Tener la oportunidad de acercarse y adentrarse en el conocimiento de
otro ser humano es una experiencia fascinante. A veces querrías, en
unas horas, unos días o unos meses, ¡conocer tantas cosas del otro! Es como un
querer entender, comprender,
compartir, en la medida de lo posible, toda una vida que tú desconoces y que empieza a pasar como
una película ante tus ojos.
Si lo que te vincula a esa persona es
una relación terapéutica, intentas
ver la forma en la que tú puedes contribuir a que el otro se conozca mejor, supere los obstáculos que
le impiden crecer y aprenda a solucionar los problemas que le van surgiendo en
la vida. Eres como un espectador activo, un facilitador, cuya
principal función es ayudarle a llegar a donde él no ha sabido o no ha podido
llegar antes.
En nuestras relaciones personales… ¡Esa
es otra historia! Ese encuentro y esa relación con el otro, es una
experiencia que de alguna manera influye y puede llegar a transformar a las dos
personas. Siempre hay algo que cambia, por pequeño que sea, cuando
pasamos a un nivel más profundo que el de un simple hola y adiós, o el
compartir una actividad.
Si de alguna forma, voluntaria o
involuntariamente, logramos abrirnos al otro, esa es una experiencia
irrepetible y, en ocasiones, inolvidable.
Tener la
oportunidad de asomarme a ese mundo de vivencias, pensamientos, sentimientos y
experiencias, que la otra persona me transmite, o que surgen en el
intercambio mutuo, para mí es un privilegio. Es algo que me enriquece y que puede llegar a influirme en profundidad. Afortunadamente, no dejo de sorprenderme con la diversidad de
matices, opiniones y formas de ver la realidad que te ofrece el mundo de la
comunicación con otros.
Según el grado de cercanía con esa
persona, o por la capacidad de expresarse que tengan los dos, o porque
inexplicablemente llegan a tener una profunda comunicación, desde lo más íntimo
que pueden haber guardado por años, sin expresar a otro ser, el conocimiento
del otro puede llegar a ser muy especial, incluso intenso y poderoso.
El profundo intercambio y conocimiento de otra persona
es algo grandioso e inolvidable; me
invita y me mueve a mirar en lo más recóndito de mi ser, cuestionarme muchas
cosas y generar cambios en mi vida. ¿Al otro? No lo sé,
quiero creer que lo que me pasa a mí no es exclusivo en mí, y que a las otras
personas también les afecta de forma positiva, ese intercambio tan particular.
Estoy de acuerdo, conocer al otro es una experiencia única, nunca se termina de conocer a la persona que está a tu lado, siempre va a a haber cosas de dicha persona que no conocemos y que de alguna u otra manera enriquecen tu vida.
ResponderEliminarCata y Juan, me alegra mucho que ustedes tengan una relación tan hermosa... Creo que se presentan todos los ingredientes para que sea muy enriquecedora para los dos. Espero que ese conocimiento mutuo y el amor que se tienen, siempre esté presente.
EliminarSe lo que és y es hermoso y muy gratificante. Me gusta escuchar, intentar sentir lo que esa persona me transmite e intercambiar sensaciones y sentimientos.. simple y llanamente para alimentarme de esa pasión positiva.
ResponderEliminarEso está muy bien, Paloma. Las relaciones interpersonales y esa capacidad de conocer a alguien en profundidad es algo maravilloso, cuando existe apertura por las dos partes.
EliminarMagdalena, estoy plenamente de acuerdo en que es una experiencia fascinante. Me encanta hablar con personas con las que me cruzo por la calle, mientras voy en el autobús, en el metro, con vecinos. La mayoría de las veces me sorprendo con sus vivencias, con sus pensamientos, con su forma de ver la vida. Me enriquece tanto hablar con los demás y me aporta tan diferentes puntos de vista que me siento feliz de compartir, aunque sea por un rato, su compañía.
ResponderEliminar¡Qué bonito, Paloma! Esa comunicación cercana es muy bonita y enriquecedora. Que sigas disfrutando con esos momentos tan especiales. Perdona por no haber respondido hasta ahora, hoy lo he visto. Un abrazo.
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