jueves, 29 de diciembre de 2016

Reflexión de fin de año



Estos últimos días del año, suelen ser diferentes a los anteriores. Parece que todos estamos muy ocupados y que nuestra cabeza y nuestro corazón no descansan lo necesario. Hay muchas cosas en las que pensar y una mezcla de emociones, de sentimientos y de recuerdos que se van sucediendo, como si se tratara de las nubes que se mueven en el cielo, empujadas por el viento.

Pareciera que no tuviésemos suficiente tiempo para las diferentes actividades y ocupaciones que se nos acumulan en estos días. Por si fuera poco, vamos agregando más obligaciones, sugerencias y deseos. Todos ellos, para ser realizados ¡ya! Antes de cruzar la línea divisoria del treinta y uno de diciembre, después de que el reloj de la Puerta del Sol haya dado la última campanada. Da la sensación de que vaya a empezar una nueva vida, a partir del segundo siguiente, el primer latido del corazón del Año Nuevo.

A la necesidad de disfrutar por el verdadero deseo y posibilidad de hacerlo, cuando no por obligación, suelen añadírsele ciertos sentimientos encontrados, tales como estrés, nerviosismo, desasosiego, tristeza, sentimiento de culpabilidad… Por no haber hecho todo lo que deseábamos hacer y por pensar en todo lo que nos queda por realizar, antes de que se acabe el año. Por creer que hubiera sido mejor obrar de diferente forma a como lo hemos hecho.

Sin quererlo, le damos vueltas a nuestra cabeza pensando en el pasado y en el futuro, lo cual es muy lamentable, porque nos olvidamos de que la vida sólo transcurre en el presente y que es preciso vivir cada instante.
  
Hay quienes tienen la costumbre de llevar a cabo una revisión de todo cuanto les ha sucedido a lo largo del año que se acaba y establecen firmes propósitos para el próximo año; mientras que, otros, pasarán simplemente de puntillas, limitándose a calificarlo de bueno, regular o malo.

No todos los años son iguales, ni estamos en la misma disposición de ánimo para analizar lo que hemos hecho, cómo nos hemos sentido, qué hemos aprendido. Cómo ha ido nuestro estudio o nuestro trabajo. Cuánto tiempo hemos dedicado a ciertas actividades que nos gustan y a otras que hemos tenido que hacer, aunque no formasen parte de aquello que no fuera de nuestro agrado.

Revisaremos qué nuevas personas han aparecido en nuestras vidas y cuáles se han alejado de nosotros. A algunas de ellas, ya no las podremos volver a ver, lamentablemente. Juzgaremos si hemos podido compartir suficiente tiempo con nuestros amigos y con nuestra familia. Evaluaremos cómo se han desarrollado estas relaciones. Si nuestra vida ha tomado algún rumbo inesperado, si ha sido monótona y aburrida o si ha habido muchos obstáculos y problemas en nuestro camino. Si hemos profundizado en el conocimiento de nosotros mismos y si nos hemos dado cuenta de ciertas facetas de las personas con las que nos relacionamos, las cuales, no habíamos apreciado con anterioridad.

Creo que detenernos a analizar el camino por el cual transita nuestra vida es un ejercicio muy  positivo, aunque no es estrictamente necesario que se realice en esta época del año. Las fechas para hacerlo pueden ser diferentes, ya sea coincidiendo con la fecha del cumpleaños, el regreso de las vacaciones, el final del verano… Tan sólo me gustaría hacer una recomendación, válida para todos: No seamos demasiado duros. Procede ser comprensivos, tanto con nosotros mismos, como con las personas que nos rodean. A veces, nos excedemos en nuestras expectativas, deseamos lo imposible, o aquello que podríamos conseguir, si dispusiéramos de más tiempo. Nos puede faltar paciencia, mientras que nos sobra la necesidad de controlarlo todo, sin renunciar a la búsqueda de las soluciones a nuestros problemas.

Si deseamos hacer esa clase de análisis en los días cercanos a la Nochevieja, no lo hagamos como una obligación, sino porque lo deseamos hacer. Si vemos que no tenemos la tranquilidad de ánimo para hacerlo, podemos dejarlo para los primeros días del año o para cuando nos parezca más oportuno.

Si hacemos planes para el próximo año, procuremos tener en cuenta la experiencia de los anteriores, en los que, probablemente, no conseguimos nuestros objetivos porque fueron ambiciosos en exceso. Procuremos estar seguros de las actividades que podamos hacer, tanto en el ámbito social como en el del trabajo y el tiempo que podamos dedicar a nuestra familia y a nuestros amigos. Se supone que nuestra vida se desarrollará mucho más allá de los doce meses siguientes, por lo cual, ya habremos hecho planes a medio y largo plazo. Lo que procede es centrarnos en dos o tres objetivos, sencillos, concretos y alcanzables, de forma que, transcurrido el Nuevo Año, podamos anunciar que los hemos conseguido.


   
Imagen encontrada en internet, de 123RF, modificada para el blog.



No hay comentarios:

Publicar un comentario