Hemos experimentado, muchas veces, el estrés y sabemos
que forma parte de nuestra existencia. Nos enfrentamos a obligaciones
personales, familiares, profesionales y sociales, que parecen llevarnos
constantemente de una tarea a otra.
La vida de nuestros hijos adolescentes también puede
llegar a ser muy ajetreada, con los estudios, los deberes para casa, los
deportes, las actividades extraescolares... Nuestros adolescentes pueden
sentirse presionados desde diferentes frentes. Se les exige que alcancen unas
metas, que sepan comportarse, que encajen entre ellos, que corran riesgos,
que compitan, que se comprendan a sí mismos y que aprendan a entender a los
demás.
Nuestros adolescentes aprenden a afrontar las
situaciones de tensión que se les aparecen, observando cómo encaramos,
nosotros, las diferentes situaciones que se nos presentan en el día a día.
Nuestra capacidad para compaginar, con eficacia, las multifacéticas exigencias
que se nos presenten, es el modelo que ofrecemos a nuestros adolescentes.
La adolescencia es una época difícil para nuestros
hijos. Aunque parece que ya no nos tienen muy en cuenta, que no “contamos”
tanto como antes, que nos dicen muy pocas cosas de su vida, siguen necesitando
de nuestra ayuda y de nuestras sugerencias.
Si nos encontramos abrumados con nuestros propios
problemas y responsabilidades, será difícil que nuestros hijos logren tener
nuestra atención. Pueden intentar comunicarse con nosotros pero,
desafortunadamente, hay momentos en los que no les escuchamos como ellos
necesitarían que lo hiciéramos.
Podemos encontrarnos, muy a menudo, recordándoles un
sinfín de cosas, que no deben olvidarse de hacer. Si deseamos que realicen
varias tareas, resulta mucho más efectivo que se las demos por escrito. Así,
ellos podrán revisar la lista e ir tachando las actividades, a medida que las
completen.
Algunos padres, les dirán a sus hijos que se calmen,
que no estén tan nerviosos, cuando son ellos los que van haciendo una cosa tras
otra, o varias, simultáneamente, sin tomarse un minuto para respirar y
relajarse. Los adolescentes no se pierden las contradicciones entre lo que sus
padres les dicen y lo que, en realidad, hacen. Por otro lado, nuestros hijos parecen
haber desarrollado una gran habilidad para desconectar, cuando los padres
empiezan con sus broncas y sus consejos. Su cuerpo puede estar presente pero su
mente está ocupada en otras cosas.
No nos damos cuenta que, sin quererlo, estamos contribuyendo,
en gran medida, a aumentar la presión y las tensiones que puedan tener nuestros
hijos adolescentes. Pretendemos que ellos se hagan cargo de sus vidas,
recordándoles continuamente sus compromisos, desde nuestro punto de vista. Error
craso, pues no estamos fomentando la autonomía y la responsabilidad en ellos,
ya que somos nosotros los que nos “ocupamos” de recordarles lo que deben hacer
y, por tanto, ellos no lo harán por sí mismos. Debemos ser conscientes que la
forma como actuamos, puede significar la diferencia entre que ellos se sientan
apoyados y comprendidos, a medida que van cumpliendo con su cometido, o que se
sientan abrumados y nerviosos.
En ocasiones, deberíamos reconocer que estamos
preocupados y nerviosos y, si nuestros hijos quisieran hablar con nosotros
acerca de algo, tendríamos que decirles que ahora no podemos prestarles toda la
atención que merecen. En su lugar, deberíamos emplazarles para conversar con
ellos en otro momento que fuera más oportuno, por la noche, por ejemplo. ¡Y
hacerlo! Debemos buscar un momento tranquilo y adecuado para escuchar lo que
quieren decirnos.
Muy a menudo, podemos crearnos grandes expectativas en
torno al desempeño académico y el futuro de nuestros hijos. Esto es una fuente
de tensiones para padres y adolescentes. Debemos ser extremadamente cuidadosos
para no agregar más presión a la que ellos ya soportan. Les podemos animar y
guiar, proporcionar recursos, llevarles a visitar universidades o institutos,
escucharles cuando hablan acerca de sus ambiciones y ansiedades, y desearles
todo lo mejor. No es conveniente que les pidamos que cumplan nuestros propios
sueños ¡Es su vida, no la nuestra!
Si les mostramos un franco interés al escuchar lo que
ellos quieren compartir con nosotros, experimentarán la apertura mental
necesaria para hablar de cómo se sienten, de sus temores y frustraciones… También
sería conveniente que, como padres que somos, comprendiéramos que nuestros
hijos tendrán que pasar por un proceso propio, en cuanto a superar los sentimientos
de disgusto y decepción por algo que les haya ocurrido, antes de estar
preparados para ver nuevas opciones.
Conviene que situemos a nuestros adolescentes en lo
alto de nuestras prioridades y, además, que se los demostremos. Con frecuencia,
esto implicará interrumpir lo que estemos haciendo, al menos por un momento,
para atender a nuestros hijos. Aunque haya otros asuntos que puedan requerir de
nuestra urgente actuación, es conveniente que ellos sientan que son lo más
importante para nosotros.
A menudo, sus peticiones vienen en los momentos más
inoportunos y sobre asuntos que a nosotros nos parecen poco trascendentes.
Pero, tengamos en cuenta que si no les prestamos atención cuando están
preocupados por cosas pequeñas, o de menor importancia, no podremos protestar
cuando no confíen en nosotros para asuntos más difíciles.
Cuando les damos nuestra atención plena, aunque sea
durante pocos minutos, aprendemos acerca de sus intereses, sus preocupaciones,
sus deseos, sus habilidades… Esos momentos que compartimos juntos nos llevan a
una forma especial de relacionarnos con ellos. En lugar de responderles
ásperamente, cuando nos interrumpen, o de sermonearles acerca de la necesidad
de que respeten nuestro trabajo, podemos entender su entusiasmo y buscar un momento
en el que podamos hablar y ayudarles. Nuestros hijos entenderán que pueden
contar con nuestra atención, cuando tengan algo que sea importante para ellos.
Que ahí estaremos para responder adecuadamente a sus necesidades.
Estupendo y necesario artículo sobre la adolescencia, ya que es un momento especialmente delicado y tu luz, ilumunará a mas de uno, facilitándole la relación con sus hijos en esa etapa tan confusa para ellos. Recordemos que todos hemos sido adolescentes.
ResponderEliminarA veces, pienso que algunos padres se han olvidado que ellos también fueron adolescentes. No agreguemos tensión a sus vidas y a las nuestras. Provuremos vivir en armonía.
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