viernes, 4 de marzo de 2016

¿A cuáles elementos de las relaciones nos apegamos?




Teniendo como referencia el libro de Walter Riso, “¿Amar o depender?”, que ya utilicé para dos escritos anteriores, me permitirán continuar con mis reflexiones sobre la dependencia emocional.

Recordarán que, en el primero de ellos, “Un amor dependiente produce, siempre, un gasto excesivo de energíasdecía que cuando dependemos de otra persona, renunciamos, en parte, al amor y al respeto por nosotros mismos, así como a muchos elementos de nuestra propia esencia. Lo hacemos, con tal de permanecer a su lado, o por el deseo de preservar lo bueno que pueda ofrecernos esa relación. Como contrapartida, dejamos de desarrollar aptitudes y habilidades, las cuales, paradójicamente, podrían ayudarnos a ser menos dependientes.

En el segundo, “Inmadurez emocional: algunos ejemplos de dependencia”, encontramos que la inmadurez emocional implica una perspectiva ingenua e intolerante ante ciertas situaciones de la vida. Especialmente, hacia aquello que supone un reto, lo que resulta incómodo y lo que es negativo. Quienes no hayan desarrollado un grado de madurez adecuado, tendrán dificultades ante el sufrimiento, la frustración y la incertidumbre. Mostrarán escaso autocontrol y autodisciplina. 

En esta ocasión, deseo ir un paso más allá y referirme a algunos elementos de las relaciones, a los cuales, nos apegamos.

Para que haya apego, o dependencia, debe haber algo que lo justifique: querer evitar lo que nos causa dolor, mantener una situación que nos produce satisfacción.

El apego en el que estemos inmersos, dependerá de la educación que hayamos recibido, de nuestra historia afectiva, de los valores que nos hayan inculcado, o de ciertas carencias personales que podamos tener. Nunca, de la elección que hayamos querido hacer nosotros, voluntariamente.

Apego a la seguridad  y a la protección

Las personas con baja autoeficacia, sienten que no son capaces de solucionar por sí mismas los problemas que se les presentan y perciben la realidad como demasiado amenazante. Creen que necesitan de alguien que les cuide, que se haga responsable de ellas, que les proteja, que les dé seguridad.

Las raíces de este apego pueden encontrarse en la sobreprotección parental, así como en la falta de apoyo, durante su crecimiento, para que vayan adquiriendo seguridad en sí mismas. De alguna forma, se les ha transmitido la idea de que el mundo es hostil y peligroso, que necesitan de alguien que les ayude y les proteja. Sentirse incapaces de valerse por sí mismas para solucionar sus problemas y estar convencidas de que el mundo es terriblemente amenazante, hace que las personas se perciban a sí mismas como indefensas, desamparadas y solitarias. La consecuencia de todo ello es predecible: no se sentirán con autonomía y libertad, y, por tanto, fácilmente desarrollarán comportamientos dependientes.

El apego a la estabilidad, a la permanencia, a tener a alguien en quien confiar

En ciertos individuos, la búsqueda de estabilidad está asociada a un profundo temor al abandono y a una hipersensibilidad al rechazo afectivo. Necesitan confiar en que la otra persona permanecerá cerca, que es estable, constante, predecible y perseverante en la relación.

La historia afectiva de estas personas está marcada por despechos, infidelidades, rechazos, pérdidas o renuncias amorosas que no han podido ser procesadas adecuadamente. Lo primordial para quienes tienen este tipo de apego es impedir otra deserción afectiva. El objetivo es mantener la unión afectiva a cualquier costo y que la historia no vuelva a repetirse.

Apego a las manifestaciones de afecto

En este tipo de apego, aunque indirectamente también se busca estabilidad, el objetivo principal no es evitar el abandono sino sentirse amado 

Son personas con baja autoestima, que se sienten valiosas cuando alguien les ama, cuando les dan muestras de afecto.

El cariño, la ternura y otras manifestaciones de afecto serán vistos por el apegado como señales de que el amor aún está presente. Si la expresión de afecto disminuye por cualquier razón, incluso intrascendente, el individuo adicto puede volcarse desesperadamente a recuperar "el amor perdido", como si la relación estuviera a punto de desbaratarse. Si por el contrario el intercambio afectivo es fluido y estable, el adicto obtendrá su consumo personal y todo volverá a la calma.

El apego al halago y a la admiración

El apego a la admiración está muy relacionado con los problemas de autoconcepto. El autoconcepto es la opinión que una persona tiene sobre sí misma, y qué tanto se acepta a sí misma. En un extremo están los narcisistas crónicos, que se creen como dioses, y  en el otro, los que viven defraudados de sí mismos, y se sienten insignificantes. Tengamos en cuenta que ese complejo de superioridad de los narcisistas suele querer disimular un bajo autoconcepto, que subyace en el fondo. Necesitan del halago y de la admiración para poder seguir manteniendo la idea que ellos se han creado de sí mismos.

Por lo que respecta a quienes se sienten insignificantes y viven defraudados de sí mismos, el apego es al reconocimiento y la adulación. Si alguien les muestra admiración y algo de fascinación, el apego no tarda en llegar. Exaltar el ego de una persona que se siente poca cosa, elogiar sus cualidades, otorgarle crédito y asombrarse ante alguna de sus habilidades que, nunca, le habían sido reconocidas, lleva a esta persona a sentir apego a esa admiración.

El apego "normal" al bienestar y al placer de toda buena relación

Ciertas formas de dependencia, o apego, son vistas como "normales" por la cultura, e incluso por la psicología. Esta evaluación benévola y complaciente tiene dos vertientes. La primera, argumenta que la existencia de estas "inocentes" adicciones ayuda a la convivencia. La segunda posición, sostiene que muchos de estos estimulantes afectivos no parecen relacionarse con esquemas inapropiados, sino con el simple placer de consumirlos. De todas formas, su frecuente utilización y la incapacidad de renunciar a ellos, los convierte en adictivos.

Los reforzadores que se obtienen de una buena relación varían de acuerdo con las preferencias del consumidor; sin embargo, la experiencia ha demostrado que algunas formas de bienestar interpersonal son especialmente susceptibles a generar apego. Señalaré cuatro de ellas: el sexo, los  mimos y la contemplación, el compañerismo y la afinidad. Y, finalmente, la tranquilidad.

Como es sabido, el apego sexual mueve montañas, derriba tronos, cuestiona vocaciones, quiebra empresas, destruye matrimonios y familias… Encantador y fascinante para algunos; angustiante y preocupante para otros. Cuando la adicción sexual es de parte y parte, todo anda a pedir de boca. La relación se vuelve casi que indisoluble. Pero si el apego es unilateral y no correspondido, el que más necesita del otro lo pasará mal y terminará por buscar otra alternativa, sin saber adónde le va a llevar.

El apego a los mimos y a la contemplación puede estar libre de todo apego sexual y de cualquier esquema deficitario. Ya sea por causas heredadas o aprendidas, la hipersensibilidad a los arrumacos pone en marcha un alud placentero, imposible de detener, que se irradia hasta los lugares más recónditos de nuestro organismo.

Contrariamente, para las personas inhibidas, tímidas, inseguras e introvertidas, la expresión de afecto puede ser el peor de los terrores.

Hay infinitas maneras de demostrar el afecto a la persona que se quiere, pero debe haber un receptor disponible. Cuando el dador de amor encuentra un terreno propicio para que la contemplación prospere, no hay nada más estimulante que  cuidar y agradar a la persona amada.

El apego al compañerismo y a la afinidad es mucho más fuerte de lo que uno podría creer. Hay personas supremamente apegadas, cuyo único y principal enganche es la confluencia de sus gustos e inclinaciones. No es fácil ser compañero, confidente y cómplice, pero si este nexo ocurre, la unión adquiere una solidez sustancial.

El apego a la convivencia tranquila y en paz es de los más apetecidos, sobre todo después de los cuarenta años. Se está dispuesto a cambiar pasión por tranquilidad, y se prefiere la calma hogareña a las emociones fuertes.



Bibliografía: Walter Riso, “¿Amar o depender?”


Un amor dependiente produce, siempre, un gasto excesivo de energías. Para acceder a él:
http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/un-amor-dependiente-produce-siempre-un.html

Inmadurez emocional: algunos ejemplos de dependenciaPara poder leerlo: 

http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2015/12/inmadurez-emocional-algunos-ejemplos-de.html



Imagen: Cuadro de Katerina Mertikas








5 comentarios:

  1. Interesantísimo artículo. La verdad es que el apego es más "común" de lo que hubiéramos podido pensar. He encontrado varios apegos en lo que me siento identificada y es verdad que el último, "CONVIVENCIA,TRANQUILA Y EN PAZ" es la que persigo yo, de ahora en adelante.

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    1. Gracias, Paloma, por tu comentario. Espero que logres superar los diferentes apegos, y tener esa convivencia tranquila, pero no en forma de apego. Más bien como una relación interdependiente, en la que los dos sigáis creciendo, os queráis muchísimo y colaboréis para conseguir lo mejor, para cada uno, y para la pareja.

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    2. estoy perdido, creo saber que es el Amor, el amor de verdad el incondicional, pero despues de lo leido, me considero un Romantico, y se lo que haria ahora y dejaria de hacer si apareciera esa mujer enmi vida, pero del dicho al hecho, ahi esta el kid de la cuestion estare preparado para estar

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    3. Hola, Germán. Te sugeriría que te tomes lo del amor con calma. Querer forzar las cosas, planear todo de antemano y ser demasiado romántico, pueden ser signos de dependencia. Y lo del amor incondicional, me da un poco de repeluz o de grima. Entiendo que queramos a la otra persona, con lo bueno y lo no tan bueno, pero hay cosas que no se pueden aceptar, porque eso no sería ni amor por el otro ni por uno mismo.

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  2. ¡Gracias preciosa! Eso es lo más importante, uno al lado del otro, pero ni detrás, ni delante.

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