Hace
unos días, tuve la oportunidad de escuchar una entrevista que le hicieron a AtahualpaYupanqui, en la televisión española, hace muchos años. Me impactaron la
sencillez, la naturalidad y la calidez con las que narraba diferentes pasajes
de su vida. Me maravillaron su expresividad y la forma que tuvo de agradecer
las oportunidades que fue encontrando, a medida que andaba haciendo camino.
Reflejaba apertura a la naturaleza, a la gente, al mundo y a sus propias raíces.
Quedé conmovida por su gran humanidad.
Mientras
escuchaba su voz, escribí este pensamiento:
Existen dos posibilidades: darse a
los demás, o reservarse para uno mismo.
Las entiendo
como dos grandes tendencias generales en la actitud de las personas ante la
vida, con independencia de que en algunos momentos o períodos puntuales, nos
veamos obligados a actuar de forma distinta, obligados por la aparición de
circunstancias extraordinarias.
Hay
quienes, en sus relaciones personales o en su trabajo, se entregan
incondicionalmente a otros. Es lo que suele ocurrir a los grandes artistas y a
las mujeres y hombres que destacan en alguna rama del saber o de la ciencia. Su
forma de entender la vida les lleva a ofrecer su obra a los demás; con absoluta
generosidad, sin ocultar ninguno de los sentimientos que han venido guardando
en su interior, los cuales les dieron fuerzas para conseguir las metas que se
propusieron.
Comparten
nítidamente, con todos los demás, lo que piensan y lo que sienten, lo que les
hace vibrar, lo que les atrae y lo que les emociona. Esa apertura suya suele llegar
hasta nosotros de forma manifiesta porque está contenida en sus obras.
Hay
otras personas que pudieran ser susceptibles de compartir muchas cosas. Pero, aunque
las veamos relacionarse y comunicarse con otros, pareciera que llevaran una
máscara o una armadura que les impidiese llegar a los demás y evitara sentir su cercanía. Es como si no
quisieran, o no fuesen capaces, de expresar lo que hay en su interior. De
alguna forma, se reservan para sí mismos. Son incapaces de conectar con otras
personas con la profundidad que sería deseable. A pesar de una aparente
apertura, su forma de actuar se dirige hacia ellos mismos, raramente hacia los
demás.
El
comportamiento anteriormente apuntado, poco tiene que ver con el hecho de ser
tímidos o introvertidos. No es una cuestión de falta de habilidades sociales.
Tampoco, es egoísmo o narcisismo. Entonces, ¿por qué no logran entregarse a
otros a través de sus relaciones, de su trabajo y de sus ocupaciones?
En mi
opinión, una de las más importantes razones que explican la manera de ser
anteriormente descrita, es el déficit de aprendizaje que tuvieron cuando eran
niños. Posiblemente, nadie les habló de la palabra humanidad y de la capital
importancia que para todos nosotros comporta intentar poner en práctica el
mayor número posible de atributos contenidos en la misma.
http://undiaconilusion.blogspot.com.es/2017/03/dar-manos-llenas-el-afecto-y-el-amor_20.html
Imágenes
de Shutterstock, encontradas en Internet.
En realidad, a veces no eres consciente, ni de tu propia realidad y necesitas a ese ser especial, que te enseñe a empatizar y sacar lo hermoso de compartir, desde el corazón.Se puede arreglar, si uno quiere cambiar.Gracias por tus palabras, siempre tan interesante.
ResponderEliminarEs cierto, Paloma. Algunas veces, no vemos más allá de nuestros problemas o de nuestros disgustos y es posible que nos refugiemos en buestro interior, intentando protegernos de lo que consideramos como amenazante. Que bueno que logremos superar esas dificultades, y podamos sentir empatía y darnos a los demás.
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