jueves, 7 de septiembre de 2017

Cuidado con utilizar la generalización excesiva



“Todos los árboles son iguales.”


Aunque, pensaba dejar provisionalmente aparcado el tema de los pensamientos irracionales, quise profundizar en el concepto de las generalizaciones excesivas, ya que frecuentemente escuchamos frases que utilizan este tipo de distorsión cognitiva. Encontramos este tipo de enunciados en los periódicos, en lo que dicen los políticos o los enamorados, en nuestras discusiones y en nuestro diálogo interior.

Suelo protestar, al comprobar que algunas personas cercanas utilizan tales generalizaciones. Cuando me corresponde hablar a mí, intento ser más precisa y procuro matizar mis afirmaciones.

Estaremos utilizando la generalización excesiva cuando, a partir de una experiencia concreta, extraemos una conclusión y la extendemos a un contexto más amplio, sin comprobar su veracidad.

La forma adecuada de proceder sería observar los datos disponibles antes de llegar a formular una conclusión que explique la información que tenemos. Luego, conviene comprobar si eso que pensamos se ajusta a la realidad. Si no es así, debería ser modificado.

Tomamos un acontecimiento, negativo o positivo, que ha ocurrido puntualmente y lo generalizamos, dando por hecho que va a repetirse constantemente. Llegamos, arbitrariamente, a la conclusión de que algo que ocurrió en alguna ocasión volverá a suceder una y otra vez. Así, partiendo de un dato o de una pequeña muestra de la realidad, suponemos que las cosas siempre van a ser iguales.

Si se fracasó una vez, se entiende que nunca saldrán bien nuestros planes.

Si algo salió bien, se cree que siempre será igual.

Si alguien te dice que te quiere mucho, piensas que todo lo que haga será una expresión de amor -aunque haya insultos, prohibiciones, celos y mentiras-.

Veamos un ejemplo que ilustra lo que sucede con la generalización excesiva:

Un joven tímido reunió todas sus fuerzas para pedirle una cita a una bella compañera. Cuando ella le dijo amablemente que no podía salir con él, ese día, porque tenía otro compromiso, aquel se dijo a sí mismo: "Nunca voy a poder salir con una chica.” “Ninguna mujer querrá ser amiga mía.” “Me quedaré absolutamente solo y triste toda la vida.” Haciendo uso de la generalización excesiva, llegó a la conclusión de que, al no haber recibido una respuesta positiva, ella lo rechazaría siempre. Y, puesto que todas las mujeres tienen idénticos gustos, él estaba condenado a ser rechazado por cualquier dama.

Como podemos ver en este ejemplo, parte del dolor que se siente ante lo que se interpreta como un rechazo, es consecuencia de una generalización excesiva. Si no existe ésta, algo que suceda podrá ser decepcionante pero no será demasiado perturbador.

Algunos casos de generalización excesiva:

Un mal paso significa que eres absolutamente incompetente.

Una mesa mal aserrada significa que nunca dominarás la carpintería.

El borrado accidental de un archivo significa que eres un total analfabeto en ordenadores.

La persona que suele hacer generalizaciones excesivas, parte de la creencia de que las mismas son ciertas. Por ello, no se cuestiona si son válidas o de aplicación en todos los casos.

Cómo identificar las generalizaciones excesivas:

Este tipo de pensamiento es muy común y es uno de los más fáciles de identificar o de “cazar”, pues está presente cuando se utilizan términos tan categóricos como: nunca, siempre, todo, cada, ninguno, nadie, ni uno, todo el mundo

¿Por qué son erróneos o irracionales estos enunciados? Porque, si nos detuviéramos a analizar aquellas frases que se dicen, veríamos que son exageradas, que no existe constancia de que las cosas ocurran precisamente como nosotros afirmamos, o como otros aseguran que se producen. Si encontráramos una sola situación en la que esa regla no tuviere confirmación, todo el planteamiento sería erróneo.

Por otro lado, al utilizar absolutos, se cierran las puertas de la posibilidad, bloqueando el acceso al cambio y al crecimiento personal. Para evitar que esas generalizaciones nos hagan daño, convendría ser más precisos y matizar nuestras afirmaciones.

A continuación, agrego unas refutaciones o rectificaciones para algunas de las generalizaciones excesivas con las que nos podamos encontrar. A ustedes, se les pueden ocurrir otras que sean diferentes. Lo importante es poner en duda la frase original, modificándola por una que sea realista.

Siempre hago todo mal.” Cambiémoslo: “Hago muchas cosas bien; pero, a veces, cometo errores cuando no estoy concentrado o cuando estoy aprendiendo a hacer algo.”

Nunca llego puntual al trabajo.” Puede modificarse por: “Normalmente, llego puntualmente a mi trabajo. Sin embargo, esta mañana me dormí y llegué tarde.”

“A nadie le interesa lo que me pueda pasar.” Mejor: “A algunas personas no les importa lo que hago, pero sé que María, Luis y Juan me quieren de verdad y, si me pasa algo, hacen lo posible por ayudarme.”

Todo el mundo piensa que soy difícil.” Procede sustituir por: “Aun cuando me relaciono sin problemas con mis amigos, José y Adriana, piensan que el trato conmigo es complicado.”  

“Les caigo bien a todos.” Conviene ser más realistas: “Suelo caerle bien a la gente, aunque hay personas con las que no me siento a gusto, como algunos de mis compañeros, en el trabajo.”

Siempre debo estar alegre y sonriendo.” Mejor, digamos: “Aunque es agradable encontrarme bien y feliz, la realidad es que, en ocasiones, no me encuentro con ganas de esbozar una sonrisa”.





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