viernes, 15 de julio de 2016

Cómo hacer de la separación un motivo de aprendizaje



Por más dolorosa que sea una ruptura afectiva, podemos sacar provecho psicológico de ella. Tomar los aspectos positivos de la experiencia, revisar los errores cometidos y tratar de comprender lo ocurrido. Procurar que la reflexión nos sirva para crecer y no para hundirnos en la culpa, el arrepentimiento o la depresión. La siguiente guía, propuesta por Walter Riso en su libro “Manual  para no morir de amor”, puede servirnos para pensar ordenadamente sobre la cuestión.

Tengamos claro por qué nos separamos

Es muy importante que conozcamos las razones por las cuales nuestra relación se fue a pique. Aunque parezca extraño, mucha gente no es capaz de explicar por qué se acabó la relación. Esa ignorancia respecto a la disolución del vínculo genera incertidumbre y malestar. No saben cómo actuar y cómo reconducir su vida porque desconocen lo que ha sucedido en su relación. No vieron las señales que les avisaban que algo iba mal. ¿Cómo puede ser posible tal desconocimiento, si somos los principales implicados? Las parejas se deterioran más fácilmente si uno se queda de brazos cruzados; lo que un día puede ser una queja o un tema sin importancia, luego puede convertirse en un problema gigantesco.

¿Por qué se separa la gente?

Críticas, evaluación negativa y descalificación.
Inseguridad, inmadurez emocional.
Gran necesidad de afecto, apegos, dependencia emocional.
Excesivo amor, que ahoga, asfixia.
Necesidad de controlar al otro. Llevar todo bajo control.
Aburrimiento, tedio o rutina.
Insultos, maltrato psicológico, agresión física. 
Celos, infidelidad.
Proyectos de vida discordantes.
Dificultades en torno a la sexualidad.
Discrepancias en cuanto a tener hijos, o no.
Problemas en torno a la educación de los hijos.
Adicciones.
Malas relaciones familiares.
Diferencias en torno al manejo del dinero.
Dificultades económicas.
Relaciones no equitativas.

Vida social incompatible.

Para que se llegue a la ruptura de una pareja, puede prevalecer uno de estos motivos o la concurrencia de varios de ellos. Las razones existentes para separarse no tienen que ser catastróficas o dramáticas. Ser infeliz, o no poder ser feliz, es suficiente razón para no seguir adelante con una relación; aunque a la gente no le guste, proteste y te diga de todo para que no lo hagas. La causa de tu separación no tiene por qué estar en lo profundo del inconsciente o en algún tema oscuro y retorcido de la niñez. A veces, sencillamente, la relación no funciona y el síntoma, lo que se nota e impacta, es que la infelicidad va en aumento.

Si reconoces errores por tu parte, asúmelos, sin culparte ni castigarte. Hazte cargo de ellos y, a ser posible, corrígelos y procura no repetirlos en el futuro. Conviértete en un experto de tu propia vida, aprendiendo de cada desenlace, de cada tropiezo y de cada éxito. Sin llegar a la obsesión, examina los momentos relevantes que viviste en pareja, lo que hiciste y dejaste de hacer, lo que te hicieron, las insatisfacciones y las alegrías. Examina todo lo que puedas, no lo dejes al azar. Si no aprendes de tus experiencias pasadas podrás repetir una y otra vez los mismos errores.

Tomemos conciencia de todo lo que negociamos y aguantamos en la relación

Este punto quizá sea el más doloroso. Muchas personas, cuando analizan lo que negociaron y aguantaron, se enfurecen consigo mismas: “¿Por qué no reaccioné a tiempo?” “¿Por qué no me di cuenta de lo que pasaba?” Cada cual tiene su ritmo de asimilación de lo que ocurre y un período para acumular coraje.

Llorar y lamentarse ya no sirve de nada, así que lo mejor es empezar a tener claro lo que no deberíamos haber negociado ni soportado. Si tenemos presentes nuestros principios y valores, nos daremos cuenta que en aquellas situaciones en las que dijimos “sí” cuando queríamos decir “no”, estábamos comprometiendo nuestra dignidad, nuestra libertad y renunciábamos a algunos derechos fundamentales. Con ello, perdíamos parte de nuestra esencia.

La lista nos proporcionará claridad en lo que no debemos volver a aceptar o a hacer por amor. Ello nos dará una herramienta para no ser sumisos en el amor, ya que estamos renunciando a partes fundamentales de nosotros mismos, que no son negociables. El primer aprendizaje vital que surge de nuestra separación: habrás descubierto lo que no quieres ni debes aceptar, porque va en contra de tus valores y principios.

¿Qué nos impidió poner límites?

En este punto debemos tratar de precisar por qué negociamos lo que no era negociable y aguantamos lo inaguantable. Por qué dejamos de ser nosotros mismos. ¿Qué nos lo impidió? ¿La culpa, la presión social, el miedo a la soledad, la dependencia, la sumisión, la falta de asertividad, la esperanza? En las relaciones sanas, es normal que se vayan marcando unos límites, y que cuando uno de los dos se pasa de la raya, el otro le haga caer en la cuenta que se ha extralimitado. Pero, “quien calla otorga”, así que cada vez que accedíamos abnegadamente a hacer lo que no deseábamos, nos convertíamos en cómplices de nuestro propio malestar. ¿Hablamos cuando teníamos que haber hablado? ¿Expresamos claramente nuestra protesta o inconformismo? Éste es el segundo aprendizaje importante: ser asertivos, comunicarnos y decir lo que nos gusta y lo que nos molesta, ayuda a que el amor fluya más fácilmente y a evitar que se generen resentimientos.

Si pudiéramos retroceder en el tiempo, sabiendo lo que sabemos de nuestra pareja, ¿repetiríamos con la misma persona?

Si la respuesta es afirmativa, sería recomendable buscar ayuda profesional. La decisión de acabar la relación puede haber sido prematura, o necesitamos terminar de aclarar las cosas.

Cuando la respuesta es que “No repetiríamos”, ¿de qué nos quejamos? ¿Por qué titubeamos si nuestra mente y nuestro corazón nos dicen que no deberíamos volver? Quedémonos en el aquí y en el ahora, en lo que es y no en lo que no fue. Nuestras expectativas no se han cumplido, aceptémoslo. La revisión anterior está orientada a rescatar conocimientos y experiencias que sirvan para nuestro crecimiento y no para añorar lo inexistente, para añorar lo que no ha ocurrido.

Separación y trauma no son sinónimos

Inconscientemente podríamos estar desempeñando el papel de víctimas, cuando no tiene que ser así. La lógica nos indicaría que salir de una mala relación sería más un motivo de celebración que de amargura. Si el matrimonio en el que estábamos era excelente, ¿por qué tuvo lugar la separación? Quizá no era tan “excelente” y deberemos ser realistas y profundizar en lo referente a cómo fue esa convivencia.

Si la relación que se acabó era regular, mala o muy mala, no lloremos por lo que no vale la pena. Démonos cuenta que ¡somos libres! Ya no tendremos que estar salvando lo insalvable, cuidando lo que decimos o hacemos, pensando qué le pasa a la otra persona, sintiéndonos mal si decimos o hacemos algo que le moleste…

Aunque la sociedad tiene el concepto de que las separaciones son traumáticas, no siempre es así. Es nuestra actitud la que las vuelve problemáticas. ¿Nos separamos porque ya no nos querían? ¡Muy bien hecho! No tiene objeto seguir con alguien que ya no nos quiere. ¿Nos maltrataban? ¿Nos eran infieles? ¿Éramos incompatibles? Todos son motivos válidos. Cuando alguien nos mire con lástima debido a nuestra separación e intente darnos el “pésame”, no entremos en el juego; no dejemos que nos cuelguen el cartel de víctima. Las heridas que llevamos a cuestas se irán sanando a medida que empecemos a conectarnos con el lado positivo de la vida y conozcamos a personas que valgan la pena.

Empezar de nuevo

La separación puede ser vista como un fracaso o una liberación. Como un motivo de tristeza o de festejo. No obstante, independientemente de cómo nos sintamos, una cosa es segura: tendremos que comenzar de nuevo. Vivir solos, con o sin hijos, reacomodar nuestra vivienda, buscar una nueva, organizar los horarios, adquirir nuevas rutinas y costumbres… En fin, separarnos implica reestructurar todos nuestros roles y empezar una vida distinta, con otras exigencias. Entraremos en un proceso de cambio radical, una “crisis”, donde deberemos reinventarnos desde los pies a la cabeza.

No todo es negativo, encontraremos muchos aspectos positivos de la nueva faceta que debemos emprender. No todo es oscuro. Es verdad que empezar de nuevo requiere trabajo y dedicación, pero no seremos unos principiantes, hemos aprendido de la experiencia y sabemos lo que no queremos; eso nos permitirá optimizar nuestros esfuerzos. Consideremos ese nuevo comienzo como si hubiéramos formateado el disco duro del ordenador. Tenemos la posibilidad de arrancar de cero, sin tantas creencias irracionales y con una actitud más realista.

Todo lo que hemos aprendido durante la relación, el análisis y el trabajo personal hecho después de la separación, nos aportarán las enseñanzas necesarias para poder empezar de nuevo con nuestra vida; posiblemente, con el tiempo, con una nueva relación de pareja, más consciente y enriquecedora que la anterior.




Bibliografía:

RISO, Walter: “Manual para no morir de amor”.

Imagen encontrada en Internet, desconozco el autor.




2 comentarios:

  1. Magdalena,como siempre, tu artículo es fenomenal. Desdramatizar una situación que era inevitable para nuestro propio desarrollo personal y sacar lo positivo de dar un paso a una vida más consciente y con momentos más felices, porque seremos más libres y dueños de nuestra propia vida. ¡Me encanta!

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    1. Gracias, Paloma, por tu comentario. Es tan importante la ruptura de una relación, que debemos hacer lo posible por tener en cuenta muchos aspectos de lo que sucedió, para sacar conclusiones válidas, aprender de nuestros errores y obtener para nosotros las lecciones oportunas. Además de ser capaces de reponernos emocionalmente, volver a organizarnos y seguir con nuestra vida.

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