Muchas personas no son dueñas de sí mismas. Les cuesta
asumir que ellas son quienes deben dirigir su propia existencia, lo cual
implica que deben tomar decisiones, afrontar los problemas que se les
presenten, proponerse metas y trabajar duramente para alcanzarlas. El hecho de considerar
que la realidad es como es y que, según dicen, no se puede hacer nada, o muy
poco, para cambiarla, hace que pase a depender de las circunstancias o de lo
que otros individuos decidan por ellos.
Algunos, viven gran parte de su existencia siguiendo
las ideas que se les inculcaron, desde que eran pequeños, convencidos de que es
imprescindible seguir las normas, las creencias, las costumbres y las formas de
actuar de otros. Sin cuestionarlas y sin posibilidad de eludirlas. Los mensajes
les llegaron desde diferentes ámbitos, como el de la familia, el colegio, las
amistades y la sociedad. Luego, cuando ya fueron adultos, encontraron otras
indicaciones provenientes de otros círculos, de personas de su entorno laboral
y de su propia pareja. Para complicar aún más las cosas, de la futura familia
política o de la que les correspondió, por haber contraído matrimonio.
También, nos podemos encontrar con personas que poseen
autonomía en diversos ámbitos de actuación, que suelen tomar sus propias
decisiones e, incluso, consiguen arrastrar a otros para que actúen según sus
deseos y para que acaten sus normas. Pero, sorprendentemente, en su relación
con ciertos sujetos, de pronto, renuncian a una gran parte de su libertad
personal, haciendo lo que esos individuos les impongan.
El denominador común es que se cede, a otros, el
control de la propia existencia y no se es consciente de ello, pues parece algo
“normal”. Hasta que, un día, abren los ojos y se percatan de que, a pesar de
ser una práctica habitual, ya no están dispuestos a permitir que semejante
orden de cosas siga sucediendo.
Los efectos
negativos de que alguien no sea autónomo en sus decisiones, dependerán
del grado de intromisión o de control, en sus asuntos, por parte de otros individuos. De cuánto y cómo le afecten sus
actuaciones. Asimismo, de la manera en la que gestione el malestar que estos le
produzcan.
Nosotros no podemos evitar que otras personas obren como
lo hacen; únicamente podemos actuar sobre
nuestros pensamientos, sobre nuestros sentimientos y sobre nuestra propia forma
de proceder.
¿Cómo actúa
una persona que cede, a otros, el control de su vida, o de alguna parcela de su
existencia? Simplemente, renunciando a intervenir y limitándose a
cumplir con lo que otros deciden en su nombre. No expresa sus opiniones, no
establece unos límites razonables, no se opone a ninguna de las decisiones. ¿Por qué obra así? Es posible que desee
que haya un ambiente más relajado, que no quiera entrar en confrontaciones
“inútiles”, que piense que, con el tiempo, las cosas cambiarán y considere que
lo que él diga poco cambiará la situación.
¿Qué
consecuencias pueden derivarse de esa forma de proceder? Son
inciertas, por supuesto, aunque irán dejando un poso de malestar en quien permite
que otros le dirijan, que se manifiesta de múltiples maneras. Puede haber
tristeza, inseguridad, un enojo que no es expresado y que, por lo tanto, en
lugar de manifestarse externamente, la frustración es soportada por uno mismo.
Si estas situaciones son frecuentes y el sujeto tiene poco margen de actuación,
pueden terminar en ansiedad, depresión, en otras patologías o en un trastorno
de personalidad. También, influirá en lo biológico, afectando su salud física
y, es muy probable que las relaciones personales se vean francamente
deterioradas.
Será necesario recorrer un camino que pueda llevarles
a proceder con firmeza, cuando se encuentren ante personas dominantes, manipuladoras,
acostumbradas a imponer su criterio; las cuales, piensan que la forma correcta
de actuar es la suya.
Un error en el que pueden caer es pensar que será
necesario “entrar en guerra”, oponiéndose a todo lo que otros ordenen o cuando
den por supuesto que los problemas deban ser resueltos a su manera. Eso sería
como un “suicidio”, ya que, por el momento, poseen poca asertividad para poder
negociar, para hacer valer sus opiniones, para tomar sus propias decisiones o
participar en aquello que pueda lesionarles. Por lo tanto, será un aprendizaje
que se adquirirá con la práctica, dando pequeños pasos que refuercen su
autoestima y la seguridad en sí mismos. Los que ya poseen estas habilidades, deberán
aprender a aplicarlas en aquellas personas con las que tengan parecidos
problemas.
Quisiera referirme a un par de personas que han vivido
una gran cantidad de situaciones que les han afectado durante mucho tiempo. Una
de ellas, se encuentra al principio del camino, apenas dándose cuenta de que
deberá cambiar su forma de actuar, aunque, no sabe cómo proceder, todavía.
Mientras que, la segunda, lleva más de dos años afrontando situaciones familiares
bastante conflictivas. Durante este tiempo, ha ido alcanzando notables avances para
que un día pueda llegar a ser responsable de su propia existencia.
A lo largo de las conversaciones mantenidas con Juan,
hemos hablado de cuestiones que le afectan por haber estado presentes en
situaciones que se le han presentado, de forma repetitiva. Tiene épocas de
encontrarse mal, aburrido y medio deprimido. Piensa que su familia política
tiene demasiada influencia sobre su mujer, la cual, termina aceptando muchos de
los planteamientos que le hacen, aunque
afecten a su marido, a ella misma y a los planes que puedan tener como pareja. Juan
está convencido de que gran parte de los problemas que Lucía y él tienen en su
día a día se deben al trabajo de su mujer en el negocio familiar. Considera que
sus parientes políticos están imponiendo sus criterios, de forma continuada.
Con el tiempo, se ha convencido de que, por mucho que él lo desee, muy poco le
resta por hacer, ya que su mujer ni siquiera parece querer escuchar lo que él
le dice.
No puedo evitar pensar que, con las particularidades
de cada caso, Juan se estaba refiriendo a las cuestiones que mencionábamos al
inicio de este escrito, las cuales, afectan a demasiadas personas, no sólo a él
y a su mujer.
Quisiera terminar estos apuntes, refiriéndome a una
amiga mía que ha hecho un interesante recorrido para manejar las riendas. Ha
tomado sus propias decisiones, a pesar de la intromisión de una buena parte de
su familia. Francamente, creo que está haciendo un buen trabajo en cuanto al
conocimiento de sí misma y al establecimiento de unos límites para frenar los
frecuentes intentos de manipulación por parte de quienes pretenden controlar
todos sus movimientos. Le queda mucho por hacer, pues la presión que recibe es
tan fuerte como persistente. Aunque hay épocas en las que parecen darle un
respiro, sus familiares reavivan sus deseos de imponer su voluntad, reaparecen
los conflictos y la situación se hace muy difícil de soportar.
A continuación, me tomo la libertad de reproducir la
conclusión a la que ha llegado mi amiga, que ilustra perfectamente lo que aquí
se ha dicho:
“Sin duda, el camino no es fácil. Pero, merece la pena
dejar de ser una marioneta como “Pinocho”, dirigida por las cuerdas. Ha llegado
la hora de cortarlas y vivir nuestra propia vida; de manera más auténtica,
asumiendo con ello nuestras responsabilidades. Seremos finalmente más felices
porque seremos fieles a nuestro propio yo”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario