Hay
quienes se pasan la vida huyendo de la soledad, de la quietud, de la
tranquilidad, porque no saben estar a gusto cuando se encuentran consigo
mismos. Se han acostumbrado a estar acompañados y se encuentran mal cuando se
quedan solos.
Según
el Diccionario de la lengua española, la soledad es la carencia voluntaria o
involuntaria de compañía.
En
esta ocasión, nos gustaría centrarnos en esa soledad voluntaria, buscada por uno mismo, la cual suele ser vista
como positiva, aunque pueda acarrear algo de dolor. Hablaremos, en otro momento,
de la soledad involuntaria -aquella
que nos es impuesta por otras personas o por las circunstancias-, que suele ser
vista como negativa, difícil de soportar y de entender.
Cuando
es voluntaria, deseada o buscada, la soledad suele ser vista como
algo grato.
En
ocasiones, la soledad “obligada”
puede llegar a ser gratificante. Ello dependerá de la actitud que adoptemos.
Aceptándola como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, en lugar de resistirnos,
protestar o quejarnos amargamente.
Paradójicamente,
una compañía deseada, puede llegar a ser
frustrante.
La soledad voluntaria puede ser habitual, cuando alguien disfruta
viviendo solo o buscando la soledad con bastante frecuencia. Puede ser ocasional, si se buscan deliberadamente
unos momentos de tranquilidad, de estar apartados del bullicio, para conectar
con uno mismo y para “cargar pilas”. La
soledad puede ser tan necesaria como anhelada, cuando se afrontan demasiadas
obligaciones, cuando nos agobia la continuada presencia de otras personas o
cuando, sencillamente, estamos agotados y saturados, como consecuencia de haber
soportado un periodo de intensa vida social. Como dice Javier de las Heras, “Se desea descansar de los demás, o mejor,
de las interacciones psíquicas que implica el trato con los otros”.
Esa
“soledad” voluntaria puede ser
compartida con otros, como cuando uno se retrae de la vida social para
estar en familia o para compartir el tiempo con los amigos. Con esas personas con
las que se puede ser uno mismo, de la manera más natural del mundo, sin necesidad
de tener que realizar ninguno de los esfuerzos que las relaciones sociales nos
exigen.
La soledad - retiro suele limitarse a un
periodo reducido de tiempo, aunque puede ir desde unos minutos, hasta unos
días, dependiendo del grado de saturación social y de la necesidad de estar a
solas. Es un apartarse de la vida social, buscando la tranquilidad, el
silencio, la vida contemplativa o sosegada.
Cuando
se busca el diálogo con uno mismo, se llega a una soledad más íntima y
profunda, que podríamos denominar soledad - intimidad.
Es cuando el ser humano reflexiona sobre sí mismo, sobre su pasado, su presente
y sobre su futuro. Da rienda suelta a los pensamientos en torno a sus
ambiciones, sus ilusiones y sus sueños. Sus frustraciones, aquello que no pudo
ser, o lo que fue, a pesar de que no era lo que deseaba. Piensa en los errores, en las debilidades y en los fracasos, que solamente él conoce. Regresan a su mente
las alegrías pasadas, las satisfacciones y las sensaciones agradables.
El
hombre se encuentra frente a sí mismo, observa su interior y lo analiza,
buscando su propia identidad, queriendo descubrir quién es, qué pudo haber
sido, qué puede llegar a ser. Qué camino tomar, qué cambios hacer, qué
elementos debe fortalecer, cuáles asperezas debe pulir. Se hace balance de sí
mismo, entre dudas y sorpresas, y se plantean los grandes interrogantes de la
existencia.
Esta soledad - intimidad requiere saberse
gobernar. Es decir, ser dueño y señor de uno mismo. Aprovechar esa soledad para
enriquecerse con elementos valiosos que conduzcan la propia vida hacia
objetivos capaces de producir satisfacciones auténticas y profundas. Hacia aquello
que es verdaderamente valioso para cada uno de nosotros.
Esta soledad-intimidad, con todo lo que se va
descubriendo -de uno, de los demás y de la vida-, lleva a otra cuestión
importante: la de ser uno mismo. Al respecto, Confucio decía: “El hombre
superior no exige nada sino de sí mismo; el hombre vulgar y sin mérito lo pide
todo a los demás”.
La soledad - intimidad fomenta la sana
independencia, la necesidad de esforzarse por lograr los objetivos por uno
mismo, sin dejarlos en manos de otros. Permite desarrollar la capacidad de observarse
e irse definiendo a sí mismo, como persona distinta a otras. Siendo comprensivo
con los demás y consigo mismo, a medida que va aprendiendo, creciendo, evolucionando...
Yo me siento comoda acompanada y tambien en soledad, ya sea voluntaria u obligada. Me gusta el concepto de soledad intima. Buen articulo Magda!
ResponderEliminarAprender a vivir en soledad es tan importante como saber vivir en compañía. Son necesarios y convenientes esos momentos de estar con nosotros mismos, así como es importante saber convivir con las personas que se encuentran a nuestro alrededor o que se cruzan en nuestro camino.
EliminarMagnifico articulo tambien Magda!!! Me gusta estar acompañado, pero muchas veces me adentro en mi soledad para relajarme del strees diario, me ayuda a pensar mejor y me fluye mi interior artistico....
ResponderEliminarFelicidades!!!
Gracias, Jose Antonio... Ese es un magnífico equilibrio. Disfrutar de la compañía y adentrarse en la soledad para relajarnos, conocernos a nosotros mismos, pensar, planificar, ser creativos...
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