lunes, 29 de mayo de 2017

Como piezas de un rompecabezas




Es curioso cómo suceden ciertas cosas en nuestras vidas. De pronto, sin esperarlo, nos encontramos con personas que nos ayudan a entender mejor ciertos temas de nuestro pasado. Ello repercute en nuestra forma de percibir épocas anteriores y modifica sustancialmente la visión que tenemos de nosotros mismos.

No sé si la comunicación con esas personas ocurre por casualidad o por necesidad. Parecen mensajeros que llegan a nuestra vida y nos hallan receptivos a contemplar nuestro pasado, desde una nueva perspectiva.

El encuentro con esos seres nos proporciona información inesperada que puede llevarnos a revisar ciertas creencias personales y a tomar decisiones sobre nuestro futuro, en beneficio de nuestra evolución personal.

Para poder hacer algunos cambios en nuestra vida, será precisa una forma diferente de percibir algunos temas, la cual difícilmente podrá ser proporcionada por aquellas personas cercanas, a pesar de sus buenas intenciones hacia nosotros. Aquella percepción distinta, deberá provenir de personas a las cuales conocimos y de las que no supimos nada, durante muchos años; o bien, de aquellas que, por designio del destino, han aparecido recientemente en nuestro camino. Serán las que nos aportarán una visión nueva y distinta de las cosas y de los hechos, que habrá de servirnos de gran ayuda a la hora de establecer sustanciales modificaciones en nuestro comportamiento futuro; incluso, derivar en un cambio de rumbo.  

El hecho de contactar con personas que formaban parte de nuestro pasado, puede proporcionarnos una serie de elementos que otros no podrían aportar. Ellos estuvieron cerca, compartiendo parte de nuestro tiempo, ya sea porque estudiábamos en el mismo sitio, porque formábamos parte de algún grupo, porque nos unía algún tipo de relación o porque teníamos intereses y objetivos parecidos. La comunicación con ellos nos dará la referencia de cómo nos veían y de cómo valoraban el entorno en el que nos movíamos. Nos hablarán de detalles y hechos que no recordábamos, los cuales, nos proporcionarán los elementos claves para poder comprender esa época de nuestra existencia.

Al hablarnos sobre su propia experiencia, sus pensamientos o sus conclusiones, nos ayudarán a revisar nuestra historia personal. También, al no habernos comunicado en tantos años, será como un volver a conocernos, teniendo en cuenta las dos etapas, la anterior y la actual. De alguna forma, con esas experiencias, nos veremos forzados a identificar y seleccionar toda la información que va surgiendo y colocarla como si fueran las piezas de un rompecabezas. Será preciso integrar los nuevos datos, algunos desconocidos u olvidados por nosotros, resolviendo las dudas que podíamos tener.

No sé si esto último les sucede a muchas personas. Yo he sufrido importantes cortes en mis relaciones, debido a frecuentes cambios de residencia. Desde los que comenzaron en América, hasta mi traslado a España, hace tres décadas. Los cambios de domicilio que he tenido que afrontar han sido innumerables y me han llevado a vivir en diferentes ciudades y pueblos. Por una parte, me he sentido muy enriquecida por el conocimiento de las tierras y de las gentes; pero, por otra, ha motivado que haya sido muy difícil volver a coincidir con la mayoría de las personas que han formado parte de mi vida.

Desde hace unos años, debido a las redes sociales, he ido encontrándome con personas que había conocido, tiempo atrás; también, con quienes han compartido conmigo su forma particular de pensar y de actuar. El contacto con esas personas ha ido proporcionándome importantes claves que me están ayudando a conocerme mejor y a entender algunos aspectos de los diferentes entornos que habían influido en mi vida. Afortunadamente, han ido apareciendo poco a poco, mientras yo iba extrayendo la información que debía asimilar.

Me ha sorprendido descubrir que mucha información se había escapado a mi comprensión. Posiblemente, como consecuencia de que mi pensamiento iba por caminos bien diferentes, debido a mis creencias, mi forma de ser y mis expectativas acerca de las relaciones personales.

Quiero dar las gracias a todas cuantas personas han contribuido a que yo haya podido modificar la forma de contemplar las diversas experiencias tenidas en épocas bien distintas de mi vida.

Tal como he apuntado anteriormente, ha significado un ejercicio semejante al de ir buscando las piezas en mi interior y, una vez halladas e identificadas, irlas colocando en el rompecabezas o  puzle personal.

 


Imagen encontrada en Internet: Flexibility and Capability as a Goal





miércoles, 17 de mayo de 2017

¡Nadie puede recorrer el camino por nosotros!



Antes de dar por terminado mi anterior artículo, ¡Olvídate de los monstruos del pasado! ¡Es una orden!, aún me quedaban algunos apuntes que me parecían suficientemente interesantes. Sin embargo, para no alargar en exceso el mencionado texto, decidí que me valdría de aquellas reflexiones para que formaran parte de un nuevo escrito que, en mi opinión, tiene mucho que ver con el anteriormente mencionado; ¡por no decir que es una mera continuidad del mismo!

Quisiera seguir refiriéndome a quienes, con la mayor tranquilidad del mundo, exigen gratuitamente de su interlocutor dejar atrás el problema que le afecta, el cual, ha sido sometido a su conocimiento en busca de apoyo. Pretensión a la que llegan, sin tener en cuenta que la situación aún esté pendiente de resolución, que escape a la comprensión de quien la está viviendo o que no haya terminado de extraer las valiosas enseñanzas de aquello que todavía ocupa su mente y su corazón. Consideran, sin más, llegada la hora de tener resueltos ciertos problemas de la vida. Cuestiones que uno se planteaba siendo joven, deberían quedar resueltas y estar bien claras, a ciertas edades. Las inquietudes que lleva cargando desde hace años, ya tendría que haberlas dejado atrás. Que no es bueno seguir hablando de algo que pudo haberle afectado en el pasado.

Pareciera que no escucharan ni comprendieran lo que la otra persona les está intentando comunicar. Que se cierran a todo lo que en ese momento pueda venir de ella. Ni tan siquiera cambiarán de parecer cuando intente explicarles que, a pesar de haber sido temas muy dolorosos, en la actualidad, los contempla desde otra perspectiva. Que, gracias a la experiencia y a profundos cambios internos, tiene una nueva manera de afrontar las dificultades, sustancialmente diferente a como lo hacía en el pasado.

En algunas ocasiones, pueden haberse sentido molestos ante algunos mensajes o comentarios recibidos de otras personas o por el rumbo que, en un momento determinado, haya tomado una conversación. Porque, no eran simples receptores de una opinión, sino destinatarios de una imposición que no había tenido en cuenta nada de aquello que ustedes habían intentado expresar.

El mayor problema no reside en lo que ellos puedan manifestar, sino en el hecho de que intenten convencerle de las bondades de su forma de proceder ante determinados temas o situaciones. Que pretendan mostrar que ellos llevan la razón con lo que proponen, aunque más bien procedería decir que imponen. Que los demás deben hacer las cosas como ellos dicen, por ser de estricto sentido común…

El efecto que produce en el interlocutor esa forma de actuar es sentir que le han ignorado olímpicamente, que no les ha interesado escuchar lo que él quiso expresar, que ha sido decepcionante comprobar que no ha existido una verdadera comunicación. Que no han procurado comprender cómo se encuentra, que no han intentado ver el problema o la situación desde un punto de vista diferente. En definitiva, que no han mostrado empatía, para ponerse en el lugar del otro.

Pudiera ser que, tratando de hacer entender cuál es su situación, mencione algo que le dijera otra persona. Al momento, caerá en la cuenta de que ha sido un craso error. Porque, le habrá proporcionado, a sus interlocutores, la excusa perfecta para poder seguir insistiendo en su planteamiento. El hecho de saber que alguien piensa de forma similar a la suya, es como si les llenase de fuerza y de autoridad moral. Casi automáticamente, procederán a enviarle un mensaje parecido a este: ¿Ves cómo tenemos razón? ¡Nosotros sabemos qué es lo que te conviene hacer! ¡Tú no!

Todo ello, ocurre ante la total sorpresa de quien tan sólo deseaba que le comprendieran, que se pusieran en su lugar, que entendieran que cada uno es diferente, que tiene su propia forma de superar los problemas y de intentar aprender.

Consideraba que tenía libertad para hablar sobre diversos temas, que existía la suficiente confianza como para poder hacerlo. No obstante, es posible que, a partir de experiencias como esa, aprenda a detectar cuáles son los temas que convendrá obviar en las conversaciones que mantenga con determinadas personas.

Pudiera muy bien suceder que se sienta como una criatura que haya sido regañada por su madre, por su padre o por un profesor. Que otros se conviertan en jueces de lo que debería pensar, sentir, hacer o comprender. Que no permitan que ella sea quien decida, que sea la dueña de su vida y de todo aquello que le incumba. Que repitan, una vez más, los mensajes que, tantas veces, le habrán enviado desde su infancia: “Yo sé lo que es bueno para ti”, “Debes confiar en mí, yo sé por qué te lo digo”, “Yo hago las cosas de otra manera y a mí me ha ido bien”, “Yo sé lo que te conviene”…

¿Qué ocurrirá de ahí en adelante? Posiblemente sienta coartada su voluntad de hablar y exponer sus problemas. De ser así, su diálogo con los demás se irá limitando y condicionará su relación con otras personas, por haberse impuesto una autocensura que implica dejar aparcados aquellos temas que él habrá calificado de tabúes. Lo cual, acarreará perniciosas consecuencias.

Es como si las personas no se dieran cuenta de que cada uno es diferente y de que cada quien debe aprender a vivir su propia vida, con sus aciertos y sus errores, con sus buenos momentos y con aquellos que puedan ser más difíciles o dolorosos. Al final, uno es quien libra sus propias batallas, el que se enfrenta cada día a sus pensamientos, sus sentimientos, sus creencias, sus miedos y sus anhelos. ¡Nadie puede recorrer el camino por nosotros!

Hay algo que se desprende de lo escrito hasta aquí. Las personas no están obligadas a conocer los problemas de los demás, sus penas, sus sentimientos más íntimos o sus dudas más profundas. Nadie puede obligarles a escuchar o a leer algo que no les interese. Están en su derecho de no querer que se toquen algunos temas. Incluso, podría entenderse que dejaran de hablar con alguien, si les molesta su forma de ser o de actuar. Se puede comprender todo eso. Pero, ¡no es razonable que pretendan imponer su forma de pensar, a otros!

  
Nota:

Lo aquí expresado, me hace pensar en nuestro trabajo como terapeutas. Es difícil imaginarse que uno, como psicólogo o psicóloga, pudiera molestarse con quienes vienen a la Consulta, por no haber podido pasar página de algunas cuestiones que para ellos han sido especialmente difíciles. Nuestra labor es escucharles, acompañarles y ayudarles a profundizar en aquellas situaciones que les puedan estar afectando. Aunque uno vea el camino que convendría seguir, no puede obligar a nadie a que lo siga y, menos, pretender que lo haga cuando todavía no ve clara su situación; porque, su estado de ánimo no le permite encontrar sus propias respuestas, por el momento.



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domingo, 14 de mayo de 2017

Mi felicitación por el Día de la Madre



¡Un feliz día para todas las madres que están con nosotros! Y un recuerdo muy especial para las que se han ido, y para aquellas, como mi madre, que aun estando físicamente, su pensamiento y su espíritu se encuentran prisioneros de la terrible enfermedad que azota a la humanidad, incluso antes de entrar en la senectud.

Para todas las madres, sin distinciones. Y para todas esas mujeres que han ejercido el papel de madre en las vidas de otras personas. ¡Gracias a todas ellas, por todo cuanto han aportado a nuestras vidas!

Seguramente, fue mucho más de lo que su abnegación y generosidad pudieron darnos. A  menudo, el papel de las madres es muy ingrato, pues es difícil poder conectar de forma especial con cada uno de los hijos, satisfacer sus necesidades físicas y emocionales, servirles de guía y estar cerca. Las circunstancias que concurren en la vida hacen que ellos tengan que desarrollar su propia forma de ser y de actuar, en función de los obstáculos que se les presentan. Es normal que muchos hijos hubieran querido que la relación con sus madres hubiera sido diferente, en algunos aspectos. Y mucho más intensa de lo que la distancia no permitió.

Algunas mujeres se encontraron siendo madres cuando ellas no lo esperaban, mientras que otras llegaron a serlo después de muchas dificultades.

Hay quienes asumieron fácilmente el hecho de ser madre, teniendo una especial conexión con sus hijos, encontrando la maternidad como algo muy valioso, enriquecedor y que  transformó sus vidas de forma positiva. Otras madres, quizás, nunca terminaron de sentirse cómodas, ante unas difíciles circunstancias personales. Posiblemente, hubieran deseado que su vida transcurriera por otros derroteros. No importa, porque, a pesar de que la maternidad supusiera una difícil carga, en lugar de una fuente de alegría y aprendizaje,  cumplieron con lo que se esperaba de ellas y merecen toda nuestra comprensión; por qué no, incluso, nuestro agradecimiento.

¡Muchas bendiciones para todas las madres del mundo entero!¡Sin ellas, la Humanidad no existiría!




jueves, 11 de mayo de 2017

Mi marido me riñe




Confieso que, cuando a mi marido le llegó la hora de su jubilación, yo me sentí preocupada por cómo se adaptaría a su nueva situación.

Hasta entonces, él había sido una persona secuestrada por su trabajo que le llevaba a salir de casa muy temprano y regresar después de la cena, casi todos los días de la semana, por sentirse obligado a atender a los concesionarios e importadores que visitaban el cuartel general de la marca de automóviles, de la cual era responsable comercial. Aunque, yo diría que la mitad de su tiempo se la pasaba con la bolsa de viaje a cuestas, yendo de un país al otro.

Yo soy bastante más joven que él, procuraba compaginar las responsabilidades de la casa y la atención a mi familia con el desempeño de mi vocación profesional, en mi propio gabinete de psicología, que era el que ocupaba el resto de mi tiempo. Sin embargo, la feroz crisis económica, sumada a otras circunstancias que no vienen al caso, hizo que tuviera que tomar la decisión de cerrar temporalmente mi despacho. Razón por la cual, llegué a sentir mucho temor por cómo afrontaríamos el día a día de una relación familiar que se presentaba de una manera muy distinta.

Debo decir que bien pronto nos adaptamos a las nuevas circunstancias, gracias a la habilidad que mi marido ha demostrado en saber compartir su tiempo, entre las aficiones que no había podido cultivar anteriormente y su colaboración en algunas tareas domésticas. Lo cual no quiere decir que sepamos evitar discusiones que surgen, entre nosotros, de la  manera más imprevista y por los motivos más tontos que uno pudiera llegarse a imaginar. Afortunadamente, hasta el momento, han sido tormentas tropicales muy pasajeras y espero que siga siendo así en el futuro.

La última controversia tuvo lugar hace unos días. Pero, en honor a la verdad, se había estado cocinando desde hacía bastante tiempo. Puesto que terminó pareciéndome una anécdota simpática, le pedí permiso a mi marido para publicarla y él me lo otorgó. Procuraré ser lo más fidedigna posible, al trasladarles el diálogo que sigue.

-¡Te pasas la vida colgada del móvil! -protestó, mi marido, al no responderle a una pregunta que me había repetido y que yo no había escuchado.

-¡Discúlpame, no me había enterado! -le respondí.

-¡Dichosa maquinita! -exclamó, refiriéndose al teléfono celular, que era como denominaba a tan monstruoso aparato- Lo curioso es que, las pocas veces que tengo necesidad de llamarte, me sale la vocecita que me dice que te deje un mensaje.

-¡Eres un exagerado! Eso, te habrá ocurrido una o dos veces en la vida, ¿se puede saber cuántas veces me has llamado? Tu teléfono móvil se pasa los meses metido en un cajón.

-¡Naturalmente! Cuando me retiré, prometí que, nunca más, permitiría que los demás atentaran contra mi intimidad. Tú, en cambio, te llevas el móvil a la cama. ¡Ni que fuera tu amante!

-¡Anda! ¡No digas tonterías, por favor!

-¡Jobar! Eran las dos y media de la madrugada y estabas dándole a la maquinita. Luego, te quejas que estás cansada y que andas falta de sueño.

-Sabes, de sobras, que yo utilizo el móvil por razones de trabajo -protesté, malhumorada.

-¿Trabajo? ¿En el Messenger, en el chat, Facebook y no sé cuántas otras redes sociales? Lo tuyo, es pura adicción, igual que si fuera droga.

-¡Bueno, mira, déjame tranquila! Tienes verdadera animadversión a las nuevas tecnologías. Tú perteneces a la generación que utilizaba el Fax para comunicarse.

-No sabes lo que estás diciendo. Trabajábamos con el más sofisticado programa informático, aplicado a la gestión comercial: fijación y control de objetivos, stocks de unidades, asignaciones, política de precios, incentivos, planes de marketing, etc.

-¡Tuviste suerte! ¡Al contar con un equipo comercial, joven! -le dije.

-¡Es verdad! Pero, desde control presupuestario, llegaron a llamarme la atención por haberse disparado el coste de los servicios de comunicación, en el área comercial.

-¿Y, eso?

-Me dijeron que los comerciales de campo, incluidos los delegados de asistencia técnica y de recambios, hacían verdadero abuso de las llamadas telefónicas. ¡Cosa, en la que tenía que haber caído! Porque, en mis largas horas de espera en los aeropuertos, yo alucinaba viendo a muchos de mis vecinos, en la sala de espera, hablar por teléfono durante todo el tiempo. ¡Una verdadera locura! Con razón, se ha disparado el desarrollo de las multinacionales dedicadas a la comunicación. ¡Y sus astronómicos beneficios, claro!

-¿Qué hiciste? -le pregunté para satisfacer mi curiosidad y saber cuál había sido la reacción de mi marido.

-Simplemente, llamar a la profesionalidad y responsabilidad de todos ellos -me contestó-. Pero, descubrí que ocurría una cosa casi peor: la gran cantidad de tiempo que mi gente perdía, frente a sus ordenadores. Confieso que yo no me había enterado.

-¿Qué quieres decir?

-Te lo cuento brevemente. Por aquel entonces, parece ser que el mejor día de la semana para salir de noche, en Madrid, era el jueves; no sé, si sigue siendo lo mismo. El caso es que yo tenía la costumbre de convocar una reunión con el equipo de ventas, a las doce de la mañana de cada viernes, a excepción del primero de cada mes. Era para hacer un seguimiento de los objetivos de ventas. Sin embargo, en una ocasión, por compromisos de viaje, tuve que adelantarla, a las nueve de la mañana. ¡Fue un fracaso!

-¿Qué sucedió? - le pregunté, intrigada.

-Casi todos los asistentes llegaron cabizbajos, sin tener los datos preparados y con cara de sueño. Cuando les pregunté qué diablos había ocurrido, hubo uno que, después de un largo silencio, me confesó que sólo había tenido tiempo para ir a su casa y ducharse. Mi cabreo fue tan grande, que les eché a todos de la sala de reuniones. Pero, en mi intento de conocer lo que había ocurrido, llamé a un becario adjunto a la administración comercial quien, en el poco tiempo que estuvo con nosotros, se había distinguido por lo pelota que era.

-¡Son la monda! -exclamó, refiriéndose a sus compañeros de trabajo- Se pasaron toda la tarde de ayer, frente a las pantallas de sus ordenadores, comunicándose entre ellos y con las tres becarias de exportación. ¡Van de culo detrás de las dos rubias, holandesas!

-¿Cómo? ¿Cómo? - repetí - ¡Quieres explicármelo!

-¡Así de fácil! En lugar de levantarse de la mesa, o reunirse en la cafetería, se hablan por el “Messenger”, con lo cual, cada uno puede decirle lo que quiera a las chicas. ¡Ellas, se lo están pasando bomba! ¡Puede ver la cara de sueño que ellas traen, también, esta mañana! -se atrevió a decirme- ¡Pero, no se piense que esto ocurre tan sólo los jueves!


-Como podrás comprender, mandé al chivato que regresara a su mesa de trabajo -dijo, mi marido-. Para que veas lo fácil que es perder el tiempo, hablando por teléfono, aunque sea en el trabajo. 

Nuestra discusión continuó por algún tiempo. Me encantaría que la anécdota les hubiera gustado y que sacaran, ustedes, sus propias conclusiones.





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