domingo, 12 de noviembre de 2017

Las relaciones que mantenemos con los demás son un reflejo de la que cada uno tiene consigo mismo


  

Cuando alguien siente un permanente vacío en su interior, puede pasarse parte de su vida esperando de otros la atención y el afecto que necesita, pretendiendo que otras personas llenen sus carencias.

Es necesario cuidarse y quererse, siendo conscientes de que no es conveniente esperar de los demás aquello que solamente uno puede proporcionarse. Aunque al principio cueste admitirlo, nadie, absolutamente nadie, puede aportarle a uno aquello que no es capaz de darse a sí mismo.

La realidad es esa, pero, se distorsiona con frecuencia. Se quiere creer que las demás personas son mucho más felices, que nuestros problemas son mayores que los de los otros, que nadie sufre tanto como uno mismo. A estas personas les parece que “los demás” disfrutan de una vida mejor que la suya, que tienen menos dificultades, o que los problemas que afrontan son mucho menores que los nuestros. Piensan que, normalmente, ellos se llevan la peor parte.

Al comparar la propia familia con la de otras personas conocidas, a veces desearían que la suya fuera como la de ellos. Es una visión reducida, ya que sólo se detienen a contemplar a aquellos grupos familiares que se relacionan como ellos hubiesen querido: siendo cariñosos entre ellos, ocupándose de ayudar a sus hijos cuando es necesario, respetando la libertad de sus miembros, alentándoles en sus aficiones, permitiéndoles discurrir por caminos profesionales escogidos por cada uno… Aunque tengan bastante relación con esas familias, no son uno de ellos, no han vivido lo que ellos han vivido. Verán los hechos desde fuera, desde su particular visión del mundo, con sus cegueras y desde sus propias necesidades no satisfechas. Se les olvida que las demás familias, en mayor o menor medida, también tienen problemas y conflictos.

A menudo, las comparaciones se hacen con algunas personas. Se puede querer tener una existencia parecida a la de alguien, la cual, desde el exterior, es vista como poseedora de unas ventajas o prerrogativas de las que no hemos podido disfrutar. Es como consecuencia de magnificar algunas cosas positivas de los demás y minimizar las negativas; mientras que se hace lo contrario con la propia vida, al agrandar nuestros  problemas o nuestros defectos, infravalorando nuestros logros y los éxitos que hayamos podido alcanzar. Si contempláramos con detenimiento la vida de otras personas, nos encontraríamos con sus luces y sus sombras, puesto que, cada uno de nosotros tiene sus propios retos, dificultades que afrontar y lecciones que aprender.

Si alguien encuentra que sus relaciones con otras personas no se corresponden con lo que era su deseo, es recomendable que averigüe lo que pueda estar fallando en sí mismo y en sus expectativas con respecto a los demás. De alguna forma, está dependiendo de otros, de sus opiniones, de sus cuidados y de su compañía. Conviene que cada uno se ocupe más de sus propios asuntos y que aprenda a resolver los problemas que se le vayan presentando.

La mayoría de las personas se encuentran con ciertas dificultades a la hora de relacionarse con los demás. Es muy probable que se hayan sentido incómodas, poco comprendidas, e incluso, heridas en sus sentimientos. Han creído que no eran merecedoras de la indiferencia, de la agresividad o del dolor que el intercambio con esas personas les ha producido. Lo importante y lo deseable sería aprender a superar todos esos inconvenientes; procurar verlos desde una nueva perspectiva y dejar de sentirse heridos y maltratados.

Cuando un individuo se encuentra bien consigo mismo, se valora y se cuida. Toma decisiones que le hacen llevar las riendas de su existencia, mejorando aquellos aspectos con los que no esté a gusto. Valora a aquellas personas que hacen que su vida sea más agradable, que le aceptan y quieren como es, con las que tiene puntos en común. También, será prudente alejarse de aquellos seres con quienes no es feliz, de quienes le critican constantemente y parecen no ver nada positivo en él, sino un defecto tras otro.




Bibliografía:

LADISH, Lorraine C., “Aprender a querer. Hacia la superación de la codependencia”. Ediciones Pirámide, Madrid.



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