sábado, 5 de agosto de 2017

Cuando se cede, a otros, el control de la propia existencia







Muchas personas no son dueñas de sí mismas. Les cuesta asumir que ellas son quienes deben dirigir su propia existencia, lo cual implica que deben tomar decisiones, afrontar los problemas que se les presenten, proponerse metas y trabajar duramente para alcanzarlas. El hecho de considerar que la realidad es como es y que, según dicen, no se puede hacer nada, o muy poco, para cambiarla, hace que pase a depender de las circunstancias o de lo que otros individuos decidan por ellos.

Algunos, viven gran parte de su existencia siguiendo las ideas que se les inculcaron, desde que eran pequeños, convencidos de que es imprescindible seguir las normas, las creencias, las costumbres y las formas de actuar de otros. Sin cuestionarlas y sin posibilidad de eludirlas. Los mensajes les llegaron desde diferentes ámbitos, como el de la familia, el colegio, las amistades y la sociedad. Luego, cuando ya fueron adultos, encontraron otras indicaciones provenientes de otros círculos, de personas de su entorno laboral y de su propia pareja. Para complicar aún más las cosas, de la futura familia política o de la que les correspondió, por haber contraído matrimonio.

También, nos podemos encontrar con personas que poseen autonomía en diversos ámbitos de actuación, que suelen tomar sus propias decisiones e, incluso, consiguen arrastrar a otros para que actúen según sus deseos y para que acaten sus normas. Pero, sorprendentemente, en su relación con ciertos sujetos, de pronto, renuncian a una gran parte de su libertad personal, haciendo lo que esos individuos les impongan.

El denominador común es que se cede, a otros, el control de la propia existencia y no se es consciente de ello, pues parece algo “normal”. Hasta que, un día, abren los ojos y se percatan de que, a pesar de ser una práctica habitual, ya no están dispuestos a permitir que semejante orden de cosas siga sucediendo.

Los efectos negativos de que alguien no sea autónomo en sus decisiones, dependerán del grado de intromisión o de control, en sus asuntos, por parte de otros  individuos. De cuánto y cómo le afecten sus actuaciones. Asimismo, de la manera en la que gestione el malestar que estos le produzcan.

Nosotros no podemos evitar que otras personas obren como lo hacen; únicamente podemos actuar sobre nuestros pensamientos, sobre nuestros sentimientos y sobre nuestra propia forma de proceder.

¿Cómo actúa una persona que cede, a otros, el control de su vida, o de alguna parcela de su existencia? Simplemente, renunciando a intervenir y limitándose a cumplir con lo que otros deciden en su nombre. No expresa sus opiniones, no establece unos límites razonables, no se opone a ninguna de las decisiones. ¿Por qué obra así? Es posible que desee que haya un ambiente más relajado, que no quiera entrar en confrontaciones “inútiles”, que piense que, con el tiempo, las cosas cambiarán y considere que lo que él diga poco cambiará la situación.

¿Qué consecuencias pueden derivarse de esa forma de proceder? Son inciertas, por supuesto, aunque irán dejando un poso de malestar en quien permite que otros le dirijan, que se manifiesta de múltiples maneras. Puede haber tristeza, inseguridad, un enojo que no es expresado y que, por lo tanto, en lugar de manifestarse externamente, la frustración es soportada por uno mismo. Si estas situaciones son frecuentes y el sujeto tiene poco margen de actuación, pueden terminar en ansiedad, depresión, en otras patologías o en un trastorno de personalidad. También, influirá en lo biológico, afectando su salud física y, es muy probable que las relaciones personales se vean francamente deterioradas.

Será necesario recorrer un camino que pueda llevarles a proceder con firmeza, cuando se encuentren ante personas dominantes, manipuladoras, acostumbradas a imponer su criterio; las cuales, piensan que la forma correcta de actuar es la suya.

Un error en el que pueden caer es pensar que será necesario “entrar en guerra”, oponiéndose a todo lo que otros ordenen o cuando den por supuesto que los problemas deban ser resueltos a su manera. Eso sería como un “suicidio”, ya que, por el momento, poseen poca asertividad para poder negociar, para hacer valer sus opiniones, para tomar sus propias decisiones o participar en aquello que pueda lesionarles. Por lo tanto, será un aprendizaje que se adquirirá con la práctica, dando pequeños pasos que refuercen su autoestima y la seguridad en sí mismos. Los que ya poseen estas habilidades, deberán aprender a aplicarlas en aquellas personas con las que tengan parecidos problemas.

Quisiera referirme a un par de personas que han vivido una gran cantidad de situaciones que les han afectado durante mucho tiempo. Una de ellas, se encuentra al principio del camino, apenas dándose cuenta de que deberá cambiar su forma de actuar, aunque, no sabe cómo proceder, todavía. Mientras que, la segunda, lleva más de dos años afrontando situaciones familiares bastante conflictivas. Durante este tiempo, ha ido alcanzando notables avances para que un día pueda llegar a ser responsable de su propia existencia.

A lo largo de las conversaciones mantenidas con Juan, hemos hablado de cuestiones que le afectan por haber estado presentes en situaciones que se le han presentado, de forma repetitiva. Tiene épocas de encontrarse mal, aburrido y medio deprimido. Piensa que su familia política tiene demasiada influencia sobre su mujer, la cual, termina aceptando muchos de los planteamientos que le hacen,  aunque afecten a su marido, a ella misma y a los planes que puedan tener como pareja. Juan está convencido de que gran parte de los problemas que Lucía y él tienen en su día a día se deben al trabajo de su mujer en el negocio familiar. Considera que sus parientes políticos están imponiendo sus criterios, de forma continuada. Con el tiempo, se ha convencido de que, por mucho que él lo desee, muy poco le resta por hacer, ya que su mujer ni siquiera parece querer escuchar lo que él le dice.

No puedo evitar pensar que, con las particularidades de cada caso, Juan se estaba refiriendo a las cuestiones que mencionábamos al inicio de este escrito, las cuales, afectan a demasiadas personas, no sólo a él y a su mujer.

Quisiera terminar estos apuntes, refiriéndome a una amiga mía que ha hecho un interesante recorrido para manejar las riendas. Ha tomado sus propias decisiones, a pesar de la intromisión de una buena parte de su familia. Francamente, creo que está haciendo un buen trabajo en cuanto al conocimiento de sí misma y al establecimiento de unos límites para frenar los frecuentes intentos de manipulación por parte de quienes pretenden controlar todos sus movimientos. Le queda mucho por hacer, pues la presión que recibe es tan fuerte como persistente. Aunque hay épocas en las que parecen darle un respiro, sus familiares reavivan sus deseos de imponer su voluntad, reaparecen los conflictos y la situación se hace muy difícil de soportar.

A continuación, me tomo la libertad de reproducir la conclusión a la que ha llegado mi amiga, que ilustra perfectamente lo que aquí se ha dicho:

“Sin duda, el camino no es fácil. Pero, merece la pena dejar de ser una marioneta como “Pinocho”, dirigida por las cuerdas. Ha llegado la hora de cortarlas y vivir nuestra propia vida; de manera más auténtica, asumiendo con ello nuestras responsabilidades. Seremos finalmente más felices porque seremos fieles a nuestro propio yo”.





Imagen encontrada en Internet, utilizada para el blog.







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