martes, 6 de junio de 2017

Sobre la normalidad de nuestros comportamientos





Desde nuestra más tierna infancia, somos objeto preferente de aprendizaje. Tanto por lo que se nos enseña de un modo explícito, como por lo que nos aportan involuntariamente, con su comportamiento, las personas que se van cruzando en nuestro camino, a lo largo de nuestras vidas.

Es posible que no reparemos en la influencia que, en mayor o menor grado, pueda tener aquello que asimilamos mediante el ejemplo. Pero, muchas lecciones se van recibiendo de manera informal, sin ser conscientes de ellas y sin reflexionar sobre el beneficio o los inconvenientes que nos aportan.

Con demasiada frecuencia las palabras que nos dirigen nuestros familiares, amigos y conocidos, no se corresponden con su posterior comportamiento. Lo cual, nos produce desorientación y, por qué no confesarlo, puede llegar a sembrar dudas  sobre el concepto que nos habíamos formado de ellos.

En tales casos, se dará la paradoja de que, a pesar de pretender transmitirnos determinados valores, el mensaje que nosotros extraeremos será el que vaya en consonancia con sus acciones; porque, éstas, tienen mucha más fuerza que cualesquiera sean las palabras que nos hayan dirigido. El refrán popular lo dice: “obras son amores y no buenas razones”. Por mucha atención que prestemos a las palabras, son los hechos de los demás los que nos sirven de ejemplo inspirador de nuestra conducta.

Podríamos creer que ciertas formas de actuar son adecuadas, porque las percibimos en muchas personas y porque también son transmitidas a través de los cuentos, las canciones, los libros o los medios de comunicación. Nos encontramos expuestos a ellas de forma repetitiva y, si pensamos que otros individuos obtienen beneficios, tendremos una mayor inclinación a asumirlas como propias. Pero, conviene saber que habrá unos “inputs” que nosotros iremos asumiendo, casi sin darnos cuenta, relativos al trabajo, al dinero, a la forma de lograr lo que se desea y cómo relacionarnos con otros seres para conseguirlo. Por todo cuanto antecede, es fundamental que pongamos nuestro propio filtro a cuantas actuaciones puedan resultarnos dañinas.

Consideramos que los comportamientos que son habituales en nosotros, en nuestros familiares o en el medio en que vivimos, son los apropiados para relacionarnos con nuestra pareja, con la familia, con los hijos, con los amigos, con los compañeros o con el resto de las personas. Aunque, quisiera lanzar un mensaje de atención porque podría ocurrir que, en ocasiones, llegásemos a considerar apropiado actuar con agresividad. O, creer que lo más indicado es la pasividad y la resignación ante los atropellos y agravios de otros.

Llegados a este punto, desearía hacer una aclaración. Que algo sea normal, no significa que sea bueno o malo, adecuado o inadecuado, justo o injusto; sólo nos dice que es aceptado y defendido por un gran número de personas, sin cuestionarlo.

Procede tener mucho cuidado con las formas que utilizamos para comunicarnos. Darle importancia a los estilos educativos, al respeto hacia lo que piensa el otro, evitando por todos los medios la imposición de nuestras propias ideas.

Resulta fundamental encontrar un equilibrio entre lo que sería un abuso de poder o, en el polo opuesto, el abandono del uso de la autoridad; entre la pretensión de una obediencia ciega o permitir que cada uno haga lo que quiera.

Procurar no ser cicateros en llevar a cabo aquellos gestos que demuestran tener en cuenta lo que los demás piensan y sienten, prescindiendo de actuaciones y comentarios que se hacen sin prestar atención a cómo puedan lesionar a sus destinatarios.

Habrá que tener bien claro que cada sujeto es quien decide cómo va a comportarse con los demás y qué tipo de persona quiere ser. Sin importar la cantidad de individuos que puedan haber contribuido a que sea como es, la responsabilidad sobre su vida es suya, no de otros. Cada cual, habrá de escoger el perfil de las personas de las que quiera rodearse y deberá establecer unos límites en sus relaciones, definiendo cuáles conductas son aceptables y aquellas que no está dispuesto a permitir.




Imagen encontrada en Internet: La escalera de la violencia por Humánima y Lorenzo.




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