Algunas
mujeres utilizan el maltrato psicológico
en la relación con sus parejas, sus hijos, las personas mayores o sus
subalternos. Llegan a ser muy duras y crueles, infligiendo un daño insidioso,
calculado, frío, malévolo, a quienes manifiestan ciertas debilidades o a
quienes se proponen dominar por constituir una amenaza contra su autoridad. También,
a aquellos que pueden suponer un obstáculo para la consecución de sus
propósitos.
Como
toda agresión continuada, la suya es una conducta permanentemente dañina,
incapacitante y real, aunque la sociedad no quiera verla. Es necesario que se
haga visible, como la del hombre, para que pueda ser identificada por los que la
padecen. De esta manera, se podrá actuar para lograr que sus secuelas no sean
tan graves y para sanar las heridas que no hayan podido evitarse.
De todos es conocido que algunos hombres utilizan el maltrato
psicológico para sentirse poderosos y para conseguir lo que desean. De sus
hijos, de su pareja, de quienes puedan cruzarse en su camino. Por lo que se
refiere a la agresión a la mujer, por el simple hecho de serlo, entramos de
lleno en la violencia de género. Es un tema monográfico que trataremos en algún
otro momento, por su importancia, su extensión y sus tremendas consecuencias.
Cuando hablábamos de los maltratadores
psicológicos, encontrábamos que algunos son dependientes. Mientras que
otros, muy peligrosos, tienen como objetivo llegar a anular la voluntad de sus
víctimas. A continuación, seguiré refiriéndome a los sujetos que forman parte
de este último grupo, hablando del maltratador posesivo y del maltratador
instrumental.
El maltratador posesivo puede llegar a ser
un agresor muy violento, que te hará sufrir con mucha intensidad, de forma
continuada en el tiempo. Su motivación básica es la de conseguir el control
absoluto sobre otra persona, para someterla por completo. Convertirla en un
objeto, ser su dios, hacer con ella lo que quiera. Hará lo posible por humillarla
y esclavizarla, pues su máximo propósito es hacerla sufrir. No hay dominio
mayor sobre otra persona que obligarla a aguantar el sufrimiento, sin que la
misma pueda defenderse.
Este
maltratador sólo dejará a su víctima si es detenido por la Justicia, o bien,
por una razón poderosa, que puede variar para cada persona; quizás, por la
aparición de una nueva presa o por el hecho de que la víctima esté muy protegida
por sus familiares y amigos. La aplicación de la Ley, si fuera contundente,
sería la mejor arma.
El agresor instrumental pretende que la otra persona le
sirva, le haga más fácil la vida, le provea de refugio y de dinero. Para estos
agresores, algunas relaciones, como el matrimonio, son como un trampolín, una
adecuada vía de acceso para sus propósitos de conseguir un poder social y
económico.
El
término instrumental, señala que este individuo utiliza a los demás con el
objeto de conseguir algún fin, para su propia satisfacción. Ve al otro como
mero instrumento para sus fines. Cuando esta persona hace algo, siempre está
pensando en obtener algún beneficio. Estará con esa persona mientras no tenga
una “opción” mejor.
Los
puntos fuertes del maltratador instrumental son la agresión psicológica y la manipulación. Tiene mayor autocontrol
que el maltratador posesivo, recurriendo a la violencia sólo cuando considera
que no hay más remedio. El agresor instrumental incrementará su acoso en el
caso de que su captura se quiera escapar. Sin embargo, renunciará cobardemente
cuando repare que su presa le hace frente, con unos recursos inesperadamente sólidos.
La
identificación de esta figura se hace obvia cuando llegan los niños. No hay
manera de que pueda disimular su falta de sentimientos amorosos para con ellos.
Puede fingir cuando van de visita, pero no tiene ninguna necesidad de hacerlo
al cobijarse en el anonimato del hogar. No tiene por qué odiarlos; simplemente,
no le interesan.
Un
agresor instrumental intentará que su víctima quede aislada. No tanto, por una
necesidad de controlarla, como por su propia comodidad, ya que no le interesa
relacionarse con gente de la que no puede obtener beneficio alguno.
Algunos
de estos individuos triunfan en su profesión. Pero, es difícil que lo alcancen
sin engaños ni trampas y que tengan un éxito sostenido en el tiempo. Su
tendencia natural al placer, a implicarse en actividades incompatibles con el
rigor de las obligaciones laborales, se lo impide. Estos personajes viven a
costa de engañar; ordenan su mundo de acuerdo a su visión peculiar de las
cosas, perspectiva que intentan pasar por “lógica” ante los demás. Su falta
absoluta de responsabilidad y su incapacidad para hacerse cargo de sus
obligaciones como padre, esposo o trabajador, pasan desapercibidas ante mucha
gente.
A veces,
detrás de un maltratador, hay una familia que comparte una visión egocéntrica
del mundo. No es extraño encontrarnos con alguno de los progenitores de este
personaje, compartiendo rasgos similares. No obstante, pudiera haber ocurrido
que semejante individuo los hubiese manipulado y engañado; razón por la cual,
hubiesen llegado a apoyar a su hijo, desconociendo la naturaleza real de su
vástago.
Aunque
es improbable que sea tan violento como el maltratador posesivo, el agresor
instrumental puede recurrir a medios poco ortodoxos, si lo considera preciso.
Si se siente acorralado, puede llegar a actos de violencia física.
El individuo que sea un maltratador instrumental
y posesivo, a la vez,
será el peor enemigo que alguien pueda llegar a tener. No sólo hará uso de la
violencia, sino que intentará utilizar a su víctima como un esclavo. Su nivel
de agresión psíquica puede ser ilimitado. Existen grandes probabilidades de que
haga uso del maltrato físico para conseguir sus fines. En algunos casos, llegará a las más brutales palizas; cuando
no, al trágico asesinato.
Su
obsesión por subyugar, vejar y torturar a su víctima sufre una fuerte
alteración, cuando percibe que su presa ofrece
una seria resistencia y que la misma puede suponer una amenaza para la
consecución de sus objetivos. O cuando, por alguna razón, ha perdido el interés
por ella. Es entonces, cuando afloran los instintos asesinos. Lo cual, se
corresponde con el perfil de un verdadero psicópata.
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