Para poder iniciar cualquier tipo de
cambio en nosotros,
por pequeño que sea, es necesario que, con anterioridad, nos demos cuenta de
que hay algo que no rueda fino, que nos puede estar ocasionando problemas en alguna
faceta de nuestra vida. Ya sea en el ámbito familiar, profesional o en nuestras
relaciones personales.
¿Por
qué se repiten cierto tipo de situaciones problemáticas? ¿Qué nos lleva a
encontrarnos con resultados similares, aunque se hayan producido como
consecuencia de nuestra relación con personas bastante diferentes, entre sí? Pienso que nos equivocamos cuando creemos
que esas diferencias se deben al comportamiento de las otras personas, a lo que
dicen, a lo que puedan sentir, a su forma de reaccionar o de proceder.
Antes
de llegar a la conclusión anterior, conviene una mayor reflexión sobre esas
dificultades que se nos presentan y que nos causan malestar. Dirijamos la
mirada hacia nuestro interior y pensemos que puede haber algo, en nosotros
mismos, que no comprendemos y que se escapa de nuestras manos. Es necesario que descubramos cuáles son las
claves que nos llevan a reaccionar de manera precipitada e irreflexiva.
Conviene que averigüemos cuáles son esos puntos débiles que nos hacen “saltar”,
aunque tengamos el firme propósito de no hacerlo. Analicemos por qué nos
molestamos con la otra persona, por qué nos enfadamos, qué es lo que nos saca
de nuestras casillas; por qué nos duele, por qué rechazamos lo que pasa, por
qué deseamos huir de la situación. Por qué, en síntesis, perdemos nuestra deseada
paz interior.
Alguien
puede habernos señalado la existencia de algún problema, o nosotros mismos haberlo
deducido, al ver que no hemos sabido actuar de forma adecuada ante ciertas
situaciones que se nos han presentado. Resulta muy penoso que estas
dificultades se evidencien cuando se presentan en nuestra relación con personas
que son importantes para nosotros. Sobre todo, por no haber sabido intuir que
nuestra actitud podía contribuir al deterioro de la relación.
No
sabemos si existe la posibilidad de revertir las consecuencias negativas que se
desprendan de esos “desencuentros” y de la dificultad para tener una
comunicación fluida, cuando en otras ocasiones pareciera que no hubiera habido
problemas al respecto. No obstante, esas situaciones nos están marcando un
camino por el que transitar. Para lograr un mejor conocimiento personal, así como para
progresar tanto en el autodominio como en la gestión de nuestras emociones y nuestros
pensamientos.
Cuando
vemos que existe cierta dificultad, todavía tardaremos algún tiempo en
descubrir qué es lo que debemos hacer para solucionar el problema; para evitar
que se agraven las diferencias en ese tipo de situaciones. Podemos encontrar pequeñas claves de por dónde deben ir nuestros
cambios, pero es muy poco, o nada, lo que podemos hacer para acelerarlos.
Sucederán cuando tengamos una mayor comprensión de lo que ocurre y cuando
estemos preparados para llevar a cabo esos cambios en nuestro comportamiento y
en nuestra forma de ser.
Si,
como hemos visto, de poco nos han de servir las prisas para realizar un cambio
personal, será todavía más complicado conseguir
que otra persona cambie. Podemos indicarle cuáles son sus fallos, decirle qué
es lo que queremos que haga o “exigirle” que rectifique esos comportamientos
que, desde nuestro punto de vista, resulta imperativo modificar. Pero, si ella
no siente la necesidad de cambiar y si no se compromete a hacerlo, nada
podremos hacer, salvo desgastar innecesariamente la relación.
Aunque deseemos fervientemente que
nuestro interlocutor “entienda” lo que nosotros vemos con claridad, lo que es
tan evidente para nosotros, no podemos pretender exigirle a participar de
nuestro criterio. Podemos decirle las cosas, o explicárselas,
tantas veces como queramos, pero, sólo las comprenderá cuando esté preparado
para hacerlo. Quizás, suceda el día menos pensado, a raíz de un comentario, un
mensaje, una conversación…
De
nada sirve que nos molestemos, o nos impacientemos, porque alguien no parezca
comprender lo que le decimos. Convendría estar preparados para entender que, cada
uno, capta lo que necesita aprender, a
su propio ritmo.
No es
que sean torpes. No significa que les dé igual lo que podamos decirles. Lo que
sucede es que, todavía no están
preparados para captar aquello que nosotros vemos con tanta claridad. Se
les escapa de las manos; simplemente, no lo ven. No logran hacer los cambios
necesarios e incorporarlos a su vida, debido a que tienen poco que ver con lo que
ellos han estado acostumbrados a creer, a sentir, a experimentar. No podrán dar
el siguiente paso, hasta que hagan algunos descubrimientos, hasta que progresen
en el conocimiento de sí mismos y en su desarrollo personal.
Todo
lo que antecede, lo podemos ver los
psicólogos cuando alguien acude a terapia y nos comenta lo que le sucede,
lo que le preocupa y aquello que no sabe cómo solucionar. Cuando nos habla sobre
sus creencias, sus miedos, sus sueños… A medida que le escuchamos, vamos conectando
la información que nos proporciona. Nos preguntamos cómo es posible que no se
haya dado cuenta de aquello que nosotros vemos. Aunque entienda nuestras
palabras, nos damos cuenta de que eso que le hemos dicho no surte ningún
efecto. Que su interpretación, de todo cuanto le decimos, se queda en la superficie. Que realmente no logra comprender
lo que intentamos comunicarle. En ocasiones, será necesario repetírselo varias
veces, en sesiones sucesivas y con otras palabras. No comprende qué es lo que sería
recomendable hacer, cuáles son los elementos que conviene que él tenga en
cuenta.
Hasta
que, en un momento dado, tiene un “insight”, un momento de iluminación, de honda
comprensión, en el que empieza a ver claras algunas cosas. Es entonces, cuando
comprende lo que varias personas pueden haberle repetido, en distintas
ocasiones. Descubre cuál es el cambio que debe hacer, entiende por qué otras
personas actúan como lo hacen e incluso es capaz de ver qué es lo que le
impedía comprender lo que le sucede.
Es
posible que, a ese momento de comprensión, le sigan otros y que la superación
de un primer obstáculo, le lleve a profundizar en su autoconocimiento y en la
comprensión de las otras personas, así como de sus circunstancias.
Hola Magdalena. ¡Felicidades por esta entrada!
ResponderEliminarTengo un poema infantil que describe todo lo que explicas aquí.
Te dejo el enlace. Espero que te guste. Un abrazo
http://cuentosentretenidos-marissa.blogspot.com.es/2014/02/la-mariposa.html
Gracias, Marisa, por compartir con nosotros ese poema que se refiere a lo que explico aquí.
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