Inspirada
en una historia que me encontré en Internet, de autor desconocido. Me pareció
llamativa por su ingeniosa ironía.
CUANDO
SEA VIEJITA
Cuando
sea viejita, viviré una temporada larga en casa de cada uno de mis hijos...
¡Les daré tanta felicidad! ¡La misma que ellos me dieron!
Quiero
devolverles todas las alegrías que me proporcionaron y agradecerles todo cuanto
ellos hicieron. ¡Oh! ¡Estoy segura! ¡Estarán tan emocionados, al tenerme a su
lado!
Pintaré
las paredes con lápices de colores. Saltaré sobre las camas, sin quitarme los zapatos.
Jugaré a las casitas con las mantas de las camas. Sacaré de la nevera la
botella de la leche, beberé directamente de ella y la dejaré afuera, dejando la
puerta del frigorífico abierta. Al salir del baño, a pesar de haber tirado de
la cadena, habrá quedado atascado el inodoro por una pequeña montaña de papel
higiénico.
Cuando
no me puedan ver, revisaré todos los armarios, revolveré los cajones, iré en
busca de los pequeños tesoros ocultos y jugaré con las joyas guardadas en las
mágicas cajitas. Me sentaré frente al espejo del tocador, me pondré unos
pendientes, una pulsera en cada una de mis muñecas, un collar de perlas y me
pintaré los labios con carmín, el más rojo que encuentre. Escogeré el vestido
más bonito y me pondré un sombrero. ¡Lástima que los zapatos de tacón de aguja
no puedan verse reflejados en el espejo!
Al
tener que salir de la habitación, a toda prisa, no me dará tiempo a recoger las
cosas, por lo que me ganaré una buena reprimenda. Sé que deberé poner cara de
niña buena, pero, si persisten en la regañina, tendré que hacerme la ofendida.
Cuando
esté el almuerzo preparado y me llamen a la mesa, me haré la sorda y no
acudiré, hasta que se pongan nerviosos. Sin ninguna duda, dejaré la verdura en
el plato y diré que no me gusta la carne. Sé que me obligarán a comérmela, por
lo que formaré una bola tan grande, que será necesario echar mano al vaso con
agua para evitar atragantarme. Me dirán que no se bebe teniendo la boca llena.
Entonces, masticaré muy despacio, para que se enojen. Cuando esto suceda, lloraré
hasta lograr que se desesperen. ¡Je! ¡Je! ¡Je! ¡Me gustará ver la cara que
ponen!
Me
sentaré frente a la televisión, subiré el volumen del sonido y cambiaré de canal
cuando me dé la gana; sobre todo, cuando el programa que estén viendo les
interese. Al recibir su reproche, cruzaré mis ojos para hacer ver que me quedo bizca
y me iré, sin apagar la tele.
Después
de dar las buenas noches, me pondré el pijama y dejaré sembrado el suelo de mi
habitación con la ropa que me vaya quitando. Con toda seguridad, el tubo del
dentífrico habrá quedado abierto, el tapón del mismo y el cepillo de dientes,
olvidados sobre la repisa del lavabo.
Antes
de acostarme, mantendré una larga conversación telefónica con cada una de mis
dos mejores amigas, contándoles lo bien que me lo paso haciendo rabiar a mis
hijos, quienes, por mucho que yo lo intente, no parecen recordar la guerra que
me dieron, cuando eran pequeños.
Luego,
procuraré dormirme. Transcurrido un rato, después de que mis hijos hayan
constatado que ha quedado libre la línea telefónica, llamarán, con los nudillos
de su mano, a la puerta de mi cuarto. Al no recibir contestación, asomarán su
cabeza y comprobarán que la lámpara de mi mesita de noche está encendida.
Entrarán de puntillas a mi habitación, me mirarán con una tierna sonrisa,
apagarán la luz y suspirarán: "¡Es tan tierna, cuando está dormida!"
Comentario:
Soy
partidaria de otorgar amplia autonomía a los hijos para que puedan jugar y
disfrutar, utilizando su creatividad e imaginación. Por supuesto, dentro de
unos límites razonables, siendo cautos en sus juegos y haciendo que cuiden de
sus juguetes y de los objetos de la casa; inculcándoles la responsabilidad de
recoger el desorden que hayan armado, antes de dedicarse a otra actividad.
Es
preciso tener en cuenta que los niños sienten gran inquietud y curiosidad por
saber, razón por la cual debemos educarles desde la comprensión y el ejemplo,
ayudándoles a canalizar sus energías. No me parece recomendable ir, siempre,
con el NO por delante, restringiendo su libertad, a cada paso que den. Tampoco,
permitirles hacer todo lo que a ellos se les ocurra, sin darles ningún tipo de orientación o sin
establecer límite alguno. Los dos extremos son igualmente dañinos.
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Cuando sea viejita
Magda te quedo espectacular esta linda, tierna y traviesa historia. Que divertido seria hacerles estas pilatunas a nuestros hijos y poner a prueba la paciencia y la dedicacion que alguna vez tuvimos con ellos.
ResponderEliminarGracias... Una historia que, las dos, hemos estado pensando en verla publicada aquí. Sería divertido hacerles esas pilatunas, como dices.
EliminarMe gustaría que los padres piensen que es conveniente orientar a sus hijos para que sepan hacer un buen uso de su libertad... Pueden y deben divertirse, por supuesto, aunque deben aprender a convivir y a colaborar con los demás... Lo primero que pensé, al leer esta historia, es que era perfecta para que algunos padres se dieran cuenta de que no es bueno permitir que los niños hagan todo lo que se les ocurra, sin límites, guía, ni apoyo.
Cuando te das cuenta de todo lo que sacrificas por tus hijos. De las desilusiones que te dan cuando hacen lo contrario de lo que aconsejaste. Cuando te toca poner límites a situaciones y actitudes que van por mal camino. Cuando les recuerdas que estudien para formarse y tener un futuro normal en esta vida. Cuando te sientes orgullosa de cada de sus logros. Cuando tu corazón se rompe al verlos sufrir. Cuando no sienten, pero saben que hagan lo que hagan siempre les apoyaras...
ResponderEliminarNormalmente se dan cuenta de ello cuando llega a sus vidas un hijo propio. Y lo sienten en sus carnes. Le ponen límites, sienten orgullo, alegría y tristeza. Y se dan cuenta que tanto ellos, como nosotros, como nuestros padres no tuvieron manuales para educar e inculcar valores necesarios.
Me veo como esa viejita... Jajaja y dudo que me traten como intenté hacerlo. La paciencia la tendrán con sus hijos, pero con los padres... Eso ya es otra historia.