Llevo un tiempo preguntándome cuáles
son las razones por las que algunas personas poseen una gran seguridad en sí
mismas, y otras no. Puede existir algún componente hereditario, una propensión
hacia unas conductas u otras, aunque me inclino a pensar que la clave está en una interrelación entre aquello que el ambiente
aporta, y lo que se aprende a lo largo de la vida.
Hay quienes son muy responsables, manifiestan una clara orientación a
trabajar en aquello que se proponen, tienen adquiridos unos hábitos que practican
sin excesivo esfuerzo. Simplemente, hacen lo que hay que hacer. Saben disfrutar
de sus momentos de ocio, lo que les proporciona equilibrio.
Otras personas, demasiadas, se dejan llevar por lo que les va sucediendo.
Les cuesta tener rutinas, pudiendo sentirlas como obligaciones impuestas.
Tienen dependencia de los demás; parece que no viven sus vidas, sino lo que
otros proponen para ellas, o se dejan arrastrar por las circunstancias.
Aun cuando considero que los siguientes elementos no son independientes
entre sí, sino que se solapan y entremezclan constantemente, los abordaré por
separado, con el fin de facilitar su comprensión; siempre, con la intención de
que sirvan de base para ayudar a que una
persona adquiera seguridad en sí misma. Según mi criterio, estos
fundamentos pueden ser:
El amor.
El ejemplo de otras personas
La educación recibida.
Las circunstancias vividas.
La curiosidad y el deseo de aprender.
La actuación personal.
El amor
El amor es un elemento importante para poder adquirir una sana confianza
en uno mismo. Fundamental, diría yo, en cualquier tarea educativa. Debe estar
presente en nuestra relación con las personas y, de manera muy particular, en
aquellas que nos importan.
Me refiero a un amor comprensivo y, al propio tiempo, exigente. Que te ayude
a ser mejor persona, día a día. Un cariño que dedique esfuerzo, cuidado,
atención y asesoramiento constantes, para ayudar a que, el otro, adquiera unas
habilidades, vaya puliendo su carácter, venciendo los obstáculos que se le
presenten, y corrigiendo algunos defectos personales.
Puedes ser fuerte, capaz y responsable, habiendo sido educado con
autoridad, en ausencia de muestras de afectividad. Aun cuando considero que, si no has tenido una buena dosis de amor,
tierno, cariñoso, incondicional, respetuoso, será difícil que adquieras una
verdadera confianza en ti mismo. Podrás dotarte de una seguridad que te
servirá para afrontar muchos de los desafíos de la vida, pero se producirán algunos
fallos. Aparecerán grietas, y es posible que quieras disimularlas mediante la
exigencia de conseguir nuevos logros, de sobresalir por encima de los demás,
permanentemente.
El ejemplo de otras personas
Es fundamental tener esta importante herramienta a nuestro alcance. Pero no
basta con disponer de un modelo “perfecto”, al cual imitar, para adquirir
seguridad en uno mismo. Al contrario, eso por sí solo, podría generar mayores
dudas e inseguridad.
Para aprender del ejemplo de otra persona, es imprescindible que la misma
te vaya enseñando cómo es su forma de obrar.
Que te muestre que se requiere un esfuerzo. Que nada es fácil, que nadie nace
sabiendo, que todo se consigue mediante el trabajo, la constancia, la corrección
de los errores, proponiéndose metas y superando obstáculos.
La educación recibida
Muy a menudo, la educación se limita a enseñar buenas conductas, modales,
conocimientos; tanto en casa, como en el sistema educativo, centrándose este último
en la transmisión de información. Esta educación proviene del término latino “educare”
y se refiere a “llenar”, “nutrir”, “alimentar”, “criar”, proporcionar los conocimientos
considerados necesarios.
Para contribuir a que alguien adquiera seguridad en sí mismo, es necesario fomentar la otra vertiente de
la educación, la implicada en “educere”: "sacar de", "extraer", “sacar fuera”, descubrir las
potencialidades que el alumno tiene. Se parece al proceso mediante el cual se
esculpe una figura, a partir de una pieza de mármol, o de madera. Se trata de proporcionar
las herramientas necesarias para que aprenda a “esculpirse” a sí mismo, con la
ayuda atenta, las indicaciones y el apoyo del educador. Esa sabia atención que
prestan algunas personas, corrigendo, dando pequeñas enseñanzas, ayudando a
templar el carácter, haciéndo pensar y extraer sus propias conclusiones.
Las circunstancias vividas.
En ocasiones, se comete el error de facilitar
en exceso la vida de otros. Se les soluciona todo, se les da lo que piden, sin ninguna
exigencia o esfuerzo por su parte. Se les ocultan los problemas o las
circunstancias difíciles. No aprenden a solucionar y afrontar los retos que la
vida les presenta, constantemente. Se
cree que eso es amor, y que es lo que hay que hacer; pero es un amor mal
entendido, que no ayuda, sino que, a la larga, perjudica. Se les está
impidiendo crecer con una auténtica seguridad en sí mismos, con una fortaleza
de carácter que les permita ir formándose, y tener mayores probabilidades de
ser exitosos en lo que se propongan.
Ante las circunstancias difíciles, nos hacemos fuertes y aprendemos a ser
dueños de nosotros mismos. Obtenemos esa confianza, tan necesaria, en nuestras
propias potencialidades. Es ese saber
que, con el propio esfuerzo, podemos llegar lejos, y conseguir casi todo lo que
nos propongamos. No digo todo, pues, algunas veces, la consecución de ciertos objetivos
no depende exclusivamente de nosotros y, por tanto, necesitaríamos de la colaboración de otros, o habría
que hacer un replanteamiento de las metas propuestas.
La curiosidad y el deseo de
aprender.
Es necesario que, en cada individuo,
se fomenten su autonomía y su responsabilidad. Que desee explorar el mundo, que
disfrute aprendiendo, experimentando, cuestionando la información que recibe, y
que tenga espíritu crítico. Que sepa que, si desea conseguir un objetivo, tendrá
que aprender todo lo necesario para lograrlo, corregir constantemente el rumbo,
aprender de otros, hacerse preguntas… En resumidas cuentas, ser protagonista de
sus propios aprendizajes y de sus decisiones.
La actuación personal
Nadie puede transferir a otro la seguridad
en uno mismo. La única forma de adquirirla, es de manera personal e intransferible,
por cuenta de uno mismo. Lo único que
se puede hacer es apoyarlo, estar atento en el momento en que deba enfrentarse
a sus retos, animándole a que no se dé por vencido, que aprenda de los errores
y de los problemas, y que disfrute del camino de ir consiguiendo, con su propio
esfuerzo e iniciativa, lo que se proponga.
¡Jamás, facilitándole excesivamente la vida!
Toda ayuda innecesaria es
una limitación para quien la recibe
Magdalena, me ha encantado tu exposición, es perfecta. Todo lo que comentas punto, por punto, es revelador y muy interesante. Es el tema que más me ha gustado leer, pues me hace pensar, analizar, me orienta y me ayuda en mi crecimiento personal. Invitas a fomentar y extraer nuestros potenciales, sabiendo escuchar y teniendo la libertad de crecer individualmente y con el aliento de las personas que nos quieren de verdad. Gracias por ayudarnos con tu experiencia profesional y humana.
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