenientes y los éxitos.

Una relación de pareja, una amistad, el comportamiento de los hijos, una oportunidad de trabajo o un negocio no son fruto del azar, aunque este intervenga de vez en cuando.

Para terminar, quiero agregar dos comentarios que me encontré, en diferentes publicaciones:

- “¡Qué suerte! ¡Qué hijos tan educados tienes!” -le dicen, a una madre. A lo que ella responde: “¡Pues, no! ¡No es suerte! Es amor, respeto y dedicación.”

“¿Existe la suerte? ¿O, las cosas nos llegan porque nos las trabajamos y merecemos? ¿Alguien está donde está si no quiere de verdad estarlo? ¿Es la buena o la mala suerte la que nos hace estar como estamos? ¿O, siempre hay una puerta de salida? Yo creo que, nos quejemos, o no, de nuestra situación, nunca se debe a la suerte. Con esto, lo que quiero decir es que vuestra relación seguramente no es fruto de la suerte sino de vuestro trabajo, vuestras decisiones, vuestra valentía, que os hace ser especiales y atraeros. Es la actitud ante la vida la que nos lleva donde estamos. Vosotros, os lo habéis currado.”




Imagen encontrada en internet, modificada para el blog:





domingo, 6 de enero de 2019

¿Cómo ser padres? ¡Que nos lo enseñen en la escuela!





¿Acaso existe un hecho tan trascendental como el momento mágico de dar entrada en nuestras vidas al hijo que acaba de nacer, después de nueve meses de ilusionada espera y un doloroso parto? ¿Y, de aquel que, con igual desvelo e impaciencia, hemos recibido en adopción, una vez culminado un proceso administrativo que llegó a parecernos interminable? Aunque no seamos conscientes de ello, tengamos la seguridad de que no existe un don tan gratificante.

A pesar de que, por mucho que lo hubiésemos sospechado, nos sorprenda que haya llegado la hora de introducir cambios en nuestra forma de vivir, en la distribución del tiempo y en nuestra forma de pensar. Que tengamos que afrontar los días, con la entrega de renovadas fuerzas para sacar adelante a nuestro hijo. Que, como progenitores, debamos aceptar una nueva razón de ser para el resto de nuestras vidas. Y, de manera muy especial, que tengamos que aprender a desempeñar nuestras muchas responsabilidades.

Un hijo, debería llegar con un manual de instrucciones, bajo el brazo. Porque, por mucho que hayamos oído hablar sobre cómo debe ser la educación de un hijo, se nos negó la más mínima formación a lo largo de los años que estudiamos en la escuela. Tampoco la tuvieron, quienes accedieron a la Universidad y cursaron estudios superiores. ¡Sorprendente, la sociedad en la que vivimos¡ ¡Cada vez, nos pide un mayor grado de conocimiento para el ejercicio de los distintos trabajos profesionales! ¡En cambio, no exige requisito alguno para desempeñar la gran responsabilidad inherente al hecho de ser padres!

Será que, por muy seres humanos que seamos, la sabia naturaleza querrá que aprendamos de los animales irracionales que conviven en nuestro planeta. Ellos, no tienen la posibilidad de ir a ninguna escuela. Sin embargo, asumen el papel de padres, con ejemplar dedicación y responsabilidad. No importa la pareja que se tome como ejemplo, veremos cómo el macho protege a la hembra, durante todo el tiempo que dura el embarazo y hasta la llegada de los retoños. Defendiendo las madrigueras instaladas entre sabanas, herbazales y juncales, las cuales, cambian periódicamente de lugar, en evitación de que los olores atraigan a los temidos depredadores. En el caso de las aves, colaborando en la laboriosa tarea de la construcción del nido, empollando pacientemente los huevos y saliendo en defensa de los enemigos que puedan estar al acecho.

Los machos participan en la dura obligación diaria de la provisión de alimentos y, más tarde, en la educación de cachorros y polluelos, respectivamente. Es entonces, cuando se trata de enseñar a los hijos la manera cómo han de aprender a caminar y a volar. Y, sobre todo, de aquello que deben hacer para cuando haya llegado el día  de dejar el hogar familiar y proyectar su propia vida.

En mi opinión, algo muy parecido sucede con los seres humanos. Pero, llegados a este punto, quisiera poner un especial énfasis en la importancia que, el ejemplo de los padres, tendrá en los hijos. Porque, toda cuanta educación reciben los animales irracionales, la obtienen en base al ejemplo de sus progenitores. ¡Pues, estos, no tienen la facultad del raciocinio ni del habla!

Una vez que los cachorros han abandonado la madriguera y el nido los polluelos, el tiempo hará que ningún tipo de reconocimiento tenga lugar entre ellos y sus progenitores. El Creador quiso que no ocurriera lo mismo, en el caso de los hombres.  Antes, al contrario, que los hijos puedan disfrutar del amor de sus padres, mientras estos vivan. Pero, como dice el gran poeta libanés Khalil Gibrán:

“Vuestros hijos no son vuestros hijos.
Son los hijos y las hijas del anhelo de la Vida,
ansiosa por perpetuarse.

Por medio de vosotros se conciben, más no de vosotros.
Y, aunque estén a vuestro lado, no os pertenecen.
Podéis darles vuestro amor, no vuestros pensamientos,
porque ellos tienen sus propios pensamientos.”

En mi opinión, estos versos son una severa advertencia para los padres que quieran interferirse en la vida de sus hijos. Es preciso que entiendan que deben respetar la libertad de quienes fueron sus retoños. De nada deben preocuparse, pues ellos ya hicieron entrega de su ejemplo y de su amor a sus hijos.



Imagen encontrada en internet: