Cuando tenemos un vínculo emocional con un familiar,
un amigo o una pareja, es imprescindible compaginar la libertad de la otra
persona, con nuestra propia libertad. Conviene que cada uno pueda establecer
unos límites claros, decidiendo lo que quiere compartir y aquello que no, al considerar
que pertenece a su más estricta intimidad. O, porque, todavía, no se siente
preparado para hablar de ello.
Es preciso que haya un equilibrio entre el exigible
respeto a la vida de los demás y la inmensa consideración que nos debemos a
nosotros mismos; a nuestras intuiciones, a nuestros sentimientos, a nuestros anhelos…
No se trata, tan solo, de saber cuándo hablar o cuándo
callar. No estamos hablando de ser asertivos, ni de la necesidad de mostrar
empatía hacia el otro, procurando comprender cómo se encuentra e imaginando lo
que puede estar pasando por su mente y por su corazón.
Aunque todo lo anterior es importante y necesario,
quisiera que nos centráramos en la necesidad que sienten algunas personas de
reservarse, para sí mismas, algunos contenidos de lo que les afecta o de lo que
les sucede. Quizás, sea cuestión de conjugar esa necesidad con la posibilidad
de ir expresando parte de lo que les preocupa, de lo que les agrada, de lo que
desearían.
Es posible que, al callar acerca de algunos temas,
pretendan evitar que otros se preocupen; aunque, en realidad, quienes les
conozcan bien, sabrán que lo están pasando mal. Asimismo, pueden pensar que no
deben permitir que otros carguen con sus problemas, por considerar que cada
cual debe solucionar sus propios asuntos.
Se requerirá paciencia para esperar que encuentren
el momento y la forma de compartir con nosotros lo que sienten. Hasta que estén
preparadas para comunicar parte de lo que llevan guardando para sí mismas.
Únicamente podremos mostrarnos cercanos, aunque, sin invadir su privacidad, ni
imponer nuestra postura, ante las situaciones que les afecten.
Querríamos que no tuvieran problemas o preocupaciones,
pero, sabemos que lo único que podremos hacer es estar disponibles, para cuando
quieran comunicarse con nosotros. No se sabe cuánto tiempo requerirán para salir
del laberinto en el que se encuentran.
¿Cómo ayudarles a comprender que no es momento de pensar
en los demás, sino, de ocuparse de su propia recuperación? Deberán cuidarse y
escuchar su voz interior, conscientes de que, ante algunas situaciones vitales,
será preciso que antepongan sus inquietudes y que se centren en la toma de sus propias
decisiones para conseguir cierta paz y tranquilidad.
Después de haber efectuado el ejercicio anteriormente
expuesto, podrán pensar en la posibilidad de volver a ser un punto de apoyo
para sus seres queridos.
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