Quisiera
hacer especial mención al tema de la culpabilidad,
en relación con la asertividad.
Hay
muchas personas que se sienten culpables por una infinidad de razones
diferentes. Se trata de un concepto que está asociado a la forma como una gran
parte de los padres, las familias y los profesores educan. No es un rasgo
naturalmente impreso en el ser humano, desde su nacimiento. Es algo externo,
que se transmite cuando no se encuentran otras formas, menos dañinas, de
conseguir que las personas bajo su cuidado, hagan lo que ellos desean o que se
comporten como ellos les indican. Está relacionado con la idea del bien y del
mal y parte de un error garrafal: inculcar a un ser humano, desde su más tierna
infancia, que es malo porque se ha equivocado o ha hecho algo “mal” y que recibirá el calificativo de bueno, tan
solo cuando se haya portado bien y haya
cumplido con las subjetivas pautas impuestas por sus educadores.
Sería
difícil encontrar a alguien que no se hubiera sentido culpable en más de una
ocasión. Lo lamentable, es que se siente
culpable porque otros le han inculcado esa culpabilidad. Le han enseñado a
sentirse mal, como consecuencia de alguna de sus acciones. Se habrá encontrado
con personas que se han atribuido el derecho de erigirse en jueces de su
comportamiento, convencidos de que cumplían con su deber.
¿Cuál
es la consecuencia? Un niño no tiene la capacidad para ver que esos adultos están
abusando de su autoridad, que se están equivocando en la forma de enseñar y
transmitirle los conocimientos que debe aprender, al hacerlo desde el estricto
punto de vista de los adultos. Piensa que si esas personas, en quienes confía,
creen que ha sido malo, o se ha portado mal, deberá ser cierto. En ese momento,
cuando ha confiado más en el criterio de los adultos que en el suyo propio,
permitirá que se siga utilizando el argumento de la culpa. Así mismo, aprenderá
a sentirse culpable cada vez que actúe según su propio criterio, si este
difiere del de los adultos. El problema es que, incluso cuando ya sea adulto,
seguirá permitiendo que otros le hagan sentirse culpable.
En este punto,
ruego me permitan extraer algunas consideraciones contenidas en el libro de Manuel J. Smith, titulado:
CUANDO DIGO NO, ME SIENTO CULPABLE.
"Cuando
nuestros maridos, nuestras esposas o nuestros amantes se sienten desdichados
por algún motivo, saben hacer que nos
sintamos culpables aun sin decir una sola palabra acerca de ello. Basta una
determinada forma de mirarnos, o una puerta que se cierra con un estruendo”.
Al respecto, añade
la confesión de un amigo suyo, en la que se pregunta por qué razón acaba por
sentirse culpable, aunque no tenga motivo alguno para ello, cuando se encuentra
con este tipo de comportamiento por parte de algunas personas de su entorno.
Los problemas no se
limitan a los que nos plantean nuestras parejas. Si nuestros padres, o nuestra familia política quiere algo,
serán igualmente capaces de hacer que sus
hijos, sobradamente adultos, se sientan ansiosos como chiquillos; aunque,
al igual que ellos, haga tiempo que hayan alcanzado la paternidad.
Como si el hecho de
tener que enfrentarnos a esa clase de conflictos, que nos forman un nudo en el
estómago, no bastara para inducirnos a
dudar de nosotros mismos, también tenemos problemas con personas ajenas a
nuestra familia. Nuestros amigos, incluso, llegan a plantearnos problemas. Si
un amigo nos sugiere una salida nocturna en plan de diversión, que no nos
apetece, nuestra reacción casi automática será inventar una excusa. Nos vemos
obligados a mentirle para no herir sus sentimientos y nos sentimos como si
fuésemos unos pequeños canallas por obrar así.
Hagamos
lo que hagamos, es irremediable que, los demás, nos planteen problema tras
problema. Muchas personas creen, de manera completamente irreal, que verse
obligadas a enfrentarse con problemas, día tras día, es un estilo de vida
nocivo o antinatural. ¡Nada de eso! Es algo completamente natural que, a todos,
la vida nos plantee complicaciones. Con frecuencia, como resultado de la errónea
creencia de que nuestros amigos no tienen problemas, llegamos a creer que la vida
que nos ha tocado vivir en suerte, no merece la pena de ser vivida. Pero, ello no es resultado de tener problemas,
sino de sentirse incapaces de enfrentarse con ellos y con las personas que se
los plantean.
De acuerdo con su
experiencia, Smith llega a la conclusión de que, no sólo es lógico esperar que se nos planteen dificultades
por el mero hecho de existir, sino que es igualmente lógico prever que seremos
todos perfectamente capaces de enfrentarnos eficazmente a esos problemas.
Bibliografía:
SMITH, Manuel J.: “CUANDO
DIGO NO ME SIENTO CULPABLE”, Editado por Grijalbo, Barcelona.
Que gran razón... Cuanto tiempo poniendo excusas sintiéndonos mal, cuando al final lo que queremos evitar termina por salir de forma inadecuada...
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