martes, 7 de febrero de 2017

Desde que eran niños, aprendieron a ser pasivos



Algunas personas están convencidas de que es poco, o nada, lo que ellas pueden hacer para solucionar la mayoría de los problemas que se les presentan. Creen que no son responsables de lo que les sucede y que dependen de otras personas para solucionar cualquier inconveniente.

No han aprendido a ser dueñas de sí mismas, buscando en su interior los recursos que sean necesarios para afrontar las dificultades. Piensan que ellas no pueden cambiar lo que les ocurre, que el cambio tendría que venir del exterior.

Consideran que no tienen la capacidad suficiente para llevar a cabo lo que sea necesario para lograr modificar aquello que les desagrada. Tampoco, se atreven a decir, a quien proceda, lo que les disgusta de su forma de actuar.

Creen que, por el hecho de expresar lo que sienten y lo que les está ocurriendo, no van a conseguir que sus problemas mejoren. Llegan a pensar, incluso, que la situación puede agravarse porque ellos no tienen la capacidad para actuar de otra forma, ante los problemas que se les plantean.

No entienden cómo es posible que otras personas no se hayan dado cuenta de que hay algo que les preocupa, de que no se sienten bien, de que están teniendo problemas.

Es indudable que, desde niños, han aprendido a ser así. A ser pasivos, aceptando lo que les ocurre; en lugar de ser activos, actuando para minimizar los riesgos y, en todo caso, solucionar los problemas que se les presenten. Se conforman con lo que reciben de su entorno, aceptando lo que les ocurre, sin presentar ningún tipo de resistencia.

Les han enseñado que deben obedecer a los padres y a otras figuras de autoridad. Los niños creen que esas personas saben por qué dicen lo que exponen y empiezan a desconfiar de su propio razonamiento. Llegan a considerar, erróneamente, que el criterio de los demás es más acertado que el suyo. Empiezan a aceptar lo que les ocurre como si fuera irremediable y como si ellos no pudiesen hacer nada para evitarlo.

Quienes están a su alrededor no se dan cuenta de cómo les afecta a esos niños su forma de actuar o de responder ante sus necesidades. Si no se encuentran adecuadamente atendidos, protegidos y comprendidos por quienes deberían quererlos y cuidarlos, aprenden a no expresar sus dudas, sus miedos, sus dificultades. Piensan que deben aceptar resignadamente lo que les pase, que la vida es así y que ellos no pueden hacer nada para cambiarlo.

Paradójicamente, esto puede suceder con padres muy estrictos, cuyo mensaje es que en casa son ellos los que deciden lo que hay que hacer y que son los que saben lo que es mejor para todos; con padres ausentes, que no se enteran de lo que les sucede a sus hijos, que no se dan cuenta cuando están preocupados o asustados, o con aquellos que sobreprotegen a sus hijos, solucionándoles los problemas, no permitiéndoles correr los riesgos propios de su edad, por lo que no estarán preparados para afrontar sus propias dificultades personales o sociales.

Estos niños no ven lo positivo que hay en ellos y creen que los demás deben estar en lo cierto cuando dicen que no sirven para estudiar, para cantar, bailar, pintar o hacer algún deporte. Que son torpes o que son tontos... No se conocen a sí mismos y aceptan lo que dicen los demás, como si fuera verdadero.

No saben que podrían aprender y desarrollar sus habilidades en aquellas actividades que practiquen con cierta asiduidad. Que nadie nace sabiendo, por lo que todos podemos aprender muchas cosas. Es posible no sobresalir en algunas áreas, pero se puede tener un buen desempeño, si se le dedica suficiente tiempo y voluntad. No saben que los logros dependen de sus propios esfuerzos y que se aprende tanto de los aciertos como de los fracasos.


Considerar que otras personas son las que deben guiar sus vidas, es un pensamiento que queda instaurado de forma tan profunda que, ni los niños, ni algunos adultos, son conscientes de las consecuencias que puedan acarrearles. Supone el mejor caldo de cultivo para el desarrollo de problemas posteriores.

No saben cómo responder ante ciertas conductas de otros niños, ni ante el acoso escolar o bullying, a veces respaldado o disculpado por otros compañeros y por parte, incluso, de algunos adultos.

Tendrán dificultades en sus relaciones de pareja, por no confiar en sí mismos, por tener una gran necesidad de afecto y por no establecer unos límites adecuados; admitiendo, en cambio, ciertos planteamientos y comportamientos inaceptables.

Serán proclives a aceptar contratos laborales injustos o condiciones negativas en sus lugares de trabajo.

Rechazarán algunas actividades por considerar que no están capacitados para realizarlas, cuando ni siquiera lo han intentado.


Sería recomendable que los padres y los educadores ayudaran a los niños a tomar consciencia de su propio potencial para desarrollar su vida, de acuerdo a sus propias necesidades y a lo que, para ellos, sea valioso. De esta forma, les darían un empujón y les demostrarían que confían en su capacidad para resolver sus propios problemas. También, para pedir ayuda cuando la puedan necesitar.

Llegará el día en el que se den cuenta de que deben romper esas cadenas infantiles que les impedían ser los responsables de sus propias vidas. Que nunca es tarde para desprenderse del papel pasivo que adoptaron en tiempos pasados y comenzar a recorrer su propio camino.




Imagen encontrada en Internet, de 123RF: 68277035-el-hombre-en-el-cohete-a-trav-s-de-las-nubes, modificada para este blog.




2 comentarios:

  1. Muy acertada la descripción sobre la pasividad del niño y los daños colaterales que ello implica. Sufren en silencio y su autoestima está bajo mínimos. Perpetuar este estado, es fatal para el niño, ya que a la larga será un adulto infantil. ¡El artículo es genial!

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    1. No importa en qué momento nos demos cuenta que pudimos actuar de forma pasiva ante lo que nos sucediera. Lo deseable es que si ello ocurre, cada umo se dé cuenta y empiece a tomar decisiones con respecto a su vida. Que vaya subsanando las situaciones creadas por esa pasividad y que tome las riendas de su vida. Si lo considera necesario, le será de utiliad el acudir a terapia, para adquirir ciertas herramientas y poder ver las situaciones desde otras perspectivas.

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