viernes, 26 de agosto de 2016

Aprendamos de la asertividad natural de los niños

    
   

La incipiente asertividad natural que observamos en el comportamiento de los bebés y de los niños, nos ayudará a comprender mejor algunos elementos importantes que forman parte del concepto que nos viene ocupando, la asertividad.

No pretendo decir que haya que imitar los comportamientos de los niños pequeños. ¡Ni más faltaba! La idea básica es la de que podamos desprendernos de ciertas actitudes y creencias limitantes, las cuales nos impiden encontrarnos a gusto con nosotros mismos y relacionarnos mejor con otras personas. Tendremos muchas más probabilidades de obtener lo que es importante para nosotros, si se lo expresamos a los demás, si les orientamos sobre lo que nos gusta y sobre aquello que nos molesta. Si establecemos unos límites razonables a lo que les permitimos y de lo que no estamos dispuestos a aceptar en nuestras relaciones personales.

En los adultos, a diferencia de lo que sucede en la primera infancia, la utilización de la asertividad será consciente y obedecerá a la intención de comunicarse de forma adecuada. Tendrá mucha más entidad y profundidad que la desplegada por los niños. Se utilizarán la comunicación verbal, los conocimientos y las experiencias previas, para relacionarse de forma asertiva con otras personas; sin callar sus necesidades, preferencias y las cosas que les afectan. Sin ser, tampoco, agresivos o manipuladores, evitando imponer  los propios puntos de vista.

Cuando se observa la forma de comportarse de los bebés y de los niños de muy corta edad, uno puede percatarse de que, a su manera, ellos expresan con toda claridad lo que quieren, lo que necesitan y lo que no les gusta. Además, poseen una característica muy importante, de la que adolecen, con frecuencia, los adultos: la persistencia. Son constantes en sus demandas e incluso pueden manifestar diferentes conductas, algunas de ellas muy creativas, llamativas o sofisticadas, para conseguir lo que consideran importante.

El niño pequeño protesta abiertamente cuando se le hace daño y cuando tiene algún problema, dolor o necesidad. Si le sucede algo que no le gusta, se lo hace saber inmediatamente a los demás, mediante gemidos, lloros y otras actuaciones más llamativas; a cualquier hora del día o de la noche, siendo muy persistente. Raramente deja de comunicar al mundo su disgusto, hasta que alguien hace algo por remediarlo.

Luego, cuando empiezan a gatear y a caminar, los niños hacen todo lo que se les pasa por la mente, de manera asertiva y persistente, en el momento en el que les apetece hacerlo. Como se dice en España, de forma elocuente y clara, ¡hacen todo lo que les da la gana y cuando les da la gana! Lo tocan todo, lo muerden, lo rompen, lo tiran… Exploran hasta el último rincón de la casa. Se meten en cualquier sitio, se suben a lugares peligrosos o se introducen en los sitios más insospechados. Saltan, se tiran desde cualquier mueble, van detrás de no importa qué animal o persona…

Estas conductas irán modificándose con los años, con la actuación y la colaboración de los padres y otros adultos. Se reducirán notablemente o podrán volverse más problemáticas o dañinas. Los resultados, en los niños, serán diferentes, dependiendo de la forma de ser del mismo, del tipo de educación que reciba y de las medidas utilizadas, por los adultos, para que aprendan a modificar o eliminar aquellos comportamientos que puedan resultar molestos o que sean potencialmente peligrosos.

El niño continuará siendo asertivo, adquiriendo cada día una mayor confianza en sí mismo y en la capacidad de solucionar los problemas que se le presenten o, como ocurre con demasiada frecuencia, irá perdiendo esa espontaneidad que le caracterizaba, adoptando aquellos comportamientos que son bien vistos socialmente y que no son problemáticos para los adultos que están encargados de cuidarle. Algunos, los que no se adapten, terminarán desarrollando lo que algunos consideran como problemas de conducta. También, podrán ser agresivos o manipuladores.

Algunos padres o cuidadores son personas amables y cercanas, que respetan la curiosidad infantil y su necesidad de explorar el mundo. Permiten que los niños vayan descubriéndose a sí mismos y a su mundo circundante, mientras adquieren conocimientos y destrezas, que les habrán de ayudar a desarrollar su inteligencia, así como lograr un mayor conocimiento y una mejor regulación de  sus emociones. Estos adultos comprenden cuáles son las necesidades de los infantes e incluso les acompañan durante el descubrimiento de todo lo que les asombra y llama su atención, repetitivamente. Quiero agregar algo a lo dicho, haciendo especial énfasis en ello: estos padres también ponen límites a algunas conductas de sus hijos, por medio del ejemplo, el diálogo y diciéndoles lo que ellos quieren que sus hijos no hagan. Por ejemplo, gritar, pegar, insultar a otros, tratar mal a las personas, animales o cosas; el desorden, ensuciar, realizar conductas peligrosas... Serán límites a las conductas no a la persona. Se harán desde el amor y el respeto. No harán que el niño crea que es "malo" o que se sienta rechazado, humillado, atemorizado, minusvalorado... No se le enseñará a sentirse culpable por lo que hace, de acuerdo a los criterios de los adultos sobre lo que es "bueno" o "malo", "el qué dirán"...

Se trata de guías atentos y cariñosos que se anticipan a los posibles riesgos y peligros. Toman precauciones para que, los niños a su cuidado, no sufran percances, no destrocen cosas, no puedan hacer daño a otros. Como resultado de esta forma de entender su papel en relación con el niño, éste seguirá desarrollando esa asertividad natural. Adquirirá una buena autoestima, seguridad en sí mismo, fortaleza para superar las dificultades que se le vayan presentando y tendrá la capacidad para establecer unas buenas relaciones con el resto del universo.

Otros adultos, por diversas razones, entre ellas el peso de las costumbres y la educación que recibieron, pondrán excesivos límites a las actuaciones de los niños, controlando todo lo que hacen. Asfixiando en ellos cualquier atisbo de espontaneidad. Impedirán que los críos hagan lo que, a ellos, les desagrada, lo que no está bien visto, lo que les molesta. El mundo se ve desde el punto de vista de los adultos, de sus necesidades, sus obligaciones y el tiempo que tienen disponible. Es como si desearan que el niño dejara de ser niño lo antes posible. Que no grite, que no llore, que no moleste, que no pida constantemente lo que desea; que el niño es el que debe entender que los adultos están cansados, molestos o enfadados y por eso debe portarse bien. A mi parecer, ¡es el mundo al revés! Somos los adultos quienes debemos rectificar nuestra forma de pensar y modificar nuestros horarios  para poder dedicar tiempo a los hijos, de forma que se conviertan en la prioridad más importante de nuestras vidas.

En lugar de escuchar a los niños y acompañarlos en su desarrollo, les imponen normas, les obligan a seguir "las buenas costumbres". Una cosa es guiarlos y enseñarles lo que es conveniente que aprendan; otra, muy diferente, es forzarles a hacer determinadas cosas porque ¡así es como hay que hacerlas! ¡Impongo y mando! ¡Así debe ser y punto! ¡Porque lo digo yo! En la mayoría de los casos, sin ningún tipo de reflexión previa por su parte, repiten en los hijos lo que a ellos les hicieron y les dijeron. Obran de esta forma, a pesar de que en muchos momentos de su vida, protestaron y criticaron la forma como fueron tratados y sometidos a disciplina, en su infancia. Normalmente, los padres que actúan así, no lo hacen con mala intención. Seamos benévolos, pensando que, muchos de ellos, desean lo mejor para sus hijos y creen que lo que hacen está bien o que no hay otra forma de educar a las criaturas. Pero, todo lo anteriormente dicho, contribuirá a que crezcan como niños inseguros, temerosos, dependientes y con poca confianza en sí mismos. Hará que procuren complacer a los adultos, adoptando el comportamiento que se espera de ellos, con tal de tener su atención y su afecto.

Algunos de ellos, se convertirán en niños pasivos, que no saben responder asertivamente. Otros, se rebelarán muy a menudo. Es posible que los que son rebeldes, sin llegar a ser agresivos, puedan conservar parte de su asertividad natural. Los que son agresivos, tampoco sabrán resolver sus problemas de forma asertiva.

Lamentablemente, todos esos niños se habrán olvidado de lo que es ser asertivos. Posiblemente, se habrán olvidado, incluso, de ser ellos mismos. Pero, en algún momento de su vida, será deseable que intenten rescatar la seguridad y espontaneidad que tuvieron cuando eran pequeños, por mucho esfuerzo que ello suponga.



Nota: Por algunos comentarios, veo que éste es un tema que no deja indiferentes a algunas personas. Quiero que piensen cómo puede influir en ustedes lo que digo sobre la incipiente asertividad infantil. Cómo podría ayudarles, a ustedes, tratar de actuar con la espontaneidad y la inocencia con la que van por el mundo esos seres pequeñitos. Que piensen cómo fueron educados y si, esa educación, les ha facilitado o dificultado la relación con otras personas. Si, en ocasiones, se sienten tristes, frustrados o enfadados porque no logran explicar las cosas como quisieran y conseguir lo que, para cada uno, es importante.

No es un escrito dedicado a la educación de los hijos, aunque hable de dos tipos diferentes de crianza o de relación y de sus posibles consecuencias en los niños... Tampoco es un tratado sobre asertividad; sólo pretende transmitir unas ideas, para que ustedes reflexionen al respecto... Por favor, no duden en transmitirme sus opiniones, sus dudas, las cosas que encuentran positivas o aquellas con las que no están de acuerdo. Procuraremos aclararlas.

Quiero agradecerles a todos y, muy especialmente a los impacientes, el que me vengan siguiendo en este camino que me he trazado para que sea más claro lo que es ser asertivo. Podía haber llegado rápidamente a las definiciones y a los consejos, pero siento que todo eso hubiera estado vacío, sin haber aclarado antes algunas cosas.


En este escrito, también quería explicar cuáles son las formas de control, utilizadas por algunas personas,  de esa incipiente y algo burda asertividad infantil y cómo se “instalan” en los niños algunas emociones negativas, como resultado de esas pautas educativas.  Todo sería más fácil si se les pidiera a los niños “quiero que recojas los juguetes”, por ejemplo, en lugar de decirles “los niños buenos tienen la habitación arreglada. Para no complicar este escrito ni alargarlo demasiado, esto quedará aplazado, hasta incluirlo en el siguiente artículo.



Bibliografía:

SMITH, Manuel J.: “CUANDO DIGO NO ME SIENTO CULPABLE”, Editado por Grijalbo, Barcelona.


Imagen encontrada en Internet, de 123R y en http://www.funli.org.il/wp-content/uploads/2013/04/



A continuación encontrarán los enlaces a los diferentes escritos sobre asertividad que pueden encontrar en el blog.














3 comentarios:

  1. Me parece fenomenal tu escrito orientativo y sobretodo enseñarnos a ser sinceros con los hijos cuando les pedimos algo. Es importante explicarles las razones de nuestro deseo y no agarrarnos a creencias adquiridas para facilitarnos la tarea de que nos obedezcan ciegamente como si fueran autómatas.

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    1. Paloma, gracias por tu mensaje. Lo has expresado estupéndamente... Espero que otros lo hayan entendido así. De todas formas, estoy escribiendo otro artículo que refuerza esa idea. La explica un poco más. Con tu permiso, espero, utilizaré lo que aquí has dicho.

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