¡Qué
bonito es poder querer a alguien tal como es! Poder decirle: “Gracias por ser
como eres”.
¡No
es fácil! Aunque, ¡sí es posible! No ocurre por arte de magia. Es algo que se
va dando poco a poco. Implica una mutua consideración y una buena comunicación
por ambas partes. Significa que yo respeto y acepto a la otra persona, tal como
es. A su vez, que ella también me acepta y me respeta, tal como soy.
Eso sucede
en algunas relaciones especiales, en las que hay un gran respeto mutuo y una
especial permisividad para que, ambos, puedan manifestarse en su más estricta
realidad. En las que se valoran los mundos de cada uno y se crea un espacio
común en el que poder coincidir, comunicarse y contribuir al crecimiento de los
dos.
El
gran reto es cómo entender, sin ningún tipo de restricción, que cada uno debe
ser fiel a sí mismo, a lo que le es importante, a lo que está acostumbrado a hacer,
a sentir y a pensar, compatibilizando su propia libertad con la de la otra
persona y respetando las propias individualidades.
Resulta
difícil aceptar que nos quieran de manera distinta a la que nos gustaría que
nos amaran; porque, nosotros, habíamos entendido el amor de manera diferente.
Que se comuniquen cuando ellos quieran, cuando así les nazca, aunque a nosotros
nos gustaría comunicarnos, constantemente. Que no se desee hacer que el otro
cambie; aunque haya puntos en los que no se esté de acuerdo y aunque muchas de
las cosas que a uno le gustan no sean compartidas por el otro. O, por lo menos,
con una intensidad equivalente.
Les
ruego que me permitan hacer un paréntesis y puntualizar que, como es habitual
en la mayoría de mis escritos, me refiero a todo tipo de relaciones personales.
Desde las que tienen los niños entre sí, a las que se refieren a los amigos, a
los familiares y a las que existen entre las parejas.
Si no podemos decirle a una persona
“gracias por ser como eres”, es porque hay verdaderos fallos en la relación, en
nuestra forma de ver a la otra persona o, tal vez, en nosotros mismos. Pudiera
ser debido a que sean incompatibles, porque existan defectos reales y
comportamientos que no podemos o no estamos dispuestos a soportar. Quizás, no tengamos un particular
interés en llegar a un mejor acercamiento y aceptación del otro, que no hagamos
lo posible por comunicarnos y aclarar las cosas; o, que no estemos dispuestos a
verificar si nuestros motivos para alejarnos son acertados.
Nadie
es exactamente como quisiéramos que fuera. Si nos permitieran plasmar una lista
de requisitos, ninguna persona cumpliría con todas nuestras exigencias. Si,
además, esperamos tanto de la otra persona, será muy difícil que podamos llegar
a aceptarle, a causa de los claroscuros que le imputemos, según nuestro
criterio.
Resulta
fácil aceptar a otra persona con todo lo bueno que nos gusta de ella, con aquello
que admiramos de su carácter, de su forma de pensar o de actuar, con lo que nos
llama la atención, con aquello que ha hecho que ella nos parezca especial… Sin
embargo, junto a todo esto, también deberemos aceptar que no hace algunas cosas
como nosotros las haríamos, que algunos de sus gustos son bastante diferentes a
los nuestros, que preferiríamos que no tuviera ciertas costumbres que vamos
descubriendo con el transcurrir del tiempo… Esta es la parte difícil de las
relaciones.
El
hecho de que aceptemos el conjunto de características de la otra persona, será
lo que determine el desarrollo de esa relación. En caso afirmativo, existirá la
posibilidad de compartir el futuro. De lo contrario, semejante relación estará
condenada a finalizar, en algún momento.
En mi
opinión, la clave del éxito es muy sencilla. No hace falta volverse locos. Lo
sabremos, a medida que vayamos recorriendo el camino y nos sintamos cómodos y
felices al constatar que nuestro modo de pensar, nuestra manera de ser, nuestra
conducta, nuestra libertad, en suma, es respetada. De igual forma que nosotros respetamos
la del otro. Aunque, en ocasiones, nos suponga un pequeño sacrificio.
¡Así es! Las personas no sómos perfectas, pero si nos compensa esa relacion porque nos hace sentir bien y libres, como ellos respeto a nosotros. Un amigo/a, compañero/a, familiar, etc... tendremos un tesoro qué seguirá en nuestro tren de vida. Por ello hemos de dar las gracias, por ser como son.Estupendo artículo.
ResponderEliminar¡GAU!, excelente escrito, magnífica reflexión e inmensamente útil.
ResponderEliminarEn mi caso personal con Mi Niña Anita nos entregamos, nos amamos y siempre estuvimos agradecidos de ser como somos, sin quebrantos ni reproches. Ella tenía su carácter, su forma de ser siempre auténtica, espontánea, contestaria a veces. Yo, por mi parte, soy tímido, reposado, demorado a veces en responder, no tan espontáneo como ella. Aun así, nos respetamos mutuamente nuestra forma de ser, imperfecta a veces, pero siempre complementaria. Gracias Magdalena por ser como eres.