miércoles, 13 de julio de 2016

Progresar en el amor, romper con el desamor



Mientras que un gran número de personas desea encontrar a alguien especial, con quien poder construir una familia, muchas otras, están teniendo problemas con su pareja o han roto su relación y, todavía, no se han recuperado emocionalmente. Para todas ellas, el amor y el desamor son temas que ocupan una buena parte de sus pensamientos y de su tiempo.

Es difícil negar que el hecho de enamorarnos y construir una familia pueda ser  una de las experiencias más reconfortantes, desde el punto de vista psicológico y espiritual. El problema es saber con quién emprendemos la tarea, cómo elegimos compañero o compañera.

Algunos consideran que encontrar una pareja, con la cual, la relación sea enriquecedora  y estable, es una cuestión de suerte. Pero, no es así. Depende, en gran medida, de cada uno de nosotros, de cómo somos, cómo actuamos y cómo resolvemos los problemas y las diferencias que van surgiendo.

Muchas de las equivocaciones en el amor, se dan en aquellas parejas cuya elección sólo se hace con el corazón. Sin considerar, de manera racional, otros factores que podrían ser fundamentales para la convivencia diaria.

Además del sentimiento amoroso, deberemos ir poniéndole algo de cabeza a la relación e ir viendo cómo es la otra persona, cómo somos nosotros con ella, cómo es nuestra forma de relacionarnos. Si son llevaderos los defectos o las debilidades de los dos, si somos compatibles, cuáles son los intereses de cada uno y si, juntos, podremos desarrollarlos. Hay aspectos de la otra persona que sólo emergerán durante la convivencia, por lo que poco podremos prever al respecto. Pero, nos engañamos a nosotros mismos cuando vemos ciertos detalles o formas de actuar que no nos gustan y les quitamos importancia, pensando que con nuestro gran amor todo se irá arreglando.

Suponemos que la vida es mucho más confortable cuando se comparte entre dos. Por lo tanto, nuestra pareja, jamás, puede significar una carga que soportar. Un buen amor de pareja es liviano, no hay que arrastrarlo, como si fuera una cruz que nos ha tocado llevar a cuestas. No se construye en base a  sufrimientos y lágrimas, como todavía piensan ciertas personas. Si una relación se convierte en dolor y cansancio, sin perspectivas de mejorar, adaptarse a la situación, no es tan solo erróneo, sino disparatadamente irracional. En palabras de Riso: “No hay que padecer a la persona amada, sino disfrutarla”.

Podemos hacer muchas estupideces en nombre del amor: nos dejamos estafar, persistimos en relaciones donde el otro no nos ama, soportamos el maltrato, renunciamos a nuestros sueños, a nuestros intereses, a nuestra vocación… En fin, el tan alabado amor muchas veces se nos escapa de las manos y nos conduce a un callejón sin salida.

Hay una serie de cualidades que ayudan a que una relación de pareja sea positiva: la capacidad de comprometernos, la sensibilidad, la generosidad, el ser considerados, la cooperación, la capacidad de adaptación, reconocer los errores y trabajar por corregirlos, el saber perdonar, la solidaridad, la responsabilidad, la confianza… Algunas de ellas pueden estar en nosotros y otras se pueden ir adquiriendo a través de los años de convivencia. 

Lo deseable es que la relación sea agradable, que haya puntos en común, que podamos disfrutar con nuestra pareja. Cuando hay más desencuentros que encuentros y nos vemos obligados a sustentar y defender nuestros puntos de vista, nuestras preferencias y nuestros deseos, estamos con la persona equivocada. Hay incompatibilidades que no son fáciles de llevar y cuya presencia afectará profundamente a la relación. Por ejemplo, posiciones muy diferentes en cuanto a las creencias, la religión, los proyectos personales, las posiciones éticas, la actitud frente a la vida, así como otras cuestiones trascendentales que reflejan visiones del mundo contrapuestas.

Soy una gran defensora de las relaciones de pareja y de hacer lo posible por solucionar las dificultades que surjan, tratar de limar asperezas, respetar los espacios individuales y compartidos... No obstante, debo reconocer que hay ocasiones en las que, todo eso, no es que sea difícil, sino que se ha convertido en imposible. La situación se ha deteriorado tanto, que no es recomendable continuar luchando para salvar la relación: se ha llegado a un punto de no retorno.

 Algunas parejas se han encontrado, a lo largo de su relación, con la imposibilidad de construir un proyecto de vida en común; no logran tener una convivencia agradable y se están destruyendo mutuamente. En otras parejas, surgen tan graves problemas entre ellos, que son incapaces de encontrar la forma de afrontarlos adecuadamente.

Muy lamentablemente, debemos aceptar que algunas relaciones no son recuperables, por lo que es conveniente ayudar a las personas involucradas para que la ruptura sea lo menos traumática posible y para que extraigan las lecciones que esa relación aporta a sus vidas.

Algunas personas, después de separarse, adquieren lo que podría llamarse la sabiduría del “no”: es posible que no posean una absoluta claridad sobre lo que esperan y quieren del amor, pero sí sobre lo que no quieren y no estarían dispuestos a tolerar otra vez. Miran lo que ha habido en su relación y determinan cuáles son los elementos que no son negociables, lo que no están dispuestos a sufrir de nuevo, lo que no quieren volver a vivir con otra persona: los celos, el excesivo control del dinero, que no le respeten, la infidelidad, la falta de detalles, la abstinencia sexual, que la pareja sea aburrida…

Las diferentes vivencias nos muestran lo que no querríamos tener en una nueva experiencia y cuáles son las cosas que sí apreciamos en nuestras relaciones y que para nosotros son importantes. Si nuestra lista de exigencias es demasiado grande será bien difícil encontrar a alguien con quien poder compartir nuestra vida, nuevamente.

Como en todos los órdenes de la vida, es conveniente mantener cierto equilibrio y objetividad. Debemos aprender de la experiencia, analizar lo que ha pasado y por qué. Saber qué parte de responsabilidad nos corresponde a nosotros, ver en qué hemos fallado y cómo solucionarlo, en ocasiones futuras. Siempre, teniendo cuidado de no cerrarnos a nuevas relaciones o pretender que la persona que pueda venir sea perfecta, lo cual es imposible.

Walter Riso afirma que, algunas veces, será recomendable la ruptura de un matrimonio, aunque todavía se sienta amor. Si estamos sufriendo con nuestra relación, si no nos aporta bienestar y felicidad, aunque amemos a nuestra pareja, cambiaremos un sufrimiento continuado e inútil por un dolor temporal, que se irá disipando gracias a la elaboración del duelo: “Te amo, pero te dejo. Y lo hago no porque no te quiera, sino porque no me convienes, porque no le vienes bien a mi vida”. La máxima a tener en cuenta sería: “si no vives en paz, amar no es suficiente”.

Algunas personas permanecen en un matrimonio con problemas en la convivencia por razones ajenas a la pareja: cuestiones familiares, sociales, religiosas… La familia y algunos amigos, en lugar de apoyarles en su decisión, pueden hacer que ésta sea mucho más difícil de tomar.

La decisión de seguir o no con tu pareja es exclusivamente tuya o, como mucho, de ambos: no entregues el poder a otra persona para que decida por ti. Tú eres el único que sabe cómo es tu relación y cómo te está afectando. Ni siquiera tu pareja puede forzarte a continuar en una relación en la que ya no deseas continuar.



Bibliografía:

RISO, Walter: “Manual para no morir de amor”.

Imagen de 123RF.





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