Estos
últimos días del año, suelen ser diferentes a los anteriores. Parece que todos estamos
muy ocupados y que nuestra cabeza y nuestro corazón no descansan lo necesario. Hay
muchas cosas en las que pensar y una mezcla de emociones, de sentimientos y de
recuerdos que se van sucediendo, como si se tratara de las nubes que se mueven
en el cielo, empujadas por el viento.
Pareciera
que no tuviésemos suficiente tiempo para las diferentes actividades y ocupaciones
que se nos acumulan en estos días. Por si fuera poco, vamos agregando más
obligaciones, sugerencias y deseos. Todos ellos, para ser realizados ¡ya! Antes
de cruzar la línea divisoria del treinta y uno de diciembre, después de que el
reloj de la Puerta del Sol haya dado la última campanada. Da la sensación de
que vaya a empezar una nueva vida, a partir del segundo siguiente, el primer
latido del corazón del Año Nuevo.
A la
necesidad de disfrutar por el verdadero deseo y posibilidad de hacerlo, cuando
no por obligación, suelen añadírsele ciertos sentimientos encontrados, tales
como estrés, nerviosismo, desasosiego, tristeza, sentimiento de culpabilidad… Por
no haber hecho todo lo que deseábamos hacer y por pensar en todo lo que nos
queda por realizar, antes de que se acabe el año. Por creer que hubiera sido
mejor obrar de diferente forma a como lo hemos hecho.
Sin quererlo, le damos vueltas a
nuestra cabeza pensando en el pasado y en el futuro, lo cual es muy lamentable,
porque nos olvidamos de que la vida sólo transcurre en el presente y que es
preciso vivir cada instante.
Hay
quienes tienen la costumbre de llevar a cabo una revisión de todo cuanto les ha
sucedido a lo largo del año que se acaba y establecen firmes propósitos para el
próximo año; mientras que, otros, pasarán simplemente de puntillas, limitándose
a calificarlo de bueno, regular o malo.
No
todos los años son iguales, ni estamos en la misma disposición de ánimo para
analizar lo que hemos hecho, cómo nos hemos sentido, qué hemos aprendido. Cómo
ha ido nuestro estudio o nuestro trabajo. Cuánto tiempo hemos dedicado a ciertas
actividades que nos gustan y a otras que hemos tenido que hacer, aunque no
formasen parte de aquello que no fuera de nuestro agrado.
Revisaremos
qué nuevas personas han aparecido en nuestras vidas y cuáles se han alejado de
nosotros. A algunas de ellas, ya no las podremos volver a ver, lamentablemente.
Juzgaremos si hemos podido compartir suficiente tiempo con nuestros amigos y
con nuestra familia. Evaluaremos cómo se han desarrollado estas relaciones. Si
nuestra vida ha tomado algún rumbo inesperado, si ha sido monótona y aburrida o
si ha habido muchos obstáculos y problemas en nuestro camino. Si hemos profundizado
en el conocimiento de nosotros mismos y si nos hemos dado cuenta de ciertas
facetas de las personas con las que nos relacionamos, las cuales, no habíamos
apreciado con anterioridad.
Creo
que detenernos a analizar el camino por el cual transita nuestra vida es un
ejercicio muy positivo, aunque no es estrictamente
necesario que se realice en esta época del año. Las fechas para hacerlo pueden
ser diferentes, ya sea coincidiendo con la fecha del cumpleaños, el regreso de
las vacaciones, el final del verano… Tan sólo me gustaría hacer una
recomendación, válida para todos: No
seamos demasiado duros. Procede ser comprensivos, tanto con nosotros mismos, como
con las personas que nos rodean. A veces, nos excedemos en nuestras
expectativas, deseamos lo imposible, o aquello que podríamos conseguir, si
dispusiéramos de más tiempo. Nos puede faltar paciencia, mientras que nos sobra
la necesidad de controlarlo todo, sin renunciar a la búsqueda de las soluciones
a nuestros problemas.
Si
deseamos hacer esa clase de análisis en los días cercanos a la Nochevieja, no
lo hagamos como una obligación, sino porque lo deseamos hacer. Si vemos que no
tenemos la tranquilidad de ánimo para hacerlo, podemos dejarlo para los
primeros días del año o para cuando nos parezca más oportuno.
Si
hacemos planes para el próximo año, procuremos tener en cuenta la experiencia
de los anteriores, en los que, probablemente, no conseguimos nuestros objetivos
porque fueron ambiciosos en exceso. Procuremos estar seguros de las actividades
que podamos hacer, tanto en el ámbito social como en el del trabajo y el tiempo
que podamos dedicar a nuestra familia y a nuestros amigos. Se supone que
nuestra vida se desarrollará mucho más allá de los doce meses siguientes, por
lo cual, ya habremos hecho planes a medio y largo plazo. Lo que procede es
centrarnos en dos o tres objetivos, sencillos, concretos y alcanzables, de
forma que, transcurrido el Nuevo Año, podamos anunciar que los hemos
conseguido.
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