viernes, 16 de junio de 2017

Hablando de sexo, en Londres (Hace más de treinta años)



 


Era el tercer verano consecutivo que Alejandro y Hassan habían pasado en Londres. Ambos, acababan de superar con brillantez los exámenes finales, por lo que recibirían el Cambridge Certificate of Proficiency in English.

A diferencia de su amigo, proveniente de un país del Oriente Próximo, el español sabía que sus estancias veraniegas en Inglaterra se habían terminado. Una vez finalizada la carrera de Derecho, le esperaban otras obligaciones. Hassan, en cambio, era el primogénito de una adinerada familia numerosa y se había matriculado en la London School of Economics and Political Science (LSE), para cursar un Master en Dirección de Negocios, de diecisiete meses de  duración.

A veces, Alejandro se preguntaba cómo había sido posible que hubiesen establecido una amistad tan sólida, a pesar de las diferencias existentes en su forma de actuar y en la cultura en la que habían sido educados. Hassan era algo mayor que su compañero, había cumplido los veinticinco años y, al igual que Alejandro, era soltero. Delgado por naturaleza, aparentaba ser más bajo de estatura por tener tendencia a ir encorvado; lo que, al parecer, era debido a una lesión en las vértebras, que había sufrido como consecuencia de un accidente. Tenía la tez oscura, los ojos negros, la mirada profunda y la boca grande. Su nariz aguileña ponía de manifiesto sus orígenes. Fumaba cigarrillos ingleses sin filtro y no tenía ningún reparo en beber lo que fuese necesario, al terminar el día, una vez hubiese quedado libre de sus obligaciones. Parecían no importarle las relaciones afectivas con las chicas; aunque, hacía uso de sus mejores recursos, cuando habían pasado demasiados días desde la última vez que hubiese gozado de una compañía femenina en la cama.  

Apenas había comenzado la noche del viernes. Pero, no parecía haber dado inicio con muy buen pie, porque, Osmán, un primo de Hassan, funcionario en la embajada de su país en la capital del Támesis, se había encerrado en su casa, con una de sus amigas, dejándoles colgados.  Razón por la cual, se habían ido provisionalmente al traste los planes que habían hecho. No obstante, puesto que estaban cómodamente instalados en casa de Hassan, decidieron esperar a que el diplomático diera señales de vida.

-No sé qué interés tuvo mi primo en que yo fuera conocedor de sus frecuentes encuentros sexuales -se preguntó, Hassan-. Cuando me dijo que había comprometido el apartamento de debajo del suyo, por cuenta mía, le dije que estaba loco.

-¿Por qué? ¡South Kensington es una de las mejores zonas residenciales de Londres!

-¡No tengo ninguna duda! Pero, te olvidas de un pequeño detalle: ¡El precio del alquiler es astronómico!

-¡Eso es verdad! ¿Cómo lo hiciste?

-Le dije a mi primo que se encargara de sacarme del atolladero en el que, él mismo, me había metido. No sé lo que hizo, pero, mi padre estuvo de acuerdo en aumentar mi asignación mensual. Creo que Osmán le argumentó que tendría una residencia a su disposición para cuando quisiera visitar Londres -explicó, el amigo del español, apurando lo poco que quedaba de whisky, en su vaso.

-¡Me encanta el estilo, inconfundiblemente londinense, de esta preciosa vivienda! -exclamó, Alejandro- Imagina lo inmensamente grande que sería esta casa de cuatro pisos, antes de reconvertirla en apartamentos. ¡Menudo problema para mantenerla limpia!

-¿Problema? -repitió Hassan, sorprendido- Mantener la casa ordenada y a disposición del marido, es lo primero que aprenden nuestras mujeres, desde que son niñas.

-En nuestra civilización europea, la cosa no funciona así -replicó, Alejandro-. Aunque demasiado lentamente, el machismo se está erradicando.

-No te ofendas, Alejandro; pero, debo decirte que, en líneas generales, vosotros, los europeos,  sois mucho más hipócritas que nosotros, los árabes. ¡No digo que éste sea tu caso! Tú, para mí, eres como un hermano, te lo he dicho en más de una ocasión -dijo, Hassan, con emoción-. Como primogénito que soy, el día que vengas a mi casa, podrás elegir entre cualquiera de mis tres hermanas y quedarte con la que más te guste.

-¡Por favor, Hassan, no digas barbaridades! ¡Parece extraño que no me conozcas!

-Precisamente porque te conozco, una de mis hermanas, recibiría como marido el hombre que se merece. Te puedo garantizar que, cualquiera de ellas, está preparada para convertirse en el pilar fundamental de la casa. Será la que te dará hijos, los educará y cuidará de todos los negocios domésticos. La mujer, en nuestra cultura, es el ancla a la que está sujeta la nave, no importa lo fuerte que sea la tempestad que se levante.

-¿No te das cuenta que, obviando el amor que es preceptivo que exista entre un hombre y una mujer, condenarías a cualquiera de tus hermanas a un matrimonio por conveniencia?

-Nuestras mujeres, aprenden a amar al hombre que está dispuesto a formar una familia, que cuida de ellas y las protege. Es justo lo contrario de lo que ocurre en vuestra cultura; que, a medida que pasan los días, el amor entre los esposos, o entre la pareja -me da igual- desaparece progresivamente, hasta que se extingue. ¿Me quieres decir a qué obedecen tantas separaciones, divorcios o infidelidades?

-¿Por qué dices eso, si a vosotros os basta tomar cuantas esposas estiméis por conveniente?

-Nuestra religión nos lo permite y no hay nada de indecente, hipócrita o ilegal. Porque, nosotros, seguimos siendo responsables de nuestras obligaciones familiares.

-Es la segunda vez que pronuncias la palabra hipócrita -intervino Alejandro-. Me llama mucho la atención.

-¿Acaso no es hipocresía sacrificar el amor de una mujer por la apetencia incontrolada de sexo?

-¿Qué quieres decir?

-Me entiendes perfectamente, no te hagas el loco -pareció molestarse Hassan-. No importa la cantidad de amor que se sienta, el sexo en el ámbito de la pareja no sólo es lícito, sino conveniente. En cambio, no he visto raza animal sobre la capa de la tierra, que tenga una conducta tan hipócrita como la del hombre occidental.

-Continúo, sin entenderte, Hassan -insistió, Alejandro.

-¡Anda, toma, sírvete un trago! -ofreció, el inquilino de la casa a su amigo, acercándole la cubitera con hielo- ¿Te parece honesto que los hombres europeos vayan en busca del sexo, a espaldas de su pareja?  ¿Qué tengan el cinismo de hacer, del adulterio, un arte? ¿Qué se haya creado un negocio de miles de millones de Libras Esterlinas, que gira alrededor del sexo? Basta darse una vuelta por el Soho y ver que está plagado de revistas, videos pornográficos y salas de cine. No entiendo el placer que muchos sienten, viendo copular a una pareja, ya sea encima de un escenario o en una pantalla.

-Por emplear tus mismos términos, tú no entiendes, amigo mío, el concepto occidental de libertad sexual. La misma libertad, de la que pueden disfrutar nuestras mujeres, a diferencia de la esclavitud a la que están sometidas las vuestras.

-¿Sabes lo que te digo, Alejandro? Es mucho mejor que dejemos aparcada esta conversación porque podríamos terminar lesionándonos, ambos.

-¡Entre nosotros dos, eso que tú dices, jamás podrá ocurrir! -rechazó, el español.

-Mientras no profundicemos en la pornografía infantil, los abusos sexuales a menores, la violencia de género… Prácticas que me parecen imposibles de hallar en el mundo de los animales.

-Si, en cuestión de media hora, no baja tu primo, te voy a llevar a un club de Oxford Street que no conoces -dijo, Alejandro, con determinación.
 



Imagen encontrada en Internet, modificada para el blog.




4 comentarios:

  1. Interesante choque de culturas en el ámbito sexual, pero que podría extenderse a más costumbres que diferencian un pensamiento de otro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es, Yolanda. Hay muchas diferencias entre esas dos culturas... En la concepción de la familia, de las relaciones, las costumbres, la hospitalidad... Por ello, es interesante ver que ese par de amigos podía hablar abiertamente de todo ello, mientras existiese un gran respeto entre ellos.

      Eliminar
    2. Este es un tema para analizar con despacio, cuidado y mucho conocimiento de las culturas involucradas. Yo conozco un poco de ambas por haber vivido tanto en países árabes como europeos. En Irán, donde las leyes islamicas chiítas son un poco menos drásticas que las sunitas de Arabia Saudita por ejemplo, tuve la oportunidad de convivir por unos días con una pareja conformada por un iraní y una colombiana nacionalizada en Inglaterra y convertida al islamismo. En la casa no había más mujeres, pero Martha, la esposa de Omar Alí, el iraní, me contó que él tenía otras dos esposas a las que visitaba con regularidad. Como Omar y Martha tenían un hijo pequeño, ella era la esposa "principal", por llamarla de alguna manera. No vi que hubiera altercados entre ellos cuando Omar se quedaba con alguna otra de sus esposas, e incluso Martha me contó que las tres eran amigas, se reunían con frecuencia y se ayudaban entre ellas. No había celos ni preferencias visibles.
      En Madrid, por otra parte, vivía un hermano de Martha, casado con una española y de acuerdo con lo que ella me contó la relación estaba próxima a terminarse con tan solo un año de convivencia -finalmente se terminó unos meses después- debido a las constates infedilidadeds del hombre que luego también se extendieron a ella.
      Así que sin que esté de acuerdo con un matrimonio múltiple, puede ser que el Hassam de tu historia tuviera razón en sus críticas a la hipocresía occidental.

      Eliminar
    3. Muchas gracias por tu comentario, Germán. Interesante testimonio que, al igual que la relación entre esos dos amigos, hace referencia a las diferencias culturales y a la posibilidad de que haya una buena convivencia y respeto. También, ejemplificas algunas de las observaciones que hacía Hassan sobre lo que sucede en algunas relaciones y matrimonios de Occidente.

      Eliminar