domingo, 11 de septiembre de 2016

Castigar, en nombre del amor y de la justicia





A primera hora de la mañana, mientras desayunaba, he estado viendo algunos pasajes de una película que me han parecido realmente duros. Reflejaban, con toda claridad, viejas pautas educativas, las cuales desearía que no se repitieran, hoy en día. No obstante, me consta que es un deseo que, por desgracia, no se cumple, ya que continúan teniendo lugar en demasiados hogares. No se repiten las secuencias con exactitud. Pero sí las formas y las consecuencias que se derivan de tales comportamientos. Espero poder explicarlo bien.

En una de las escenas, el padre reprendía a dos de sus hijos por haber llegado tarde a casa. Lo hacía severamente, con la gravedad reflejada en su rostro, en presencia de su esposa. Con la clara intención de hacerles sentir ansiosos y culpables, les responsabilizaba de no saber lo mal que lo habían pasado, esa noche, en aquella casa. Al no tener ni idea de dónde ellos estaban, les había entrado tal grado de preocupación, que no habían podido cenar.

“¿Cómo pueden pretender que su madre y yo hubiésemos podido sentarnos a cenar y a beber?” “¿Cómo afrontar la preocupación de saber si algo grave les había pasado, a ustedes?” -preguntaba, su progenitor, con gran solemnidad- “¡Por su culpa, todos nos acostaremos esta noche sin cenar!” (Muestran una mesa, para varios comensales, preparada para la cena) “¡Sepan que esto que han hecho tendrá graves consecuencias, como, a ustedes, les ha de constar!” “Mañana, cada uno de ustedes recibirá diez azotes de vara, en presencia de sus hermanos, para que les sirva de ejemplo. Luego, su madre les pondrá una cinta blanca, como hacía cuando eran pequeños, como símbolo de que han quedado purificados, después del castigo.”

Finalmente, quien se había erigido en implacable juez, les diría a los niños que esa noche sus padres iban a dormir mal, al pensar que debían llevar a cabo ese castigo. Que esos golpes  dolían mucho más, a los padres, que a sus hijos. Y que lo hacían por su bien.

No fui capaz de terminar de ver la película, en exceso dolorosa. Me hizo recordar muchas cosas. Algunos padres no pegan, pero sus actuaciones son tan brutales y humillantes, como las de la historia narrada. Pensaba en lo que me contaba una amiga, en estos días, acerca de los atroces malos tratos que su madre, y ella misma, recibían de su padre. Y en muchos otros testimonios que he leído o he escuchado. ¿Cómo es posible tratar, de esta manera, a otro ser humano? Mucho peor, pretendiendo justificar que se hace por el bien de los demás, o en el nombre del amor o de la amistad...

Me gustaría que, quienes así lo deseen, me contaran sus experiencias al respecto, en los comentarios o por privado. Por encima de todo, tenemos que desterrar semejante comportamiento con nuestros hijos, parejas o cualesquiera otras personas. Además de ilícito, no sirve de nada asustarlos de esa manera, hacerles sentir insignificantes, ignorantes, culpables o echarles encima una gran dosis de ansiedad y de miedo. Hablemos con ellos de forma equilibrada, cuando nosotros ya nos hayamos serenado... Erradiquemos esos castigos ejemplares o desproporcionados, como el de no salir con los amigos en una semana, no ir a esa fiesta de cumpleaños que tanta ilusión le hace, dejarles sin comer, humillarles en público...





Este escrito es como un ejemplo de lo que escribía en el artículo: “El control idóneo del comportamiento de los niños” http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2016/09/el-control-idoneo-del-comportamiento-de.html




Imagen encontrada de Internet, de 123RF: 39112411-cartoon-padre-rega-ando-ni-o-infeliz-aislado





2 comentarios:

  1. Alucinante descubrir que esos métodos tan antiguos, obsoletos y sobretodo dañinos, se sigan utilizando en nombre del amor... La manipulación en todas sus formas, es la peor de las lacras. ¡Es hora de educar con INTELIGENCIA EMOVIONAL! Tu artículo es muy bueno e interesante, Magdalena ¡Felicidades!

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    1. Gracias, Paloma, por tu comentario. Se sigue utilizando la manipulación, en todas sus formas, y de qué manera. Pretenden que te sientas mal, culpable, mezquino, cuando no estás de acuerdo con lo que ellos piensan que debes hacer o con lo que "se debe hacer". No sabes a cuántas artimañas, sutiles o burdas, pueden recurrir para hacerte creer que estás equivocado, que no tienes corazón, que no eres justo... Para imponerte sus criterios, sus deseos y su forma de ver el mundo. Sin importar que unos días más tarde, ellos mismos, utilicen argucias parecidas para justificar actuaciones completamente diferentes. Me recuerda un poco lo que hacen los abogados defensores en los juicios.

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