jueves, 11 de mayo de 2017

Mi marido me riñe




Confieso que, cuando a mi marido le llegó la hora de su jubilación, yo me sentí preocupada por cómo se adaptaría a su nueva situación.

Hasta entonces, él había sido una persona secuestrada por su trabajo que le llevaba a salir de casa muy temprano y regresar después de la cena, casi todos los días de la semana, por sentirse obligado a atender a los concesionarios e importadores que visitaban el cuartel general de la marca de automóviles, de la cual era responsable comercial. Aunque, yo diría que la mitad de su tiempo se la pasaba con la bolsa de viaje a cuestas, yendo de un país al otro.

Yo soy bastante más joven que él, procuraba compaginar las responsabilidades de la casa y la atención a mi familia con el desempeño de mi vocación profesional, en mi propio gabinete de psicología, que era el que ocupaba el resto de mi tiempo. Sin embargo, la feroz crisis económica, sumada a otras circunstancias que no vienen al caso, hizo que tuviera que tomar la decisión de cerrar temporalmente mi despacho. Razón por la cual, llegué a sentir mucho temor por cómo afrontaríamos el día a día de una relación familiar que se presentaba de una manera muy distinta.

Debo decir que bien pronto nos adaptamos a las nuevas circunstancias, gracias a la habilidad que mi marido ha demostrado en saber compartir su tiempo, entre las aficiones que no había podido cultivar anteriormente y su colaboración en algunas tareas domésticas. Lo cual no quiere decir que sepamos evitar discusiones que surgen, entre nosotros, de la  manera más imprevista y por los motivos más tontos que uno pudiera llegarse a imaginar. Afortunadamente, hasta el momento, han sido tormentas tropicales muy pasajeras y espero que siga siendo así en el futuro.

La última controversia tuvo lugar hace unos días. Pero, en honor a la verdad, se había estado cocinando desde hacía bastante tiempo. Puesto que terminó pareciéndome una anécdota simpática, le pedí permiso a mi marido para publicarla y él me lo otorgó. Procuraré ser lo más fidedigna posible, al trasladarles el diálogo que sigue.

-¡Te pasas la vida colgada del móvil! -protestó, mi marido, al no responderle a una pregunta que me había repetido y que yo no había escuchado.

-¡Discúlpame, no me había enterado! -le respondí.

-¡Dichosa maquinita! -exclamó, refiriéndose al teléfono celular, que era como denominaba a tan monstruoso aparato- Lo curioso es que, las pocas veces que tengo necesidad de llamarte, me sale la vocecita que me dice que te deje un mensaje.

-¡Eres un exagerado! Eso, te habrá ocurrido una o dos veces en la vida, ¿se puede saber cuántas veces me has llamado? Tu teléfono móvil se pasa los meses metido en un cajón.

-¡Naturalmente! Cuando me retiré, prometí que, nunca más, permitiría que los demás atentaran contra mi intimidad. Tú, en cambio, te llevas el móvil a la cama. ¡Ni que fuera tu amante!

-¡Anda! ¡No digas tonterías, por favor!

-¡Jobar! Eran las dos y media de la madrugada y estabas dándole a la maquinita. Luego, te quejas que estás cansada y que andas falta de sueño.

-Sabes, de sobras, que yo utilizo el móvil por razones de trabajo -protesté, malhumorada.

-¿Trabajo? ¿En el Messenger, en el chat, Facebook y no sé cuántas otras redes sociales? Lo tuyo, es pura adicción, igual que si fuera droga.

-¡Bueno, mira, déjame tranquila! Tienes verdadera animadversión a las nuevas tecnologías. Tú perteneces a la generación que utilizaba el Fax para comunicarse.

-No sabes lo que estás diciendo. Trabajábamos con el más sofisticado programa informático, aplicado a la gestión comercial: fijación y control de objetivos, stocks de unidades, asignaciones, política de precios, incentivos, planes de marketing, etc.

-¡Tuviste suerte! ¡Al contar con un equipo comercial, joven! -le dije.

-¡Es verdad! Pero, desde control presupuestario, llegaron a llamarme la atención por haberse disparado el coste de los servicios de comunicación, en el área comercial.

-¿Y, eso?

-Me dijeron que los comerciales de campo, incluidos los delegados de asistencia técnica y de recambios, hacían verdadero abuso de las llamadas telefónicas. ¡Cosa, en la que tenía que haber caído! Porque, en mis largas horas de espera en los aeropuertos, yo alucinaba viendo a muchos de mis vecinos, en la sala de espera, hablar por teléfono durante todo el tiempo. ¡Una verdadera locura! Con razón, se ha disparado el desarrollo de las multinacionales dedicadas a la comunicación. ¡Y sus astronómicos beneficios, claro!

-¿Qué hiciste? -le pregunté para satisfacer mi curiosidad y saber cuál había sido la reacción de mi marido.

-Simplemente, llamar a la profesionalidad y responsabilidad de todos ellos -me contestó-. Pero, descubrí que ocurría una cosa casi peor: la gran cantidad de tiempo que mi gente perdía, frente a sus ordenadores. Confieso que yo no me había enterado.

-¿Qué quieres decir?

-Te lo cuento brevemente. Por aquel entonces, parece ser que el mejor día de la semana para salir de noche, en Madrid, era el jueves; no sé, si sigue siendo lo mismo. El caso es que yo tenía la costumbre de convocar una reunión con el equipo de ventas, a las doce de la mañana de cada viernes, a excepción del primero de cada mes. Era para hacer un seguimiento de los objetivos de ventas. Sin embargo, en una ocasión, por compromisos de viaje, tuve que adelantarla, a las nueve de la mañana. ¡Fue un fracaso!

-¿Qué sucedió? - le pregunté, intrigada.

-Casi todos los asistentes llegaron cabizbajos, sin tener los datos preparados y con cara de sueño. Cuando les pregunté qué diablos había ocurrido, hubo uno que, después de un largo silencio, me confesó que sólo había tenido tiempo para ir a su casa y ducharse. Mi cabreo fue tan grande, que les eché a todos de la sala de reuniones. Pero, en mi intento de conocer lo que había ocurrido, llamé a un becario adjunto a la administración comercial quien, en el poco tiempo que estuvo con nosotros, se había distinguido por lo pelota que era.

-¡Son la monda! -exclamó, refiriéndose a sus compañeros de trabajo- Se pasaron toda la tarde de ayer, frente a las pantallas de sus ordenadores, comunicándose entre ellos y con las tres becarias de exportación. ¡Van de culo detrás de las dos rubias, holandesas!

-¿Cómo? ¿Cómo? - repetí - ¡Quieres explicármelo!

-¡Así de fácil! En lugar de levantarse de la mesa, o reunirse en la cafetería, se hablan por el “Messenger”, con lo cual, cada uno puede decirle lo que quiera a las chicas. ¡Ellas, se lo están pasando bomba! ¡Puede ver la cara de sueño que ellas traen, también, esta mañana! -se atrevió a decirme- ¡Pero, no se piense que esto ocurre tan sólo los jueves!


-Como podrás comprender, mandé al chivato que regresara a su mesa de trabajo -dijo, mi marido-. Para que veas lo fácil que es perder el tiempo, hablando por teléfono, aunque sea en el trabajo. 

Nuestra discusión continuó por algún tiempo. Me encantaría que la anécdota les hubiera gustado y que sacaran, ustedes, sus propias conclusiones.





Imagen encontrada en Internet, de "Mcmillan Digital Art" fotos e imágenes. En Fotosearch, gente, utilizar, móvil, dispositivos, en, autobús, x75136608 www.fotoseasrch.com





No hay comentarios:

Publicar un comentario