lunes, 25 de septiembre de 2017

Con respecto al acoso escolar


   
No deberíamos caer en el error de considerar que el acoso escolar es ajeno a aquellos comportamientos, cuyos grados de intimidación y de agresividad hacia las personas, son susceptibles de ser tipificados como delito. Por el contrario, suele tomar como ejemplo este tipo de conductas e inspirarse en ellas.

Igualmente sucede que, cuando salen de la boca de los escolares los primeros insultos y amenazas, se tiende enseguida a quitarles la importancia que las mismas revisten, en lugar de intervenir desde el inicio, con lo que se evitaría que el problema creciera y llegara a ser mucho más difícil de atajar.

El acoso escolar puede ser síntoma de los problemas que existen en ciertos hogares y en la sociedad. De la soledad y la incomprensión que sienten algunos niños, o adolescentes. De la humillación a la que son sometidos los padres y que luego descargan en sus hijos. La falta de apoyo que pueda sentir una madre que debe trabajar y educar a sus niños, haciendo que todo marche en casa, mientras que el padre está ausente. En personas pertenecientes a grupos sociales marginados o en aquellas que parecen tener un alto poder adquisitivo, pero que, al igual que las primeras, disponen de muy poco tiempo para estar cerca de sus retoños.

Con seguridad, el acoso escolar es producto de la violencia que los niños ven por doquier y de las manifestaciones de agresividad, maltrato y odio, a las que tanto jóvenes como adultos, están expuestos. También, a la banalización de lo violento, debido a una sobreexposición a los videojuegos y a la insensibilidad que se alcanza por la persistencia de noticias en la televisión y las redes sociales. Sin apenas darse cuenta, los niños, sus familiares o sus amigos, pueden encontrarse inmersos en ese triste mundo del acoso escolar.

El acoso entre niños o entre adolescentes no surge de repente. Todas las conductas humanas tienen una historia previa y en gran medida son aprendidas. Por lo tanto, las actuaciones de los agresores, de las víctimas y de los testigos tienen origen en la relación con sus familiares y amistades, en el tipo de educación recibida, la cual incluye el manejo de las emociones y las consecuencias recibidas por sus comportamientos.

El carácter y la personalidad de un individuo se va formando y consolidando a través de los años. Tendrá que ver con la manera de ser de las personas que le rodean, de cómo se relacionan entre ellas, de lo que es importante para cada uno y de la concepción que tengan de la vida.

Además de aquello que pueda heredarse, cada uno de nosotros es el resultado de la interacción entre lo biológico y lo ambiental. Así mismo, de la manera que tengamos de actuar ante lo que nos sucede y de la forma cómo reaccionan las personas de nuestro entorno ante la expresión de las emociones. Se van asimilando multitud de datos que provienen de la familia, de las amistades y de la sociedad. Por tanto, al existir muchos factores que contribuyen para que cada uno sea como es, no valen las explicaciones simplistas para afrontar un problema complejo como el que estamos analizando.

El acoso no es un tema exclusivamente imputable al agresor, a su forma de ser, a cómo ha sido educado, a pesar de que se haya restado importancia a algunas de sus conductas. Como algunos quieren hacernos creer, tampoco, es imputable a la víctima por su falta de habilidades sociales o porque necesite aprender a ser más fuerte, menos sensible. Sería injusto decir que los responsables son los padres. Cargar de culpa a los testigos que no intervinieron o tardaron en hacerlo sería buscar un mero subterfugio.

Centrándonos en los acosadores, sería conveniente conocer el mayor número de datos relativos a su historial particular: cómo han sido educados, si mantienen relaciones cercanas con la familia y con sus amigos, o bien, si existen graves problemas en sus hogares. ¿Qué sucede cuando son agresivos? ¿Han sido, sus padres, muy estrictos con ellos? ¿Sobreprotectores, quizás?

¿Qué les lleva a acosar a otros niños? ¿Necesitan sentirse fuertes para que otros les valoren y respeten? ¿Por qué les cuesta aceptar las diferencias? Hay algo en ellos que les hace querer imponerse o rechazar a ciertas personas, burlarse de ellas, herirlas o ignorarlas. Probablemente, ni los padres, ni los profesores o sus cuidadores habrán identificado ciertas conductas como problemáticas y precursoras del abuso. Como he mencionado, habrán quitado importancia a pequeños fallos que, de haberse intervenido a tiempo,  no hubieran terminado en acoso.

Cualquier persona puede convertirse en la víctima escogida por los acosadores para descargar sobre ella su rabia, su malestar, su odio o sus burlas. Puede deberse a alguna característica física, a su carácter o inteligencia. A su forma de actuar o de responder ante los problemas. Asimismo, por algo casual, como quedarse dormido en el autobús, que se le hayan caído los libros o que no les guste la ropa que les han obligado a ponerse.

Algunos serán tímidos, otros tendrán ciertos intereses especiales. Sus familias y la forma como han sido educados puede ser muy diversa. Algunas habrán sido muy exigentes mientras que, otras, fueron exageradamente protectoras. Hay padres que se dan cuenta de que algo está yendo mal con sus hijos; mientras que, otros, tan sólo lo advierten cuando es demasiado tarde y los hijos llevaban años sufriendo en silencio.

Las víctimas se verán más o menos afectadas según sea su capacidad para afrontar las dificultades que surgen, si son capaces de tolerar la frustración y en función de los recursos que tengan, ante las actuaciones de los acosadores.

Los testigos silenciosos son aquellos niños que ven las agresiones pero que no actúan, por miedo a perder la amistad de los cabecillas o convertirse en el blanco de sus burlas. Los profesores, los cuidadores o los padres, prefieren quitar importancia a las conductas abusivas, calificándolas como cosas de niños o creyendo que es algo puntual y que ya pasarán con el transcurso del tiempo.

Lamentablemente, al no actuar para evitar la violencia, se vuelven cómplices de lo que sucede.




 Imagen encontrada en Internet, adaptada para el blog.




1 comentario:

  1. Correcto, el acoso escolar es algo que deja una huella tatuada en el cerebro. Las víctimas están impotentes y los acosadores no son conscientes del dolor que produce el constante asedio. Comproometámonos a intervenir en estos avisos.

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