viernes, 7 de abril de 2017

Maltratadores psicológicos



Podemos encontrarnos ante una diversidad de maltratadores psicológicos. Las conductas de los agresores pueden pasar desapercibidas para el entorno de quienes las sufren porque suelen manifestarse en la intimidad. Mientras que, en público, el comportamiento de quienes practican el maltrato permanente hacia su pareja, encandila a todo el mundo por su radiante simpatía.

Otros individuos, en cambio, ejercen una violencia tan feroz, hiriente y cruel, que muy poco les importa llevarla a término a la luz del día, menospreciando la presencia de familiares o amigos de sus víctimas.

El agresor dependiente es una persona con baja autoestima, con grandes dificultades para manejar sus emociones de forma adecuada, que no confía en su capacidad para resolver las dificultades que la vida le presenta. Con frecuencia, es alguien acomplejado, que se siente inferior respecto a los demás. No sería de extrañar que pudiera abusar de la bebida y de las drogas.

Tiene una gran dependencia emocional de su pareja y, paradójicamente, sufre tal desconfianza hacia ella, que se manifiesta a través de irracionales y enfermizas escenas de celos, en un excesivo número de ocasiones. Todo ello, le hace sentir una gran impotencia, que puede llevarle a estallar en cualquier momento, incluso por algo que no revista mayor gravedad. El detonante no suele ser proporcional a la dimensión de su respuesta ya que, realmente, la tormenta se encuentra en su interior y no proviene del exterior.

Utiliza el maltrato psicológico como recurso a su alcance para descargar las frustraciones y la agresividad acumulada, para intentar resolver los conflictos cotidianos o como medio para sentirse superior a su pareja. Cuando descubre que su violencia llega a acobardar a su destinatario, queda invadido por un sentimiento de poder que le gratifica y que le proporciona un complejo de superioridad delirante.

Los agresores desarrollan adicción a las experiencias anteriormente señaladas y las persiguen con gran ahínco, a medida que el incremento en la intensidad del maltrato psicológico les reporta una satisfacción, cada vez mayor.

Este tipo de violencia constituye una forma de desahogo frente a los sentimientos de impotencia generados por su contacto con el mundo exterior, ya sea por reveses en el trabajo, humillaciones reales o imaginadas en el trato social, o por la percepción de sus propias carencias.

Son individuos inseguros y poco brillantes en su vida social, que necesitan envalentonarse en casa, haciendo pagar a su mujer y a su familia el sentimiento de inseguridad que sufren en la calle.

El elemento clave es la dependencia emocional. Aunque no la vive como una forma de sumisión, de obediencia, o de sometimiento. Al considerar a la pareja de su propiedad, su  autoestima se articula en torno al vínculo emocional que le une a ella, llegando a construir su propio ser, a través de la misma. Por tal motivo, no dudará en reclamar su autoridad absoluta cuando percibe que ella intenta ganar su propio espacio personal.

Cuando la mujer no se somete a su voluntad, o decide separarse, el individuo ve peligrar su propia autoestima y puede llegar a reaccionar violentamente. Necesitará mantenerla bajo su dominio, porque la necesidad de control es la causa de que cada vez ejerza más violencia para subyugarla.

Existe otro tipo de maltratador, mucho más destructivo, cuyo objetivo es anular la voluntad de su víctima.

Muestra una gran tendencia a dominar y a utilizar a los demás. Dentro de las características de este agresor encontramos que, socialmente, procura mostrarse como un ser educado, atento, amable y encantador. Esa es la imagen que tienen de él los que le conocen, de la cual se valen para captar el interés de las mujeres, fascinadas ante su forma de tratarlas. Esto es sólo una fachada que tiene que ver con su gran tendencia a engañar y a manipular a otros para conseguir sus objetivos. Miente de forma brillante. En ocasiones, por el puro placer de hacerlo, sin que haya nada atractivo que ganar. También suele ser arrogante, mostrándose como una persona narcisista y con ideas de superioridad, que parecen  elevarlo por encima del resto de los mortales.

Como si la falsedad, la arrogancia y su formidable dominio del engaño y de la manipulación no fueran suficientes, este agresor presenta otras características que lo hacen especialmente temible: la falta de empatía, la crueldad y la falta de arrepentimiento.

En cuanto a la falta de empatía, no puede ponerse afectivamente en el lugar de los otros y no es capaz de sentir compasión, lástima, clemencia o amor. Esto es muy preocupante porque, si estableces una relación con alguien así, te encontrarás ante una persona que pareciera comprender el mundo emocional pero que, en realidad, lo ignora olímpicamente.

Este sujeto puede sentir alegría, tristeza, odio y otras emociones, aunque siempre en referencia a sí mismo, vinculándolas con lo que a él le sucede. Las de los demás, sólo le interesan en la medida en la que le afectan a él, despreciando el efecto que producen en quienes le rodean.

Es incapaz de sentir los sentimientos que sirven para vincular a la gente entre sí, los que ayudan a crear unos verdaderos lazos psicológicos: la responsabilidad, la solidaridad y el compromiso. Ante esta situación, debemos comprender que este maltratador no tiene emociones verdaderamente humanas. Las finge, las imita, pero no las siente, no importa lo bien que pueda hablar del amor o de lo estupendo que sea compartir la vida con alguien. No nos engañemos, ¡serán palabras vacías!

Otro terrible rasgo es su crueldad, cambiante y desconcertante. Ésta llega a ser de una finura exquisita, como la que puede darse en un proceso de destrucción psicológica, elaborado durante años, o se manifiesta de repente, de forma devastadora y grotesca.

Finalmente, tenemos su ausencia de remordimiento, de culpa, de conciencia. No busques en él gestos de aflicción por lo que ha hecho, por el modo en que ha arruinado tu vida. No mostrará un arrepentimiento sincero. Puede que lo diga, pero no es algo que realmente sienta, no le creas. No tiene conciencia, porque no pudo establecer la conexión entre las normas morales y la vinculación afectiva con persona alguna. Por consiguiente, sus emociones no lo castigan, haciéndole que se sienta mal, cuando hiere a alguien. No busques que sienta pena. Empieza a preocuparte por ti  ¡Te será mucho más útil!

Este tipo de agresor no puede amar, no siente empatía y no tiene conciencia.





Fuentes bibliográficas utilizadas:


GARRIDO, Vicente: “Amores que matan”.

Artículos publicados en “La cara oculta del maltrato”, un blog dedicado al maltrato y a la violencia de género.

Apuntes personales sobre el maltrato psicológico.




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2 comentarios:

  1. Me parece una exposición muy brillante. Felicidades por el artículo.

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    1. Muchas gracias por comentar. Es importante tratar este tema, ya que muchas veces pasa desapercibido y se le quita importancia. Mi intención es seguir profundizando acerca del maltrato tanto psicológico como físico y otros tipos de agresividad más generalizados como el chantaje emocional.

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