domingo, 6 de mayo de 2018

La maravillosa fábula de los indios sioux, sobre el águila y el halcón

    
 


Cuenta una ancestral leyenda de los indios sioux que Búfalo Blanco, el más valiente y honorable de los jóvenes guerreros, y, Sangre Roja, la hermosa hija del cacique,  llegaron tomados de la mano hasta la tienda del brujo de la tribu.

-¡Nos amamos! -declaró, el joven.

-¡Y nos vamos a casar! -exclamó, ella.

-Pero, estamos tan unidos y nos queremos tanto, que tenemos miedo -continuó diciendo, Búfalo Blanco, sin ocultar la preocupación que tenía por el futuro de ambos.

-Y, ¿qué puedo hacer yo por vosotros? -preguntó, el anciano.

-Queremos un hechizo, un conjuro o un talismán que garantice nuestra unión. Algo que nos asegure que, siempre, estaremos uno al lado del otro. Hasta encontrar a Manitú, el día en el que la muerte nos reclame -dijo, Búfalo Blanco, con los ojos llorosos por la emoción.

El brujo se quedó pensativo y se hizo un largo silencio.

-¡Por favor! ¿Qué podemos hacer para conseguirlo? -preguntaron, al unísono, los enamorados.

Dos mundos distintos se ponían de manifiesto. La premura, la ansiedad y la inquietud de los dos jóvenes contrastaban con la serenidad imperturbable del brujo, conocedor de los cambios que se operan con el paso inexorable del tiempo. 

El viejo los miró con ternura y se emocionó, viéndolos tan jóvenes, tan enamorados y tan anhelantes. Reparó que su pausada reflexión exasperaba a los impacientes  jóvenes que estaban a la espera de su consejo. No obstante, aspiró el humo de su pipa y sus mejillas se hundieron, sin importarle que el tiempo aparentase estar congelado. Porque, él sabía muy bien que traía a su mente, la sabiduría acumulada de sus ancestros. De repente, soltó una gran bocanada y se dirigió a ellos para decirles: 

-¡Sí! ¡Hay algo que se puede hacer! Es muy difícil y requiere de gran sacrificio.

-¡No nos importan los sacrificios que tengamos que hacer! -interrumpieron, Búfalo Blanco y Sangre Roja, al mismo tiempo- ¡Haremos todo cuanto sea preciso!

-¿Veis la montaña que está al norte de nuestra aldea? -preguntó, el brujo, extendiendo su brazo y señalando con su índice la dirección del lugar al que se refería- ¡Deberás escalarla tú sola, sin ayuda de nadie, Sangre Roja! -dijo, el anciano, dirigiéndose a la bella joven- No llevarás ningún arma, solo contarás con tus manos y una red. Tendrás que cazar el halcón más bello y poderoso que veas y  traerlo aquí con vida el tercer día después de la luna llena. ¿Entiendes bien el encargo que te hago?

La joven asintió con una firme inclinación de su cabeza.

-Y tú, Búfalo Blanco -continuó diciendo, el chamán-, deberás escalar la Montaña del Trueno, que está al sur. Cuando llegues a la cima, tendrás que encontrar el águila más majestuosa, para lo cual, contarás con las mismas herramientas que tu amada. Deberás atraparla, sin hacerle ningún daño o herida y traerla ante mí,  el mismo día que regrese Sangre Roja. ¡Ahora, salid de la aldea, sin pérdida de tiempo alguno!

Los jóvenes se miraron, se dieron un tierno beso de despedida y salieron a cumplir la misión encomendada.

El día establecido, frente a la tienda del brujo, los dos jóvenes esperaban con sendos zurrones de piel, dentro de los cuales, estaban las aves. El anciano pidió que le mostraran las rapaces. Los jóvenes lo hicieron con sumo cuidado, mostrando los trofeos, que tanto les había costado obtener. Sin lugar a dudas, eran unos hermosos ejemplares, los mejores de su estirpe, por lo que la misión de la pareja fue merecedora de aprobación, por parte del brujo.  

-¿Cómo era su vuelo? ¿Volaban alto?

-¡Era alto y majestuoso! -respondieron, ambos, al mismo tiempo.

-¿Qué hacemos, ahora, con las aves? -preguntó el joven. ¿Acaso, quieres que las sacrifiquemos y bebamos su sangre, para extraer el poder mágico de su visión y de su fuerza?

-¡No! -denegó, el viejo.

-¡Ah! ¡Ya sé, entonces! -creyó adivinar, Sangre Roja-. Para conseguir la fuerza de sus músculos, la destreza de sus garras y la ligereza de sus plumas, los cocinaremos y comeremos su carne.

-¡No! -repitió el chamán-. Haréis lo que os voy a decir: tomad las aves y atad la pata izquierda de una con la derecha de la otra, por medio de estas tiras de cuero que os entrego. Cuando lo hayáis hecho, soltadlas y dejadlas que vuelen en libertad.

Después de haber hecho lo que se les había pedido, el guerrero y la joven soltaron a las aves rapaces. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo, pero, sólo consiguieron revolcarse en el suelo. Al rato, enfurecidos por la imposibilidad de hacerlo, los preciosos ejemplares arremetieron a picotazos entre sí, hasta lastimarse. Los jóvenes se miraron, impotentes, sin comprender dónde estaba el embrujo y cuál sería el efecto sobre sus vidas.

El anciano se dirigió hacia ellos, dispuesto a aclarar la situación y explicar el conjuro solicitado. Con voz amable, el viejo hechicero, habló en los términos siguientes:

-Este es el conjuro. Jamás olvidéis lo que habéis visto. Vosotros sois como el águila y el halcón. Si os atáis el uno al otro, aunque lo hagáis por amor, no sólo viviréis arrastrándoos, sino que, además, tarde o temprano, empezaréis a lastimaros el uno al otro. Si queréis que el amor perdure entre vosotros, volad juntos, pero jamás atados.





Comentario personal:

En opinión de quien escribe, pocas fábulas reflejan con mayor exactitud lo que ilustra el cuento de origen sioux, sobre la relación de una pareja que acude al brujo de su tribu, en búsqueda de consejo.

Me parece una fábula muy bonita sobre la libertad que deben concederse, en su relación de amor, dos personas que se aman.

La gran mayoría de los seres humanos desea que sean permanentes los sentimientos de unión, cercanía y felicidad que se experimentan, cuando se ama a una persona. Es lo que sucede cuando se está enamorado, cuando hay una gran conexión con alguien, simplemente, con un amigo, el padre, la madre…

Se comete el error de querer encadenar ese amor y “proteger” esos sentimientos para que no desaparezcan. Conviene evitar que la relación sufra una asfixia por un exceso de exigencias, de expectativas y por el infundado miedo de perder el cariño de la otra persona.





Fuente bibliográfica:

Escrito elaborado a partir de varias publicaciones en Internet, las cuales varían entre sí. También tuve en cuenta “La leyenda del águila y el halcón”, de Camin Arte, http://www.elcaminarte.es/la-leyenda-del-aguila-y-el-halcon/



Imagen:

Encontrada en Internet, la cual es la parte superior de una ilustración realizada por Marcos Carrasco. Ambas imágenes se encuentran en http://www.elcaminarte.es/la-leyenda-del-aguila-y-el-halcon/





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