Por
más dolorosa que sea una ruptura afectiva, podemos sacar provecho psicológico
de ella. Tomar los aspectos positivos de la experiencia, revisar los errores
cometidos y tratar de comprender lo ocurrido. Procurar que la reflexión nos
sirva para crecer y no para hundirnos en la culpa, el arrepentimiento o la
depresión. La siguiente guía, propuesta por Walter Riso en su libro
“Manual para no morir de amor”, puede
servirnos para pensar ordenadamente sobre la cuestión.
Tengamos
claro por qué nos separamos
Es
muy importante que conozcamos las razones por las cuales nuestra relación se
fue a pique. Aunque parezca extraño, mucha gente no es capaz de explicar por
qué se acabó la relación. Esa ignorancia respecto a la disolución del vínculo
genera incertidumbre y malestar. No saben cómo actuar y cómo reconducir su vida
porque desconocen lo que ha sucedido en su relación. No vieron las señales que
les avisaban que algo iba mal. ¿Cómo puede ser posible tal desconocimiento, si
somos los principales implicados? Las parejas se deterioran más fácilmente si
uno se queda de brazos cruzados; lo que un día puede ser una queja o un tema
sin importancia, luego puede convertirse en un problema gigantesco.
¿Por
qué se separa la gente?
Críticas,
evaluación negativa y descalificación.
Inseguridad,
inmadurez emocional.
Gran
necesidad de afecto, apegos, dependencia emocional.
Excesivo
amor, que ahoga, asfixia.
Necesidad
de controlar al otro. Llevar todo bajo control.
Aburrimiento,
tedio o rutina.
Insultos,
maltrato psicológico, agresión física.
Celos,
infidelidad.
Proyectos
de vida discordantes.
Dificultades
en torno a la sexualidad.
Discrepancias
en cuanto a tener hijos, o no.
Problemas
en torno a la educación de los hijos.
Adicciones.
Malas
relaciones familiares.
Diferencias
en torno al manejo del dinero.
Dificultades
económicas.
Relaciones
no equitativas.
Vida
social incompatible.
Para
que se llegue a la ruptura de una pareja, puede prevalecer uno de estos motivos
o la concurrencia de varios de ellos. Las razones existentes para separarse no
tienen que ser catastróficas o dramáticas. Ser infeliz, o no poder ser feliz,
es suficiente razón para no seguir adelante con una relación; aunque a la gente
no le guste, proteste y te diga de todo para que no lo hagas. La causa de tu
separación no tiene por qué estar en lo profundo del inconsciente o en algún
tema oscuro y retorcido de la niñez. A veces, sencillamente, la relación no
funciona y el síntoma, lo que se nota e impacta, es que la infelicidad va en
aumento.
Si
reconoces errores por tu parte, asúmelos, sin culparte ni castigarte. Hazte
cargo de ellos y, a ser posible, corrígelos y procura no repetirlos en el
futuro. Conviértete en un experto de tu propia vida, aprendiendo de cada
desenlace, de cada tropiezo y de cada éxito. Sin llegar a la obsesión, examina
los momentos relevantes que viviste en pareja, lo que hiciste y dejaste de
hacer, lo que te hicieron, las insatisfacciones y las alegrías. Examina todo lo
que puedas, no lo dejes al azar. Si no aprendes de tus experiencias pasadas
podrás repetir una y otra vez los mismos errores.
Tomemos
conciencia de todo lo que negociamos y aguantamos en la relación
Este
punto quizá sea el más doloroso. Muchas personas, cuando analizan lo que
negociaron y aguantaron, se enfurecen consigo mismas: “¿Por qué no reaccioné a
tiempo?” “¿Por qué no me di cuenta de lo que pasaba?” Cada cual tiene su ritmo
de asimilación de lo que ocurre y un período para acumular coraje.
Llorar
y lamentarse ya no sirve de nada, así que lo mejor es empezar a tener claro lo que no deberíamos haber
negociado ni soportado. Si tenemos presentes nuestros principios y valores,
nos daremos cuenta que en aquellas situaciones en las que dijimos “sí” cuando
queríamos decir “no”, estábamos comprometiendo nuestra dignidad, nuestra
libertad y renunciábamos a algunos derechos fundamentales. Con ello, perdíamos
parte de nuestra esencia.
La
lista nos proporcionará claridad en lo que no debemos volver a aceptar o a
hacer por amor. Ello nos dará una herramienta para no ser sumisos en el amor,
ya que estamos renunciando a partes fundamentales de nosotros mismos, que no
son negociables. El primer aprendizaje vital que surge de nuestra separación: habrás descubierto lo que no quieres ni
debes aceptar, porque va en contra de tus valores y principios.
¿Qué nos
impidió poner límites?
En
este punto debemos tratar de precisar por qué negociamos lo que no era
negociable y aguantamos lo inaguantable. Por qué dejamos de ser nosotros
mismos. ¿Qué nos lo impidió? ¿La culpa, la presión social, el miedo a la
soledad, la dependencia, la sumisión, la falta de asertividad, la esperanza? En
las relaciones sanas, es normal que se vayan marcando unos límites, y que
cuando uno de los dos se pasa de la raya, el otro le haga caer en la cuenta que
se ha extralimitado. Pero, “quien calla otorga”, así que cada vez que
accedíamos abnegadamente a hacer lo que no deseábamos, nos convertíamos en
cómplices de nuestro propio malestar. ¿Hablamos cuando teníamos que haber
hablado? ¿Expresamos claramente nuestra protesta o inconformismo? Éste es el
segundo aprendizaje importante: ser
asertivos, comunicarnos y decir lo que nos gusta y lo que nos molesta, ayuda a
que el amor fluya más fácilmente y a evitar que se generen resentimientos.
Si
pudiéramos retroceder en el tiempo, sabiendo lo que sabemos de nuestra pareja,
¿repetiríamos con la misma persona?
Si la
respuesta es afirmativa, sería recomendable buscar ayuda profesional. La
decisión de acabar la relación puede haber sido prematura, o necesitamos
terminar de aclarar las cosas.
Cuando
la respuesta es que “No repetiríamos”, ¿de qué nos quejamos? ¿Por qué
titubeamos si nuestra mente y nuestro corazón nos dicen que no deberíamos
volver? Quedémonos en el aquí y en el ahora, en lo que es y no en lo que no
fue. Nuestras expectativas no se han cumplido, aceptémoslo. La revisión
anterior está orientada a rescatar conocimientos y experiencias que sirvan para
nuestro crecimiento y no para añorar lo
inexistente, para añorar lo que no ha
ocurrido.
Separación
y trauma no son sinónimos
Inconscientemente
podríamos estar desempeñando el papel de víctimas, cuando no tiene que ser así.
La lógica nos indicaría que salir de una mala relación sería más un motivo de
celebración que de amargura. Si el matrimonio en el que estábamos era
excelente, ¿por qué tuvo lugar la separación? Quizá no era tan “excelente” y
deberemos ser realistas y profundizar en lo referente a cómo fue esa
convivencia.
Si la
relación que se acabó era regular, mala o muy mala, no lloremos por lo que no
vale la pena. Démonos cuenta que ¡somos libres! Ya no tendremos que estar
salvando lo insalvable, cuidando lo que decimos o hacemos, pensando qué le pasa
a la otra persona, sintiéndonos mal si decimos o hacemos algo que le moleste…
Aunque
la sociedad tiene el concepto de que las separaciones son traumáticas, no
siempre es así. Es nuestra actitud la que las vuelve problemáticas. ¿Nos separamos
porque ya no nos querían? ¡Muy bien hecho! No tiene objeto seguir con alguien
que ya no nos quiere. ¿Nos maltrataban? ¿Nos eran infieles? ¿Éramos
incompatibles? Todos son motivos válidos. Cuando alguien nos mire con lástima
debido a nuestra separación e intente darnos el “pésame”, no entremos en el
juego; no dejemos que nos cuelguen el cartel de víctima. Las heridas que
llevamos a cuestas se irán sanando a medida que empecemos a conectarnos con el
lado positivo de la vida y conozcamos a personas que valgan la pena.
Empezar de
nuevo
La
separación puede ser vista como un fracaso o una liberación. Como un motivo de
tristeza o de festejo. No obstante, independientemente de cómo nos sintamos,
una cosa es segura: tendremos que comenzar de nuevo. Vivir solos, con o sin
hijos, reacomodar nuestra vivienda, buscar una nueva, organizar los horarios,
adquirir nuevas rutinas y costumbres… En fin, separarnos implica reestructurar
todos nuestros roles y empezar una vida distinta, con otras exigencias.
Entraremos en un proceso de cambio radical, una “crisis”, donde deberemos
reinventarnos desde los pies a la cabeza.
No
todo es negativo, encontraremos muchos aspectos positivos de la nueva faceta
que debemos emprender. No todo es oscuro. Es verdad que empezar de nuevo
requiere trabajo y dedicación, pero no seremos unos principiantes, hemos
aprendido de la experiencia y sabemos lo que no queremos; eso nos permitirá
optimizar nuestros esfuerzos. Consideremos ese nuevo comienzo como si
hubiéramos formateado el disco duro del ordenador. Tenemos la posibilidad de
arrancar de cero, sin tantas creencias irracionales y con una actitud más
realista.
Todo
lo que hemos aprendido durante la relación, el análisis y el trabajo personal
hecho después de la separación, nos aportarán las enseñanzas necesarias para
poder empezar de nuevo con nuestra vida; posiblemente, con el tiempo, con una
nueva relación de pareja, más consciente y enriquecedora que la anterior.
Bibliografía:
RISO,
Walter: “Manual para no morir de amor”.
Magdalena,como siempre, tu artículo es fenomenal. Desdramatizar una situación que era inevitable para nuestro propio desarrollo personal y sacar lo positivo de dar un paso a una vida más consciente y con momentos más felices, porque seremos más libres y dueños de nuestra propia vida. ¡Me encanta!
ResponderEliminarGracias, Paloma, por tu comentario. Es tan importante la ruptura de una relación, que debemos hacer lo posible por tener en cuenta muchos aspectos de lo que sucedió, para sacar conclusiones válidas, aprender de nuestros errores y obtener para nosotros las lecciones oportunas. Además de ser capaces de reponernos emocionalmente, volver a organizarnos y seguir con nuestra vida.
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