domingo, 7 de enero de 2018

Pasar página es liberador. Y nos da mucha paz.





Tal como sucede con otros aspectos de la vida, no se puede acelerar el tiempo que necesitamos para asimilar ciertas realidades o algunas situaciones. Pasar página lleva su propio tiempo, dependiendo de cómo es la persona, de cómo ha aprendido a gestionar las cosas que le ocurren en su vida, del grado de protagonismo que sienta que tiene sobre lo que le sucede.

Algunas personas tienen la facultad de poder transitar con facilidad por los diferentes acontecimientos de su existencia, sin quedar anclados en ellos o haciéndolo por un corto período de tiempo. Otras, parecen hallar cosas pendientes, que se quedan por ahí, como flotando a su alrededor. No es que no quieran superarlas, es que no han logrado encontrar la clave que les ayude a hacerlo.

Cada uno, desde pequeño, tiene su forma particular de vivir y de manejar todo aquello que le va sucediendo. Cuando alguien no logra tener una verdadera conexión con lo que es, se confunde con los mensajes contradictorios que le llegan desde el exterior, confiando más en lo que otros le dicen que en lo que pueda provenir de uno mismo. No adquiere una sana confianza en su propio criterio, lo que le lleva a crecer con el convencimiento de que otras personas son las que le deben guiar y mostrar el camino. Esto crea gran inseguridad y dependencia de otros individuos, con el agravante de que los demás nunca le podrán proporcionar lo que desearía, tal como lo necesitaría, debido a que su forma de ver el mundo es muy diferente a la suya. Por ello, no sirven las imposiciones, las sugerencias y las exigencias, ya que impedirán que el niño, el joven o el adulto, conecten con su verdadero ser.

Si no confía en sí mismo, no tomará las riendas de la propia existencia y eso llevara a una continua duda sobre el camino a seguir. Quien no ha aprendido a saberse protagonista de su vida, no sabe extraer las lecciones de la experiencia. Estará buscando que otros le expliquen muchas cosas que no comprende, lo cual es difícil que suceda ya que cada uno está intentando obtener respuesta a sus interrogantes y procurando resolver sus propios problemas.

Para poder dejar atrás ciertas dudas, dificultades e inquietudes, es necesario verse a sí mismo como el verdadero motor de su historia personal; saber que somos nosotros los que mejor nos conocemos y los que sabemos lo que nos viene bien, lo que aporta valor a nuestra vida, lo que nos reconforta y nos hace sentir paz. Conviene descubrir cuál es el tipo de amor y de relaciones que deseamos tener en nuestra vida; qué cosas nos ayudan a sentirnos felices y cuáles comportamientos de otras personas nos afectan de forma negativa. Cuando nos escuchemos, nos conozcamos y confiemos en nuestro particular criterio, veremos con claridad qué es lo que apreciamos que siga formando parte de nuestro camino, mientras que dejaremos de otorgar importancia a lo que ya no necesitamos o a lo que ya no aporta satisfacción alguna, a nuestra vida.

Cuando logremos esa íntima conexión con nuestro verdadero ser, de forma natural soltaremos aquellos temas o inquietudes que ocupaban buena parte de nuestras energías y pensamientos. Suele haber elementos facilitadores, tales como una conversación, la lectura de un escrito o algo que escuchamos; asimismo, ciertas fechas del calendario, como el fin de un año y el comienzo de uno nuevo. De todas formas, considero que el empujón final es algo casi fortuito y mágico. Me refiero a ese momento en el que ciertos temas dejan de ser centrales y se logra aligerar la mochila de esas piedras que ya no necesitamos cargar y que nos dificultaban poder avanzar.

Superar esos elementos que nos aferraban a parte de nuestro pasado, produce una energía liberadora y nos da mucha paz. A partir de entonces, empieza una nueva etapa, con otros objetivos, con nuevas prioridades.










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