viernes, 14 de octubre de 2016

Vivir, mirando hacia el futuro



Mediante el presente escrito, me gustaría profundizar en el importante papel que, la familia y personas allegadas, juegan en la formación y posterior desarrollo del ser humano.

Aunque quisiera referirme a los padres y restantes miembros de la familia, principalmente, no podemos olvidarnos de aquellas personas que no han crecido en el ámbito de una familia, para las cuales, la intervención de personas adultas ajenas al ámbito familiar, habrá tenido relevante importancia. De estas últimas, también desearía hacer especial mención.

Es un hecho irrefutable que los bebés dependen, totalmente, de los adultos. Tanto para su propia supervivencia, como para aprender a VIVIR SU VIDA; para adquirir unos conocimientos, para aprender a pensar y para ir en busca de aquellas cosas que necesitan para su desarrollo.

Para todo, para lo bueno como para lo no tan bueno, los bebés y los niños están en manos ajenas. Deben aprender a dejar de ser unos seres totalmente dependientes, para llegar a convertirse en personas autónomas que sepan valerse por sí mismas, que aprendan a conocerse, que descubran qué es lo que les gusta y lo que no, cuáles son sus principales motivaciones y cuáles son sus propios valores personales. Pero ese camino no termina al alcanzar su independencia, ya que es aconsejable que procuren conocer y comprender a aquellos con quienes se relacionan. Aprendiendo, a su vez, de esos intercambios con quienes tienen historias y vivencias diferentes a las suyas, las cuales,  enriquecerán sus vidas.

Creo que nos equivocamos cuando pensamos que debemos vivir de cara al pasado, en busca de las enseñanzas y de los patrones de actuación de nuestros padres, de nuestros abuelos y demás ascendientes; pretendiendo imitar sus vidas, o la de aquellas personas que, sin haber tenido una relación de familia con nosotros, hubiesen incidido, de forma muy notable, en nuestro desarrollo. Pienso que nosotros debemos erigirnos como una persona nueva, diferente, que debe buscar su propio camino en esta vida, por lo que procede mirar al futuro.

Hay familias, en las que pesa demasiado el ayer; razón por la cual, tratan de preservar ciertas costumbres, formas de ser y de actuar que, con toda seguridad, jamás cuestionaron ni tuvieron la oportunidad de aceptar libremente. Puede que, ese respeto reverencial por el pasado, les dé seguridad y un marco de referencia al que adherirse para desarrollar su propia vida. Es posible que, algunos hijos, asuman como suyos esos valores familiares, mientras que, otros, decidan cuestionarlos y prefieran seguir un camino más personal, actuando de acuerdo con lo que les parezca más valioso; aunque, distinto a lo que han querido transmitirles.

Me sigo planteando cuál debe ser la actuación de quienes ostentan la autoridad familiar con respecto a los niños o adolescentes, de los cuales son máximos responsables. ¿Pretenden que sean conformistas? ¿Les piden que reproduzcan las enseñanzas de sus mayores y se adapten a la visión de las cosas que ellos les transmiten? ¿Les orientan en la búsqueda de su camino y de su propia identidad? ¿Les preparan para disfrutar de la vida? ¿Les enseñan a ser felices?

Los adultos parecen estar bastante ocupados en lograr tener los medios para conseguir satisfacer sus necesidades y las de su familia. También procuran transmitir a sus hijos lo que, para ellos, es valioso. Todo eso que ellos consideran importante, vino dado por lo que les fue transmitido por sus propios padres, por otros adultos y por la sociedad, así como por lo que ellos mismos hicieron con sus propias vidas. Para mí, eso es una secuencia interminable de miradas hacia el pasado. No sé qué tan conscientes son de que están transmitiendo lo que siempre han escuchado, lo que han vivido y lo que han padecido, convencidos de que todo debe seguir siendo igual.

¡El papel de la tradición! ¡Debemos honrar a los padres y a los antepasados! ¡No es bueno cuestionar lo que hemos recibido! ¡Eso es una deslealtad! ¡Traicionar a las personas que nos antecedieron! Aunque, muchos de ellos, no estuvieran de acuerdo con algunas de las enseñanzas recibidas.

Me cuesta pensar que ese pasado, que esa interpretación que algunos hicieron de los hechos, con sus luces y sus sombras, con la idealización de algunas personas y de su forma de proceder, con sus autoengaños convertidos en verdades que debían ser defendidas y transmitidas a las siguientes generaciones, pueda seguir influyendo en sus hijos, en sus nietos y en sus bisnietos. Muchas personas continúan, por inercia, con ciertas enseñanzas, sin haberlas cuestionado y sin haber decidido si las querían hacer suyas. Mientras que, otras, se atreven a romper con algunos de los legados familiares, los cuales parecen un corsé, en lugar de una ayuda.

Nosotros, como padres, deberíamos hacer lo posible para que nuestros hijos encuentren su propio camino. Aceptar su decisión en la elección de sus personales opciones, aunque puedan ser diferentes a ese legado familiar. A pesar, incluso, de que rompan manifiestamente con algunas de las enseñanzas transmitidas.

Desearía que ese respeto que algunos padres “imponen” a sus hijos, sea un respeto mutuo, desde que los niños son pequeños, con sus individualidades y su forma de ver el mundo y las relaciones personales. Creo que cuando esto sucede, cuando cada uno puede ser como es, como quiere ser, todos podrán aprender de los demás y se facilitará el camino que cada uno escoja. Seremos más flexibles, tolerantes y amorosos; será más fácil la comunicación, ya que no habrá que justificar nuestros gustos o esconderlos por miedo a no ser aceptados por los demás. El pasado quedará donde debe estar, en el pasado. Podremos vivir en el presente, teniendo en cuenta los aprendizajes y las conclusiones que saquemos de lo que hemos recibido como “herencia” familiar, mirando hacia nuestro propio futuro, viviendo la vida que cada uno va construyendo de acuerdo a sus conocimientos, sus experiencias, sus sueños y sus proyectos.

El pasado debe tenerse en cuenta como un punto de partida, pero no debemos quedar anclados en lo que sucedió, en lo que nos contaron, en lo que otros vivieron. La vida debe vivirse en el presente, mirando hacia el futuro.

Algunos, habrán sido educados en un ambiente que potencie la personalidad y la toma de decisiones de cada uno, teniendo así una mayor facilidad para su propio desarrollo.

Otros, habrán de nadar contra corriente, en búsqueda de recursos para sobrevivir y para hallar su propio camino; quizás, tardando tiempo en descubrir que algunas cosas de ese pasado que han recibido ya no son aceptables para ellos y que, por lo tanto, deben dejarlas atrás. Probablemente, se quedarán con unas cuantas enseñanzas de lo que para ellos es valioso. En consonancia con sus propios valores, de acuerdo a su concepción del mundo, de la familia, de las personas…





3 comentarios:

  1. Magda yo estoy de acuerdo con este tema en su totalidad. Se le ensenan valores y buenas costumbres pero la decision de lo que quieren ser y la manera como quieren conseguirlo es de cada uno. Ahora mismo estamos viviendo una situacion con respecto a la educacion de Fiorella, no estamos de acuerdo con lo que decidio le dijimos que lo pensara bien le hicimos ver los pro y los contra, sin embargo ella decidio y nosotros solo nos queda apoyarla, previa la observacion que cuando uno toma una decision es con responsabilidad y asumir todo lo que ella trae. Gracias Magda!

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    1. Ine, lo normal es que nos inculquen unos valores, desde el hogar y desde la sociedad. Después, lo más recomendable es que cada uno vaya decidiendo con cuáles de esos valores se queda, cuáles rechazará o cambiará por unos nuevos. Algunas personas aceptan tan claramente lo recibido que no lo cuestionarán mientras vivan. Lo transmitirán a sus hijos, deseando e incluso llegando a "obligarles" a que ellos sean fieles a lo que sus padres aceptaron sin haberlo cuestionado. Por esa razón, me refiero a que viven más hacia el pasado que hacia el futuro. Desde mi punto de vista, es positivo lo que ustedes hacen. Permitir que su hija tome sus propias decisiones sobre las cosas que le afectan directamente, como su educación, sus relaciones, su forma de vivir. Podemos ayudarles a que su decisión sea meditada y, luego, apoyarles. Estar cerca, o disponibles, para lo que puedan ir necesitando comentar o preguntar... Es difícil respetar que nuestros hijos son los dueños de su propia vida, pero debemos hacer todo lo posible por que ellos sean capaces de tomar sus propias decisiones, con nuestra colaboración, cuando nos lo permitan.

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  2. Servidores de pasado en copa nueva, como decía Silvio Rodríguez. En el fondo, si nos enamoráramos del descubrir, podríamos empezar a transformarnos, sin importar éxitos, fracasos o velocidades.

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