viernes, 13 de octubre de 2017

La “lectura del pensamiento” y “el error del adivino”, nos llevan a cometer grandes errores



EI tema de hoy tiene relación con aquello que decía cuando quise transmitirles la idea de que, al comunicarnos con otros, conviene expresar claramente lo que pensamos y queremos, ya que en ocasiones, a buen entendedor, pocas palabras no bastan.

Al final del escrito indicado, hacía referencia a un tipo de pensamiento irracional, o distorsión cognitiva, que se conoce como conclusiones apresuradas, el cual hace que nuestra mente se dispare, intentando dar explicaciones diversas a aquello que no entiende, sin que estén sustentadas con lo que la otra persona nos pueda haber comunicado de forma explícita.

Parte de la bibliografía sobre los pensamientos irracionales la encontramos en libros que nos hablan de la depresión o de la autoestima, en los que encontramos ejemplos de pensamientos dolorosos, poco específicos, o aquellos que se centran en las carencias y los defectos, en lugar de ser más ponderados y ver también las cualidades.

Quiero aclarar que los pensamientos irracionales no son todos de tipo negativo; ya que ciertas ideas presentadas como positivas, pero, que adolecen de una base real, también pueden ser muy nocivas.



Esta distorsión cognitiva nos lleva a sacar deducciones apresuradas, ya sean positivas o negativas, sin que haya datos objetivos que las justifiquen. Como consecuencia de lo cual, llegamos arbitrariamente a una idea que no puede ser comprobada mediante los datos que conocemos.

Las conclusiones apresuradas se dan fácilmente en las relaciones de amistad o de pareja, cuando un comportamiento, un gesto o una mirada se interpretan como una forma de acercamiento, o de rechazo, sin existir otros elementos que lo confirmen y sin que haya habido anteriormente una verdadera comunicación con esas personas.       

Este pensamiento irracional se pone de manifiesto de dos formas distintas: mediante "la lectura de la mente" o  a través de "el error del adivino".

* * * Por medio de la lectura de la mente, pretendemos saber qué es lo que la otra persona piensa, sin que nos lo haya expresado abiertamente. Pensamos que alguien quiere una relación más cercana o que tiene una mala opinión de nosotros, pero sólo son suposiciones, sin ninguna base comprobable. Es más, ni siquiera nos tomamos la molestia de averiguar si estamos o no en lo cierto. Simplemente, damos por hecho que, lo que imaginamos, es verdad.

Cuando utilizamos esta forma de pensamiento distorsionado, suponemos que todas las personas del universo piensan y actúan como nosotros. Éste es un error fácil, pues se basa en el fenómeno de la proyección: supones que los demás sienten como tú, tienen tus propias creencias y que ven el mundo de la misma forma, haciendo caso omiso de las diferencias que existen.

Por otra parte, leer el pensamiento es contraproducente porque, a veces, nuestro temor a que otras personas nos rechacen puede acabar haciéndose realidad. También, pensar que tenemos el afecto de esa persona o que nos apoya incondicionalmente, puede conducirnos a grandes desilusiones.

Cuando practicas la lectura mental, tienes la percepción de que la misma es correcta, por lo que procedes como si fuese la idónea. No contrastas con los demás tus interpretaciones porque no tienes dudas, estás convencido de que tus pensamientos reflejan lo que es la realidad. El problema es que actúas de acuerdo a tus percepciones erróneas y esto afecta tu visión de la vida y crea problemas en tus relaciones con otras personas, debido a las falsas expectativas y a tus equivocaciones en cuanto a la interpretación de la realidad. Veamos unos ejemplos:

-Estás pronunciando una conferencia y te das cuenta de que un hombre sentado en la primera fila está cabeceando. Ese hombre ha estado casi toda la noche sin dormir, pero tú no lo sabes. Por tu mente pueden pasar pensamientos como: "La gente está aburrida", “No les interesa lo que digo”.

-Un amigo se cruza contigo, por la calle,  y no te saluda porque está tan absorto en sus pensamientos que no te ve. Podrías llegar a alguna conclusión errónea: "Me ignora, así que ya no debo caerle bien", “Está molesto conmigo y por eso ni me ha saludado” “Es un  maleducado, ni se ha dignado a pararse y decirme algo”.

-En una reunión, alguien que acabas de conocer es muy amable contigo y permaneces hablando amenamente con él, durante un par de horas. A raíz de ello, piensas que está interesado en ti y das por hecho que es el comienzo de una relación especial.

Tal vez usted responda a lo que previamente se ha imaginado, retrayéndose y contraatacando. Estas conductas, que han empezado sobre unos pensamientos equivocados, pueden llegar a convertirse en una profecía que se cumple. Al haber iniciado una interacción negativa, cuando, en el fondo, no pasaba nada; ya que todo era un producto de su imaginación.

La lectura mental es fatal para la autoestima porque tienes una tendencia a pensar que todo el mundo comparte contigo las dudas que tienes sobre ti mismo. “Le estoy dando la lata”, “Está enojado porque llegué tarde”, “Está atento a todos mis movimientos en busca del más mínimo error porque quiere echarme del trabajo.” Produce trágicos errores de cálculo en tus relaciones. Veamos algunos ejemplos:

-Luis era un electricista que, muy a menudo, suponía que su esposa, María, estaba enojada con él cuando ella se ponía a dar vueltas por el apartamento con una mueca de disgusto. En lugar de preguntarle qué era lo que le estaba ocurriendo, de forma que pudiera establecerse un diálogo, daba por hecho que, a su mujer, le disgustaba la presencia de él en la casa; razón por la cual, se volvía, cada día, más huraño y retraído.

En realidad, María hacía esa mueca cuando le dolía algo, cuando andaba con prisas o cuando estaba preocupada por las finanzas domésticas, que era casi siempre. Pero la conducta de Luis hacía que ella fuera incapaz de sincerarse y darle a conocer a su pareja el motivo de su profunda preocupación. Ella, a su vez, interpretaba la actitud de su marido como falta de interés, por lo que tampoco hacía nada para que el problema pudiera solucionarse.

Este ejemplo nos ilustra que frecuentemente se utiliza la lectura de la mente, agregando información arbitraria a los hechos reales, de acuerdo a nuestros miedos, nuestras expectativas o a que estamos convencidos de que conocemos perfectamente al otro y sabemos lo que está pensando. Esto se convierte en una fuente de disgustos, de malentendidos y un incremento de emociones que nublan nuestra visión de la realidad y nos impiden actuar de forma adecuada, para poder solucionar las dificultades que se presentan en nuestras relaciones.

Puedes darte cuenta de que estás utilizando la lectura mental si escuchas atentamente lo que dices cuando te cuestionan por qué hiciste una suposición, o si te preguntas a ti mismo por qué llegaste a esa conclusión. Te pueden surgir frases como: “No es más que una fuerte intuición”, “Simplemente, así lo creo”, “Lo sé”, “Estoy seguro de que eso es lo que está pensando, lo conozco muy bien”, “Tengo la impresión de que es así.”

Estas frases muestran cómo llegamos a ciertas conclusiones, sin tener pruebas reales. Esa “intuición” no es más que un pretexto para seguir conjeturando, para creer que lo que pensamos es cierto, para tener una justificación a nuestra manera de actuar, culpando a otros por su forma de ser, de pensar y de obrar. Sin embargo, la realidad nos indica que hemos sido nosotros quienes nos hemos fabricado toda una tormenta.

Si tienes el hábito de la lectura mental necesitas hacer refutaciones especialmente enérgicas, que te devuelvan a la realidad. La regla más importante es la de ser específico y preciso. El centrarse en hechos conocidos y objetivos es la mejor forma de dejar de creer que los demás están pensando mal de uno.

He aquí algunas refutaciones específicas que son efectivas contra la lectura mental:

-¡Para, ya! ¡Es absurdo, no sabes si es verdad!

-No tengo forma de saber lo que otras personas están pensando.

-La única manera de conocer la opinión de los demás es preguntándosela.

-No supongas nada. Compruébalo.

-¿En qué te basas para decir eso?

* * * Ahora, hablaremos de otra forma de llegar a conclusiones apresuradas: el error del adivino. Se refiere a la tendencia a predecir lo que va a ocurrir en el futuro, ya sea teniendo el convencimiento de que las cosas irán mal o queriendo un desenlace feliz, sin que existan fundamentos para ninguna de las dos alternativas.

Algunas personas con tendencia a la adivinación creen que les va a ocurrir algo malo, aunque no tengan ninguna base que justifique tal creencia. ¡Simplemente, se lo imaginan! Parece que sólo tengan tal poder para lo negativo. No piensan que sus proyectos puedan hacerse realidad, sino todo lo contrario. Por ello, su predicción actúa sobre su deseo, y, valiéndose de su capacidad profética, consiguen que el resultado les sea adverso. Cuanto más desean algo, más se convencen de que no van a conseguirlo.

Se llega a un resultado similar, cuando, utilizando el error del adivino, se piensa que el futuro será perfecto, aun en ausencia de bases sólidas que respalden esa convicción. Al darlo por hecho, no se trabaja lo necesario para conseguir que las cosas funcionen y para solucionar los problemas que puedan surgir en el camino.

La errónea interpretación, por nuestra parte, de un supuesto mal gesto de otra persona, entra de lleno en la lectura de la mente. Cuando suponemos que está disgustada con nosotros, vamos en busca del error del adivino y creemos que, en el futuro, no va a querer volver a vernos o a hablar con nosotros. Tenemos tanta convicción en nuestra suposición, que la misma nos lleva a cometer una serie de torpezas, todas ellas encaminadas a  ratificar nuestra predicción.

-De un amigo distante, pensamos “ya no va a querer ser mi amigo”. Por lo tanto, dejamos de escribirle, lo cual conduce a que, en algún momento futuro, dejará de considerarnos su amigo.

El error del adivino es un tipo de pensamiento anticipatorio. En lugar de vivir el momento, de esperar sin ansiedad a que los acontecimientos se sucedan, nos adelantamos en el tiempo, imaginando la escena, el desarrollo y el desenlace de la trama.

Estos pensamientos modifican gravemente nuestra conducta ya que cuando nos disponemos a hacer determinadas actividades, si imaginamos unas consecuencias negativas o adversas, acabamos por adoptar comportamientos que nos llevan a sentirnos frustrados. Si, por el contrario, como habíamos visto antes, estamos convencidos arbitrariamente que habrá unos resultados positivos, terminamos atentando contra nosotros mismos, dejando de actuar como sería necesario, para conseguir lo que deseamos.

Veamos algunos ejemplos de cómo funciona este error del pensamiento:

-“No quiero ir a la fiesta, porque sé que pondré cara de aburrida y los demás van a pasar de mí.”

-“No voy a intentar arreglar las cosas con Juan, porque sé que me va a decir que estoy equivocado y que no va a cambiar su postura.”

-“No merece la pena estudiar para este examen porque sé que lo voy a suspender.” (¡Lo cual, si me permiten la chanza, me parece de una lógica atronadora!)

Aquí, estamos utilizando nuestra bola mágica de la fatalidad, para anticipar resultados negativos, que no tienen por qué ocurrir. Sabemos, por experiencia, que nos encontramos con sorpresas que contradicen nuestras predicciones arbitrarias, por lo que puede ocurrir que terminemos haciendo algún comentario como: “¡Vaya! ¡Al final, me lo he pasado muy bien, y eso que no quería venir!”






Bibliografía:

BURNS,  David, Sentirse bien, Ed. Paidós, Barcelona.

GAJA JAUMEANDREU, Raimon., Bienestar, autoestima y felicidad. Ed: Plaza & Janés, Barcelona.

McKAY, Matthew y FANNING,  Patrick: Autoestima, evaluación y mejora. Ediciones Martínez Roca, S.A., Barcelona.

Artículo encontrado en Internet: Errores del pensamiento (I): Adivinación (Lectura de pensamiento y Error del adivino)





Imagen encontrada en Internet, modificada para el blog:




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