En
este escrito, me voy a referir a un artículo que me encontré en Facebook,
titulado: ¿Hay
que violar la intimidad de nuestros hijos? Me llamó tanto la atención, que
lo primero que pensé fue que alguien pudiera escribir recomendando violar la
intimidad de las personas, algo en lo que estoy en completo desacuerdo.
Afortunadamente,
la autora se refería, de manera crítica, a unas declaraciones de un Juez, de
una ciudad española, cuyo nombre prefiero no mencionar, el cual se pronunciaba
de la manera siguiente: “Creo que hay que violar la intimidad de nuestros
hijos. Antes, nuestros padres nos registraban los cajones, ahora hay que mirar
lo que hacen con el móvil… El caso es que no nos pillen”.
¡Vaya
ejemplo de juez! ¡Qué vergüenza! ¡Qué peligro, lanzar ese tipo de sentencias! Me
cuesta creer que, alguien que debería ser un servidor intachable de la
Justicia, pueda haberse despachado en semejantes términos. ¡Lo que nos faltaba!
Que, un Juez de Menores, otorgue permiso a los padres y les inste a cometer
semejante atropello, atentatorio de la libertad y de la privacidad de sus hijos.
Me parecerían igualmente horribles sus palabras, si hubieran estado dirigidas
hacia la violación de la intimidad de cualquier ser humano.
¿Quieres saber cómo puedes perder la
confianza de tus hijos o de otra persona? Hay una forma muy rápida de lograr
que no confíen en ti: no respetes su intimidad.
Me
recuerda un caso que conocí en el que, ciertos familiares de una joven que
acababa de cumplir los veintiún años, cometieron la barbaridad de abrir su
correspondencia, de registrar sus pertenencias, revolviendo los cajones de su
cómoda y de su armario, llegando a hurgar en la papelera de su habitación.
¿Cómo es posible confiar en alguien que haga esas cosas? Sé que es parte de las
prácticas educativas de antes; aunque, no se circunscribe, únicamente, al
ámbito de la familia. También hay parejas y amigos que no respetan la
privacidad y la intimidad de sus “seres queridos”. Lo pongo entre comillas,
porque no me parece el comportamiento adecuado de alguien que dice querer a
otra persona.
Recurrir
a la violación de la intimidad de un hijo, hermano, alumno, es señal irrefutable
de que, quien actúa de tal manera, es un pésimo educador; que ha sido incapaz
de ganarse su confianza, que no ha sabido cómo transmitir unos valores y que no
respeta la libertad de nadie.
Cuando
se hurga en la privacidad de otra persona se da a entender que no se confía en
ella; tampoco, en la capacidad de uno mismo, para convertirse en un ser amoroso,
comprensivo, cercano y firme.
Ser
correctos en el trato y estrictamente honestos en lo que hacemos, será el mejor
ejemplo para nuestros hijos, del cual
ellos aprenderán para siempre. Por el contrario, violar su intimidad les enseñaría
que no pueden confiar en las personas más cercanas y que no es necesario
respetar las pertenencias y la intimidad de otras personas.
La
confianza y el respeto son dos pilares básicos para construir unas buenas
relaciones con la familia, los amigos y todo tipo de vínculos personales.
La
autora señala que “estas declaraciones han creado polémica en toda la comunidad
educativa (que recordemos somos todos: padres, educadores, maestros, pedagogos,
etc.). Y no es para menos”.
No
quiero ni pensar en el legítimo enfado que pueden sentir los jóvenes que se
enteren de esas declaraciones; como consecuencia de las cuales, puedan llegar a
sospechar que sus padres sean capaces de seguir las indicaciones de ese Juez de
Menores. Lo que me impresiona es que, a algunas personas, les pueda parecer
estupendo lo manifestado por ese hombre. ¡Pobres los jóvenes que tengan cerca
de ellos a personas que piensen así! ¡Vaya educación más horrible estarán
recibiendo!
A
continuación, la autora, agrega:
“El Artículo
197.1 del Código Penal establece: El que, para descubrir los
secretos o vulnerar la intimidad de otro, sin su consentimiento, se apodere de
sus papeles, cartas, mensajes de correo electrónico o cualesquiera otros
documentos o efectos personales, intercepte sus telecomunicaciones o utilice
artificios técnicos de escucha, transmisión, grabación o reproducción del
sonido o de la imagen, o de cualquier otra señal de comunicación, será
castigado con las penas de prisión de uno a cuatro años y multa de doce a
veinticuatro meses”
Yo
quisiera saber si, a pesar del posicionamiento declarado por el señor juez al
que nos hemos referido, el propio señor juez, u otros señores jueces que
defiendan el mismo criterio, enjuiciarían a los padres, familiares y otras
personas que violen la intimidad de sus hijos, de sus parejas, de sus amigos,
en aplicación del citado Artículo 197.1 del Código Penal, vigente en España.
La
autora se pregunta: “¿Debemos violar la intimidad de nuestros hijos?”
“Violar
la intimidad de nuestros hijos puede tener nefastas consecuencias en el desarrollo
de nuestros hijos.” “¿Qué tipo de relación paterno-materno-filial “demanda” la
vulneración de la intimidad de nuestros hijos? Desde luego no la basada en
la comunicación, el cariño, la aceptación,
el respeto y/o la confianza.” Igualmente, nos dice
que “también conocemos el dolor emocional que provoca la falta de
confianza de aquellas personas más cercanas a nosotros”.
Me
gustaría rogar, a quienes me leen, que reflexionen sobre ese profundo y
desgarrador dolor que se siente cuando, las personas cercanas a nosotros,
traicionan nuestra confianza; cuando se entrometen a la fuerza en nuestra
intimidad, cuando prefieren creer a otras personas, antes que a nosotros,
cuando hurgan en nuestras cosas, en lugar de preguntarnos, de frente, sobre
aquello que les preocupa o que puedan llegar a sospechar.
¿Hasta
cuándo vamos a seguir creyendo que los hijos nos pertenecen y podemos hacer con
ellos lo que nos venga en gana? ¿Hasta cuándo vamos a permitir que en nombre
del amor familiar, de pareja o del existente en la amistad, se cometan
atropellos a la privacidad e intimidad de las personas? El fin no justifica los
medios. No podemos utilizar cualquier estrategia, en nombre del amor.
Hoy, a propósito del tema tratado en este escrito,
viene a mi mente el viejo y sólido adagio: “El amor no da patente de corso”.
Los niños son dependientes de nosotros y esto hace
que nosotros nos hagamos responsables de ellos, que nos convirtamos en sus
guardianes y en sus protectores. Pero, no tenemos patente de corso para hacer
lo que queramos, ni mucho menos. En ocasiones, los padres tensan tanto la
cuerda, que el vínculo emocional que les une a sus hijos se rompe de forma
irreparable. Es muy doloroso constatar el daño que causan sus acciones y
actitudes, en nombre del amor, sin que, tan siquiera, se den cuenta de ello.
Me declaro firmemente convencida de que el amor
hacia nuestros hijos exige estar permanentemente atentos para no vulnerar el
respeto que ellos merecen.
Fuente utilizada para el escrito:
¿Hay que violar la intimidad de nuestros hijos? Por Rebeca
Palacios García de la Rosa, septiembre 12 de 2016.
http://www.playourbrain.com/violar-la-intimidad-de-nuestros-hijos/
Imagen encontrada en Internet. Desconozco su autor.
Impresionante, pero no desconocida para muchos que aún sentimos que se creen con el derecho a entrometerse en la vida de sus familiares, llevando la palabra "amor"como estandarte. A estas alturas los que somos adultos, podemos limitar ese abuso para con nosotros, pero precisamente por conocer en nuestras carnes los efectos, nos hace más comprensivos para respetar la intimidad de los demás.Me ha gustado muchísimo tu artículo Magdalena.
ResponderEliminarQuiero agregar aquí un comentario que escribió Beatriz Escobar: "Lo que describes en el artículo es catastrófico en doble vía. Como bien lo resaltas, incurrir en ese irrespeto con los hijos es demostrar el poco valor que le brindamos a la educación que impartimos y, en consecuencia, la desconfianza que por esa causa sentimos frente a los actos de nuestros propios hijos. Cavado ese abismo, la profundidad del daño es enorme e insalvable. Entender, sobre la confianza mutua, que todos merecemos y tenemos derecho no sólo a los espacios, sino a la intimidad es definitivo para la construcción de cualquier clase de relación. Estupendo y oportuno escrito!!"
ResponderEliminarNubia me dejó este comentario en Facebook: "el amor hacia nuestros hijos exige estar permanentemente atentos para no vulnerar el respeto que ellos merecen" esta parte creo que es la clave para una relación cercana, respetuosa pero también responsable. Permaneciendo atentos y vigilantes podemos proteger, ayudar y enseñar a nuestros hijos y nunca llegar a violar su derecho a la privacidad que como todo ser humano necesita para crecer y desarrollarse como debe ser. Gracia Magdalena, como siempre aprendemos muchísimo!!!
ResponderEliminarHola Magdalena. Me hubiese encantado agradecerte en su día la publicación de esta entrada (definitivamente Internet resulta inabarcable) y no dos años después... en cualquier caso, gracias por profundizar sobre la importancia de aquellos valores que promueven la creación de lazos afectivos seguros y sólidos en el ámbito familiar. Totalmente de acuerdo con tus palabras. Un abrazo.
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