-¡Te pasas la vida colgada del móvil! -protestó,
mi marido, al no responderle a una pregunta que me había repetido y que yo no
había escuchado.
-¡Discúlpame, no me había enterado! -le
respondí.
-¡Dichosa maquinita! -exclamó, refiriéndose al
teléfono celular, que era como denominaba a tan monstruoso aparato- Lo curioso
es que, las pocas veces que tengo necesidad de llamarte, me sale la vocecita
que me dice que te deje un mensaje.
-¡Eres un exagerado! Eso, te habrá ocurrido una
o dos veces en la vida, ¿se puede saber cuántas veces me has llamado? Tu
teléfono móvil se pasa los meses metido en un cajón.
-¡Naturalmente! Cuando me retiré, prometí que,
nunca más, permitiría que los demás atentaran contra mi intimidad. Tú, en
cambio, te llevas el móvil a la cama. ¡Ni que fuera tu amante!
-¡Anda! ¡No digas tonterías, por favor!
-¡Jobar! Eran las dos y media de la madrugada
y estabas dándole a la maquinita. Luego, te quejas que estás cansada y que
andas falta de sueño.
-Sabes, de sobras, que yo utilizo el móvil por
razones de trabajo -protesté, malhumorada.
-¿Trabajo? ¿En el Messenger, en el chat,
Facebook y no sé cuántas otras redes sociales? Lo tuyo, es pura adicción, igual
que si fuera droga.
-¡Bueno, mira, déjame tranquila! Tienes
verdadera animadversión a las nuevas tecnologías. Tú perteneces a la generación
que utilizaba el Fax para comunicarse.
-No sabes lo que estás diciendo. Trabajábamos
con el más sofisticado programa informático, aplicado a la gestión comercial:
fijación y control de objetivos, stocks de unidades, asignaciones, política
de precios, incentivos, planes de marketing, etc.
-¡Tuviste suerte! ¡Al contar con un equipo
comercial, joven! -le dije.
-¡Es verdad! Pero, desde control
presupuestario, llegaron a llamarme la atención por haberse disparado el coste
de los servicios de comunicación, en el área comercial.
-¿Y, eso?
-Me dijeron que los comerciales de campo,
incluidos los delegados de asistencia técnica y de recambios, hacían verdadero
abuso de las llamadas telefónicas. ¡Cosa, en la que tenía que haber caído!
Porque, en mis largas horas de espera en los aeropuertos, yo alucinaba viendo a
muchos de mis vecinos, en la sala de espera, hablar por teléfono durante todo
el tiempo. ¡Una verdadera locura! Con razón, se ha disparado el desarrollo de
las multinacionales dedicadas a la comunicación. ¡Y sus astronómicos
beneficios, claro!
-¿Qué hiciste? -le pregunté para satisfacer mi
curiosidad y saber cuál había sido la reacción de mi marido.
-Simplemente, llamar a la profesionalidad y
responsabilidad de todos ellos -me contestó-. Pero, descubrí que ocurría una
cosa casi peor: la gran cantidad de tiempo que mi gente perdía, frente a sus
ordenadores. Confieso que yo no me había enterado.
-¿Qué quieres decir?
-Te lo cuento brevemente. Por aquel entonces,
parece ser que el mejor día de la semana para salir de noche, en Madrid, era el
jueves; no sé, si sigue siendo lo mismo. El caso es que yo tenía la costumbre
de convocar una reunión con el equipo de ventas, a las doce de la mañana de
cada viernes, a excepción del primero de cada mes. Era para hacer un
seguimiento de los objetivos de ventas. Sin embargo, en una ocasión, por
compromisos de viaje, tuve que adelantarla, a las nueve de la mañana. ¡Fue un
fracaso!
-¿Qué sucedió? - le pregunté, intrigada.
-Casi todos los asistentes llegaron
cabizbajos, sin tener los datos preparados y con cara de sueño. Cuando les
pregunté qué diablos había ocurrido, hubo uno que, después de un largo
silencio, me confesó que sólo había tenido tiempo para ir a su casa y ducharse.
Mi cabreo fue tan grande, que les eché a todos de la sala de reuniones. Pero,
en mi intento de conocer lo que había ocurrido, llamé a un becario adjunto a la
administración comercial quien, en el poco tiempo que estuvo con nosotros, se
había distinguido por lo pelota que era.
-¡Son la monda! -exclamó, refiriéndose a sus
compañeros de trabajo- Se pasaron toda la tarde de ayer, frente a las pantallas
de sus ordenadores, comunicándose entre ellos y con las tres becarias de
exportación. ¡Van de culo detrás de las dos rubias, holandesas!
-¿Cómo? ¿Cómo? - repetí - ¡Quieres
explicármelo!
-¡Así de fácil! En lugar de levantarse de la
mesa, o reunirse en la cafetería, se hablan por el “Messenger”, con lo cual,
cada uno puede decirle lo que quiera a las chicas. ¡Ellas, se lo están pasando
bomba! ¡Puede ver la cara de sueño que ellas traen, también, esta mañana! -se
atrevió a decirme- ¡Pero, no se piense que esto ocurre tan sólo los jueves!
-Como podrás comprender, mandé al chivato que
regresara a su mesa de trabajo -dijo, mi marido-. Para que veas lo fácil que es
perder el tiempo, hablando por teléfono, aunque sea en el trabajo.