Desde hace un tiempo, encontramos muchas referencias en
cuanto a la dependencia emocional,
pidiendo un cambio hacia la independencia.
Yo misma, he escrito en este blog varios escritos en referencia a la
dependencia emocional, considerando que es algo que hace mucho daño a todas las
personas involucradas.
No estoy de acuerdo en que nos mostremos como personas física, emocional o intelectualmente dependientes de los demás. Debemos
aprender a tomar las riendas de nuestra vida, de nuestras emociones y de
nuestros pensamientos. Procuremos ser, hasta cierto punto, independientes. Pero, ¡me
niego a que se haga de la independencia el gran paradigma de la felicidad y de
la realización personal!
Es recomendable que vayamos más
lejos en nuestro desarrollo personal, dando un paso cualitativo hacia la interdependencia.
Cuando nos quedamos en la independencia,
podemos poseer habilidades bien desarrolladas, tener muchos conocimientos y un buen
dominio de nosotros mismos. No obstante, habrá parcelas personales que no
desarrollaremos plenamente y, con mucha probabilidad, nuestros objetivos se
quedarán cortos.
Para lograr una mayor evolución personal y para
conseguir algunas de nuestras metas, es importante y necesaria nuestra relación
con los demás. Por otra parte, muchas actividades no las podemos llevar a cabo
en solitario. Necesitamos de la colaboración de otros para lograr un bien
común, para realizar muchas de las actividades cotidianas o para profundizar en
nuestras relaciones de pareja, familiares, sociales, laborales...
Tenemos una
dimensión social que no podemos ni debemos ignorar. Sería triste pensar que
el fin de nuestra vida sea aprender a ser personas solitarias, que no tienen en
cuenta a los demás, que no les importa lo que puedan sentir o hacer los otros,
que sólo luchan por sí mismas, por conseguir sus propios objetivos, a quienes parece
que lo único importante es ser
independientes y que los otros dejen de ser dependientes. En ese saco parecen
incluir a aquellas personas con las cuales se podría llegar a interactuar para
obtener ciertos logros, así como cualquier tipo de afectividad y de relación
entre personas que se quieren.
La interdependencia
es necesaria para poder tener unas buenas relaciones interpersonales y para
conseguir unos mejores, mayores y profundos logros en nuestra vida personal,
laboral, social y familiar. Actuamos con lo mejor de nosotros mismos, junto a
otras personas que también aportan su particular forma de ver la vida, con el
propósito de conseguir determinados objetivos y bienestar para todos.
A continuación, me gustaría compartir con ustedes algunas
de las ideas que Stephen
R. Covey expone en su libro “Los 7 hábitos de la gente altamente
efectiva”, las cuales, aunque conocidas por muchos, explican
claramente los conceptos de dependencia,
independencia e interdependencia, dentro de lo que él denomina el “continuum
de la madurez”.
Los seres humanos nacemos siendo totalmente
dependientes de los adultos. Luego, poco a poco, a lo largo de los años, nos volveremos
cada vez más independientes, física, mental, emocional y económicamente. Hasta
que podemos, en lo esencial, hacernos cargo de nosotros mismos.
Quiero recalcar que el grado de independencia logrado
por cada uno de nosotros puede ser muy diferente. Algunas personas se quedarán
a medio camino, habiendo adquirido cierto grado de independencia en algunas
áreas, aunque no en otras.
A medida que vamos creciendo y madurando, descubrimos
que los más altos logros tienen que ver con las relaciones con los otros;
que la vida humana también es interdependiente.
En el continuum de
la madurez:
La dependencia es el paradigma del tú:
tú cuidas de mí; tú haces o no haces lo que debes hacer por mí; yo te culpo a
ti por los resultados…
La independencia
es el paradigma del yo: yo puedo
hacerlo, yo soy responsable, yo me basto a mí mismo, yo puedo elegir…
La interdependencia
es el paradigma del nosotros:
nosotros podemos hacerlo, nosotros podemos cooperar, nosotros podemos combinar
nuestros talentos y aptitudes para crear juntos algo más importante.
Las personas
dependientes necesitan de los otros para conseguir lo que
quieren. No son dueñas de sí mismas. Necesitan de la ayuda de otros. Su
valía, mérito y seguridad dependen de la idea que los demás tengan de ellas. No
tienen confianza en sí mismas. Permiten que otras personas piensen y decidan
por ellas. Desean que otros solucionen los problemas que ellas deberían
resolver por sí mismas.
Las personas
independientes consiguen lo que quieren gracias a su propio
esfuerzo. Se desenvuelven por sus propios medios. Piensan por sí mismas. Pueden
ser analíticas, creativas y organizadas. Se dirigen a sí mismas. Su valoración
personal no está en función de lo que piensen los otros o de si las tratan bien
o mal.
Es fácil ver que la independencia es mucho más madura que la dependencia.
El paradigma social corriente entroniza la independencia. Es la meta
confesada de muchos individuos y movimientos sociales. La mayoría del material
acerca del autoperfeccionamiento pone la independencia sobre un pedestal, como
si la comunicación, las relaciones interpersonales, el trabajo de equipo y la
cooperación fueran valores inferiores.
Conviene señalar que gran parte del énfasis actual en
la independencia es una reacción contra
la dependencia: que otros nos controlen, nos definan, nos usen y nos manipulen.
El tipo de reacción que lleva a «romper las cadenas»,
«liberarse», «autoafirmarse» y «vivir la propia vida» revela a
menudo dependencias más fundamentales de las que no es difícil escapar porque
no son externas sino internas: dependencias como la de permitir que los
defectos de otras personas arruinen nuestras vidas emocionales, o como la de
sentirse víctima de personas y hechos que están fuera de nuestro control.
La independencia de carácter nos da fuerza
para actuar, en lugar de que se actúe sobre nosotros. Nos libera de depender de
las circunstancias y de otras personas, sin ser la meta final de una vida
efectiva.
El pensamiento independiente, por sí solo, no conlleva
un buen desempeño frente a la realidad interdependiente. Las personas
independientes, sin madurez para pensar y actuar de manera interdependiente,
pueden ser buenos productores individuales. No obstante, no serán buenos
líderes ni buenos miembros de un equipo. No operan a partir del paradigma de la
interdependencia, necesario para tener éxito en el matrimonio, la familia, la
realidad empresarial, así como en muchas de las situaciones que se nos
presentan día a día.
La vida, por naturaleza, es interdependiente. Tratar
de lograr la máxima efectividad por la vía de la independencia es como
tratar de jugar al tenis con un palo de golf: la herramienta no
se adecua a la realidad.
El concepto de interdependencia es mucho más
maduro, más avanzado.
Si soy físicamente
interdependiente, soy capaz y dependo de mí mismo, mientras que también
comprendo que tú y yo trabajando juntos podemos lograr mucho más de lo que yo puedo
lograr por mí mismo, incluso en el mejor de los casos.
Si soy emocionalmente
interdependiente, obtengo dentro de mí mismo una gran sensación de
valía, pero también reconozco mi necesidad de dar y de recibir amor, de
relacionarme profundamente con otras personas.
Si soy intelectualmente
interdependiente, comprendo que necesito mis propios pensamientos con los
mejores pensamientos de las otras personas.
La interdependencia es una elección que sólo
está al alcance de las personas independientes. Por consiguiente, corresponde a
las personas dependientes establecer una carrera para adquirir el carácter
necesario, siendo dueñas de sí mismas, logrando el mayor grado de confianza
posible, así como un desarrollo y dominio personales que les permita tomar las
riendas de su propia vida.
Bibliografía:
COVEY,
Stephen S., “Los 7 hábitos de las personas altamente efectivas”.
Solo a través de la interdependencia podremos crear nuevas realidades sociales!
ResponderEliminarPerdona, Ame. hasta ahora veo tu comentario, mucho tiempo después, cuando me dispongo a volver a publicarlo, con unas pequeñas modificaciones.
EliminarNecesitamos mucha interdependencia. Muchas personas se han vuelto muy individualistas y no se dan cuenta que todos conseguiríamos mucho más si colaboramos con otros.
Soy consciente que he de alcanzar la independencia para poder llegar a la ideal interdependencia. Trabajo para pasar por la independencia como puente y asi llegar a la interdependencia. En el término medio está la virtud y el equilibrio.
ResponderEliminarPaloma, espero que en estos meses hayas conseguido una mayor independencia y que así te puedas asomar a la riqueza que nos brinda la interdependencia... Aquí, más que término medio, nos referimos a ese continuum de la madurez, que partiendo de la total dependencia de los bebés, vamos adquiriendo una progresiva independencia y luego podremos acceder a la interdependencia deseable.
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