viernes, 27 de julio de 2018

Un niño debe sentir el amor del grupo familiar del que forma parte

     
 


Desde pequeño, un niño necesita de la atención, la protección y el reconocimiento de las personas de su entorno para poder sobrevivir y para sentar las bases de su desarrollo futuro; el cual, dependerá, en gran medida, de la calidad de los vínculos emocionales que se logren establecer entre él y sus cuidadores. De ahí, la importancia de unas relaciones cercanas, que le proporcionen afecto y seguridad.

El hecho de sentirse aceptado, apreciado, valorado y diferenciado de los demás, contribuirá a que el chiquillo vaya adquiriendo un sentido de identidad personal y formándose una idea de quién es y de dónde proviene. Algo que, desafortunadamente, algunas personas no llegarán a experimentar. Razón por la cual, tendrán una vida errática, en la que no sabrán cómo son o cómo desearían ser y se sentirán extraños en ambientes, en los cuales, era de esperar que naciera en ellos un sentimiento de apego, si se hubiesen sentido cálidamente arropados.

Un niño debe gozar de cierta autonomía, que le permita descubrir el mundo circundante y relacionarse con otros chicos y adultos. No es conveniente que le impongan unos límites demasiado estrictos, que le obliguen a comportarse de acuerdo a criterios externos que poco tienen que ver con lo que desea o con lo que es importante para él. Debe conocerse a sí mismo, sabiendo quién es, a medida que va desarrollando sus puntos fuertes y mejorando en aquellos aspectos que le conviene corregir.

Los niños y los adolescentes precisan saber que cuentan con sus padres y las personas de su entorno para todo aquello que les sea preciso. Y, que forman parte del grupo familiar, el cual, les apoya, les valora y les protege. De forma que puedan constatar que no son entes solitarios; sino, una parte importante del todo.



Imagen encontrada en Internet, adaptada para el blog:


 

jueves, 26 de julio de 2018

El duro despertar de un niño





Un niño herido en su integridad tardará mucho tiempo en darse cuenta de que el comportamiento de sus padres hacia él no es el adecuado y que él no se merece el trato recibido. Con las experiencias vividas, años después, puede llegar a la conclusión de que es posible que sus padres no le amaran.

Mientras tanto, creerá que hay algo mal en él mismo y que, por ello, sus padres actúan como lo hacen. En realidad, los malos tratos, los insultos y las humillaciones, no tienen que ver con lo que él niño hace, o no hace, sino con el hecho de que los adultos no han sido capaces de controlarse. No saben cómo comunicarse con sus hijos, ni cómo cuidarlos, educarlos, protegerlos o respetarlos.

El hijo está convencido de que sus padres sí le quieren y que actúan por su bien. Por lo tanto, el niño termina creyendo que él es el causante de sus propios problemas; creará un mal concepto de sí mismo, tendrá una baja autoestima y no será capaz de amarse.

Nota: Aunque algunos ya conocerán este escrito, pues lo había publicado como foto, en Facebook, quise incluirlo también en este blog, dada la importancia que tiene, para una persona, el quererse a sí misma.


  
Imagen encontrada en Internet, en un grupo, modificada para el blog.



martes, 17 de julio de 2018

Cuando nos encontramos ante un problema imprevisto



Melancolía, cuadro al óleo de Edward Munch

Nuestra vida transcurre por períodos de tiempo de mayor o de menor tranquilidad. Procuramos afrontar los altibajos y los diferentes problemas que van surgiendo en nuestro camino. Pero, es muy probable que la atención y la energía que empleamos para superarlos, nos impidan prestar nuestra atención a personas cercanas o a otros asuntos que debíamos resolver. Razón por la cual, se nos presentan insospechadas dificultades que, de habernos encontrado en otra situación, hubiésemos podido prever, sin mayor dificultad.

Hoy, quiero centrarme en lo que puede ocurrir cuando alguna de nuestras relaciones personales se ve afectada por los problemas que nosotros hayamos podido  atravesar. En tal caso, nos encontramos con repercusiones sorpresivas, de las cuales, nos damos cuenta, tan solo, cuando nuestra situación ha mejorado sensiblemente. Hasta ese momento, éramos incapaces de ver que nuestra pareja, un amigo o un familiar, se encontraba mal o insatisfecho con nuestra relación. Aun cuando, nosotros, sí estábamos a gusto, ignorantes de que existiesen problemas de consideración.

Si nos dicen que ya no nos quieren como antes, que necesitan hacer cambios en sus vidas, que la relación es diferente o que ya no les satisface, sentimos que, de repente, nuestro mundo se derrumba. Y, de hecho, eso es lo que sucede. Porque, se rompe inesperadamente un vínculo que era importante para nosotros, que nos proporcionaba estabilidad, que nos ayudaba a afrontar las dificultades que se nos presentaran.

No es de extrañar que, por un tiempo, estemos confusos. Que no sepamos cómo actuar, que le demos muchas vueltas a lo que nos han dicho o a la forma de proceder de la otra persona. Que tratemos de comprender lo que sucede y encontrar explicaciones para las muchas preguntas y dudas que, sin duda alguna, nos surgirán progresivamente. Lo grave es que esa situación se prolongue mucho en el tiempo y afecte a más personas y a nuestro desempeño en otras áreas importantes. Si ello ocurre, es muy probable que no identifiquemos algunos aspectos de la situación, al encontramos muy alterados y afectados por lo que nos está sucediendo. También, nos resultará difícil aceptar que muchas cuestiones se queden en el aire, ya que la otra persona es la que quizás pudiera explicarnos lo que piensa y siente, pero no lo hace. En parte, porque es posible que ella esté tan confusa y sorprendida, como nosotros.

En mi opinión, lo aconsejable sería que ninguna de las personas involucradas se precipitase en tomar decisiones de tipo alguno, hasta recobrar la calma y poder ver el rumbo a seguir, con toda claridad. Conviene ser prudentes y tener en cuenta que se trata de una relación muy valiosa. Por lo tanto, el modo en que manejemos esta crisis tendrá consecuencias importantes en las personas de nuestro entorno y en nosotros mismos.






Imagen encontrada en Internet: 


Melancolía, cuadro al óleo de Edward Munch.

El padre del expresionismo pintó este cuadro en 1894. En el cuadro, observamos a un individuo en estado pensativo, reflexivo, melancólico... una figura que se muestra ausente de todo lo que le rodea.