lunes, 26 de noviembre de 2018

Comunicación y dependencia en el ámbito familiar





En demasiadas familias, la comunicación que existe entre sus miembros es tan limitada que resulta muy difícil de identificar lo que cada uno de sus miembros piensa, cree y siente, a título individual. Pareciera que no hubiera diferentes personas conviviendo e interactuando, sino que todos tuviesen la obligación de pensar de la misma manera. Tal como, desde siempre, se hubiese hecho en el seno del clan familiar.

No interesa para nada respetar la forma de pensar de cada uno. Por un lado, se imponen unas normas, unos valores y una manera de proceder. Y, por el otro, los diferentes componentes del grupo no desarrollan su propia individualidad, creyendo que deben seguir las normas del clan. Sin darse cuenta, quienes forman parte de esa unidad familiar, actúan al unísono, creyendo que así deben ser las cosas. Y, no se plantean la posibilidad de actuar o de ser de otra manera, ante el temor de ser recriminados, en el caso de que tuviesen la osadía de obrar, decir o pensar de manera distinta.

Poco importa que las normas, las creencias y los comportamientos provengan del padre, de la madre o de algunos de los hijos. Lo relevante es que han llegado a crear un difícil equilibrio en el que cada uno cumple con un papel. Lo cual, es necesario para que el grupo pueda tener cierta estabilidad. ¡Aún a costa de la salud emocional de sus diferentes miembros!

Hay grupos que mantienen el mencionado equilibrio durante años. Quizás, aceptando, con el transcurso del tiempo, pequeñas e imperceptibles adaptaciones. El problema surge, cuando uno o varios de sus componentes empiezan a sentirse ahogados dentro del círculo familiar, cuando se manifiestan en desacuerdo con alguna de las normas que se han venido aplicando y proceden a tomar sus propias decisiones. El hecho de actuar de forma distinta pasa a ser visto como una traición y se produce todo un movimiento para impedir los cambios, que se consideran como atentados contra la existencia de su propia familia.

Cuanto mayor sea el grado de dependencia emocional entre los diferentes componentes de la familia, mayor oposición, en forma de ataques personales, encontrará quien intente contravenir los mandatos establecidos.

Quiero compartir con ustedes un texto que me hizo llegar una amiga, el cual, expresa claramente esos procesos tan confusos que pueden llegar a darse dentro del seno de una familia:

“Por mucho que nos cueste reconocerlo, la dependencia o apego, es más común de lo que pudiéramos imaginar. Aunque, existen varios grados, el peor es aquel que ha arraigado desde la infancia y se ha eternizado en el tiempo. Este es el más doloroso, pues se puede transformar en algo enfermizo, cuando, sin darnos cuenta, nos ha convertido en títeres autómatas de una vida dirigida por otros. Al empezar a ser conscientes de ello, romper esas cuerdas no es nada fácil. Es como si, al nacer, el ginecólogo hubiera olvidado cortar el cordón umbilical del bebé. Pretendes tomar un camino, pero las fuerzas del apego te llevan por otro y no eres dueño de tu mente, ni de tu cuerpo. Te limitan en todos los aspectos de tu desarrollo personal. El conflicto más traumático surge cuando coges unas tijeras de podar para cortar aquellos apegos y te das cuenta de que formaban parte de tu estructura corporal. Lo sientes como una amputación, pero sabes que si no los seccionas, podrían provocar gangrena, llevándote a la muerte, estando en la plenitud de tu vida.”





Imagen encontrada en internet, adaptada para el blog:





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