domingo, 20 de noviembre de 2016

No debemos pretender acelerar el tiempo del cambio



Para poder iniciar cualquier tipo de cambio en nosotros, por pequeño que sea, es necesario que, con anterioridad, nos demos cuenta de que hay algo que no rueda fino, que nos puede estar ocasionando problemas en alguna faceta de nuestra vida. Ya sea en el ámbito familiar, profesional o en nuestras relaciones personales.

¿Por qué se repiten cierto tipo de situaciones problemáticas? ¿Qué nos lleva a encontrarnos con resultados similares, aunque se hayan producido como consecuencia de nuestra relación con personas bastante diferentes, entre sí? Pienso que nos equivocamos cuando creemos que esas diferencias se deben al comportamiento de las otras personas, a lo que dicen, a lo que puedan sentir, a su forma de reaccionar o de proceder.

Antes de llegar a la conclusión anterior, conviene una mayor reflexión sobre esas dificultades que se nos presentan y que nos causan malestar. Dirijamos la mirada hacia nuestro interior y pensemos que puede haber algo, en nosotros mismos, que no comprendemos y que se escapa de nuestras manos. Es necesario que descubramos cuáles son las claves que nos llevan a reaccionar de manera precipitada e irreflexiva. Conviene que averigüemos cuáles son esos puntos débiles que nos hacen “saltar”, aunque tengamos el firme propósito de no hacerlo. Analicemos por qué nos molestamos con la otra persona, por qué nos enfadamos, qué es lo que nos saca de nuestras casillas; por qué nos duele, por qué rechazamos lo que pasa, por qué deseamos huir de la situación. Por qué, en síntesis, perdemos nuestra deseada paz interior.

Alguien puede habernos señalado la existencia de algún problema, o nosotros mismos haberlo deducido, al ver que no hemos sabido actuar de forma adecuada ante ciertas situaciones que se nos han presentado. Resulta muy penoso que estas dificultades se evidencien cuando se presentan en nuestra relación con personas que son importantes para nosotros. Sobre todo, por no haber sabido intuir que nuestra actitud podía contribuir al deterioro de la relación.

No sabemos si existe la posibilidad de revertir las consecuencias negativas que se desprendan de esos “desencuentros” y de la dificultad para tener una comunicación fluida, cuando en otras ocasiones pareciera que no hubiera habido problemas al respecto. No obstante, esas situaciones nos están marcando un camino por el que transitar. Para lograr un mejor conocimiento personal, así como para progresar tanto en el autodominio como en la gestión de nuestras emociones y nuestros pensamientos.

Cuando vemos que existe cierta dificultad, todavía tardaremos algún tiempo en descubrir qué es lo que debemos hacer para solucionar el problema; para evitar que se agraven las diferencias en ese tipo de situaciones. Podemos encontrar pequeñas claves de por dónde deben ir nuestros cambios, pero es muy poco, o nada, lo que podemos hacer para acelerarlos. Sucederán cuando tengamos una mayor comprensión de lo que ocurre y cuando estemos preparados para llevar a cabo esos cambios en nuestro comportamiento y en nuestra forma de ser.

Si, como hemos visto, de poco nos han de servir las prisas para realizar un cambio personal, será todavía más complicado conseguir que otra persona cambie. Podemos indicarle cuáles son sus fallos, decirle qué es lo que queremos que haga o “exigirle” que rectifique esos comportamientos que, desde nuestro punto de vista, resulta imperativo modificar. Pero, si ella no siente la necesidad de cambiar y si no se compromete a hacerlo, nada podremos hacer, salvo desgastar innecesariamente la relación.

Aunque deseemos fervientemente que nuestro interlocutor “entienda” lo que nosotros vemos con claridad, lo que es tan evidente para nosotros, no podemos pretender exigirle a participar de nuestro criterio. Podemos decirle las cosas, o explicárselas, tantas veces como queramos, pero, sólo las comprenderá cuando esté preparado para hacerlo. Quizás, suceda el día menos pensado, a raíz de un comentario, un mensaje, una conversación…

De nada sirve que nos molestemos, o nos impacientemos, porque alguien no parezca comprender lo que le decimos. Convendría estar preparados para entender que, cada uno,  capta lo que necesita aprender, a su propio ritmo.

No es que sean torpes. No significa que les dé igual lo que podamos decirles. Lo que sucede es que, todavía no están preparados para captar aquello que nosotros vemos con tanta claridad. Se les escapa de las manos; simplemente, no lo ven. No logran hacer los cambios necesarios e incorporarlos a su vida, debido a que tienen poco que ver con lo que ellos han estado acostumbrados a creer, a sentir, a experimentar. No podrán dar el siguiente paso, hasta que hagan algunos descubrimientos, hasta que progresen en el conocimiento de sí mismos y en su desarrollo personal.

Todo lo que antecede, lo podemos ver los psicólogos cuando alguien acude a terapia y nos comenta lo que le sucede, lo que le preocupa y aquello que no sabe cómo solucionar. Cuando nos habla sobre sus creencias, sus miedos, sus sueños… A medida que le escuchamos, vamos conectando la información que nos proporciona. Nos preguntamos cómo es posible que no se haya dado cuenta de aquello que nosotros vemos. Aunque entienda nuestras palabras, nos damos cuenta de que eso que le hemos dicho no surte ningún efecto. Que su interpretación, de todo cuanto le decimos, se queda en la superficie. Que realmente no logra comprender lo que intentamos comunicarle. En ocasiones, será necesario repetírselo varias veces, en sesiones sucesivas y con otras palabras. No comprende qué es lo que sería recomendable hacer, cuáles son los elementos que conviene que él tenga en cuenta.

Hasta que, en un momento dado, tiene un “insight”, un momento de iluminación, de honda comprensión, en el que empieza a ver claras algunas cosas. Es entonces, cuando comprende lo que varias personas pueden haberle repetido, en distintas ocasiones. Descubre cuál es el cambio que debe hacer, entiende por qué otras personas actúan como lo hacen e incluso es capaz de ver qué es lo que le impedía comprender lo que le sucede.

Es posible que, a ese momento de comprensión, le sigan otros y que la superación de un primer obstáculo, le lleve a profundizar en su autoconocimiento y en la comprensión de las otras personas, así como de sus circunstancias.





Imagen encontrada en Internet, modificada para el blog.




2 comentarios:

  1. Hola Magdalena. ¡Felicidades por esta entrada!
    Tengo un poema infantil que describe todo lo que explicas aquí.
    Te dejo el enlace. Espero que te guste. Un abrazo

    http://cuentosentretenidos-marissa.blogspot.com.es/2014/02/la-mariposa.html

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    1. Gracias, Marisa, por compartir con nosotros ese poema que se refiere a lo que explico aquí.

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