Me
preocupa constatar cómo a mucha gente se le enseña a obedecer, a creer que el
pensamiento de otros es más importante que el suyo propio, a no confiar en su
criterio y a depender del de los demás. Algunos, siguen esos mandatos
familiares y sociales durante toda su vida, sin cuestionarlos ni revisarlos.
Otros, afortunadamente, recorren un camino distinto, buscando respuestas en su
interior, profundizando en el conocimiento de sí mismos, aunque, no les importe
recurrir al diálogo con otras personas. Procuran escuchar y aprender, lo cual,
no implica que renuncien a su propio criterio.
Hay
quienes viven la vida esperando que, sin hacer ellos casi nada, se produzca un
cambio en las circunstancias que les envuelven, en las creencias de la gente y,
sobre todo, que cambien de criterio las personas que les rodean para que puedan
actuar con ellos, de forma diferente. Suelen centrarse, igualmente, en lo que,
en su criterio, fueron equivocaciones, protestando de las decisiones tomadas por
ellos mismos, o por cualquier otro individuo. Pasan de un extremo al otro,
culpándose a sí mismos, o a los demás, eludiendo su propia responsabilidad y
renuncian a su capacidad para actuar de manera diferente. Se pasan la vida
rememorando el pasado o proyectando un
futuro utópico; mientras tanto, se olvidan de vivir el momento presente,
que es el único en el que pueden actuar, disfrutar y vivir plenamente.
Desde
hace unos meses, tenía guardada una carta escrita por Francisco J. Ángel Real,
quien más tarde pasó a utilizar el pseudónimo de Anand Dílvar, para publicarla en mi blog, porque me gustó
mucho cuando la leí. Se titula “Carta a
mí mismo” y es una de las cuatro
cartas imaginarias que se incluyen en su libro titulado “El esclavo”, una obra de muy pocas páginas y de fácil
lectura; la cual, no obstante, nos deja muchos temas para pensar.
El
texto de la misiva es suficientemente elocuente, por lo que, sin más
comentarios, he pensado que les gustaría
compartirlo conmigo. Espero que les guste.
Estimado amigo:
Me llamo amigo, porque
eso es lo que quiero ser conmigo mismo ahora. Por mucho tiempo yo fui mi peor
enemigo, de hecho, fui mi único enemigo.
Fui yo el que permitió
que el miedo dominara mi vida. Fui yo el que se aferró a las penas del pasado
para llenar mi presente de sufrimiento. Era mi propia voz la que escuchaba en
mi cabeza y que me convencía de no merecer lo bueno y que me hacía sentir menos
que los demás.
Fui yo mismo el que me
llené de inseguridades y dudas, de celos y resentimientos. Fui yo mismo el que
me juzgué y me critiqué en todo lo que hacía. Yo mismo afecté mi salud y mi
bienestar y fui yo mismo el responsable de los problemas en mi vida. En mí
estaba la solución y en mí estaban todas las respuestas.
Fui yo mismo el
acusado, el juez y el verdugo de mi propia vida. Yo mismo dicte las sentencias
y yo mismo me impuse castigos.
Y, sin embargo… hoy me
perdono todo, porque me doy cuenta que siempre hice lo mejor que pude. Comprendí
que fui un ser sensible y vulnerable como lo son todos los seres humanos y que
las experiencias de mi vida moldearon mi personalidad. Hoy rechazo la culpa que
siento por mis errores ya que en nada ayuda y nada soluciona.
Aprendí tarde, que era
yo capaz de cambiar mi vida a pesar de mis heridas y de las situaciones que me
rodearon. Tarde comprendí que era yo mi propio dueño, que mis pensamientos
moldearon mi existencia, que no era un esclavo de las circunstancias y que en mí
estaba el poder de mejorar, de cambiar y de vivir en armonía.
Puedo ver ahora que mi
vida fue maravillosa a pesar de las pérdidas y heridas que todos compartimos.
Agradezco la oportunidad que tuve de ver, de oír, de sentir, de saborear, la
oportunidad de compartir con otros mi vida y la oportunidad de amar a mis
semejantes.
Hoy me deshago de
viejos resentimientos hacia otros y hacia mí mismo.
Hoy rompo las cadenas
con las que yo mismo me até.
Hoy me libero del
miedo y de la culpa.
Hoy me perdono por
todos mis errores.
Hoy admito que nadie
tiene control sobre mis pensamientos.
Hoy admito que nadie
tiene control sobre mis sentimientos.
Hoy me libero de todas
mis heridas.
Hoy es un buen día
para morir.
Me quiero…
Atentamente, la
persona más importante de mi vida.
Bibliografía:
“Carta
a mí mismo” está incluida en el libro: "El
Esclavo", de Francisco J. Ángel Real, conocido con el seudónimo de
Anand Dílvar.
Un artículo que me ha impactado, que me ha parecido tan real, que se puede ver reflejado en la conducta de otras tantas personas, que viven sometidas a las normas familiares y no se atreven a rechistar, por no desencadenar una batalla, que les haga reclamar su derecho a opinar. Y en consecuencia no arriesgan su posición que se haya anclada en el conformismo paralizante, pero más tranquilo con el exterior. Esos individuos seguirán sufriendo conflictos internos, que no encontrarán alivio porque saben que no
ResponderEliminarestán siendo leales consigo mismos. Me alegra que ese amigo, haya tenido la oportunidad, finalmente de perdonarse y ser sincero con su "yo" interior.
Gracias por tu comentario, Paloma. Hay mucha gente que no se atreve a rechistar, como tú dices, y a dejar de seguir unas normas familiares que les asfixian y no les permiten ser como quieren ser. Sería deseable que esas personas logren ser sinceros y leales consigo mismas y que decidan cuál será su camino; seguramente empezarán a aliviarse esos conflictos internos.
EliminarSan Francisco de Asís. Perdonando es como seremos perdonados. El perdón debe empezar por nosotros mismos.
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