sábado, 18 de febrero de 2017

Conviene estar atentos a lo que compartimos con otros, porque no todo es adecuado



Cada uno es libre de decir lo que quiera, de compartir las publicaciones o las fotos que le llamen la atención, de utilizar las redes sociales como un medio de comunicación, de diversión y de distracción.

No obstante, me permito recordar que somos responsables de todo aquello que publicamos o comentamos en la red y debemos atenernos a las consecuencias porque, en modo alguno, escapa de formar parte de nuestros actos.

Sería aconsejable tener especial cuidado con aquello que se comparte en las redes sociales cuando, por el trabajo o la profesión, se está en contacto con personas sobre las que se puede tener cierta influencia o que leen atentamente todo cuanto podamos comentar o publicar.

Es muy fácil difundir algo que llega a nosotros o que encontramos por Internet. De hecho, la mayoría de las veces, es tan sencillo como presionar sobre la palabra “compartir”. A partir de ahí, difícilmente sabremos quienes serán los receptores, cuántas las personas que lo lean, ni las posibles interpretaciones que se den. Tampoco, las eventuales consecuencias que se puedan derivar para los lectores, incluso para nosotros mismos.

Nuestra manifiesta espontaneidad puede llevarnos a difundir mensajes que no son tan inofensivos como parecen. Me vienen a la mente las publicaciones de algunos adolescentes y adultos que son formas de acoso y de violación de la intimidad de otras personas, ya sea por “diversión” o con la dolosa intención de hacer el mayor daño posible. Podemos encontrarnos con la débil línea que separa el humor de la agresividad, del desprecio hacia otras personas o de la vulgaridad. Otras veces, se publica información falsa o bastante tendenciosa, con un cariz de seriedad y de imparcialidad que puede llevar al engaño, en caso de que, quienes la lean, no posean mayor conocimiento sobre el tema como para poder dilucidar la veracidad de los datos aportados. El riesgo aumenta exponencialmente cuando, en lugar de información, se trata de evaluar las opiniones vertidas.

Es conveniente tener en cuenta que los internautas entenderán los mensajes, desde sus conocimientos y experiencia personal. Les gustará lo que ven, se identificarán con lo que han compartido, les parecerá divertido o, quizás, les desagrade. Pueden considerar que va en contra de sus principios, hacerles sentir heridos o confusos. Seamos conscientes del mensaje que hay detrás de las imágenes y de los textos que compartimos.

Cuando se trate de escritos largos, veamos si en realidad estamos de acuerdo con lo que ahí se dice y si queremos que esa información sea conocida por los demás. Hay escritos cuyo título puede ser llamativo y, al leerlo, descubrimos un mensaje que contiene una serie de ideas con las que no estamos de acuerdo o que son manifiestamente nocivas.

En cuanto a las frases en los mensajes cortos prestemos atención a lo que dicen, antes de compartirlas de forma irreflexiva. Estas publicaciones tienen una gran fuerza. En pocas palabras, condensan una o varias ideas que llegan rápidamente a los lectores. Procuremos que, al menos, haya cierta reflexión por nuestra parte, no vayamos a difundir un mensaje que a primera vista puede estar bien pero que cuando se examina un poco transmite una idea que sería mejor no difundir.

Aunque tengamos mucho cuidado en la selección previa de aquello que compartamos, nos podemos encontrar con malos entendidos, disgustos y confrontaciones. La mayoría de nosotros tenemos amigos o seguidores que son muy diferentes en su forma de ser y de pensar, por lo que será posible que, algunos, no estén de acuerdo con nuestra publicación. Otros, incluso, pueden sentirse heridos. Obviamente, nosotros no habremos tenido la más remota intención de que esto pudiera ocurrir. Sería bueno clarificar nuestro punto de vista con quienes estén en desacuerdo, respetando, siempre, su criterio. Por supuesto, resultará imperativo intentar solucionar los malos entendidos con quienes se hayan sentido ofendidos. Tengamos bien presente que las palabras pueden servir para herir o para sanar, para ayudar a alguien, para comunicar una información valiosa o para confundir. Pocas veces suelen ser intrascendentes. Por tanto, meditemos bien cuál es el mensaje que queremos transmitir.

Las palabras son un buen reflejo de nosotros mismos. Revelan lo que puede parecernos interesante, lo que nos motiva, lo que nos preocupa o lo que nos duele. Sirven para comunicarnos con otros, aunque lo hagamos en una sola dirección.

Mientras que podemos prever el tipo de comentarios y mensajes que publicarán la mayoría de nuestros amigos o compañeros, no sucede lo mismo con las personas desconocidas. Por lo que nos encontraremos, con frecuencia, ante la dificultad de saber qué es lo que realmente piensan o sienten, cuáles son los principios y valores que defienden, qué es lo que tiene importancia para ellas. Sería aconsejable averiguar cuál es la naturaleza de sus propuestas, antes de convertirnos en unos transmisores mecánicos de las mismas, procediendo a presionar el puntero sobre la palabra “compartir”.





Imagen de 123RF, encontrada en Internet: 47476668-mujer-feliz-trabajando-en-equipo-dise-o-de-dibujos-animados-plana





1 comentario:

  1. Quiero agregar el comentario que escribio Beatriz Escobar en mi página de Facebook.

    Te decía que comparto todas las afirmaciones y aproximaciones que lograste sobre un tema en el que muy pocos se han atrevido, no digamos a profundizar, sino a pensar por unos momentos. Siempre he visto cada página de facebook como algo parecido a un pequeño periódico, en el que sin darnos cuenta vamos trazando nuestra línea editorial, reflejando nuestros gustos, conocimientos, personalidad, grado de respeto por los demás y hasta nuestra capacidad de lealtad con los amigos; y eso es algo que nadie debería manejar con superficialidad en razón al impacto que, sin saberlo muchas veces, cada palabra escrita transmite y logra en los demás, como muy bien lo expresas. Lo que logramos difundir a partir de cada publicación tiene un impacto difícil de medir, aunque teniendo claro el efecto que la construcción de nuestro lenguaje ocasiona, deberíamos saber calcular sus consecuencias. En los casos de la extensión del conocimiento, la responsabilidad se torna muy sensible; personalmente he comprobado, no sólo la banalización en que incurren en el tratamiento de personajes históricos, equivocaciones conceptuales, errores garrafales en afirmaciones e interpretaciones, tal vez por una sola razón: se debe escribir sobre lo que se conoce, como primera regla; cuando apenas tenemos nociones acerca del tema tenemos la obligación de documentarnos e investigar a fondo, pues la más citada de las fuentes que es Wilkipedia para muchos asuntos deja ver imprecisiones o vacíos, por lo que debemos acudir a otros expedientes, si lo que pretendemos es ser serios. Ahora, lo cierto es que la inmensa mayoría utiliza esta red como vehículo de distracción, como una especie de recreo en el que vienen a pasar sabroso, a reirse y a compartir cierta clase de vida social, algo que me parece completamente legítimo también. Lo complejamente peligroso, está en lo otro: en la emisión de mensajes a través de carteles, chistes, escritos que terminan por deformar, y a veces ofender, en vez de informar. Como puedes apreciar,. hay total coincidencia.

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