lunes, 7 de noviembre de 2016

El poder de la soledad



Hay quienes se pasan la vida huyendo de la soledad, de la quietud, de la tranquilidad, porque no saben estar a gusto cuando se encuentran consigo mismos. Se han acostumbrado a estar acompañados y se encuentran mal cuando se quedan solos.

Según el Diccionario de la lengua española, la soledad es la carencia voluntaria o involuntaria de compañía.

En esta ocasión, nos gustaría centrarnos en esa soledad voluntaria, buscada por uno mismo, la cual suele ser vista como positiva, aunque pueda acarrear algo de dolor. Hablaremos, en otro momento, de la soledad involuntaria -aquella que nos es impuesta por otras personas o por las circunstancias-, que suele ser vista como negativa, difícil de soportar y de entender.

Cuando es voluntaria, deseada o buscada, la soledad suele ser vista como algo grato.

En ocasiones, la soledad “obligada” puede llegar a ser gratificante. Ello dependerá de la actitud que adoptemos. Aceptándola como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento, en lugar de resistirnos, protestar o quejarnos amargamente.

Paradójicamente, una compañía deseada, puede llegar a ser frustrante.

La soledad voluntaria puede ser habitual, cuando alguien disfruta viviendo solo o buscando la soledad con bastante frecuencia. Puede ser ocasional, si se buscan deliberadamente unos momentos de tranquilidad, de estar apartados del bullicio, para conectar con uno mismo y  para “cargar pilas”. La soledad puede ser tan necesaria como anhelada, cuando se afrontan demasiadas obligaciones, cuando nos agobia la continuada presencia de otras personas o cuando, sencillamente, estamos agotados y saturados, como consecuencia de haber soportado un periodo de intensa vida social. Como dice Javier de las Heras, “Se desea descansar de los demás, o mejor, de las interacciones psíquicas que implica el trato con los otros”.

Esa “soledad” voluntaria puede ser compartida con otros, como cuando uno se retrae de la vida social para estar en familia o para compartir el tiempo con los amigos. Con esas personas con las que se puede ser uno mismo, de la manera más natural del mundo, sin necesidad de tener que realizar ninguno de los esfuerzos que las relaciones sociales nos exigen.

La soledad - retiro suele limitarse a un periodo reducido de tiempo, aunque puede ir desde unos minutos, hasta unos días, dependiendo del grado de saturación social y de la necesidad de estar a solas. Es un apartarse de la vida social, buscando la tranquilidad, el silencio, la vida contemplativa o sosegada.

Cuando se busca el diálogo con uno mismo, se llega a una soledad más íntima y profunda, que podríamos denominar soledad - intimidad. Es cuando el ser humano reflexiona sobre sí mismo, sobre su pasado, su presente y sobre su futuro. Da rienda suelta a los pensamientos en torno a sus ambiciones, sus ilusiones y sus sueños. Sus frustraciones, aquello que no pudo ser, o lo que fue, a pesar de que no era lo que deseaba. Piensa en los errores, en las debilidades y en los fracasos, que solamente él conoce. Regresan a su mente las alegrías pasadas, las satisfacciones y las sensaciones agradables.

El hombre se encuentra frente a sí mismo, observa su interior y lo analiza, buscando su propia identidad, queriendo descubrir quién es, qué pudo haber sido, qué puede llegar a ser. Qué camino tomar, qué cambios hacer, qué elementos debe fortalecer, cuáles asperezas debe pulir. Se hace balance de sí mismo, entre dudas y sorpresas, y se plantean los grandes interrogantes de la existencia.

Esta soledad - intimidad requiere saberse gobernar. Es decir, ser dueño y señor de uno mismo. Aprovechar esa soledad para enriquecerse con elementos valiosos que conduzcan la propia vida hacia objetivos capaces de producir satisfacciones auténticas y profundas. Hacia aquello que es verdaderamente valioso para cada uno de nosotros.

Esta soledad-intimidad, con todo lo que se va descubriendo -de uno, de los demás y de la vida-, lleva a otra cuestión importante: la de ser uno mismo. Al respecto, Confucio decía: “El hombre superior no exige nada sino de sí mismo; el hombre vulgar y sin mérito lo pide todo a los demás”.

La soledad - intimidad fomenta la sana independencia, la necesidad de esforzarse por lograr los objetivos por uno mismo, sin dejarlos en manos de otros. Permite desarrollar la capacidad de observarse e irse definiendo a sí mismo, como persona distinta a otras. Siendo comprensivo con los demás y consigo mismo, a medida que va aprendiendo, creciendo, evolucionando...




Bibliografía: DE LAS HERAS, Javier: Viaje Hacia Uno Mismo. Espasa Calpe, S.A., Madrid.
 


Imagen compartida por una amiga, con mi agradecimiento. 




4 comentarios:

  1. Yo me siento comoda acompanada y tambien en soledad, ya sea voluntaria u obligada. Me gusta el concepto de soledad intima. Buen articulo Magda!

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    1. Aprender a vivir en soledad es tan importante como saber vivir en compañía. Son necesarios y convenientes esos momentos de estar con nosotros mismos, así como es importante saber convivir con las personas que se encuentran a nuestro alrededor o que se cruzan en nuestro camino.

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  2. Magnifico articulo tambien Magda!!! Me gusta estar acompañado, pero muchas veces me adentro en mi soledad para relajarme del strees diario, me ayuda a pensar mejor y me fluye mi interior artistico....

    Felicidades!!!

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    1. Gracias, Jose Antonio... Ese es un magnífico equilibrio. Disfrutar de la compañía y adentrarse en la soledad para relajarnos, conocernos a nosotros mismos, pensar, planificar, ser creativos...

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