lunes, 19 de junio de 2017

El vacío mental, como mecanismo de defensa



Algunos hechos ocurren de forma sorprendentemente extraña. No sabemos por qué suceden, cuál es su finalidad ni qué hace que ocurran en aquel preciso momento de nuestra vida y no en otro. Puede ser algo imprevisto, incluso un malentendido, que nos conduce por un camino inesperado y desconocido.

Sin nosotros pretenderlo, nos cruzamos con alguien en el preciso momento en el que la vida de éste va a dar un vuelco negativo, pudiendo darse el caso de que tal coincidencia haga más llevadera la nueva situación para la persona en cuestión.

Son muchas las situaciones que tienen un punto de misterio. Pareciera increíble que una respuesta inocente y espontánea de un niño pequeño pueda hacer cambiar la vida de muchas personas. Que la repentina decisión de cancelar el viaje que se tenía previsto realizar durante las vacaciones estivales, pueda suponer una ayuda inestimable para una madre que caerá gravemente enferma.  Que el hecho de cambiar de opinión, en el último momento, asistiendo a una cena a la cual no tenía intención de presentarse, pueda significar el encuentro con otra persona y el inicio de una relación que cambiará la vida de ambos.  

Me llama poderosamente la atención constatar la forma cómo han vuelto a comunicarse recientemente algunas personas, las cuales, no habían tenido noticias, la una de la otra, durante décadas. Por alguna razón inexplicable, a pesar de haber existido distintos intentos de contacto por alguna de las partes, la comunicación no se produjo hasta que hubieron pasado muchos años.

He llegado a pensar que, en ocasiones, la casualidad establece una alianza con la oportunidad, que es la que determina cuál es el momento adecuado para aprender ciertas lecciones y para descubrir aspectos que desconocíamos. Procede que nos demos cuenta de que nuestra visión acerca de algunas etapas de nuestras vidas era  incompleta y que nos llevaba a ciertas interpretaciones erróneas de lo que nos había ocurrido. Porque, además, poco tenían que ver con la versión que nos habían hecho llegar otras personas.

Revisando Facebook, no es extraño descubrir casualmente mensajes de amigos, a los cuales conocimos en el colegio o en la universidad, que han estado colgando durante mucho tiempo y de los cuales no nos habíamos apercibido. Suelen producirnos una agradable sorpresa y los respondemos alegando que, por casualidad, acabamos de verlos. Lo cual, nos brinda la posibilidad de restablecer nuestra comunicación y darnos cuenta de que las experiencias que intercambiamos nos conducen a la conclusión de que nos hemos convertido en personas razonablemente distintas a las que éramos en aquellos tiempos. Aunque, probablemente nos sucederá que descubramos a personas con mayores conocimientos y amplitud de miras, de las que conocimos cuando éramos compañeros.

Me permitirán que les haga partícipes de una experiencia personal. Hace un par de  años, me pidieron que estableciera contacto con una compañera del colegio y me dieron un número de teléfono y una dirección. Llamé varias veces, pero no hubo contestación. Le escribí, pero, me devolvieron la carta indicando en el sobre que la destinataria no vivía en aquel domicilio. Por si no hubiese cambiado de ciudad y tuviera el mismo número de teléfono, llamé muchas más veces, hasta que mi insistencia tuvo premio y logré hablar con ella. De esto hace, tan sólo, muy pocas semanas.

Fue increíble  descubrir que, a pesar de ser compañeras de clase durante diez largos años, nuestra relación había sido prácticamente inexistente. Pero, no olvidaré la agradable conversación telefónica que mantuvimos y lo interesante que resultaron los temas que abordamos. Parecía como si hubiésemos sido amigas de toda la vida y nos hubiésemos hablado a menudo. Gracias a este reencuentro, descubrí que mi antigua compañera es una bella persona, con un gran sentido del humor y una forma estupenda de ver el mundo.

Recuerdo que me dijo que las monjas y los profesores de nuestro colegio no se habían ocupado de que hubiera una mayor integración y compañerismo entre nosotras, que éramos las que conformábamos la clase. Pusieron gran énfasis en la adquisición de conocimientos, mientras que se olvidaron de la parte humana de las alumnas y de la forma como se daban las relaciones entre las integrantes de la clase. Ello trajo como consecuencia que existiese un ambiente de poca camaradería, en el que primaban la independencia y la competencia en lugar de la comprensión, la colaboración, el respeto y el establecimiento de unos vínculos sanos.

Es interesante constatar que se puede llegar a contemplar nuestra existencia desde perspectivas totalmente nuevas, gracias a la reaparición de experiencias que llenarán los vacíos mentales que indefectiblemente sufrimos los mortales. Pienso que se crean como un mecanismo de defensa por el que el individuo busca protegerse del conflicto generado por situaciones que fueron penosas y muy dolorosas.




Imagen encontrada en Internet, modificada para el blog: desmotivaciones.es_34 En las lagunas mentales es donde naufragan las ideas




2 comentarios:

  1. Magistral Magdalena!!! Yo fragmentaria el texto en dos partes, por a lo que solo yo he percibido. Primero pasaria a mencionar la causalidad con la casualidad. Las circunstancias que te impiden hacer algo, para encontrarte con algo que ni pensabas. Casualidad, o quizá todo es debido a una causalidad?
    Por otra parte, gracias a esa conversación con tu compañera, daría respuesta a que muchas veces pensamos en una persona que conocimos de manera superficial, pero que la vida nos vuelve a poner en contacto para que podamos darnos cuenta de cómo es la persona que conocimos. Si en un pasado nos hubiéramos llevado una mala impresión de alguien, tendríamos ganas de volver a entablar contacto con ella? Nos has demostrado que un conocimiento superficial de alguien, no debe pararnos para volver a tener ese contacto que nos puede sorprender gratamente. Gracias por la lección de vida.

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    1. Gracias, Yolanda, por tu comentario. Ante determinados hechos que suceden, nos podemos preguntar si ha sido casual que sucedieran en ese momento o si era necesario que ocurrieran para que pudiéramos comprender algunas cosas o ir un paso más allá en el conocimiento de nosotros mismos. Sea como sea, lo ideal es que aprendamos de ellos y los disfrutemos, cuando traigan elementos positivos a nuestra vida.
      En cuanto a tu segundo apartado, procuro no hacer juicios acerca de las personas, aunque es una realidad que no todas las personas pueden ser compatibles con nosotros. Incluso, pueden serlo en una época y, luego, resultar ser completamente ajenos a nuestra vida. En este caso, del escrito, me refería a una compañera que era una persona totalmente neutra para mí y de la que no sabía nada de su vida o, al menos, no lo recordaba. Ya nunca será una desconocida para mí.

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