viernes, 12 de octubre de 2018

“Superarás esto”



Cuenta una leyenda que, hace muchos años, un rey de un poderoso reino convocó a sus sabios y consejeros, y les dijo:

-He encargado a mis joyeros que me fabriquen un anillo de oro que soporte un diamante. En su interior, deseo guardar una frase que me ayude e inspire en momentos de gran desesperación, que me ayude a tomar decisiones, que contenga un mensaje que renueve mis fuerzas, cuando me sienta perdido. Una frase, en fin, que me ayude a ser un rey más justo, sabio y compasivo. Tiene que ser una frase corta, que pueda esconderse debajo del diamante.

Sus asesores y consejeros, los sabios más cultos del reino, se dispusieron a escribir las frases más extraordinarias. Pero, a pesar de sus grandes esfuerzos, no encontraban las palabras apropiadas.

En palacio, vivía un anciano que, también, había servido al padre del rey. Cuando la madre del monarca murió, siendo él todavía un niño, quedó bajo los cuidados del devoto mayordomo. Tan grande había sido la amorosa dedicación del sirviente hacia su señor, que recibía del monarca el mismo trato que daba a quienes pertenecían al núcleo familiar. El rey sentía un inmenso respeto por quien le había cuidado, ya que, sus palabras le transmitían seguridad y sabiduría. De modo que se dirigió igualmente a él, en busca de ayuda.

-¡Oh, Majestad, no soy un sabio, ni un erudito, ni un académico! -exclamó, el anciano servidor- Sin embargo, tengo guardado un mensaje que, posiblemente, le será de utilidad. Llegó a mis manos, como consecuencia de mi vida en palacio, a lo largo de la cual, me he encontrado con todo tipo de personas. Me refiero a la ocasión en la que tuve la oportunidad de conocer a un místico, invitado de su padre, a cuyo servicio fui asignado. El día de su partida, me dio este mensaje, en señal de agradecimiento -dijo, el mayordomo, al tiempo que escribía una anotación en un diminuto papel, el cual, dobló y entregó a su señor.

El rey, con gran curiosidad e impaciencia, se dispuso a abrirlo. Pero, el anciano le suplicó que no lo leyera, en ese momento. Le pidió que lo mantuviera escondido en el anillo, hasta que se encontrara en una situación desesperada. Pues, tan solo podría leerlo, cuando no hubiese encontrado solución al problema, después de que todas las tentativas hubiesen fracasado.

Sorprendido, el monarca se dio cuenta de la bondadosa expresión que reflejaba la mirada de su servidor y guardó el papel, convencido de que debía seguir el consejo del anciano.

El momento en cuestión no tardaría en llegar. Unos meses más tarde, el país fue atacado por los invasores. El monarca había sido objeto de una gran emboscada. ¡Estaba desesperado! Huía con su corte, a través del bosque, tratando de escapar de quienes le perseguían. Sus enemigos eran numerosos y les pisaban los talones. Llegaron a un lugar donde el camino se acababa. Enfrente, divisaron un valle, al cual, no podían acceder por encontrarse al borde de un profundo precipicio. ¡No tenían salida!  Y, no podían volver atrás, porque el enemigo les cerraba el paso.

De repente, el rey se acordó del anillo. Lo abrió, sacó el papel y allí encontró el siguiente mensaje: “Superarás esto”

Al terminar de leer aquellas dos sencillas palabras, notó un gran silencio. Acto seguido, se dio cuenta de que la angustia había desaparecido y que ahora se sentía calmado. También, se percató que ya no estaba en peligro. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o se habrían equivocado de camino, pero lo cierto era que ya no escuchaba el trote de los caballos.

El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Dobló el papel y volvió a guardarlo en el anillo. Aquellas palabras habían resultado milagrosas. Le dieron renovadas fuerzas, le inspiraron fe, coraje, y le llevaron a redoblar sus esfuerzos. Durante las siguientes semanas, logró reagrupar a sus ejércitos y, con ayuda de los mismos, reconquistó el reino.

El día que regresó victorioso, hubo en palacio una gran celebración, con un almuerzo en el que se sirvieron toda clase de manjares y abundante vino. Luego, desde su trono, el rey presidió los festejos y se sintió enormemente orgulloso de sí mismo.

Viendo a su señor en semejante actitud, el fiel sirviente se acercó  al rey y le dijo:

-Es un momento muy oportuno para que su majestad vuelva a leer el mensaje.

-¿Qué quieres decir? -preguntó el rey-. Ahora me siento victorioso, la gente celebra mi regreso. ¡No estoy desesperado! ¡No me encuentro en una situación sin salida!

A cuyas palabras, el anciano respondió:

-Ese mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también lo es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando llega la derrota; también lo es para cuando se alcanza la  victoria.

El rey abrió el anillo y leyó el mensaje: “Superarás esto”. Acto seguido, en medio de la muchedumbre que cantaba y bailaba, sintió la misma paz y el mismo silencio que experimentó, cuando estaba en el bosque. Y, al propio tiempo, que no debía sentirse orgulloso de sí mismo, sino del valor de sus tropas y de todo su pueblo, a cuya felicidad dedicaría sus esfuerzos, durante el resto de su vida. Fue una clarividencia. El rey comprendió la profundidad y el alcance de aquel escueto mensaje.




Comentario personal:

Hace años, leí una de las diferentes versiones que podemos encontrar de este cuento anónimo. Pero, desde entonces, son muchas las veces que he tenido presente la moraleja que contiene.

Conviene tenerla en cuenta, cuando estemos tristes, preocupados o temerosos. Cuando la existencia se nos ponga cuesta arriba y no sepamos cómo solucionar los problemas que se nos presentan. Cuándo no encontremos la forma de levantar cabeza y poder sonreír de nuevo. Porque, las situaciones más difíciles pasan y se superan.

Al igual que le ocurrió al rey de nuestra historia, cuando estemos contentos, cuando la vida nos sonría, cuando nos encontremos como en un sueño, también, debemos recordar que los triunfos son efímeros, que la vida está en continuo movimiento y que debemos alejar de nosotros la tentación de sentirnos orgullosos de nosotros mismos y por encima de los demás.



 
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