Estimada doctora:
En el
pasado, a raíz de la lectura de alguna de sus publicaciones, he tenido la
tentación de escribirle; pero, ignoro cuál habrá sido la razón por la que no me
decidiera a hacerlo. Tampoco, creo que pueda servir de pretexto la feliz
circunstancia de que, en el día de ayer, se celebrara el “Día del Psicólogo”.
Pienso, más bien, que es como consecuencia del desaliento y la profunda
tristeza que se han apoderado de mí, de las cuales me declaro incapaz de
liberarme.
He
llegado a pensar que no tienen solución los males que causan mi infelicidad, y
la de cientos de miles de personas como yo, a pesar de la ayuda que pudieran
prestarnos los psicólogos del mundo entero. Porque, es totalmente utópico,
pensar en terapia o tratamiento alguno ya
que, en mi opinión, no somos los pacientes quienes podamos poner fin a este
estado de cosas. Me consta que, tampoco, les incumbe a los psicólogos; si bien,
he pensado que podríamos recibir, de ellos, algunas recomendaciones. Esta es la
petición que me tomo la libertad de hacerle llegar, como representante que es
usted de todos cuantos compañeros de carrera tienen la noble misión de intentar
sanar el alma de las personas.
Resulta
paradójico constatar cómo el espectacular desarrollo de las nuevas tecnologías está
repercutiendo en un dramático alejamiento de los problemas que afectan a la
humanidad, por parte de quienes se
benefician de las mismas. Hace no tantos años, hubiera resultado imposible
pensar en la facilidad de comunicación a la que hemos llegado. Tenemos a
nuestra disposición, en tiempo real, el conocimiento de lo que está sucediendo,
allá donde ocurra, no importa donde sea. Por medio de Internet, nos comunicamos
con quienes queremos. En cualquier momento del día, o de la noche, podemos
acceder a las redes sociales.
Cada vez,
somos más proclives a disfrutar de lo lúdico, del deporte, de la música, de lo
trivial e insustancial. Por el contrario, cada semana que pasa, somos más
inmunes a los problemas, a las dificultades, a las desgracias que nuestros
semejantes se ven obligados a soportar, en cualquier parte del mundo. Una
coraza de insensibilidad nos separa de millones de personas humanas que pasan
hambre, que viven en la miseria, que tienen que huir de las enfermedades, o de
la muerte, causadas por las guerras que
existen y que nos han dejado de interesar por considerarlas lejanas, aun
cuando, los medios nos las aproximen, de manera repetitiva, todos los días.
En
tiempos de grandes dificultades causadas por la guerra o la depresión
económica, los ciudadanos de un gran número de países se vieron obligados a
emigrar, en busca de subsistencia. Los españoles, no fuimos una excepción sino,
al contrario, un buen ejemplo de ello. Hoy, parece que hayamos perdido la
memoria y me avergüenza ver lo ingratamente que correspondemos a emigrantes de
otros pueblos que, en su día, nos cobijaron y nos protegieron. Destierro el
pensamiento de que, unos cuantos, puedan despreciar al ser humano por su raza o
por el color de su piel. Por lo mucho que me duele, quiero evitar hacer
cualquier alusión a aquellos hombres que, en pleno siglo veintiuno, se siguen
considerando superiores a la mujer. Me parece vergonzoso que, quienes maltraten
a sus parejas, puedan circular por la calle.
Tan
sólo a unos pocos interesa el estudio de las artes, de la historia, de las
religiones, de la filosofía, del conjunto de disciplinas, en suma, que giran en
torno al ser humano. Con la anuencia de los gobiernos, prescindimos de todos
aquellos valores que constituyen el patrimonio de una sociedad. Interesa
perseguir aquello que nos de rendimiento económico inmediato, sin tener en
cuenta que, a la larga, los pilares que sustentan la proyección profesional del
individuo, no pueden prescindir de la moral, ni de la ética. Caminamos
peligrosamente hacia una sociedad cada vez más técnica pero mucho más débil, a
la hora de afrontar las dificultades que se le presenten.
Me
entristecen muchas cosas más, doctora. Le podría hablar de la desazón que me
causa el, cada vez mayor, desequilibrio entre la riqueza y la pobreza, causado
por el implacable predominio de los poderes económicos. Le hablaría de la
corrupción, de la justicia, de la manera cómo actúan los partidos políticos…
Desgraciadamente, la lista de cosas que me producen un profundo desasosiego es
muy larga; pero, renuncio a hablar de política, en esta ocasión.
Le
pediría, únicamente, unas cuantas recomendaciones que fueran de aplicación para
nuestros hijos. Para que, al tiempo que están preparados para afrontar los
retos de la ciencia, lo estén, igualmente, para la defensa de los valores que
hacen que un pueblo sea justo y solidario.
Le
doy las gracias por su atención.
Quien escribio esta carta tiene una nivel de sensibilidad que dan ganas de llorar; todo lo que el menciona y la manera como lo hace es la dura realidad que estamos viviendo. De todas maneras Magda si pienso que la labor del sicologo va mas alla de querer arreglar al mundo. Pienso que una buena orientacion a una persona que esta desubicada o perdida en sus conflictos, hace la diferencia.
ResponderEliminarEs una carta de gran sensibilidad, que recoge lo que muchos estamos sintiendo. Tiene razón el remitente, cuando dice que son problemas que él no puede solucionar ni incluso con la ayuda que podamos ofrecerle los psicólogos del mundo. También se escapan de nuestro ámbito de influencia, a nivel general. Algo diferente es lo que, cada uno de nosotros, pueda hacer a nivel particular. Creo que, a nivel individual, debemos preguntarnos cómo estamos viviendo nuestra vida y cómo estamos educando a nuestros hijos. Creo firmemente en la necesidad de educar el corazón, la afectividad y los valores de amor y solidaridad. No es suficiente el aprendizaje de contenidos y el desarrollo del intelecto. Esto es válido para los hijos y para nosotros mismos.
EliminarUn futuro mejor dependerá de lo que todos hagamos en nuestras vidas, en el ambiente en el que nos movemos, desde las diferentes profesiones y ocupaciones que desempeñemos. No podemos dejar todo en manos de los gobernantes. Más, cuando no somos muy cuidadosos en su elección ni somos lo suficientemente críticos como para exigirles que actúen de acuerdo a la gran responsabilidad que asumen con su cargo, ante los ciudadanos.
Nuestra labor como psicólogos suele dirigirse más hacia esas personas que solicitan nuestra colaboración, para ayudarles a ubicarse, a desarrollar habilidades para solucionar los problemas que se les plantean, a conocerse en mayor profundidad, a adquirir "herramientas" que les ayuden a desenvolverse mejor en sus relaciones interpersonales... Por otro lado, mediante las actividades formativas, blogs, libros, ayudar a reflexionar y profundizar sobre diferentes temas...
Con estos artículos estoy convencida qué vuestra labor profesional es más extensa y profunda. No sólo ayudáis a los pacientes con nombre y apellido,los anónimos pasan por vuestros escritos y algunos terminan reflexionando y eso es muy importante.
ResponderEliminarCierto, Paloma. La labor de psicoterapia influye directamente en quienes acuden a nuestra Consulta. Hay otras formas que nos ayudan a llegar a más personas, a proporcionar elementos que les ayuden a reflexionar, a tomar alguna decisión, a reconocer lo que ya estaba en su interior, a reconducir su camino...
Eliminar